El notable fracaso de la intriga belicista de Uribe-Bush contra el proceso bolivariano se debe a una formidable plataforma internacional de poder que el Presidente ha logrado construir en los últimos dos años. Esa plataforma, que hace cada vez más difícil desestabilizarlo desde el exterior, descansa sobre siete columnas. 1. El empresariado latinoamericano La primera […]
El notable fracaso de la intriga belicista de Uribe-Bush contra el proceso bolivariano se debe a una formidable plataforma internacional de poder que el Presidente ha logrado construir en los últimos dos años. Esa plataforma, que hace cada vez más difícil desestabilizarlo desde el exterior, descansa sobre siete columnas.
1. El empresariado latinoamericano
La primera columna de apoyo que levantó Hugo Chávez fue la del empresariado latinoamericano. Asistido por el entonces Ministro de Producción y Comercio, el Teniente Coronel Wilmar Castro Soteldo —quien también estuvo en los helicópteros que rescataron al Presidente secuestrado— se hicieron diligentes y discretas reuniones con el empresariado colombiano que a veces reunían entre 700 y 1000 capitalistas del vecino país, interesados en invertir o comercializar con Venezuela.
Esta iniciativa se fue ampliando hacia los entrepreneurs de Argentina, cuyas pequeñas y medianas empresas (Pymes) ofrecen servicios y productos interesantes para Venezuela, desde tecnología para la industria petrolera venezolana hasta una tarjeta de crédito latinoamericana (Credicoop) no controlada por Washington. Con el golpe energético contra el Presidente Kirchner y el contínuo boicot de empresarios venezolanos contra el Presidente Chávez, antes del referendo de agosto del 2004, la colaboración se hizo necesariamente más intensa y comenzó a abarcar el sector energético, la industria marítima y el sector agroindustrial y ganadero.
Paralelamente, el Presidente extendió la mano a los empresarios brasileños quienes, encabezados por la transnacional de ingeniería y construcción, Odebrecht, se acercaron rápidamente para participar en los grandes proyectos de los puentes sobre el Orinoco, la integración eléctrica y el desarrollo de las regiones del sureste y de la Amazonia. En septiembre del 2004, en Manaus, cientos de empresarios de ambos países le dieron ovaciones de pie al mandatario venezolano, cuando dio un discurso destacadamente bolivarianista, y declaró que llegó la hora de «romper la inercia neoliberal» que «encadena» a la región y que la integración debe ir más allá de lo comercial, para incorporar lo político y lo social.
2. Los movimientos populares
Cuando avanzaba ese enorme poder de apoyo internacional, que es fundamental para entender las políticas de Brasil, Argentina y Colombia frente a Venezuela, Hugo Chávez paralelamente impulsaba la construcción de la segunda columna vertebral de su blindaje anti-monroeista en el exterior, los movimientos populares.
Al igual que con los empresarios, también con las masas populares el Presidente ha sido el mejor promotor de su Nuevo Proyecto Histórico (NPH). Hoy día, ha entablado relaciones personales con casi todos los grandes movimientos sociales de América Latina, desde los piqueteros argentinos hasta los indígenas ecuatorianos y los campesinos del MST brasileño.
A diferencia de la relación con los empresarios, hay, sin embargo, una limitante que el Presidente debe de considerar. Muchas de las entidades y personas, a que delega la organización de los respectivos eventos internacionales —desde las embajadas hasta los grupos formales e informales de su entorno— han desarrollado intereses propios que forman un filtro perjudicial para la Revolución bolivariana y latinoamericana, que excluye a determinadas organizaciones.
Es notoria, por ejemplo, la ausencia de las Madres de la Plaza de Mayo, Línea Fundadora, en los grandes eventos venezolanos o, también, de las organizaciones colombianas, de los militares democráticos del Ecuador y del Cabildo Abierto de Argentino al cual se deben las iniciativas de la tarjeta de crédito y del empleo de los Astilleros de Rio Santiago para los barcos venezolanos.
Otras víctimas de ese faccionismo y favoritismo han sido la Asamblea Permanente de Derechos Humanos del Ecuador (APDH) que durante más de un año no lograron entregarle un premio de derechos humanos al Presidente, al igual que organizaciones mexicanas que le concedieron el Premio Benito Juárez, que antes había sido recibido por Fidel Castro y Nelson Mandela, entre otras personalidades.
3. Los intelectuales
Los intelectuales latinoamericanos y europeos de renombre han estado alejados del proceso de la Revolución Bolivariana, prácticamente desde su concepción; tal como han estado alejados de la Revolución colombiana y de la integración latinoamericana. Revisando las publicaciones de los últimos quince años, es virtualmente imposible encontrar un texto de importancia que avanzara ideas paradigmáticas sobre la integración latinoamericana, que apoyara al proceso bolivariano o que tuviera cercanía a las grandes luchas de sus pueblos, salvo, una identificación cursi y pasajera con el Neo-Zapatismo mexicano.
Con la destrucción de la Revolución sandinista y el colapso de la URSS, esa intelligentsia se había hundido en tres pozos sin fondo: a) el sectarismo de «izquierda» que, manual «marxista» en mano, pontificaba que ningún movimiento popular-político pasaba la prueba de pureza de un futuro «gobierno obrero-campesino» y que, por lo tanto, era un espejismo burgués más a combatir; b) la intelligentsia academicista de «izquierda» que durante décadas no ha producido ni un solo paradigma político ni científico, digno de mención: paleontología sobre Marx; arqueología sobre la teoría de la dependencia, Raúl Prebish y John Maynard Keynes; tipologizaciones descriptivas á la Weber; la inflación de los barroquismos del neozapatismo («red de redes», «frente de frentes», etc.) y de los delirios conceptuales de Toni Negri, sustituyeron de manera diletante a la teoría del Estado, de la economía no-capitalista y de la transformación revolucionaria; c) el pensamiento sectarísta y la esterilidad teórica de los academicistas se unieron con el oportunismo político, el pensamiento liberal-socialdemócrata y el filantropismo pacifista de los cansados ex líderes de la teología de la liberación, generando una matriz de razonamiento, per se hostil a todo movimiento revolucionario en América Latina y el mundo.
Ante esta situación, la derecha internacional y la golpista venezolana tenían abiertas el control a la opinión pública internacional, porque ni los medios «progresistas» o «de izquierda» importantes en América Latina informaron o defendieron al proceso. O se callaron, o «importaron» las estigmatizaciones que los propagandistas de la derecha y del sectarismo aplicaban a Chávez y su revolución, como un proceso burgués, populista, bonapartista, o fascista.
Con la lenta recuperación interna de la Revolución después de los golpes del 2002 y 2003, por una parte, y la iniciativa cubana destinada a llenar el vacío dejado por el desplazamiento del Foro Social de Porto Alegre a la India (2004), mediante los eventos «En defensa de la humanidad», por otra, Hugo Chávez encontró las condiciones objetivas para atraer a esa intelligentsia internacional y reunirla en diciembre pasado en Caracas. Una nueva conquista del Presidente en una alianza táctica, pero importante, que va desde auténticos intelectuales revolucionarios y operadores del imperialismo europeo hasta los eternos enamorados de las «revoluciones bonitas», sin sangre ni plomo.