Cualquier intento de entender la democracia sin tener en cuenta su relación con el capitalismo es dudoso. A pesar de que habitualmente se equipare el capitalismo -o el eufemismo de los mercados libres- con la democracia, una y otra cosa siguen siendo proyectos distintos, con tensiones muy fuertes entre sí que pueden desencadenar un conflicto […]
Como los del imperial, usamericanamente globalizados, se ponen como se ponen, no puedo reproducir tal cual el artículo de JS publicado el miércoles en el País de los fondos buitre. «Obligar a Grecia a ceder» es el título [1]. Un resumen de las posiciones del profesor de Columbia, en el momento en que las presiones para que el gobierno de Syriza desconvoque el referéndum del próximo domingo (las encuestas dan una clara victoria del NO) recuerdan los vientos huracanados del peor mes del año más terrible.
La cita que encabeza el razonamiento no ha sido elegida por Stiglitz pero es muy probable que nuestro Premio Nobel no mantuviera ninguna distancia respecto de su contenido. El resumen:
Las rencillas actuales en Europa, señala JS, pueden parecer el desenlace inevitable del amargo enfrentamiento entre Grecia y sus acreedores. En realidad, «los dirigentes europeos están empezando a mostrar verdaderamente por qué se pelean: por el poder y la democracia, mucho más que por el dinero y la economía». Con claridad cartesiana: «Los resultados económicos del programa que la troika impuso a Grecia hace cinco años han sido terribles, con un descenso del 25% del PIB nacional. La tasa de desempleo juvenil alcanza ya el 60%». Por si faltara algo, por si hubiera alguna duda: «No se me ocurre ninguna otra depresión en la historia que haya sido tan deliberada y haya tenido consecuencias tan catastróficas».
Sorprende que la troika se niegue a asumir la responsabilidad de todo eso (¿sorprende realmente querido profesor?) y «no reconozca que sus previsiones y modelos estaban equivocados». ¡Son hechos que alimentan teorías que nunca se revisan, a prueba de refutaciones! «Pero todavía sorprende ver más que los líderes europeos no han aprendido nada. La troika sigue exigiendo a Grecia que alcance un superávit presupuestario primario [antes del pago de intereses de la deuda] del 3,5% del PIB en 2018». Economistas de todo el mundo, remarca JS, han señalado que ese objetivo es punitivo «porque los esfuerzos para lograrlo producirán sin remedio una crisis aún más profunda». De hecho, aunque se reestructure la deuda griega hasta extremos inimaginables, el punto es muy importante, «el país seguirá sumido en la depresión si sus ciudadanos votan a favor de las propuestas de la troika en el referéndum convocado para este fin de semana». Esa es la tesis de JS.
En la tarea de transformar un déficit primario inmenso en un superávit, «pocos países han conseguido tanto como Grecia en estos últimos cinco años». Pero aunque los sacrificios de sus ciudadanos, sobre todo de los más desfavorecidos, han sido inmensos, «la última oferta del Gobierno era un gran paso hacia el cumplimiento de las demandas de los acreedores». Hay que aclarar, así lo hace JS, «que casi nada de la enorme cantidad de dinero prestada a Grecia ha ido a parar allí». ¿Para qué ha servido entonces? «Para pagar a los acreedores privados, incluidos los bancos alemanes y franceses. Grecia no ha recibido más que una miseria, y se ha sacrificado para proteger los sistemas bancarios de esos países». Además, el FMI y los demás acreedores «no necesitan el dinero que reclaman. En circunstancias normales, lo más probable es que volvieran a prestar ese dinero recibido a Grecia».
Pero, como es cada vez más evidente, «lo importante no es el dinero, sino obligar a Grecia a ceder y aceptar lo inaceptable: no solo las medidas de austeridad, sino otras políticas regresivas y punitivas». ¿Por qué hace eso Europa, apunta JS sabiendo que no es Europa sino los representantes serviles de sus clases hegemónicas? ¿Por qué los líderes de la UE se oponen al referéndum y se niegan a prorrogar unos días el plazo para que Grecia pague al FMI, prosigue preguntando Stiglitz? ¿Acaso la base de Europa no es la democracia, pregunta retóricamente?
En enero de 2015, recuerda JS, los griegos eligieron un Gobierno que se comprometió a terminar con la austeridad. «Si Tsipras se limitara a cumplir sus promesas, ya habría rechazado la propuesta. Pero quería dar a los griegos la posibilidad de opinar sobre una cuestión tan crucial para el futuro bienestar del país». Esa preocupación por la legitimidad popular es, como es de toda evidencia, «incompatible con la política de la eurozona, que nunca ha sido un proyecto muy democrático». Ejemplo de enorme importancia apuntado por JS: «los Gobiernos miembros no pidieron permiso a sus ciudadanos para entregar su soberanía monetaria al BCE; solo lo hizo Suecia, y los suecos dijeron no. Comprendieron que, si la política monetaria estaba en manos de un banco central obsesionado con la inflación, el desempleo aumentaría». Ese es el resultado en países como Grecia… y España.
Lo que estamos presenciando ahora, señala JS, es la antítesis de la democracia. Dicho claramente. «Muchos dirigentes europeos desean que caiga el gabinete de izquierdas de Alexis Tsipras, porque resulta muy incómodo que en Grecia haya un Gobierno contrario a las políticas que han contribuido al aumento de las desigualdades en los países avanzados y decidido a controlar el poder de la riqueza». Creen que pueden acabar con ese gobierno y con su mal ejemplo para otros países «obligándole a aceptar un acuerdo contradictorio con su mandato».
Es difícil, siempre lo es, admite JS, «aconsejar a los griegos qué votar. Ninguna alternativa será fácil, y ambas son arriesgadas». Los riesgos y el panorama: «Un sí significaría una depresión casi interminable. Quizá un país agotado y empobrecido pueda obtener, por fin, el perdón de la deuda; quizá entonces pueda recibir ayuda del Banco Mundial, en esta década o la siguiente». En cambio, el no, prosigue Stiglitz, «podría permitir que Grecia, con su sólida tradición democrática, se haga cargo de su destino. Entonces los griegos podrían tener la oportunidad de construir un futuro, aunque no tan próspero como el pasado, sí mucho más esperanzador que el inadmisible tormento actual». No es, pues, o Guatemala o Guatapeor, no es esa la disyunción abierta.
Yo sé lo que yo votaría, apunta finalmente el profesor Stiglitz. Yo también: OXI, OXI, OXI, no, no, no. ¿Y ustedes qué harían?
Notas:
[1] http://elpais.com/elpais/2015/06/30/opinion/1435673431_015482.html
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.