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Las preguntas sin respuesta de Wolfowitz

Fuentes: IPS

El hoy cuestionado presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz, recibe el apoyo de políticos conservadores y publicaciones derechistas que aplaudieron en su momento su papel como arquitecto de la guerra de Estados Unidos contra Iraq. Pero en su ferviente defensa quedan dos preguntas relevantes sin respuesta. ¿Por qué Wolfowitz le concedió a su novia, Shaha […]

El hoy cuestionado presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz, recibe el apoyo de políticos conservadores y publicaciones derechistas que aplaudieron en su momento su papel como arquitecto de la guerra de Estados Unidos contra Iraq.

Pero en su ferviente defensa quedan dos preguntas relevantes sin respuesta.

¿Por qué Wolfowitz le concedió a su novia, Shaha Riza, un tan abultado aumento de salarios y términos tan favorables para su contrato, contraviniendo las reglas del Banco Mundial? ¿Y por qué su equipo intentó encubrir esos favores? Hasta ahora, no hay explicación para eso.

A pesar de que él mismo admitió públicamente su error, los amigos de Wolfowitz afirman que él, en realidad, no cometió ninguna falta.

Mientras, no cesa el escándalo por los aumentos de sueldo impropios recibidos por su novia, Shaha Riza, quien trabaja en el Departamento de Estado (cancillería estadounidense) pero recibe su salario de la institución internacional.

El ministro de Finanzas de Canadá, Jim Flaherty, dijo el viernes, luego de hablar con Wolfowitz: «Estoy satisfecho, basado sobre lo que él me dijo. Los procedimientos se siguieron.»

El gobierno de George W. Bush también continúa manifestando su apoyo a Wolfowitz, a pesar de la atención sin precedentes que la prensa presta al escándalo.

El secretario del Tesoro (ministro de Hacienda), Hank Paulson, describió a Wolfowitz como un «dedicado servidor público» a quien tenía «en muy alta estima». Y la portavoz de la Casa Blanca Dana Perino dijo confiar en que el presidente del Banco Mundial continuaría en el cargo.

Wolfowitz fue nominado por el gobierno estadounidense. En la primera presidencia de Bush, en su carácter de subsecretario (viceministro) de Defensa, fue un apasionado ideólogo de la invasión a Iraq.

Publicaciones derechistas que otrora apoyaban la gesta iraquí del actual presidente del Banco Mundial también acudieron ahora en su ayuda. Y atribuyeron el actual escándalo a la oposición que desata su nueva cruzada: la lucha contra la corrupción en los países en desarrollo que reciben asistencia del Banco.

El neoconservador David Frum, ex redactor de discursos de Bush, pidió comprensión hacia Wolfowitz a través de una columna que publicó en la versión en línea de la revista derechista National Review.

Frum sugirió que la campaña contra la corrupción que encabeza Wolfowitz era demasiado importante como para que el funcionario renunciara a causa del escándalo.

«En estas circunstancia, era el deber de Wolfowitz fijar el más estricto ejemplo. Pero aun si se hubiera equivocado, no perdamos de vista las cuestiones más importantes y el escándalo más grosero», anotó Frum.

También lo defendió el canal de noticias de televisión Fox News, que en su momento respaldó la guerra en Iraq y dio gran destaque al argumento preferido de Wolfowitz: la existencia en ese país de armas de destrucción masiva que, cuatro años después de la invasión, aún no fueron descubiertas.

«Documentos le dan a Wolfowitz un respiro en el escándalo del Banco Mundial por el empleo de us novia», gritó desde su título principal la página web de Fox News este sábado.

El informe sembraba dudas sobre el origen del escándalo por los beneficios asignados a Shaha Riza, atribuido a funcionarios del Banco descontentos con la campaña anticorrupción.

«Muchos de los más molestos con la dura posición de Wolfowitz ahora juzgan sus acciones», indicó Fox News.

Además, el reporte sugería que Wolfowitz era inocente, porque tomó «medidas por determinar si lo que hizo era correcto, al parecer tratando de seguir su curso por una burocracia arcana con una miríada de inusuales reglas y procedimientos».

Mientras, The Wall Street Journal, conocido por su postura derechista, consideró que el escándalo era una exageración, un mero juego de poder.

«La disputa es trivial y tiene poco que ver con la ética de Wolfowitz. La lucha real gira en torno de su intento de llamar al Banco y a sus acreedores a la responsabilidad por los resultados, en especial sacando a la luz y castigando la corrupción», indica un editorial del periódico neoyorquino.

Parte del respaldo procedió desde dentro del Banco.

La Unidad de Relaciones Externas de la institución, dirigida por un aliado de Wolfowitz en la guerra en Iraq, el ex canciller jordano Marwan al-Muasher, remitió un comunicado titulado «Ministros africanos elogian el apoyo de Paul Wolfowitz al subcontinente».

En general, la posición de los ministros de finanzas de África suele ser ignorada por el Banco, pero esta vez fue destacada. Pero en el comunicado no se informaba que, en su conferencia de prensa, los ministros indicaron que aceptarían la decisión que la Junta de Directores de la institución tomaría en torno del caso.

De todos modos, las grandes preguntas quedan sin respuesta. No se sabe aún por qué se aumentó el sueldo de Shaha Riza más allá de lo que establecen los protocolos del Banco Mundial, y por qué la dirección intentó encubrir el caso.

La funcionaria recibió dos aumentos, uno de 12 por ciento y otro de 3,7 por ciento, como parte del acuerdo por el que dejó de trabajar para el Banco y se la derivó al Departamento de Estado.

Su salario anual es ahora de 193.590, unos 7.000 dólares más que el de la secretaria de Estado (canciller) Condoleezza Rice.

La Junta de Directores recomendó a Wolfowitz un aumento de salarios para Riza como compensación por el traslado, pero no uno de tales dimensiones.

Al ser consultado al respecto, un portavoz de Wolfowitz, Kevin Kellmes, dijo al diario The Washington Post que la medida había sido tomada por la Junta de Directores, órgano que aún niega estar involucrado en la decisión. Y, hasta ahora, no ha surgido ninguna evidencia que pruebe lo contrario.

Lo más significativo de todo es que el propio Wolfowitz admitió su error.

En sus propias palabras, Wolfowitz dijo en una sala llena de periodistas el jueves en Washington: «Cometí un error, y lo siento.»