Existen muchas interpretaciones de las causas de la enorme crisis financiera y económica que estamos sufriendo en el mundo y, muy en particular, en la Unión Europea y en el sur de nuestro continente. Una, que pertenece a la sensibilidad liberal, asume que la culpa la tiene el excesivo desembolso del gasto público, que ha ahogado el crecimiento económico. De esta interpretación se derivan las propuestas de que hay que disminuir tal gasto a fin de reducir el déficit y la deuda pública. Hoy, esta visión está generalizada en la mayoría de fórums financieros, políticos y mediáticos de la Unión Europea. Como prueba de la certeza de su diagnóstico, muestran que los países que están en peor situación hoy en la Unión Europea son los países del Sur de Europa -Grecia, Portugal y España-, e Irlanda, que tiene unos mayores déficits, como resultado de su supuesta falta de disciplina en sus políticas de gasto. La supuesta exhuberancia de tal gasto (la posibilidad de jubilación a los 55 años en Grecia, es el caso más citado) es la causa de sus dolores de cabeza. De ahí la presión de que deben reducir muy significativamente su «exagerado» gasto público, a fin de recuperarse y salvarse del colapso (y salvar así también el euro, que está experimentando dificultades por culpa de estos países). En cuanto al elevado desempleo, éste se atribuye predominantemente a las supuestas rigideces del mercado laboral, consecuencia de unos sindicatos excesivamente poderosos e influyentes que están obstaculizando la recuperación económica, en su acérrima defensa de los trabajadores con contrato fijo (y salarios demasiado altos) creando un elevado desempleo.
De esta interpretación de las causas de las crisis se derivan las políticas públicas promovidas por la Unión Europea, que consisten en reducción del gasto y empleo público, en disminución de los derechos sociales y laborales, y en desregulación de los mercados laborales. El desarrollo de tales políticas (que alcanzan su máxima expresión en el caso de Grecia), se consideran necesarias para salir de la crisis. En realidad, es el desarrollo de las políticas liberales que los mundos financieros y empresariales han deseado durante muchos años, y que ahora utilizan la crisis para llevarlas a cabo. Su coste social y humano será enorme, y su impacto en la crisis será mayor, acentuándola.
Lo que es llamativo es que tal dogma liberal, reproducido en los medios de información y persuasión, tiene muy escasa evidencia empírica que lo sustente. Es fácil mostrar que la causa de los problemas de los países con grandes dificultades no es su excesivo gasto público. En realidad, todos ellos (Grecia, Portugal, España e Irlanda) tienen un gasto público, como porcentaje del PIB, más bajo que el promedio de la Unión Europa de los Quince, el grupo de países más desarrollados de la UE, al cual todos ellos pertenecen. Lo mismo ocurre con el gasto público social como porcentaje del PIB, también más bajo que el promedio de la UE-15. Idéntica situación ocurre con el empleo público. El porcentaje de la población que trabaja en el sector público en todos estos países es más bajo que el promedio de la UE-15 (ver Navarro, V. (dir). La situación social en España, Vol III. Biblioteca Nueva).
Y en cuanto a los supuestamente exuberantes salarios, las cifras muestran que, tomando los salarios de los trabajadores de la manufactura, como punto de referencia, todos ellos tienen niveles salariales más bajos que el promedio de la UE-15 (más bajos incluso de lo que les correspondería por el nivel de riqueza que tienen) (ver V. Navarro, Marta Tur y Miquel Campa, La situación de la clase trabajadora en España, en www.navarro.org, sección Economía Política). En cambio, los beneficios empresariales y de la banca están entre los más altos, así como su fraude fiscal. Todos estos datos muestran que los problemas que tienen no se deben a su «excesivo» gasto público y «exuberantes» salarios.
De ahí que sea mucho más creíble otra explicación del origen y causas de las crisis financieras y económicas, que está siendo marginada y discriminada en los fórums y medios de información y persuasión españoles y en la UE. Las crisis actuales son consecuencia directa de las políticas liberales promovidas por el establishment europeo que ha provocado una enorme polarización de las rentas y creación de grandes desigualdades. Los países citados son los más desiguales en la UE, en un continente en el que las desigualdades han crecido enormemente. Las rentas del trabajo como porcentaje de las rentas totales han ido disminuyendo enormemente, disminuyendo con ello la demanda, una de las causas más importantes de la crisis. La otra causa de la crisis es la falta de crédito, resultado también de la polarización de las rentas con el crecimiento exuberante de los beneficios del capital, que se invirtieron predominantemente en actividades especulativas (como las inmobiliarias y el desarrollo de instrumentos de alto riesgo) que crearon las burbujas que al estallar provocaron el enorme problema de falta de crédito.
LA ALTERNATIVA PROGRESISTA
Las soluciones son fáciles de ver. Hay que estimular la demanda en aquellos países, así como en toda la UE, a base de una redistribución de las rentas con un incremento de la capacidad adquisitiva de las clases populares, impidiendo bajos salarios (que son la causa de la baja productividad) y una enorme expansión del gasto público con el objetivo de crear empleo, precisamente las políticas opuestas a las que se están realizando en la UE. Nunca se ha salido de ninguna depresión y gran recesión en el siglo XX (como la actual) sin que haya habido una enorme expansión del gasto público y crecimiento de la deuda. La Gran Depresión se resolvió con el New Deal y el enorme incremento del gasto público durante la II Guerra Mundial. En Europa, la reconstrucción de las economías casi destruidas como consecuencia de la II Guerra Mundial se basó en unas enormes inversiones públicas fiscales y sociales, facilitadas por el Plan Marshall. Creerse ahora que se puede salir de esta enorme recesión sin tal crecimiento del gasto público en toda la UE es ignorar las lecciones de la historia. Reducir el gasto público es una nota de suicidio. En realidad, si no fuera por la reducción del gasto público, España ya habría salido de la recesión.
En cuanto al otro gran problema, la falta de crédito, éste debe resolverse a base de una intervención pública, no para ayudar a los banqueros, como se está haciendo ahora, sino para garantizar el acceso al crédito. Como era predecible, las medidas de austeridad exigidas a las clases populares por parte de la UE van acompañadas con medidas muy generosas a la banca, tanto la griega como la alemana (entre otras), propietarios de la deuda griega.Tal como bien ha dicho Joseph Stiglitz, si todas las «ayudas» a la banca se hubieran invertido en crear bancos públicos de crédito, la falta de crédito ya se habría resuelto. Se han gastado 700.000 millones de dólares, sólo en EEUU, para salvar la banca, cuando con este dinero podría (y debería) establecerse una banca o bancas públicas que garantizaran el acceso al crédito por parte de empresas (sobre todo medianas y pequeñas) y ciudadanía. Un tanto semejante ha ocurrido en la Unión Europea (ver V. Navarro, ¿Por qué no banca pública? www.vnavarro.org, sección Economía Política).
Lo que estamos viendo hoy es la plena expresión de lo que solla llamarse «lucha de clases», en la que las clases dominantes lideradas por el capital financiero están imponiendo sus exigencias a las clases populares a fin de recuperar su rentabilidad. Como bien ha dicho Warren Buffet, una de las personas más ricas del mundo, conocedor del mundo financiero empresarial, al cual pertenece, «hay clases y lucha de clases, y mi clase está ganando esta lucha». La famosa frase de apretarse el cinturón sólo aplica a las clases dominadas. Las dominantes ni siquiera llevan cinturón. La nula regulación de la banca, a pesar de haber sido la causa de la crisis financiera, dos años ya tras haber creado la crisis, muestra hasta qué punto el mundo político está configurado por tales intereses financieros empresariales, que están dañando enormemente la economía real. No es sorprendente que las llamadas democracias tengan problemas tan graves de credibilidad que están cuestionando su legitimidad. La agitación social en Grecia es el inicio de un proceso que pondrá en vivo lo que hasta ahora aparecía sólo en pasivo, expresándose en abstención en los procesos electorales. La transformación de tal abstención pasiva en agitación activa será, a partir de ahora, una constante en los años venideros. El peligro es que esta agitación la capitalicen las derechas, tal como está ocurriendo en EEUU. Veremos qué ocurre en la Unión Europea.