Traducido para Rebelión por Manuel Talens
Introducción
El ejemplo viviente de Cuba y sus cuarenta y cinco años de exitosa resistencia ante la agresión militar estadounidense y el boicot económico es sumamente perjudicial para el objetivo de imperio global acariciado por Washington, y ello por varias razones. En primer lugar, el éxito de Cuba refuta la noción sostenida por el «centro izquierda» de que los países «pequeños» o «subdesarrollados» no pueden oponerse a los poderes imperiales ni mantener una revolución frente a la «globalización». En segundo lugar, la supervivencia de la revolución cubana contradice la idea la de que los países caribeños o latinoamericanos situados cerca de EEUU deben someterse a los dictados de Washington. En tercer lugar, Cuba demuestra que el imperio de Estados Unidos no es invencible, pues la isla ha derrotado casi todos sus grandes ataques militares, políticos y diplomáticos.
Desde el punto de vista diplomático, casi todos los países del mundo han reconocido a Cuba y 150 de ellos la apoyan en la Naciones Unidas (contra sólo 3 a EEUU) en su oposición al embargo. Económicamente, Cuba mantiene relaciones comerciales y de inversión con todas las naciones importantes europeas, asiáticas, africanas, latinoamericanas y de América del Norte (excepto EEUU). Militarmente, las fuerzas armadas cubanas y sus servicios de inteligencia no sólo han derrotado todos los ataques terroristas patrocinados por EEUU en la isla durante las pasadas décadas, sino que además han elevado el coste político de cualquier posible invasión. En respuesta a medio siglo de fracasos, la Administración de Bush ha intensificado su agresión al eliminar prácticamente todos los viajes de estadounidenses a Cuba, al bloquear casi todos los giros monetarios familiares y al incrementar las restricciones comerciales de alimentos y medicinas. A pesar de que estas duras medidas han tenido efectos negativos sobre Cuba, también han provocado la oposición entre algunos sectores conservadores de la opinión estadounidense. Muchos cubanos exiliados que normalmente apoyaban a Bush están molestos porque ahora no pueden proporcionar ayuda económica a familiares de edad avanzada dentro de la isla. Los intereses agrícolas (de 38 estados), que solían apoyar a Bush, están furiosos ante los nuevos impedimentos contra el comercio. Los enemigos liberales y conservadores de la revolución cubana, que esperaban derribarla por medio de la penetración cultural e ideológica, están hartos de las restricciones culturales y de viajes.
En otras palabras, cuanto más duras y más extremas se vuelven las medidas adoptadas por la Administración de Bush contra Cuba, mayor es el aislamiento de Washington. Esto es verdad tanto fuera como dentro de EEUU. Veamos ahora varios ejemplos.
Estados Unidos explotó la condena a prisión en Cuba de más de setenta propagandistas a sueldo del Pentágono, a los que etiqueta de «disidentes políticos», y se aseguró en un principio el apoyo de la Unión Europea. Un año después, la Unión Europea ha roto con esta política de Washington y ha renovado y ampliado sus vínculos culturales y económicos con Cuba.
Mientras que EEUU incrementa su embargo comercial, los lazos cubanos comerciales y de inversión con China y el resto de Asia, Venezuela y el resto de América Latina, Canadá y Europa se han ampliado y se han vuelto más profundos. Las restricciones contra los giros monetarios familiares no han surtido el efecto esperado, toda vez que ahora se hacen a través de «países terceros» (México, Canadá, República Dominicana. etc.). El turismo canadiense, europeo, latinoamericano y asiático sobrepasa los dos millones de visitantes por año y las nuevas afluencias inversoras han compensado la mayor parte del déficit de las restricciones contra los giros monetarios.
Por último, los intentos de Washington por limitar el acceso de Cuba a fuentes de energía tras la caída de la URSS han sido derrotados por los acuerdos comerciales y de inversión de gran alcance alcanzados con el gobierno venezolano del presidente Chávez. El régimen de Chávez provee a Cuba de petróleo a precios subvencionados a cambio de que Cuba le proporcione un vasto programa de salud y educación para los pobres de Venezuela. Los lazos políticos y económicos cubanovenezolanos han debilitado los esfuerzos estadounidenses para obligar a los países caribeños y latinoamericanos a romper con Cuba. A causa del fracaso de las políticas pasadas y presentes de atacar directamente a Cuba, la Administración de Bush ha decidido intentar la destrucción de la alianza estratégica de Cuba con el régimen chavista.
La estrategia en dos etapas
La estrategia estadounidense para destruir la revolución cubana adopta cada vez más el modelo «en dos etapas»: en primer lugar, el derrocamiento del gobierno de Chávez en Venezuela, el corte de los suministros de energía y de los lazos comerciales con vistas al estrangulamiento económico y, en segundo, el ataque militar. La estrategia «en dos etapas» contra Cuba implica la elaboración de un plan de acción calibrada para derrocar el gobierno de Chávez.
Los esfuerzos de Washington contra Chávez hasta 2005 se han saldado con estrepitosas derrotas. Tales esfuerzos se basaron en gran parte en una «estrategia interna», para la cual utilizó para ello a la clase dirigente nacional, a sectores del ejército y de la corrupta burocracia sindical. No sólo dichos instrumentos nacionales de Washington fueron derrotados, sino que han sido gravemente debilitados para su uso en el futuro. El apoyo de Washington al fracasado golpe militar provocó la pérdida de varios centenares de oficiales contrarrevolucionarios, que fueron obligados a dimitir. El apoyo de Bush al lock-out petrolero de la elite llevó a la expulsión de miles de funcionarios del petróleo aliados con Washington. La derrota del referéndum para expulsar a Chávez, movilizó, politizó y radicalizó a millones de venezolanos pobres y desmoralizó a la clase media partidaria de Washington. El resultado de estos fracasos ha obligado a Washington a buscar una «estrategia externa», cuya clave se basa en una intervención militar cada vez mayor en asociación con el régimen terrorista de Uribe en Colombia.
La estrategia contra Cuba implica un ataque conjunto de EEUU y Colombia contra Venezuela, apoyados por terroristas internos y por la clase dirigente. Este ataque indirecto contra Cuba necesita una compleja preparación externa en cooperación con Colombia. En primer lugar, Washington y Uribe han reforzado enormemente las bases militares que rodean la frontera venezolana. En segundo, las incursiones militares destinadas a «probar» la capacidad de defensa venezolana, en las que participan tanto militares colombianos como fuerzas paramilitares, tienen lugar de manera regular. En 2004 murieron asesinados seis soldados venezolanos, un cierto número de funcionarios venezolanos fueron sobornados para secuestrar a un líder de la resistencia colombiana y, a lo largo de la frontera de Venezuela, tuvieron lugar numerosos ataques con asesinatos y secuestros de refugiados colombianos. En tercer lugar, EEUU le ha proporcionado a Colombia casi tres mil millones de dólares en ayuda militar, ha triplicado el tamaño de sus fuerzas armadas (hasta más de 275,000 hombres), ha aumentado enormemente sus unidades de combate aéreo (helicópteros, cazabombarderos), le ha suministrado avanzada tecnología militar y varios miles de oficiales especialistas militares y «contratados». En cuarto lugar, Washington ha reclutado al régimen de Gutiérrez, en Ecuador, ha invadido Haití, ha establecido bases militares en Perú y en la República Dominicana y ha iniciado maniobras navales cerca de la costa venezolana, en preparación de un militar ataque. En quinto lugar, Colombia (bajo la tutela estadounidense) firmó un acuerdo conjunto de cooperación de inteligencia militar el 18 de diciembre de 2004 con el Ministerio venezolano de la Defensa Nacional, proporcionándole a EEUU «información interna» y sirviendo como una posible fuente de infiltración de las Fuerzas Armadas venezolanas para contrarrestar a los oficiales procubanos.
La estrategia triangular
EEUU confía en una «estrategia triangular» para derrocar el régimen de Chávez: una invasión militar desde Colombia, la intervención estadounidense (ataques aéreos y por mar, más fuerzas especiales para asesinar a funcionarios claves) y un levantamiento interno por medio de terroristas infiltrados y militares traidores, apoyados por las elites claves de los medios de comunicación, de las finanzas y del petróleo. La estrategia implica la toma del poder estatal, la expulsión de las misiones de ayuda cubanas y la ruptura de todos los acuerdos con Cuba.
Antes de esta concertada estrategia militar, Washington ha diseñado una campaña de propaganda contra la alianza cubanovenezolana, contra los intentos de Venezuela por rectificar el enorme déficit militar con respecto a Colombia mediante la compra de armas defensivas y haciendo correr el rumor de que Venezuela propaga la «subversión» entre los regímenes latinoamericanos. La clave de esta política estadounidense consiste en impedir que Venezuela se una a Cuba en calidad de régimen alternativo de bienestar social a los clientes neoliberales de EEUU en América Latina. La agresión estadounidense se intensifica conforme se amplía la reforma agraria, Venezuela prepara su defensa y Chávez diversifica lazos comerciales y de inversión. El poderoso apoyo de Cuba a los programas de ayuda social de Venezuela ha consolidado el apoyo de las masas hacia el régimen de Chávez y es una base fundamental de defensa para la radicalización del proceso.
Al mismo tiempo que Venezuela hace frente a las amenazas de Washington, consolida sus vínculos con Cuba, de tal manera que el destino de ambos proyectos se entrelaza y los convierte en uno solo, de carácter antiimperialista, y ello a pesar de las diferencias de sistemas sociales y de composición política.
Fortalezas de la alianza cubanovenezolana
La «estrategia externa» estadounidense hacia Venezuela y su método «en dos etapas» con respecto a Cuba adolecen de enormes limitaciones.
La primera de ellas es que el régimen colombiano se enfrenta a una poderosa oposición interna: 20,000 veteranos guerrilleros y millones de colombianos que simpatizan con el programa de reforma agraria, con la política exterior independiente y con las libertades políticas del régimen de Chávez. Para Uribe sería muy peligroso lanzarse a una «guerra en dos frentes», que podría abrir la vía a ataques contra las principales ciudades, incluida Bogotá.
La segunda es que EEUU está enormemente atado militarmente en Irak y los sionistas le otorgan una mayor prioridad a la guerra contra Irán/Siria que a Venezuela. La intervención estadounidense se vería limitada a ataques aéreos y por mar y a las Fuerzas Especiales.
La tercera es que el ataque movilizaría a millones de venezolanos en una guerra de liberación nacional para defender su propia tierra, sus hogares, sus barrios, sus familias y amigos. Además, las guerras populares de liberación radicalizan a la población y, con frecuencia, conducen a la confiscación de las propiedades burguesas contrarrevolucionarias. Una invasión fracasada podría empujar a Venezuela hacia una mayor socialización de la economía y hacia la eliminación de la elite nacional.
La cuarta es que la economía estadounidense y las multinacionales perderían un suministro estable de petróleo en un mercado cada vez más difícil, así como mil millones de dólares en inversiones, lo cual debilitaría la posición de EEUU en el mercado de la energía global.
La quinta es que una invasión sin duda conduciría a un pacto conjunto de defensa militar entre Venezuela y Cuba, lo cual iría contra la política estadounidense en el Caribe.
La sexta es que una invasión probablemente provocaría enorme malestar e inestabilidad en toda América Latina, amenazando a los clientes estadounidenses y socavando los regímenes y la política de credo neoliberal.
Conclusión
Por todas estas razones, los intentos de Washington para implementar la política exterior, en dos etapas, contra Venezuela y Cuba, aparte de ser sumamente peligrosos para ambos países, pueden tener un efecto de bumerán, iniciando una nueva ola de luchas revolucionarias antiimperialistas en toda la región.
Hasta ahora, la escalada de agresión diplomática y económica estadounidense contra Cuba ha conducido a un aislamiento cada vez mayor de EEUU en Europa y en todas partes del Tercer Mundo. Una escalada de agresión militar contra Venezuela como parte de una estrategia «en dos etapas» contra Cuba puede tener consecuencias todavía más graves: la extensión de la poderosa lucha revolucionaria en Colombia y en el resto de América Latina.