Si la UE sigue subordinada a los intereses geoestratégicos de Estados Unidos y opta por acorralar a una potencia nuclear autosuficiente en producción de una energía que Europa necesita, no nos va a ir nada bien
La invasión de Ucrania por parte de Rusia ha puesto en marcha nuevas restricciones y sanciones económicas, como limitaciones al acceso al mercado de capitales de la Unión Europea, al comercio de las dos provincias ucranianas separatistas (Donetsk y Lugansk) y a bancos rusos que financian al Ejército, como Rossiya, Promsvyazbank y VEB-bank. Además, se han ampliado las sanciones a los miembros de la Cámara baja del Parlamento ruso que dieron su voto favorable al reconocimiento de las regiones rebeldes. Alemania paralizó también los permisos administrativos para la puesta en funcionamiento del gasoducto Nord Stream 2 para facilitar la llegada de gas a Europa desde Rusia.
Este fin de semana, la presidenta de la Comisión Europea, Von der Leyen, ha anunciado nuevas sanciones a Rusia afirmando que serán muy efectivas y tendrán un impacto enorme en su economía. Afectarán al sector financiero, al energético, a los transportes, a los controles a las exportaciones y a la política de visados. El objetivo es cortar el acceso de Rusia a los mercados de capital más importantes, dificultando su capacidad para financiarse, exportar petróleo, realizar pagos de forma sencilla u obtener tecnología. Con las últimas medidas adoptadas se calcula que habría 555 personas (algunas de ellas, oligarcas cercanos a Putin) y 52 entidades rusas sancionadas por parte de la UE desde 2014, que es cuando se iniciaron las represalias económicas como consecuencia de la anexión de la península de Crimea por parte de Rusia.
Antes de evaluar la nueva tanda de castigos económicos, vendría bien analizar cuál ha sido el resultado de esas sanciones puestas en marcha desde 2014. Y no se puede considerar que hayan sido muy efectivas para evitar el crecimiento económico y el fortalecimiento financiero de Rusia, porque el país ha alcanzado un superávit comercial entre 2014 y 2021 de más de 1,12 billones de dólares, un 9,3% sobre el PIB promedio anual, y ha acumulado reservas por más de 640.000 millones de dólares. Si lo que pretendían era limitar la capacidad internacional de comercio de Rusia, no parece que hayan sido muy adecuadas.
¿Funcionará paralizar los activos del Banco Central de Rusia, excluir varios bancos rusos del sistema SWIFT de pagos interbancarios y evitar que los oligarcas rusos usen sus activos en los mercados europeos?
La intención es clara: derrumbar los cimientos financieros de la economía rusa, empezando por la cotización del rublo en los mercados. La inestabilidad y la desconfianza, combinadas con la confiscación de reservas del Banco Central de Rusia, provocarán, con toda seguridad, el desplome del rublo. No solo los inversores, también la gente corriente se toma muy en serio estas cosas y quienes tienen moneda rusa se apresuran a cambiarlas por otras monedas u otros activos más seguros. Y eso provocará caídas importantísimas. El rublo no va a ser un depósito de valor. Pero lo cierto es que ya no lo era, porque en el último cuarto de siglo Rusia ya ha sufrido eventos similares (1998 y 2014) y ha salido adelante.
Veremos el resultado. Porque hay otro efecto de esa depreciación masiva del rublo frente a otras monedas y es que el consumidor ruso se empobrecerá con respecto al resto del mundo y consumirá menos productos de la Unión Europea y de Estados Unidos.
¿Adivinan qué impacto provocará eso?
El consumidor ruso se empobrecerá con respecto al resto del mundo y consumirá menos productos de la Unión Europea y de Estados Unidos
Pues sí. Que Rusia seguirá exportando, porque su flujo fundamental de ingresos es la energía (más del 70%) y eso ya hemos dejado clarísimo que seguiremos comprándolo. De hecho, podría buscar otros socios comerciales. Sin embargo, la Unión Europea depende esencialmente del gas y del petróleo de Rusia. Desde 2014, la dependencia se ha incrementado y eso no va a cambiar a corto plazo. Y no cabe descartar que el estallido social se produjese antes en la Unión Europea que en Rusia. Como mucho aspiramos a no conectar una nueva vía de llegada del gas, el Nord Stream 2. Y, por cierto, cuanta más tensión, militar y económica haya, mayor será el precio de la energía y mayor el negocio para Putin, que compensará con creces con el alza de las materias primas, especialmente energéticas, en las que está especializada Rusia.
La caída del rublo y la posibilidad de sanciones por parte de Rusia contra Europa reducirán con toda seguridad las importaciones rusas de bienes manufacturados: unos 78.000 millones de euros anuales. Cerca de la mitad de estas ventas corresponden a vehículos y maquinaria, una de las industrias más potentes. En concreto España le vende unos 2.000 millones de euros anuales, la mitad en semimanufacturas y bienes de consumo. Una cuarta parte son automóviles y bienes de equipo. Imaginen el efecto que provocará el empobrecimiento de un rublo depreciado a la hora de adquirir estos productos. Las exportaciones a Rusia se desplomarán.
La ofensiva contra el rublo va a suponer más superávit comercial de Rusia y más fortaleza financiera en divisas. Si las sanciones de 2014 a 2021 no han impedido el incremento de las reservas del Banco Central de Rusia, las sanciones actuales las multiplicarán con toda seguridad.
¿Pero entonces le ha tocado la lotería a Putin con las sanciones?
Pues no, claro.
Porque un rublo depreciado causará más inflación y eso no es malo solo para los datos macro de crecimiento económico, sino que es un elemento muy negativo para la clase trabajadora rusa que, además de poner los muertos, tendrá que pagar más por sus bienes de consumo y subsistencia. Depende de lo que se agudice la subida de precios, puede ser letal para el gobierno de Putin.
Una de las estrategias que puede usar Rusia para evitarlo es aprovechar sus elevadas reservas de divisas para estabilizar su moneda. Y, más todavía: con el crecimiento de las mismas podría comprar su propia moneda utilizando para ello los dólares y euros logrados y atesorados en sus intercambios comerciales. Es absurdo adquirir tu moneda porque la puedes “fabricar”, pero resulta útil para elevar su precio cuando está en caída. Sin embargo, no creo que Rusia se desgaste demasiado en ello. Se disparará la inflación y se desplomará el rublo con las sanciones, pero eso no destruirá la economía rusa. Eso sí, hará todavía más pobres al 12% de personas que viven en la pobreza o están en riesgo de caer en ella, y más ricas a sus élites. ¿O pensáis acaso que no se están haciendo de oro los plutócratas más cercanos a Putin vendiendo en corto rublos en estas semanas?
No tengo pruebas, pero sí total seguridad de que las tensiones prebélicas y la actual situación están siendo aprovechadas por quienes ya se hicieron “trillonarios” en el proceso de privatización de bienes públicos posterior a la caída de la Unión Soviética. Y de que ellos y sus herederos están apostando a la caída del rublo con sofisticados derivados financieros con los que engordarán más todavía sus cuentas para poder luego comprar más clubes de fútbol y más yates; es indudable. Tiempo al tiempo.
Quienes defienden la utilidad de las medidas sancionadoras indican que embargar los 640.000 millones de euros en reservas colapsará a Rusia.
Craso error.
¿Pensáis que Rusia no podía imaginar que se intentasen trabar sus activos en el exterior? Con toda seguridad, la mayor parte del oro (22% de las reservas) sigue en el país, y sus divisas (32% en euros, 16% en dólares y el 13% en yuanes) dan muestra de que ya ha diversificado sus reservas. Aunque fuera cierto que tuviese 300.000 millones en el exterior, dudo mucho que estén en situación de ser paralizados. Y si así fuese, el efecto que eso podría provocar en el sistema de pagos mundial sería letal no solo para Rusia sino para muchos otros países.
Moscú ha ido tomando medidas desde 2014. Y por ese motivo sus reservas en oro pasaron de representar un 15% del total en 2016 a un 22% en junio de 2021, al tiempo que reducía sus reservas en dólares estadounidenses, que cayeron de un 41% a un 16% del total, y al incremento del yuan, que ni existía en sus reservas hace cinco años y ahora es el 13% del total.
El primer bumerán se volvería contra Europa, ya que son sus bancos los que están más expuestos a Rusia
Por ese mismo motivo es dudoso el efecto que provocaría a determinados bancos rusos la exclusión del SWIFT, una de las principales redes internacionales de pago que existen. El primer bumerán se volvería contra Europa, ya que son sus bancos los que están más expuestos a Rusia. En el tercer trimestre de 2021, los bancos italianos y franceses tenían créditos pendientes en Rusia por valor de unos 50.000 millones de dólares cada uno, según los datos del Banco Internacional de Pagos. Los bancos de Estados Unidos “solo” 14.700 millones de dólares.
El Banco Central de Rusia ha asegurado que garantizará la liquidez en moneda nacional de las entidades bancarias del país para evitar cualquier tipo de caos, es decir, que suministrará liquidez en rublos de manera ininterrumpida a los bancos rusos. Lo mismo hará el Banco Central Europeo. No se evitarán los daños profundos a las economías de Rusia y la UE, pero se evitarán colapsos.
España y sus empresas
En cuanto a la inversión directa, los intereses de la UE en Rusia (310.000 millones de euros) duplican a los que ese país tiene aquí (135.000 millones). Inditex, Acerinox, Cie Automotive, Fluidra, Gestamp, Grupo Antolín, Grupo Corporativo Fuertes, Iberia, Indra, Tous, Lladró, Meliá Hotels International, Tendam o Viscofan… Empresas españolas importantes a las que les interesan las sanciones menos que a Putin, y de todas y todos es sabido que los gobiernos van a preguntar antes a estas grandes compañías que al frutero de al lado de mi casa.
En lo referente a los embargos o sanciones a los millonarios rusos, nada me gustaría más que se pusiesen en práctica. Y de paso, que se embargasen todas las fortunas de ricos de dictaduras sangrientas (también Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Qatar) o aparentes democracias que vulneran derechos humanos (Israel) o quienes se enriquecen con el trabajo esclavo o con las ventas de armas… Ojalá jugásemos a eso, pero, como proclama mi mamá, “no caerá esa breva”. La fortuna de la mayoría de esta gentuza que se ha enriquecido a costa del sufrimiento ajeno está en sociedades patrimoniales opacas, cuando no en paraísos fiscales, algunos de ellos en la propia y digna Europa. Y no van a ir contra ellos. Tiempo al tiempo.
Por eso, más allá de los aspavientos discursivos de la Comisión Europea, también en cuanto a las sanciones económicas hay más teatro y escenificación que realidad. Las soluciones, esta vez y sin que sirva de precedente, pasan por ámbitos que no son económicos. Se trataría más bien de fijar condiciones de seguridad y de estabilidad regional. Difícil con un tirano como Putin. Pero no creo que sea precisamente una excepción la relación con gente de ese tipo y no parece que hayamos tenido mucho problema para alcanzar acuerdos con sátrapas de pelajes varios.
Si la UE sigue subordinada a los intereses geoestratégicos de Estados Unidos y opta por acorralar a una potencia nuclear autosuficiente en producción de energía que necesitamos casi como el comer, no nos va a ir nada bien. Tampoco económicamente. Que se promocione como solución futura disparar el gasto militar precisamente cuando salimos de una pandemia que, si algo ha mostrado, es la incapacidad de nuestras sociedades de atender de forma solvente a nuestra población con más y mejores servicios públicos, demuestra que no hemos entendido nada.
La seguridad estriba en dar más sanidad, más educación, más atención a nuestros mayores y en desarrollar sistemas estatales de cuidados. Y, por supuesto, diálogo para que cesen de forma inmediata las agresiones como la realizada por Rusia a Ucrania. No vendrá mal reflexionar sobre los errores cometidos desde la Unión Europea. Porque algo se habrá hecho mal por su parte a la hora de aplicar sanciones en el pasado y, por supuesto, de una Alianza Atlántica muy responsable de lo que ha ocurrido.
Pero eso ya, para otro artículo…
Carlos Sánchez Mato. Responsable de elaboración programática de Izquierda Unida. Profesor de Economía Aplicada en la Universidad Complutense de Madrid.