Difícil precisar fechas de irrupción del fenómeno, determinar precursores. Se sabe: cada nuevo formato, cada nuevo soporte tecnológico, suma herramientas e influye sobre la forma de hacer política. No la modifica en su esencia, ni mucho menos, pero sí redefine la manera en que los diferentes actores, por ejemplo, hacen circular sus ideas. En el […]
Difícil precisar fechas de irrupción del fenómeno, determinar precursores. Se sabe: cada nuevo formato, cada nuevo soporte tecnológico, suma herramientas e influye sobre la forma de hacer política. No la modifica en su esencia, ni mucho menos, pero sí redefine la manera en que los diferentes actores, por ejemplo, hacen circular sus ideas. En el caso argentino, lo que sí puede decirse es que cierto clima de época facilitó la expansión del fenómeno y que un hecho en particular le dio una dinámica imprevista.
El kirchnerismo, como experiencia de ruptura con ciertas modalidades arraigadas en el sistema político, propició condiciones novedosas; el conflicto del gobierno nacional con las corporaciones del campo, durante el primer semestre de 2008, montó un escenario más vívido para que adquiriese otras dimensiones. Así, redes sociales y militancia; militancia y jóvenes; jóvenes y redes sociales se convirtieron en vectores interrelacionados de un nuevo estado de situación que sólo ahora parece adquirir cierta visibilidad y trascender la línea de lo meramente virtual. La pertenencia «nac&pop», como marca de identidad en gestación, define una línea de corte. La adhesión manifiesta o implícita al ideario K lo resitúa en el mapa político.
Blog, Facebook y Twitter ya forman parte del universo político. Es cierto, reducido a un círculo todavía pequeño, pero con importancia creciente en el debate de ideas y el circuito de construcción e impugnación de discursos. Militantes inquietos, de superficie, orgánicos o «sueltos», tomaron la posta. Ciudadanos de a pie, politizados por el nuevo contexto, en su mayoría jóvenes sin experiencia militante y, en muchos casos, atravesados por el discurso antipolítico que parió la crisis de representación, le dieron otros contornos. Lejos de la masividad de los grandes medios de comunicación, claro. Pero cerca de la pulsión creativa que cruza géneros discursivos, establece nuevos lazos, más horizontales y federales, reafirma algunas ideas y pone en cuestión otras.
Por ejemplo, el fetichismo en el que caen ciertos protagonistas que creen ver en estas herramientas un fin mismo de su acción, en desmedro del repertorio clásico de la política tradicional, confunde un poco los tantos. Y también existe la mala fe, las críticas maliciosas y el desconocimiento del fenómeno por parte de ciertos periodistas, algo anticuados, que escriben en los medios tradicionales y ven en este andamiaje disperso, auténtico e inorgánico, un dispositivo centralizado, de intereses inconfesables, y «rentado». Una estigmatización que, en última instancia, sólo retroalimenta el carácter disruptivo de estas prácticas.
Para Fernando Peirone, especialista en nuevas tecnologías y director de la Facultad Libre de Rosario, esta interacción está generando una nueva cultura de participación no regulada, difícil de aprehender e insuficientemente estudiada. Según su óptica, los jóvenes que participan en estas redes están en estado de asamblea permanente y de latencia. Y no duda en afirmar que, detrás de todo esto, hay en formación un nuevo sujeto político, producto de la síntesis de los diversos «colectivos multinodales» que hoy conviven. Un nuevo sujeto político, dice, sin una ideología en el sentido tradicional del término, pero sí con una serie de valores bien definidos, a la espera de que puedan ser institucionalizados por alguien. Que el gobierno nacional haya sabido «captar la frecuencia» de este clima generacional, habría hecho posible la proliferación de esta red social «proto K» que tanto parece molestar. «Hay una identidad no acabada, en gestación. Y hay determinados gestos del Gobierno que están en frecuencia con eso. Que, por ejemplo, Aníbal Fernández organice un congreso de software libre y que lo transmita por Internet es estar en sintonía con una expresión de la cultura muy particular, que tiene contenidos, valores y principios políticos fuertes», señala el especialista. Y grafica en otro ejemplo los gestos de apertura de algunos miembros del gobierno: «Le escuché decir al canciller Héctor Timerman que Twitter era el tapial del siglo XXI. Me pareció brillante».
Desde el periodismo, José Natanson fue uno de los primeros en analizar este fenómeno y darle dimensiones adecuadas en sus columnas de Página /12. El también politólogo, señala que el impacto de estas redes es menor del que se cree; que a nivel macro, la política sigue necesitando de recursos, de aparatos, de militantes que fiscalicen elecciones y publicidad en medios masivos; pero admite que las redes tienen cada vez más importancia en el microclima político, derramando su influencia real hacia el «exterior».
«Los blogueros nac&pop expresan el clima de repolitización general del país, de polarización político-intelectual. Hay condiciones y voluntad de discutir algunas cosas que antes no se discutían y eso hace que se abran espacios que antes no existían», señala Natanson. Y trata de responder a una pregunta que hace rato circula en la red: por qué proliferan los blogs o los twitteros K o nac&pop y nunca terminan de nacer los de otras expresiones políticas. Natanson aporta la suya. «El kirchnerismo, con todos sus errores y problemas, tiene un proyecto, una idea para defender», señala. Y agrega: «No veo qué ideas hay detrás de De Narváez, más allá de sus posicionamientos mediáticos. Entonces, quién se va a poner a defender algo así como «las ideas de De Narváez» en un blog». No obstante, y a diferencia de Peirone, Natanson sostiene que el kirchnerismo todavía no ha sabido «hacerse cargo» de la repolitización que genera entre los jóvenes aun cuando estos jóvenes hagan más expresa su pertenencia.
Cuánto de esa presencia virtual (y entusiasta) en la red se canalizará en militancia más activa es algo que todavía no está claro. Tampoco lo está si estas herramientas, más ligadas a la circulación de información, al debate de ideas o a la convocatoria para participar en actividades concretas, pueden convertirse en un futuro, en una herramienta de construcción política.
Muchos sostienen que no, aun entre los propios protagonistas. Lo que no puede negarse es que ha servido para articular y favorecer los encuentros cara a cara. El Facebook de televidentes del programa 678, por caso, convocó a diez mil personas en más de una oportunidad. Y nacieron algunas agrupaciones, producto de otros encuentros, como el Movimiento Peronista Bloguero o Negros de Mierda (NdM). Existe también la experiencia del llamado PJ Digital que, junto a la alfabetización en Internet que desarrolla en buena parte del país, intenta buscar alguna articulación posible. Los sitios de Internet colectivos, como Blogger en Acción, Luz de Almacén o Luna Suburbana, tan caseros como limitados a los esfuerzos personales, hacen lo suyo, a su modo. Y, es cierto, Artepolítica, con su conjunción de debates y compromiso militante, fue enriqueciendo las formas y los contenidos de lo que circula en la red. Pero no mucho más. ¿No mucho más?