Recomiendo:
4

Entrevista a Mercedes García Vinuesa

“Las prácticas del Comercio Justo son un elemento protector frente a los impactos de las crisis”

Fuentes: El salto [Foto: Mercedes García Vinuesa, miembro de la Junta Directiva de la Coordinadora Estatatal de Comercio Justo]

El 8 de mayo será el Día Mundial del Comercio Justo. Entrevistamos a Mercedes García de la Coordinadora estatal de Comercio Justo para conocer más a fondo su labor.

El Comercio Justo es…

Un movimiento internacional que lucha por una mayor justicia global a través del desarrollo de una alternativa comercial como herramienta de reducción de la pobreza y de lucha contra la desigualdad. Apostamos por otra manera de hacer comercio, puesto que su objetivo no es la maximización del beneficio económico sino contribuir al beneficio social y medioambiental. El Comercio Justo trabaja por la justicia global, combate las desigualdades, garantiza los derechos humanos de los trabajadores/as en todo el planeta y la protección del medio ambiente. Entre otras cuestiones, asegura la no explotación laboral infantil en la elaboración de los productos, la equidad de género y el pago de unos precios justos acordados con la organización productora que aseguran salarios dignos y condiciones laborales seguras.

Pero, además, el Comercio Justo tiene por objetivo cambiar las prácticas y normativas que rigen el comercio internacional actual que consolidan la pobreza, las desigualdades, y el deterioro ambiental. La finalidad última del Comercio Justo es avanzar hacia otro modelo económico global que priorice el cuidado de las personas y del medioambiente por delante de los beneficios y las cuentas de resultados.

¿Qué sinergias hay entre el Comercio Justo y la Economía Solidaria?

Hay mucho más que sinergias puesto que los principios que defendemos son esencialmente los mismos. Compartimos un diagnóstico común sobre los impactos humanos, sociales y ambientales del modelo económico imperante, y también compartimos los valores y prácticas que creemos necesarias poner en marcha para evitar y superar esos impactos. Ambos movimientos compartimos la idea de que la prioridad de la economía debe ser lograr el bienestar humano, social y ambiental, que la economía esté al servicio de la vida, y no al revés. Y los dos sabemos que esto es posible porque lo encarnamos en proyectos reales -y no sólo a nivel teórico.

Podemos decir que el Comercio Justo constituye la mirada más internacional de la Economía Solidaria, que va más allá de nuestras fronteras para combatir condiciones laborales inhumanas (situaciones cercanas a la esclavitud en muchos casos), explotación laboral de niños y niñas, falta de libertad sindical, abusos de poder de empresas multinacionales frente a las organizaciones productoras, violación de derechos de las mujeres (derecho al trabajo remunerado, a la independencia económica, a la participación social, a la toma de decisiones…), y grave deterioro de las tierras y el entorno ambiental.

Los principios de Comercio Justo son vehiculares en la economía social y solidaria, y nuestra experiencia de más de tres décadas lo avalan. De hecho, la Coordinadora estatal de Comercio Justo es miembro activo en REAS Red de Redes, la red más representativa en el estado español. Trabajamos codo con codo en incidencia política y en Compra Pública ética por ejemplo.

¿En qué consiste vuestra labor como coordinadora de organizaciones de Comercio Justo?

El objetivo de la Coordinadora Estatal consiste fundamentalmente en potenciar el Comercio Justo en nuestro país fortaleciendo a su vez a nuestras organizaciones. Para ello, nos centramos en unir todas las capacidades de las organizaciones miembro para, por un lado, desarrollar de manera conjunta acciones de incidencia política a todos los niveles (local, autonómico, estatal y europeo), y por otro lado, para generar una mayor conciencia social que movilice a la ciudadanía a actuar. Otra línea importante de nuestro trabajo es fortalecer la confianza y credibilidad de la sociedad en el Comercio Justo, asegurando el buen uso de este nombre y denunciando el intrusismo o los falsos sellos.

Llevamos ya más de 30 años trabajando. Nuestra forma de trabajar es participativa, horizontal y transparente, asegurando el cumplimiento de los principios y valores de los que nos hemos dotado a nivel internacional. Celebramos dos asambleas cada año donde se toman las decisiones esenciales. También tenemos comisiones donde se adoptan decisiones de carácter más operativo, y está la Junta Directiva, formada por 5 personas que toman las decisiones democráticamente, y que se renueva cada 3 años. Las organizaciones que forman parte de la CECJ están permanentemente informadas y participan activamente en la toma de decisiones.

En la CECJ, al igual que en el movimiento del Comercio Justo en general, hay distintas sensibilidades, una pluralidad de visiones que nos parece muy enriquecedora y que queremos preservar. Pero en los principios y valores esenciales estamos todas las organizaciones de acuerdo y eso es lo que tratamos de potenciar. El respeto a la autonomía de las organizaciones, siempre dentro del marco de los principios del Comercio Justo es también otra de nuestras señas de identidad.

Nos gustaría conocer más sobre las personas productoras y el impacto que generan estas relaciones comerciales con ellas y sus territorios.

El Comercio Justo entiende que una vida digna y justa integra los aspectos económicos, sociales, humanos y ambientales. Por ello, los impactos en las organizaciones productoras, en sus trabajadores y trabajadoras y en su entorno se generan en esos ámbitos. El primer impacto, el más inmediato y visible, es el económico que se traduce en ingresos justos, es decir, que cubren costes de producción, incluyendo salarios dignos y equitativos y una producción sostenible, y que evidentemente son superiores a los establecidos en el mercado convencional. Además, nuestras relaciones comerciales con las organizaciones productoras son estables, permitiendo a estas entidades una estabilidad económica a largo plazo, pudiendo así proyectar estrategias comerciales de futuro.

El resto de impactos en otros ámbitos son igual o más importantes. Por ejemplo, entre los impactos sociales uno de los más importantes es el empoderamiento de las mujeres, fomentando su participación en la toma de decisiones y en los órganos de dirección de sus cooperativas o entidades. Aquí creo que es importante recordar que en muchos países y muchas comunidades, social y culturalmente las mujeres están relegadas al ámbito doméstico-familiar. El mero hecho de que las mujeres tengan un trabajo remunerado fuera del hogar es un avance esencial a muchos niveles (personal, social, económico, familiar, educativo, etc.)

Entre los impactos sociales más destacados están también la protección de la infancia, o las mejoras comunitarias a través de iniciativas sanitarias, de educación, construcción de infraestructuras y demás que se realizan con la prima (ingresos extra) que reciben las organizaciones productoras y que deciden democráticamente como invertir en su comunidad.

Otros de los impactos quizá menos tangibles pero muy importantes son los políticos y organizacionales: el funcionamiento democrático de las cooperativas y demás organizaciones de Comercio Justo favorece una cultura de participación democrática, algo esencial en países que vienen de años de dictadura. En este ámbito también destacamos aspectos como la libertad sindical y de negociación colectiva, derechos que no en todos los países están reconocidos, pero que el Comercio Justo potencia como herramienta fundamental para garantizar la defensa de los derechos de la clase trabajadora.

Otro tipo de impactos fundamentales son los medioambientales, en aspectos como la preservación de la tierra, del agua, de la biodiversidad y el fomento de la agricultura ecológica y a pequeña escala.

Por último, hay una serie de impactos de desarrollo personal y humano como la autoestima o la dignidad personal, de empoderamiento que nos pueden parecer menores pero que no lo son tanto si pensamos que estos se producen en comunidades y poblaciones históricamente marginadas e invisibles para su país y el mundo.

¿Qué tipos de productos hay en el Comercio Justo y dónde pueden encontrar?

Los productos más conocidos de Comercio Justo son los de alimentación, en especial, el café, té, azúcar y cacao y todos sus productos derivados. Pero hay muchos más. En alimentación también tenemos productos como especias, cereales, frutos secos, aperitivos, zumos, etc. Aparte de la alimentación, en Comercio Justo tenemos artículos de cosmética natural, textil, complementos y otros artículos de hogar.

El público puede encontrar estos productos en alguna de las 75 tiendas de Comercio Justo que hay en todas las comunidades autónomas, o a través de las tiendas on-line (Tiendas • Coordinadora Estatal de Comercio Justo). Las tiendas son el canal esencial ya que ahí está disponible toda la gama de productos. Pero además se pueden encontrar productos de Comercio Justo en otros establecimientos minoristas (tiendas ecológicas, herbolarios…) y también en supermercados y grandes superficies.

¿Algunos datos para dimensionar todo esto?

Según el último informe, la facturación de los productos de Comercio Justo en nuestro país alcanzó los 138,5 millones de euros, en 2019. Esto supone que el consumo medio por habitante en estos productos ascendió a 2,92 euros. La alimentación es la protagonista indiscutible, el 97% de las ventas son de productos de alimentación y, en particular, el azúcar y sus derivados generan el 75% de las ventas.

El global de las ventas de Comercio Justo en nuestro país ha ido creciendo paulatinamente. Sin embargo, si miramos las cifras de una manera más detenida nos encontramos con que no todo son luces. También hay sombras, como en el caso de las ventas de productos de artesanía que han ido en descenso, o las ventas en las tiendas de Comercio Justo que, como el pequeño comercio en general, lucha diariamente para mantener sus ventas y más en esta crisis que estamos viviendo.

Pregunta obligada en estos tiempos: ¿qué aprendizajes habéis sacados de estos tiempos de pandemia y crisis sanitaria, económica y social?

Por un lado, hemos confirmado algo que ya sabíamos pero que hemos visto de una manera más clara, si cabe, y es que el actual modelo económico y sus prácticas dejan a muchas personas atrás, dentro y fuera de nuestras fronteras. Hemos comprobado que aquellas profesiones peor remuneradas y con peores condiciones laborales son las esenciales, como es el caso de las y los pequeños agricultores. Productores y productoras de alimentos para la población que, sin embargo, en su gran mayoría viven en la precariedad más absoluta, más aún en las comunidades más vulnerables con las que trabajamos.

Junto a ello, hemos comprobado que los principios y las prácticas del Comercio Justo constituyen un elemento protector frente a los impactos de las crisis, por lo que nos reafirmamos en que los valores y principios de la Economía Solidaria y el Comercio Justo son los que necesitamos para avanzar hacia un mundo más habitable. Por poner un ejemplo concreto, en la industria textil, al comienzo de la pandemia varias multinacionales cancelaron pedidos ya hechos y despidieron a trabajadoras del sector. En Comercio Justo, las prácticas de las organizaciones han sido muy diferentes: se han mantenido los salarios y los pedidos, y se ha cuidado con preocupación la salud de los trabajadores/as.

Y desde una perspectiva más general, nos reafirmamos en que el concepto de justicia ha de ser global, y no debe dejar nadie atrás abordando más allá de nuestras fronteras. Frente a otras posturas identitarias, entendemos que los valores de solidaridad, respeto y cuidados que defendemos en el movimiento del Comercio Justo y la Economía Solidaria son universales.

¿Algo que añadir para que nada se quede en el tintero?

La crisis provocada por el COVID19 ha puesto aún más en evidencia son las fracturas de este sistema que ya veníamos años denunciando, dejando aún más al aire las tripas de las múltiples exclusiones sanitarias, políticas, económicas y sociales a las que no se va a poder enfrentar sólo a golpe de talonario.

La expulsión del sistema de millones de personas no es casualidad sino una práctica necesaria para la propia supervivencia del sistema, que crea crisis cíclicas que no hacen más que aumentar la brecha de la desigualdad. Ya nadie cuestiona que el cambio climático por ejemplo es una realidad, y que de continuar así pondrá en riesgo la continuidad de la vida en el planeta.

Tenemos muchos retos por delante para construir economías ecofeministas transformadoras, de la economía del bien común donde lo colectivo prevalezca por encima de lo individual. Nuestra apuesta por lo local pasa por la solidaridad internacional, poniendo de manifiesto que la justicia será global o no será.

Nuestro lema “piensa globalmente, actúa localmente” o “consume como piensas” tantas veces repetido como estrategia para avanzar hacia ese otro mundo posible, corre el riesgo de ser asimilado por movimientos que lo hacen suyo desde la antítesis a los postulados que siempre hemos defendido. Nos referimos al peligro del greenwashing, pero también el riesgo muy evidente de priorizar “lo nuestro”, por el de justicia global.

Por eso, más que nunca reivindicamos la doble vertiente de justicia global y cuidado medioambiental en nuestra apuesta comercial, con independencia de su lugar de elaboración y consumo. De esta forma y fortaleciendo las alianzas en las que hemos venido trabajando desde hace años con múltiples movimientos sociales y medioamientalistas, podremos ser realmente una alternativa a este modelo insostenible y depredador.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/mecambio/las-practicas-del-comercio-justo-son-un-elemento-protector-frente-a-los-impactos-de-las-crisis