Si saben que Chávez les tiene el aplique de ser la Mesa de los United States, ¿cómo es que ellos mismos insisten en darle la razón al exhibirse sin pudor como defensores a ultranza de los intereses del Tío Sam? ¿Será que éste les exige salir al ruedo con esa vehemencia a cambio de su […]
Si saben que Chávez les tiene el aplique de ser la Mesa de los United States, ¿cómo es que ellos mismos insisten en darle la razón al exhibirse sin pudor como defensores a ultranza de los intereses del Tío Sam? ¿Será que éste les exige salir al ruedo con esa vehemencia a cambio de su promesa de apoyo? ¿O simplemente lo hacen por puro trabajo voluntario, producto de una genuina devoción?
Pocos querrán recordarlo, pero el saqueo del 27 de febrero de 1989 comenzó, en realidad, una semana antes, el 20 de aquel mes, cuando por órdenes de CAP las bóvedas del BCV fueron abiertas para sacar (saquear, mejor dicho) ocho toneladas de lingotes de oro, enviadas de inmediato a Londres, Inglaterra. Era un primer envío de varios destinados a constituirse en garantía de los préstamos acordados con el capital trasnacional en el marco del plan de ajustes neoliberal ensayado en estas tierras a sangre y fuego por el FMI. Aquello motivó no pocas críticas de voces nacionalistas de la época.
Ahora que Hugo Chávez ha ordenado el retorno de aquellos lingotes al sitio del cual nunca debieron haber salido, sorprende la alharaca opositora, que acude a los argumentos más risibles, como el costo del transporte, tal cual hizo un comunicado de la MUD, para criticar ese acto de recuperación de soberanía económica. Es como alegar lo caro de un taxi para no ir a depositar un cheque de prestaciones sociales.
Si asombra la vehemencia con que desde la derecha despotrican contra la repatriación del oro, impacta aún más que ciudadanos con cédula venezolana aparezcan indignados, como si de banqueros extranjeros se tratara, por la decisión de colocar las reservas monetarias en bancos de economías mucho más estables que las de EEUU y Europa, donde la volatilidad de la especulación financiera ha causado estragos económicos y sociales. Basta una sencilla búsqueda en Internet para mirar que las economías emergentes llamadas Brics (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica), a cuyos bancos se dirigirían las reservas venezolanas, muestran fortalezas que son la envidia de gringos y europeos.
La propia presidenta del FMI, Christine Lagarde, ha expresado dudas sobre el futuro del dólar como moneda de reserva global, pero aquí la derecha criolla prefiere no darse por enterada.
Lo que por estos días sucedió con las reservas de Libia, confiscadas a capricho por las potencias occidentales para financiar la rebelión armada contra Gaddafi, puede servir de explicación a la pataleta del antichavismo criollo ante la puesta a resguardo de las reservas venezolanas. Si miran a éstas como un botín, tendrán que ganar las elecciones del 2012 para poder ponerle la mano. No hay otro camino. No serán Washington ni la OTAN los que decidan su destino.
Confía uno en que este debate sirva para que ese conglomerado heterogéneo que es la oposición muestre sus reservas, no sólo de billetes y metales preciosos, sino también las morales: gente que puede distinguir entre los intereses nacionales y los del capital trasnacional. Tienen una oportunidad dorada para desmarcarse del pitiyanquismo. ¿Quién se atreve?