Traducido del portugués para Rebelión por Alfredo Iglesias Diéguez
De entrada, no quería hablar del tema. Le convencieron de que quedaría muy mal: hablar en la tribuna de la ONU como un paracaidista, sin decir ni una palabra sobre los acontecimientos que le llevaron a allí como presidente del Brasil sin ser elegido. Finalmente habló, pero paso de largo por tres palabras que, como explicarían los psicoanalistas, azotan su psiquismo, provocando un sentimiento de culpa, remordimientos o algo así. No pronunció el nombre de la ex presidenta Dilma, no mencionó la cualificación de ‘golpe’, que emplea todo el mundo, y cambió la palabra ‘impeachment’ por impedimento. Las dos palabras son equivalentes en portugués y en inglés, pero en la praxis política son diferentes, como explico más adelante [1]. Temer dijo:
«Brasil acaba de atravesar un largo y complejo proceso, regulado y conducido por el Congreso Nacional y por la Suprema Corete brasileña, que culminó en un impedimento. Todo transcurrió dentro del más absoluto respeto al ordenamiento constitucional».
¿Impedimento de quién? Sin el complemento nominal, la frase atentó contra la sintaxis. El ‘impedimento’ es siempre de alguien o de alguna cosa. Pero él lo prefirió así porque evita el nombre de Dilma como el diablo huye de la cruz. Como el culpable evita el nombre de la víctima. En una reciente entrevista al Globo, cuando le preguntaron por qué nunca dice su nombre, él fue valiente. «Entonces, lo diré: Dil-ma-Va-na-Rous-seff». Lo dijo, pero no le gusta decirlo. Las palabras y las cosas tienen una fuerte conexión. La huida de la palabra ayuda a olvidar la cosa; sin embargo, la palabra es inapagable: fue golpe y fue traición.
La otra palabra evitada fue ‘golpe’. Aparecieron carteles diciendo eso en la entrada de la sede de la ONU, aparecieron manifestantes y delegaciones latinoamericanas se retiraron del pleno en un silencio a voces. Ante un auditorio de gobernantes y jefes de Estado, Temer podría haber aprovechado para refutar clara y valientemente la caracterización del proceso que le llevó a la presidencia como golpe, una idea que se esperaba aquí en Brasil y fuera. Sin embargo, pasó de largo, limitándose a decir que el proceso fue legal y constitucional. Pero el hecho de estar constitucionalmente previsto no significa que sea legítimo.
Prefirió decir que el proceso «transcurrió dentro del más absoluto respeto al ordenamiento constitucional» y que «culminó en un impedimento». ¿Por qué no dijo ‘impeachment’? Porque no estaría siendo sincero. Lo que hubo de hecho fue el impedimento de la presidenta por obra del Congreso, con el aval del Supremo Tribunal Federal. Pero no hubo ‘impeachment’ de acuerdo a las reglas de los países democráticos que lo prevén en sus cartas constitucionales, empezando por los Estados Unidos, el fundador de este mecanismo creado para mitigar el peso del presidencialismo, no para derribar a presidentes. Nixon renunció antes y en relación a los otros dos, Andrew Jackson y Bill Clinton, el Senado asumió su papel moderador y archivó las solicitudes autorizadas por la Cámara. Alegó, principalmente, la desproporción entre la acusación y la pena de deposición, algo que bien se hubiese podido aplicar aquí en razón de los delitos imputados a Dilma, pedaladas y suplementos presupuestarios. Al hablar de ‘impedimento’ y no de ‘impeachment‘, Temer evitó la comparación jurídica y reconoció la singularidad del proceso que tuvo lugar en Brasil. Se parece más a lo que hubo en Paraguay y en Honduras, pero no a lo que sería un ‘impeachment’ en Estados Unidos, por ejemplo.
El alma de Oswado Aranha, a quien Brasil le debe el honroso papel de abrir anualmente la Asamblea General de la ONU, debe de haberse divertido. O lamentado.
Notas del Traductor:
[1] La equivalencia se puede hacer extensible al español.
Fuente: http://www.brasil247.com/pt/blog/terezacruvinel/256261/As-palavras-que-Temer-teme.htm
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