El reciente caos de los mercados bursátiles mundiales es una manifestación de la turbulencia general que es la característica más destacada de la época actual. En la última semana, hemos presenciado casi el colapso de Northern Rock, el quinto banco más grande de Gran Bretaña. Cuando se supo que el banco había tenido que recurrir […]
El reciente caos de los mercados bursátiles mundiales es una manifestación de la turbulencia general que es la característica más destacada de la época actual. En la última semana, hemos presenciado casi el colapso de Northern Rock, el quinto banco más grande de Gran Bretaña. Cuando se supo que el banco había tenido que recurrir a un préstamo de emergencia del Banco de Inglaterra para evitar su colapso, miles de personas furiosas hicieron cola durante todo el día para retirar su dinero del banco.
Es la mayor crisis bancaria de Gran Bretaña desde los años treinta. En realidad, habría que remontarse ciento cincuenta años atrás para encontrar una situación similar en un banco británico. La última vez que hubo una crisis financiera de esta magnitud fue en 1866, fue una situación de «pánico», como solían llamar a la recesión en el siglo XIX. Las dramáticas escenas no tenían precedente en la historia reciente británica.
Northern Rock había adoptado el modelo desarrollado por muchos bancos importantes de EEUU. En lugar del método tradicional de mantener el capital suficiente para respaldar los préstamos, dependían de los inversores en el mercado para la financiación a gran escala de sus hipotecas. De esta manera, el banco evitaba la inconveniencia de mantener las reservas suficientes para devolver el dinero a sus depositantes. El resultado parecía bueno y la empresa iba bien. En sus libros tenía hipotecas valoradas en unos 100.000 millones de libras, pero todo era en el mejor de todos los mundos capitalistas posibles. Funcionaba en la medida que la gente no exigía su dinero. Mientras la economía crecía la situación podía continuar, pero si los depositantes pedían su dinero en efectivo, el banco no podía pagarles porque simplemente no tenía su dinero. Se lo había prestado a otras personas para que compraran casas, los que adquirieron estos prestamos pagan una cierta cantidad de dinero cada mes en concepto de recibo de hipoteca, pero nunca podrán devolver de una vez todo el dinero prestado.
Como consecuencia, a pesar de que el valor en los libros era de 100.000 millones de libras, el banco fue incapaz de pagar unos cuantos miles de millones a sus clientes sin la ayuda del gobierno. No tenía reservas, sus activos no tenían liquidez y no tenían un valor de mercado apreciable. En el momento de la verdad, el quinto banco de Gran Bretaña solo tenía un valor sobre el papel de miles de millones imaginarios, pero los depositantes exigían su dinero en efectivo. Los 100.000 millones de libras en activos inmobiliarios se convirtieron en una pesada losa al cuello que les arrastraba hacía el fondo.
Un giro de ciento ochenta grados
Alistair Darling, Ministro de Economía británico, intentó garantizar a los ahorradores que Northern Rock era solvente y que tenía el apoyo del Banco de Inglaterra. En el pasado, este tipo de declaraciones del ministro y el gobernador del Banco de Inglaterra, habrían tenido el efecto calmar los nervios de los depositantes y accionistas. Pero en esta ocasión, estos sonidos tranquilizadores no tuvieron ningún efecto, la retirada de fondos y la crisis de Northern Rock continuaron.
La crisis ganaba impulso por momentos, como si fuera una enorme bola de nieve rodando hacia abajo por una colina. Las acciones de Northern Rock bajaron un 35,4 por ciento y la retirada masiva de fondos continuó a una media de 1.000 millones de libras diarias. El banco perdió una octava parte de sus depósitos en tres días, de haber seguido ese ritmo, el banco se habría quedado sin fondos el fin de semana.
Se suponía que esto no iba a ocurrir. Las noticias de la crisis de Northern Rock inmediatamente tuvieron un efecto en los otros bancos. En la bolsa, las acciones de los bancos sufrieron pérdidas importantes, el coste de los préstamos interbancarios alcanzó niveles muy elevados. Todo el sistema bancario británico estaba en peligro.
El problema más serio era el riesgo de contagio y que éste llevara a un colapso bancario general. Casi ocurre. Otro gran banco, Alliance & Leicester, tuvo que hacer una declaración pública después de que sus acciones perdieran un tercio de su valor. La caída de las acciones de Alliance & Leicester también despertó los temores de sus clientes que comenzaron a retirar en masa sus ahorros, era la segunda vez que sucedía esta situación a un banco británico. El banco intentó responder a los rumores que le señalaban como el siguiente banco que necesitaría financiación de emergencia.
Bradford & Bingley tenía sobre su futuro otro gran signo de interrogación, sus acciones también bajaron bastante. Los dos bancos tienen relativamente pocos depositantes y utilizan los mercados monetarios para financiar sus préstamos. Las acciones de Alliance & Leicester perdieron 1.200 millones de libras de su valor de mercado.
Tradicionalmente, el Banco de Inglaterra habría prestado con tranquilidad dinero al banco para evitar el pánico y nadie lo habría sabido, pero las nuevas regulaciones bancarias hacen que esto sea imposible. El viejo mundo acogedor de los banqueros ha desaparecido para siempre. Ahora han entrado también en el torbellino frenético del capitalismo global del siglo XXI.
Sólo dos días antes del estallido de la crisis, Mervyn King, gobernador del Banco de Inglaterra, aseguró en una comisión parlamentaria que de ninguna manera el banco ayudaría a los bancos e inversores con problemas que habían invertido de una manera alocada y especulativa en préstamos sub-prime. Pero a los pocos días, el gobernador del banco tuvo que dar un giro de ciento ochenta grados.
Lo mismo hizo el Ministro de Economía cuando manifestó: «Sería necesario que nosotros, junto con el Banco de Inglaterra, ante la presente inestabilidad, pusiéramos las condiciones para garantizar todos los depósitos que hay en el Northern Rock. Eso significa que los ahorradores pueden continuar sacando su dinero, pero si eligen dejar su dinero en Northern Rock, éste estará garantizado y a salvo».
El gobierno estaba aterrorizado ante el peligro de contagio. Alistair Darling y Gordon Brown estaban nerviosos. A pesar de la supuesta autonomía del Banco de Inglaterra, el gobierno recurrió al gobernador del Banco de Inglaterra y le obligó a dar inmediatamente los fondos a Northern Rock. Darling dijo que si le obligaban, el gobierno utilizaría los bienes de Northern Rock para financiar los depósitos.
Los analistas de la City dijeron que sería el equivalente a la nacionalización del banco. El Tesoro también dijo que el gobierno apoyaría a otros prestamistas si era necesario, dependería de su situación financiera. ¿Qué significa todo esto? Frente a la amenaza de un colapso, el ministro tuvo que ofrecer una garantía de «respaldo monetario». La realidad es que el nuevo gobierno laborista estaba presentando un cheque en blanco, no sólo a Northern Rock sino a todo el sistema bancario.
¿Qué queda de la «economía de mercado»?
Debemos decirlo con claridad: hace unos días todo el sistema bancario británico estuvo amenazado por un colapso. Lo que hizo el gobierno fue un movimiento desesperado para evitar una catástrofe potencial y convencer a los ahorradores de que su dinero estaba a salvo. El gobierno ahora intenta encontrar un comprador para Northern Rock, pero no es seguro que tenga éxito. La situación es muy frágil y es posible que se puedan producir nuevas situaciones de pánico en cualquier momento. Más que una victoria, como pretende el gobierno, se tata de una tregua inestable. Ahora buscan un chivo expiatorio y piensan que lo han encontrado en el supuesto conservadurismo fiscal del Banco de Inglaterra.
Los banqueros y economistas han criticado la negativa inicial del Banco de Inglaterra de proporcionar apoyo a las instituciones financieras. Pero desde un punto de vista capitalista, actuó correctamente. De acuerdo con las leyes del mercado, si una empresa no tiene fondos, entra en bancarrota. El Estado se supone que no debe gastar el dinero de los contribuyentes para ayudar a empresas con dificultades. Si una empresa no es rentable, se la debe permitir que cierre y de esta manera toda la economía será más «ágil y mecánica». Es simplemente una expresión concreta de la lucha darwiniana por la supervivencia y, como sabemos, ¡el más apto siempre sobrevivirá!
Este principio se aplicó con extrema crueldad en casos como la industria automovilística británica (antes un sector floreciente de la manufactura del que no queda nada) o la minera. Los banqueros siempre son particularmente estrictos en esta cuestión. Pero una vez que la City londinense se ve afectada, los principios de «hierro» de la economía de mercado se derriten como una bola de nieve bajo el sol. Comparemos este comportamiento, con el que tuvieron tanto los gobiernos laborista como tory hacia las industrias manufactureras amenazadas de bancarrota y cierre. Los banqueros, inmediatamente, recurrieron al gobierno para que concediera ayudas estatales y éste, que no dudó en tratar con dureza a los mineros, a los trabajadores del automóvil, madres solteras, enfermos y enfermeras mal pagadas, rápidamente salió en su ayuda con la chequera dispuesta.
¿Qué queda ahora de esa pretensión de que los banqueros y los capitalistas merecen sus beneficios e intereses porque son valientes pioneros de la empresa privada que son recompensados por «correr riesgos»? ¿Dónde está el riesgo si, cuando llega la crisis, el gobierno inmediatamente hace frente a todas las pérdidas? Esta es la verdadera cara de la «economía de mercado». Cuando el mercado sube y los bancos consiguen grandes beneficios de todo tipo de acuerdos tramposos y especulativos, el mercado domina, pero cuando cambia el clima y comienza a soplar el viento frío, pronto olvidan todos los principios del mercado y exigen ayudas del Estado.
Las causas principales
Mike Whitney en Britain escribía lo siguiente sobre los recientes acontecimientos: «Parece un buen funcionamiento para un banco pasado de moda. Y, como en 1929, los propietarios de los bancos y el gobierno intentan calmar a sus clientes garantizándoles que su dinero está a salvo. Pero la naturaleza del ser humano es así, la gente no se tranquiliza fácilmente cuando piensa que sus ahorros están en riesgo. En ese momento la cuestión dominante es: los ahorradores quieren su dinero sin excusas». Y tiene razón.
En el arcano mundo de la banca, la confianza es un ingrediente esencial. El lema del Banco de Inglaterra desde el siglo XVIII ha sido: «mi palabra es mi fianza». Pero si la gente cree que no se puede confiar en los bancos para que cuiden su dinero y exigen su devolución, ¿qué ocurrirá con los bancos cuando los depositantes se apresuren para retirar sus ahorros? Eso es lo que hemos presenciado hace poco en Northern Rock.
La confianza es como la virginidad: una vez que la pierdes ya no la puedes recuperar. Ahora existe una enorme desconfianza no sólo hacia los bancos y el gobierno, sino también hacia todo el establishment. Esta situación es totalmente nueva en la sociedad británica y puede tener consecuencias importantes en el futuro, no sólo en el terreno de la economía, sino también en el político.
La verdadera causa de la crisis actual no es el alocado mundo de la especulación. La crisis de las sub-prime, como dice correctamente Greenspan, sólo fue el accidente a través del cual se expresó la necesidad. En el Daily Telegraph (17/9/07) Roger Bootle escribe:
«Además, con los propios costes de financiación de los bancos ahora muy altos y con el reconocimiento tardío de que el préstamo puede ser un negocio arriesgado, poco a poco, han cambiado el comportamiento del préstamo con sus clientes, y también entre ellos.
«Mientras tanto, hay signos de desaceleración en la economía global. En EEUU, el nivel de empleo, en general, considerado como el barómetro clave de la salud económica, cayó de manera absoluta en agosto por primera vez en cuatro años.
«En realidad, la reciente turbulencia de los mercados financieros no es la raíz de estos acontecimientos económicos. Lo que refleja es un debilitamiento general de la economía global que había comenzado antes de que los mercados se volvieran locos».
Sobre esta cuestión, al menos Bootle tiene razón. Las crisis financieras y la restricción del crédito no son la causa de la crisis económica sino su efecto. El ciclo capitalista de boom y recesión tiene causas más profundas. Mientras los capitalistas consiguen beneficios de la extracción de plusvalía hay «seguridad» y «confianza», el crédito se vuelve poco riguroso y es fácil de conseguir. Pero cuando el ciclo llega a sus límites y hay síntomas de que los buenos tiempos van a terminar, entonces esta confianza se «evapora».
Los niveles de especulación y capital ficticio inyectados a la economía durante el último período son como un veneno que debe ser extraído. Pero cuando intentan hacerlo, pueden con facilidad pinchar la burbuja y hacer que todo se desmorone. En ese momento, los acreedores comienzan a exigir el pago de la deuda y ya no están dispuestos a prestar dinero. Lo que exigen son tipos de interés más elevados. Esto reduce la tasa de beneficio y también la demanda. Lo que antes era efecto, ahora es causa y el ciclo emprende una espiral descendente incontrolable.
Esta situación es la que temen tanto la burguesía británica como la estadounidense. Por eso la Fed y ahora (de mala gana) el Banco de Inglaterra inyectan más inflación a la economía. Con ello puede que pospongan el día fatídico, pero sólo a costa de provocar después un colapso mayor y más profundo.
El casino mundial del capitalismo moderno
Hubo una época en que se consideraba a los banqueros respetables ciudadanos en los que se podía confiar para que cuidaran el dinero de otras personas. Llevaban trajes oscuros y recibían a la gente que quería conseguir un préstamo en salones de mármol, la sometían a un interrogatorio inquisitorial relacionado con aspectos de su vida. ¡Eso terminó!
Gracias a las reformas thatcheristas de los años ochenta y la desregulación de la City todo ha cambiado. Los banqueros ahora están totalmente absorbidos en el casino mundial del capitalismo moderno y son adictos al juego de los mercados bursátiles. El problema es que no juegan con su dinero sino con los ahorros de toda una vida y los fondos de pensiones de la gente corriente, fundamentalmente la clase obrera o la clase media.
En el punto culminante del boom, puede haber una crisis de los mercados bursátiles que sirva para sacar grandes cantidades de capital ficticio inyectados en el sistema durante el auge. Esta situación se conoce como «corrección» y se supone que tiene los mismos efectos beneficiosos que las sangrías (extraer el exceso de sangre de un paciente») se imaginaban tenían en la Edad Media. Pero como sabemos, la pérdida de mucha sangre a veces puede tener consecuencias desastrosas.
La crisis crediticia ya tiene efectos. Los bancos se han visto obligados a cancelar miles de millones de libras de deuda. El Banco de Inglaterra ha subido los tipos de interés cinco veces el año pasado hasta alcanzar el 5,75 por ciento actual. Ahora se escuchan los alaridos de dolor.
El aumento del coste del crédito no sólo afecta a los consumidores y propietarios de viviendas, también se alimenta de la tasa de beneficio de los capitalistas. Puede afectar en cierta etapa a la inversión, especialmente si se combina con aumentos de los precios de las materias primas como el petróleo.
Según Greenspan: «En Gran Bretaña, el mercado inmobiliario aún no ha cambiado y el consumo familiar está más sujeto a los cambios de tipos de interés que en EEUU». La inestabilidad de los mercados monetarios ha supuesto que el tipo real pagado por millones de familias, el llamado tipo variable estándar, en realidad haya subido a las nubes, sobre todo cuando el tipo bancario estaba ya en un 6,75 por ciento. Esta advertencia llega con el sistema bancario británico en crisis.
También hay crecientes signos de que tras una década de casi crecimiento ininterrumpido, el mercado inmobiliario está desacelerándose de una manera espectacular. Según Rightmove y la Royan Institution of Chartered Surveyor, se ha producido una caída repentina de los precios.
El papel de la Reserva Federal
En su obra de 1966, Gold and Economic Freedom, Greenspan culpaba a la Fed de la Gran Depresión. Esta afirmación no es correcta. Los bancos no causan las depresiones, éstas son la consecuencia de la anarquía de la producción capitalista. Pero sí pueden exacerbar las crisis al inyectar durante un auge enormes cantidades de capital ficticio al sistema. Eso ocurrió en el período anterior al gran crack de 1929 y ahora ocurre a una escala incluso mayor. Citaremos las palabras de Greenspan:
«El exceso de crédito que la Fed bombeó a la economía se extendió por el mercado bursátil, desencadenando un espectacular boom especulativo. Cuando ya era tarde, los funcionarios de la Reserva Federal intentaron absorber el exceso de reservas y finalmente acabaron con el boom. Pero era demasiado tarde, en 1929 los desequilibrios especulativos ya eran arrolladores».
Resulta irónico que estas opiniones vengan de Alan Greenspan. Bajo su dirección, la Fed contribuyó de forma poderosa a las burbujas de EEUU y a su adicción a la deuda. El mantenimiento de tipos demasiado bajos durante tanto tiempo estimuló el boom crediticio y preparó así el camino para la crisis actual. Durante la mayor parte del período de 2002 a principios de 2006, los tipos «reales» realmente fueron negativos (por debajo de la inflación), la realidad es que se recriminaba a aquellos que no contraían deudas. Ahora Greenspan dice: «La raza humana nunca ha encontrado una forma de hacer frente a las burbujas». Admite que le pilló por sorpresa la locura de las sub-prime: «Aunque yo conocía que estaban sucediendo muchas de estas prácticas, en realidad no hice frente a esta situación hasta que fue demasiado tarde: en 2005 y 2006», estas son sus palabras al Daily Telegraph.
El resultado de las repetidas reducciones de los tipos de interés es un país que vive más allá de sus límites (los banqueros califican esta situación como riesgo moral). De ser el mayor acreedor mundial, EEUU se ha transformado en el mayor deudor del mundo, su pasivo externo neto supera los 3 billones de dólares. La tasa de ahorro ha caído por debajo de cero por primera vez desde la Gran Depresión. EEUU año tras año ha mantenido un déficit por cuenta corriente del 6,5 por ciento de su PIB, a pesar de todo, la Fed miraba con complacencia cómo los compradores gastaban alegremente y acumulaban deudas cada vez mayores. Como resultado de esta situación, Asia y particularmente China han acumulado enormes reservas a costa de EEUU.
La crisis reciente ha revelado hasta qué punto los grandes bancos norteamericanos están metidos de lleno en la especulación. Particularmente ingrata era la práctica de comprar y vender deuda. Durante este boom, los bancos y las financieras estaban dispuestos a ofrecer créditos e hipotecas a muchas personas que no se lo podían permitir. En la medida que los tipos de interés estaban bajos (durante un tiempo incluso negativos) parecía un buen acuerdo. Sobre esta base, muchos trabajadores pobres intentaron comprar casas. Además, los bancos vendían paquetes de esta deuda a otros bancos que estaban ansiosos por comprar.
La «finanza estructurada» es el término que utilizan para un sistema supuestamente diseñado para distribuir el capital de manera más eficiente permitiendo a otros participantes en el mercado cumplir el papel que antes era considerado exclusivo de los bancos. En la práctica, es un timo gigantesco. Los préstamos hipotecarios inseguros y otros pasivos mágicamente se transformaron en activos (valores títulos) a través de la denominada «securitización». Era el equivalente financiero de los alquimistas que pretendían transformar el plomo en oro. Este sistema se basa en inversores que proporcionan los fondos a los préstamos hipotecarios que después serán vendidos como obligaciones de deuda garantizada o CDO.
Esta locura se puso al descubierto con el colapso de Bear Stearns en EEUU. De repente nadie quería las CDO. Toda una serie de bancos muy conocidos tenían problemas. Por ejemplo, Lehman Brothers, quedó seriamente dañado por su excesiva exposición al mercado de las sub-prime, 2 billones de dólares, los préstamos inmobiliarios se habían dividido en «rebanadas y cuadritos» y convertido en paquetes de renta, normalmente en forma de obligaciones de deuda garantizada. Este banco el año pasado se llevó una gran parte de los 500.000 millones de dólares expedidos en CDO. Debido a estas práctica, el director, Richard Fuld, recibió una generosa retribución de 40,5 millones de dólares.
Todo fue bonito mientras duró, pero todo lo bueno llega a su final. El pánico en los mercados crediticios norteamericanos estalló en mayo cuando Bear Stearns informó de enormes pérdidas en dos de sus fondos de alto riesgo. Permitieron que uno de los fondos colapsara mientras rescataba el otro. En agosto, las ventas de nuevas CDO cayeron un 73 por ciento. Ahora la rentabilidad de los bonos de la deuda de Lehman es inferior a la deuda de Colombia. La cantidad total de dinero que Goldman Sachs y Morgan Stanley han tenido que inyectar se ha doblado desde febrero dejando apenas margen de beneficio.
Citigroup calcula que los cuatro bancos, incluido Merril Lynch, se han quedado con 75.000 millones de dólares en préstamos para «leveraged buy-outs» [N. del T. Comprar todas las acciones de una empresa pagándolas con dinero prestado a cambio de asegurar que las acciones serán compradas], contratadas antes de la restricción crediticia y que han sido incapaces de colocar en los mercados sin obtener abundantes pérdidas. Se ha producido un repentino aumento del endeudamiento de bancos procedente del programa de rescate de emergencia de la Fed. Miles de millones de dólares se han repartido a través de la conocida como «ventana de descuento». Igual que en Gran Bretaña, los bancos norteamericanos han pedido dinero prestado a la Fed porque no pueden cumplir sus requerimientos mínimos de reserva.
Parasitismo
Todo el sistema bancario ahora está hasta el cuello metido en el fraude y los engaños de todo tipo. Siempre ha sido así. En un boom, cuando la producción está a pleno rendimiento y hay mucho dinero, también se produce una lucha frenética por el crédito. El exceso de dinero y crédito en esta etapa del ciclo económico juega un papel positivo al engrasar el sistema y proporcionar mucha de la liquidez que se necesita.
Siempre en esto existe un elemento de especulación, como explica Marx. Cuando todo el mundo consigue dinero nadie se preocupa por mirar de cerca de dónde viene el dinero, o ni siquiera si es dinero real.
El economista inglés Gilbart ya en 1834 escribía: «Todo lo que da facilidades al comercio facilita la especulación. El comercio y la especulación en algunos casos son estrechos aliados, así que es imposible decir en que momento preciso acaba el comercio y comienza la especulación». En los tiempos de Marx se calculaba que posiblemente «nueve décimas partes de todos los depósitos en el Reino Unido podrían no existir más allá de los libros de cuentas de los bancos que respectivamente contabilizaban». (The Currency Theory Reviewed. pp. 62-63).
En este alegre carnaval de ganancias, todo el mundo está demasiado intoxicado con el espectro del enriquecimiento como para preocuparse por la letra pequeña. «Come, bebe y se feliz, ¡mañana estaremos muertos!» Ese es el lema de la burguesía en un período de boom. Sin embargo, cuando el boom pierde fuelle, estos procedimientos fraudulentos y triquiñuelas quedan al descubierto. En el futuro son inevitables más fracasos bancarios.
La única diferencia entre el período actual y el pasado es la escala de la orgía de engaño y especulación. En el período pasado, enormes cantidades de capital ficticio se han inyectado el sistema a través del boom bursátil, la burbuja inmobiliaria y la extensión ilimitada del crédito y la deuda, hasta alcanzar niveles inauditos. Simplemente es un reflejo de la decadencia senil del capitalismo.
En su juventud, la burguesía, movida por la codicia de beneficio y la sed insaciable de plusvalía (el trabajo no pagado a la clase obrera), desarrolló las fuerzas productivas. Pero en el período de su decadencia senil no juega ningún papel progresista. Marx explicó que el verdadero ideal de la burguesía es hacer dinero del dinero sin necesidad de recurrir al fatigoso proceso de la producción. La burguesía ahora está contagiada de una enfermedad de la que no se conoce cura. En palabras del economista conservador inglés Roger Bootle:
«La verdad evidente es que los mercados financieros e instituciones económicas han sido indulgentes con esta loca oleada de codicia, ceguera y comportamiento de manada. En el proceso ellos han depositado sus millones. Ahora las consecuencias les ha dejado desnudos ante la enfermedad, desde sus lujosos templos a Mammon, para pedir de forma disfrazada una ayuda al Estado. No es muy difícil imaginar que habrían dicho o cómo habrían reaccionado ante a la idea de salir al rescate de los manufactureros de automóviles, constructores de barcos o mineros. Ahora que el sufrimiento está cerca ellos se quejan con un tono de recta indignación».
¡El propio Marx no podía expresarlo mejor! En el pasado, el capitalismo jugó un papel relativamente progresista al desarrollar las fuerzas productivas y crear la base material para una nueva sociedad: el socialismo. Pero hoy ya no ocurre así. Con la excepción de China (y algunas otras economías asiáticas) la burguesía no desarrolla las fuerzas productivas.
Marx señaló que el ideal de la burguesía es «hacer dinero del dinero», liberándose de la necesidad penosa de la actividad productiva. Ahora están cerca de conseguir este sueño. En Gran Bretaña, EEUU y en muchos otros países, se ha producido un profundo declive de la manufactura y un gran aumento del parasitario sector financiero y del sector servicios. Michael Roberts escribía hace poco:
«Nunca el capitalismo ha dependido tanto del sector financiero. Nunca el sector financiero ha contribuido tanto al beneficio. Marx lo denominó «capital ficticio». El boom de los años noventa y de los últimos cuatro años no se ha basado principalmente en la expansión de la producción real (al menos no en los países capitalistas desarrollados de la OCDE). No, se ha basado en el gasto masivo de las familias norteamericanas y británicas, financiado por un gran aumento de la deuda. Las familias ya no ahorraban, sólo pedían prestado.
«Ese es el caso de Gran Bretaña, un parásito financiero extraordinario. El capitalismo británico ya no es la sombra de lo que fue, ahora es un banquero gigante del mundo. Como tal, la economía capitalista británica es la más vulnerable a la crisis financiera global y podría suponer una recesión económica. Pero los trabajadores británicos y sus familias serán los que más sufrirán». (Michael Roberts. El camino rocoso hacia la ruina. http://www.elmilitante.org/content/view/4153/29/).
Greenspan se «explica»
Los economistas burgueses son incapaces de comprender las crisis, que son un resultado ineludible del capitalismo. Es bastante asombroso leer los cometarios de Alan Greenspan, el gurú de la economía burguesa moderna.
Sin embargo, Greenspan tiene razón en al menos una cosa. Dice que la crisis de los préstamos sub-prime en EEUU era «el accidente esperado» y tiene razón. Hegel explica que la necesidad se expresa a través del accidente: «si no existieran las sub-prime, habría sido otra cosa. Las sub-prime en EEUU era el eslabón débil de nuestro sistema. Si no hubiera pasado eso y no se hubiese roto esta fiebre, entonces habría sido algo diferente, hubiese ocurrido de una manera u otra».
¿Qué causó la crisis según Greenspan?
«En el fondo de todo está el hecho de que en estos últimos años los bancos han estado vendiendo paquetes de deuda a los inversores de todo el mundo. Las ‘[sub-prime] no habrían sido en absoluto un problema económico si no hubiésemos avalado esto fuera del país». Mientas tanto, la fijación de precios del complejo y la CDO que contienen mucha de esta deuda resulta que ‘no ha sido un ‘éxito»».
Las crisis burguesas (y la economía en general) siempre se explica en términos subjetivos. De la misma manera que se asume que todos los consumidores tienen un conocimiento universal de las mercancías, así que las crisis son provocadas bien por las decisiones equivocadas de los gobiernos y los bancos centrales o, como en esta última versión de Greenspan, por la naturaleza humana:
«La naturaleza humana pasa de la euforia el temor», nos dice Greenspan. «En este sentido, los economistas modernos no han conseguido tener en cuenta el pánico a la hora de hacer sus perspectivas. La vieja costumbre de auge y crisis en estos años no ha desaparecido, simplemente ha estado durmiente».
«Desde la burbuja de los Mares del Sur de 1720 hemos tenido burbujas y antes que ésta la burbuja de los tulipanes. Es uno de los aspectos innatos del comportamiento de los seres humanos. No puedes terminar con ellas a menos que socaves, muy profundamente, la economía, y no puedes desactivarlos porque tienes que esperar hasta que la fiebre remita.
«No pienso que los pronosticadores debamos contabilizar la naturaleza innata al nivel que deberíamos y pudiésemos. La naturaleza humana no es predecible, repetimos lo mismo una y otra vez, pero no podemos aprender. Puedes pasar por un período de pánico y piensas que las cosas saldrán bien al final, tienes que hacerlo diez veces y piensas por podría hacerlo una onceava sin preocuparte. Pero te preocupas. No hay forma de alterar este patrón». (Daily Telegraph. 17/9/2007).
Hay muchas ventajas obvias en esta interpretación. La naturaleza humana es permanente y, por tanto, también lo deben ser el capitalismo y todas sus consecuencias (desempleo, crisis, desigualdad, explotación, etc.,). Según esta idea, como el pobre de la Biblia, ellos están «siempre con nosotros». La naturaleza humana también es imponderable, mística y algo que no se puede comprender fácilmente. De aquí que con apelar a la naturaleza humana deba cesar toda discusión y cuestionamiento. No tenemos que explicar las crisis, sólo están ahí. Consecuentemente, es inútil buscar soluciones o alternativas. «No hay forma de alterar este patrón».
En realidad, Greenspan tiene razón a medias. Bajo el capitalismo las crisis son inevitables y no hay forma de alterar el patrón. Si aceptas el capitalismo entonces debes aceptar las leyes del capitalismo, es decir, debes aceptar los boom y las crisis (ahora en los círculos académicos se las llama «correcciones»). Los reformistas y los keynesianos como Will Hutton que defienden el regateo en el sistema para «resolver el ciclo» mediante la intervención estatal, financiación del déficit, poner en funcionamiento la máquina de imprimir dinero y otras cosas similares, podrían conseguir posponer durante un tiempo una crisis, pero sólo a costa de preparar una crisis aún más seria en el futuro. Eso es precisamente lo que Darling y Brown acaban de hacer. Como dice Roger Bootle:
«Como muy tarde, estos acontecimientos insinúan que la próxima reunión de la MPC será una maravilla. Aquellos miembros que pensaban que los tipos de interés ya eran suficientemente altos, lógicamente, ahora votarían a favor de reducirlos. Pero el gobernador y sus aliados seguramente querrán resistir por todas las razones que él explicó la semana pasada en una carta al Comité del Tesoro. King avisó de que una acción para apuntalar el sistema financiero podrían ‘alentar a correr riesgos excesivos» y ‘sembrar las semillas de futuras crisis financieras»». (The Daily Telegraph. 17/9/07).
¿Punto crítico?
Todo ciclo económico empieza con un boom y termina con una recesión. Es imposible, sin embargo, ser precisos sobre el ritmo del ciclo.
Esta crisis financiera es un punto de inflexión. En opinión de Roger Bootle «es el 11-S de los mercados financieros». Puede significar o no que se haya alcanzado el punto crítico y que la economía mundial se deslice hacia una recesión. Esa es una posibilidad. Pero las leyes que gobiernan el comportamiento de los mercados monetarios no son las mismas que rigen el ciclo capitalista. La crisis bursátil podría ser la chispa que encienda una crisis general, como ocurrió en 1929. Pero si el proceso subyacente aún está en su curva ascendente tal crisis puede servir para sacar capital ficticio del sistema, y preparar el camino para un nuevo período (más largo o corto) de crecimiento económico, como ocurrió en 1987.
La opinión general de los economistas burgueses es que los banqueros centrales y los gobiernos pueden manipular la economía y así evitar las recesiones. La mayoría está de acuerdo en que es imposible una repetición del crack de 1929 y la Gran Depresión. Asumen eso porque durante los últimos veinte años, aproximadamente, sólo ha habido dos recesiones y relativamente suaves, por esa razón piensan que finalmente consiguieron encontrar una receta mágica para evitar crisis como las pasadas. Es una suposición totalmente errónea.
Esta crisis en Gran Bretaña demostró precisamente que todos los instrumentos para resolver la crisis y evitar el pánico son inútiles En el momento de la verdad, la gente se deja llevar por el instinto de rebaño. Se mueven en masas como una horda de ñus en estampida asustados por el simple olor de un león. Muchos comentaristas han hablado con desprecio de esta conducta «irracional». Si fuera irracional, entonces esa misma irracionalidad es el alma y el corazón de la economía de mercado capitalista.
El gobierno y el Banco de Inglaterra se mostraron inútiles para evitar una crisis bancaria importante o para calmar los nervios de los depositantes e inversores. Al final, sólo consiguieron impedir el colapso total con la promesa de fondos ilimitados a los banqueros, pagados de los bolsillos de los contribuyentes. Esto consiguió detener temporalmente la espiral descendente, pero sólo a costa de preparar el camino para una caída más abrupta en el futuro.
¿Ha pasado la crisis?
¿Ha pasado la crisis en Gran Bretaña? En absoluto. Sólo la intervención sin precedentes del gobierno, temporalmente, «resolvió» la crisis de Northern Rock, garantizando públicamente todos los depósitos del banco. La intervención del ministro, Alistair Darling, fue obligada debido al espectáculo de las largas colas en el exterior del banco y los miles de millones evaporados de sus acciones.
El gobierno no podía permitir que Northern Rock se hundiera y con ello, posiblemente, desencadenar una reacción en cadena que provocara el colapso de un banco tras otro. Por esa razón, anunciaron que ayudarían al banco. Esta medida de manera temporal calmó la situación, pero no solucionó ninguno de los problemas subyacentes. Todo lo contrario, al inyectar aún más dinero (público) a un sistema enfermo, al final, empeorarán los problemas que ya existían antes de que estallara la crisis de Northern Rock.
En una entrevista con Edmund Conway, editor económico del Daily Telegraph (17/7/07), Alan Greenspan avisa de una caída de los precios inmobiliarios en Gran Bretaña. Pronostica que el mercado inmobiliario británico se dirige hacia una «corrección dolorosa» y advierte de las «dificultades» que se avecinan para los propietarios británicos de viviendas cuando la subida de los tipos de interés frene en seco la subida de precios inmobiliarios. El economista de 81 años de edad, y asesor de Gordon Brown, dijo que los recientes aumentos de los precios inmobiliarios, sobre todo en Londres y el Sudeste, eran insostenibles:
«No puede durar [el boom]. Ya se comienza a ver el movimiento de los tipos hipotecarios, los fijos a dos años empiezan a variar (…)». Lo que está diciendo es que las hipotecas subirán después de un período previo en el cual los tipos bajos se utilizaban como cebo para atraer a las personas. «Va a cambiar, ha cambiado», afirma Greenspan.
También avisa de que Gran Bretaña es más vulnerable que EEUU ante los efectos de la crisis crediticia: «Gran Bretaña está más expuesta que nosotros, en el sentido de que tiene tipos hipotecarios ajustables», hace referencia a los préstamos con tipo de interés variable elegidos por muchas familias frente a los de tipo de interés fijo.
En la misma entrevista advierte:
«La inflación se disparará bruscamente en los próximos años, se doblará y, por esa razón, los tipos de interés podrían alcanzar cifras de doble dígito en los próximos años para evitar la inflación».
La crisis no se ha evitado aún. Sólo acaba de comenzar. A partir de ahora, después de años de baja inflación, tipos bajos y crédito fácil, veremos un restricción del crédito y subida de los tipos de interés. Estas medidas tendrán varios efectos. Por un lado, un crédito más escaso y preciado, reducirá la demanda porque el poder adquisitivo de los consumidores se reducirá, tanto en Europa como EEUU. Por otro lado, junto con el aumento inevitable de la inflación (los precios del petróleo recientemente alcanzaron un nuevo récord), afectará negativamente a los beneficios de los capitalistas y llevará a una reducción de la producción o incluso una recesión.
Para empezar, una caída de los beneficios de los bancos conllevaría a una reducción de empleos en el sector financiero. Esta situación provocará una nueva contracción de la demanda, más desempleo y bancarrotas en la industria de la construcción. A su vez, afectará a la demanda de acero, cemento, ladrillos y otras mercancías, provocando una nueva recesión industrial.
El colapso de los precios inmobiliarios también provocaría una recesión en la industria de la construcción. En EEUU se han desahuciado dos millones de viviendas. Millones de pobres norteamericanos se encuentran sin casa, mientras que otros millones luchan por pagar sus hipotecas por casas que ya no valen lo que deben pagar por ellas. Recientemente, un escritor pronosticó el surgimiento de una subclase de esclavos hipotecarios en EEUU.
Dejemos aun lado los efectos sociales de toda esta situación. Desde el punto de vista estrictamente económico, es muy serio porque el boom de la construcción fue la principal fuerza motriz de la economía norteamericana durante estos últimos años. Por tanto, en este caso, no es difícil imaginar que una recesión en el sector inmobiliario tendrá un efecto en la economía real en un futuro no muy lejano.
EEUU: la clave de la economía mundial
Están presentes todos los ingredientes para una espiral descendente, particularmente en la importante economía estadounidense. El estallido de la burbuja tecnológica de 2000 llevó a una recesión, pero fue relativamente suave. Pero no hay garantía de que la siguiente sea igual. En la economía el pasado no es una guía para el futuro. La crisis actual en los mercados monetarios ha suscitado la perspectiva de una recesión en el conjunto de la economía. El dólar, a pesar de todo, sigue siendo la «moneda de reserva» del mundo. Una caída profunda de su valor desestabilizaría la economía global.
La economía estadounidense es aún el factor decisivo en la economía mundial. Pero los estrategas del capital cada vez están más preocupados por la situación de su salud. El 4 de agosto apareció un artículo en el Financial Times con el siguiente título: Learn from the fall of Rome, US warned. Este título dice mucho de la psicología actual de los estrategas del capital. Jeremy Grant en Washington escribía:
«El gobierno norteamericano está sobre una ‘plataforma en llamas» de políticas insostenibles y déficit fiscales, un cuidado sanitario crónico bajo la financiación, inmigración y compromisos militares en el extranjero que amenazan con una crisis si no se hace algo pronto, esta advertencia procede de un alto cargo del gobierno.
«David Walker, interventor general de EEUU, hizo una declaración extraordinariamente pesimista sobre el futuro de su país en un informe que expone lo que él denominaba ‘estímulos escalofriantes a largo plazo».
«Entre ellos se incluyen aumentos de impuestos ‘espectaculares», reducción de los servicios gubernamentales y dumping a gran escala por gobiernos extranjeros que poseen deuda estadounidense.
«Al trazar paralelismos con la caída del Imperio Romano, Walker avisa de que existen ‘similitudes sorprendentes» entre la situación actual de EEUU y los factores que llevaron a la caída de Roma, incluido el ‘declive de los valores morales y la cortesía política en casa, con un exceso de confianza, excesos militares en tierras extranjeras e irresponsabilidad fiscal por parte del gobierno central.
«»¿Suena familiar? En mi opinión, es el momento de aprender de la historia y dar los pasos necesarios para garantizar que la República Norteamericana sea la primera en soportar la prueba del tiempo». El desequilibrio fiscal, escribía, significa que EEUU está en ‘el camino hacia una explosión de la deuda»».
Hay una gran incertidumbre en Wall Street con los cuatro grandes bancos de inversión norteamericanos y cuando éstos hagan públicos sus resultados del tercer trimestre, que pueden dar una visión más clara de todo el daño provocado por las sub-prime y la crisis crediticia de este verano. Los bancos norteamericanos han visto como los precios de sus acciones combinadas caían un 22 por ciento en la mitad del trimestre y existe preocupación por su exposición al mercado de las sub-prime. Lehman Brothers, Bear Stearns, Morgan Stanley y Goldman Sachs, todos tenían cientos de millones de dólares. Merrill Lynch avisó en una clasificación reguladora que había hecho «ajustes del valor» frente a las pérdidas potenciales y admitía un «riesgo significativo» de nueva exposición.
La comisión de la Reserva Federal USA se reunió por primera vez desde la crisis del verano para discutir una reducción de los tipos de interés. Una reducción de un cuarto de punto hasta el 5 por ciento se consideraba el resultado más probable, pero al final recortaron medio porcentaje de punto. La razón fue la presión que el banco recibió de las empresas norteamericanas para que relajara la política monetaria y así evitar el «contagio», es decir, impedir que la crisis de las sub-prime se extendiera al resto del mundo financiera y arrastrara a EEUU a una recesión.
Paul McCully, del fondo de bonos Pimco, dijo al Daily Telegraph (17/9/07) que la Reserva Federal podría tener que reducir más los tipos de interés en los próximos tres meses. «Necesita relajar y relajará sustancialmente, no para ayudar a Wall Street sino para garantizar que un crecimiento económico más débil no termine en una recesión». Detrás de estos temores reside el nerviosismo de los mercados monetarios.
La inflación está aumentando, un hecho no reflejado de manera adecuada en las estadísticas del gobierno. En 2000, cuando Bush llegó al cargo, el oro estaba a 273 dólares la onza, el barril de petróleo a 22 dólares y el euro valía 0,87 dólares. Actualmente, el oro supera los 700 dólares la onza, el petróleo está por encima de los 80 dólares el barril y el euro a casi 1,40 dólares. Algunos economistas dicen que el barril de petróleo podría ponerse en 125 dólares la próxima primavera, la última reducción de tipos de interés sólo sirve para arrojar más gasolina a las llamas.
El boom en EEUU se ha basado en el consumo, alimentado por el crédito. Como explica Marx, el crédito es una forma de expandir el mercado más allá de sus límites naturales. Pero este proceso tiene sus límites y ahora se han alcanzado. Si los capitalistas no pueden encontrar mercados para sus mercancías, no podrán conseguir plusvalía y estará garantizada una crisis de sobreproducción.
El trabajador norteamericano ahora produce como media un treinta por ciento más que hace diez años, los salarios llevan seis años estancados. El aumento de los precios significa una reducción de los salarios reales. Lo mismo ocurre con los pensionistas y otros sectores con ingresos fijos. Incluso sin una recesión, la población norteamericana sufrirá una erosión de su nivel de vida. Muchos pobres estadounidenses ya tienen que luchar para cubrir sus necesidades. Ahora millones estarán amenazados con la pérdida de sus empleos y viviendas. Esta situación provocará un aumento de las huelgas y los conflictos de clase, a un nivel no visto en EEUU desde los años treinta.
La reducción de tipos, en el mejor de los casos, será un remedio temporal. El mercado inmobiliario no se recuperará, ese carnaval se terminó. Los bancos después de quemarse los dedos, están reduciendo los préstamos y el inventario inmobiliario es el mayor desde que se registra este dato. La caída de los precios inmobiliarios afectará al consumo y provocará una contracción de la demanda. El efecto real de la reducción de tipos de interés será un aumento de la inflación.
La inflación en el mercado bursátil ya era pasmosa antes de esto. La capitalización de mercado de las acciones norteamericanas creció desde los 5,3 billones de dólares a finales de 1994, hasta los 17,7 billones de dólares a finales de 1999 y, al final de 2006, su valor era de 35 billones de dólares, un aumento geométrico de la relación precio-beneficio. Esta situación no fue el resultado de una expansión de la actividad productiva sino del aumento masivo del capital ficticio: más dólares a la caza del mismo número de activos.
«Todo lo que sube baja». Esta idea no sólo se aplica a la ley de la gravedad, sino también a la bolsa. El aumento vertiginoso de los precios de las acciones e inmobiliarios prepara el camino para una caída igual de profunda en el futuro. A pesar de las acciones de la Fed, aparecerán los desahucios, las pérdidas, las bancarrotas y los impagos.
Impacto global
Los bancos de inversión esperan que una reducción de los tipos de fondos de la Fed consiga disparar de nuevo el mercado. Pero una reducción de los tipos de interés no resuelve los problemas fundamentales. No elimina la insolvencia entre los propietarios, los prestamistas hipotecarios, los fondos de alto riesgo y los bancos. Lejos de resolver el problema al final lo empeorará.
El mercado estadounidense ya está inundado de liquidez debido a las payasadas de Alan Greenspan que provocaron la actual burbuja inmobiliaria, el mayor boom especulativo de la historia. Al reducir el coste del préstamo, la Fed sólo está creando una mayor extensión del crédito y el endeudamiento a todos los niveles. Con ello prolongará y exacerbará las burbujas inmobiliaria y del crédito. Como decía un analista de mercado: «Una reducción de los tipos de Fondo de la Fed simplemente es heroína para los yonquís del crédito».
Desde un punto de vista capitalista esta medida es la mayor de las irresponsabilidades. Es mejor que las empresas entren en bancarrota (incluidos los bancos) que reducir los tipos de interés y alentar la «exuberancia irracional» que finalmente socavará el dólar y a todo el sistema financiero norteamericano. Tarde o temprano, esta burbuja estallará y las consecuencias serán aún más penosas. Si las autoridades norteamericanas no están dispuestas a actuar, los mercados lo harán por ellas.
Como hemos visto, la burguesía siempre intenta explicar el fenómeno económico en términos de «confianza», como si fuera algo totalmente subjetivo. No lo es. La «confianza» de los inversores se basa en consideraciones materiales muy reales. Mientras la economía norteamericana avanza, incluso con bases nada sólidas, la burguesía de otros países está dispuesta a invertir en ella. No prestaban atención a los niveles colosales de deuda y al enorme déficit, incluido el déficit por cuenta corriente que está próximo a los 800.000 millones de dólares anuales. EEUU necesita recoger al menos 70.000 millones de dólares cada mes para cubrir este déficit.
EEUU ha pasado de ser el mayor acreedor del mundo a ser el mayor deudor, con un pasivo externo neto de 3 billones de dólares. La tasa de ahorros ha caído por debajo de cero por primera vez desde la Gran Depresión de los años treinta. En la actualidad, China y otros países asiáticos tienen enormes cantidades de dólares y bonos norteamericanos, no tienen interés en provocar un colapso económico de EEUU, y los estadounidenses se apoyan en esta situación. Pero para todo hay un límite. Tarde o temprano, la naturaleza insana de la economía norteamericana provocará una salida internacional del dólar. Los bajos tipos de interés no llevarán dinero a los mercados, provocarán una mayor depreciación del dólar.
Al reducir los tipos de interés, la Reserva Federal está entrando en un terreno muy peligroso. La economía norteamericana está desafiando las leyes de la gravedad. Es tan poco sólida que es impensable que la situación actual pueda durar mucho. Finalmente, los extranjeros se preocuparán por que los dólares y los bonos que tienen no valdrán ni el papel sobre el que están escritos. Y ¿por qué querrán prestar dinero a bajos tipos de interés en una moneda que se deprecia cuando ellos pueden tomar esos mismos fundos y prestarlos a tipos de interés más altos en una moneda que revaloriza su valor?
El resto del mundo no estará dispuesto eternamente a financiar la tendencia de EEUU a consumir más de lo que produce. Ya hay signos de esta situación. Paradójicamente, parece que los primeros en aterrorizarse fueron los saudíes, los principales aliados de Washington en el mundo árabe, que tienen grandes inversiones en EEUU. Arabia Saudí se ha negado a reducir por primera vez los tipos de interés al mismo nivel que la Fed, es una señal de que el rico reino petrolero del Golfo se prepara para romper con el dólar. Esta situación supone el riesgo de estampida del dólar en todo Oriente Medio.
Por su parte, el gobierno chino ha iniciado una campaña concertada de amenazas económicas contra EEUU, insinuando que podría liquidar sus enormes reservas de activos estadounidenses si Washington impone sanciones comerciales para forzar a una revaloración del yuan. Henry Paulson, el Secretario del Tesoro norteamericano, dijo que cualquier sanción de este tipo minaría la autoridad estadounidense y «desencadenaría un ciclo global de legislación proteccionista». Estos hechos indican los peligros reales a los que ahora se enfrenta EEUU y toda la economía mundial. Lo que realmente transformó la crisis de 1929 en la Gran Depresión que duró diez años hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial fue el proteccionismo, las guerras comerciales y las devaluaciones competitivas que socavaron el comercio mundial.
Greenspan pronostica que el dólar caerá probablemente en los próximos años debido a los problemas del déficit norteamericano. «Tendrá que haber una corrección y, por último, una de las cosas que se verá afectada es su moneda». Una «corrección» significa recesión.
Jim Rogers, el antiguo socio de George Soros, señaló que la Reserva Federal juega con fuego al reducir de manera tan agresiva los tipos de interés, en un momento en que el dólar todavía está presionado. El riesgo es que la huida de los bonos norteamericanos pueda subir a la rentabilidad a largo plazo que forma la base del precio del crédito para la mayoría de las hipotecas, empujando con ello al mercado inmobiliario a una crisis aún más profunda.
«Si Ben Bernanke comienza a gestionar esta situación presionando aún más rápido de lo que está haciendo ya, vamos a tener una recesión seria. El dólar está desmoronándose y el mercado de bonos se dirige al colapso. Habrá muchos problemas».
En cierta etapa, varios de los inversores extranjeros perderán la confianza en la economía de EEUU. Entonces, veremos el mismo tipo de escenas que vimos hace poco en Gran Bretaña pero a una escala global. Será una huida del dólar similar a la de Northern Rock, y por las mismas razones. Si los inversores extranjeros temen que no conseguirán recuperar su dinero de «EEUU S.A.», harán cola para retirar sus fondos. Cuando ocurrió en Gran Bretaña, el Banco de Inglaterra intervino para apoyar al banco y así garantizar sus depósitos. Pero ¿quién ayudará a la economía norteamericana? El Banco de Inglaterra es el «prestamista como último recurso» en Gran Bretaña, pero EEUU es el «prestamista como último recurso» de todo el mundo.
En el período reciente se ha puesto de moda decir que la crisis en EEUU no afectará al resto del mundo. Ya he tratado esta idea en mi artículo publicado recientemente: La situación internacional y las perspectivas, publicado en www.elmilitante.org. En él se contradicen todos los argumentos de los economistas burgueses sobre la globalización, que precisamente significa que la economía mundial está más integrada que en cualquier otro momento de la historia. Cualquier acontecimiento importante en una economía importante afectará a las demás. Esto se aplica sobre todo a EEUU.
Esta interdependencia global revelada claramente por esta última crisis, comenzó en EEUU y rápidamente se extendió a Europa y Gran Bretaña. Ahora la crisis bancaria en Gran Bretaña afecta al resto del mundo, cuando los depositantes, inversores y ahorradores absorben las lecciones de la gestión del quinto banco más grande de Gran Bretaña que casi provoca el colapso general. Mike Whitney lo explica muy bien:
«El mismo huracán económico de fuerza cinco que acaba de afectar a Gran Bretaña se dirige a EEUU y gana fuerza en el camino.
«Un tsunami más poderoso se acerca sobre EEUU, donde muchos de los bancos han participado de las mismas prácticas y están utilizando el mismo modelo empresarial que Northern Rock. Los inversores ya no compran CDO, MBS ni nada relacionado con el sector inmobiliario. Nadie los quiere, sean sub-prime o no. Eso significa que los bancos norteamericanos pronto sufrirán el mismo tipo de vendaval económico que ahora sufre Gran Bretaña. La única diferencia es que la economía norteamericana ya está sufriendo la crisis inmobiliaria y la bolsa cada está más inquieta.
«Por eso el Secretario del Tesoro, Henry Paulson, salió ayer corriente hacia Gran Bretaña para ver si podía calcular una forma de evitar la extensión del contagio».
La crisis de 1997-1998 comenzó en Asia y después se extendió a Turquía, Polonia, Rusia, Brasil y Argentina, donde provocó el colapso de 2001. Esto creó una insurrección en las calles de Buenos Aires y el colapso del gobierno de De la Rua. Se están preparando acontecimientos similares, pueden ocurrir cambios repentinos en cualquier país del mundo. Es una expresión de la inestabilidad subyacente del capitalismo a escala mundial No es casualidad que Greenspan titule su reciente autobiografía: La era de la turbulencia.
Es la mayor crisis bancaria de Gran Bretaña desde los años treinta. En realidad, habría que remontarse ciento cincuenta años atrás para encontrar una situación similar en un banco británico. La última vez que hubo una crisis financiera de esta magnitud fue en 1866, fue una situación de «pánico», como solían llamar a la recesión en el siglo XIX. Las dramáticas escenas no tenían precedente en la historia reciente británica.
Northern Rock había adoptado el modelo desarrollado por muchos bancos importantes de EEUU. En lugar del método tradicional de mantener el capital suficiente para respaldar los préstamos, dependían de los inversores en el mercado para la financiación a gran escala de sus hipotecas. De esta manera, el banco evitaba la inconveniencia de mantener las reservas suficientes para devolver el dinero a sus depositantes. El resultado parecía bueno y la empresa iba bien. En sus libros tenía hipotecas valoradas en unos 100.000 millones de libras, pero todo era en el mejor de todos los mundos capitalistas posibles. Funcionaba en la medida que la gente no exigía su dinero. Mientras la economía crecía la situación podía continuar, pero si los depositantes pedían su dinero en efectivo, el banco no podía pagarles porque simplemente no tenía su dinero. Se lo había prestado a otras personas para que compraran casas, los que adquirieron estos prestamos pagan una cierta cantidad de dinero cada mes en concepto de recibo de hipoteca, pero nunca podrán devolver de una vez todo el dinero prestado.
Como consecuencia, a pesar de que el valor en los libros era de 100.000 millones de libras, el banco fue incapaz de pagar unos cuantos miles de millones a sus clientes sin la ayuda del gobierno. No tenía reservas, sus activos no tenían liquidez y no tenían un valor de mercado apreciable. En el momento de la verdad, el quinto banco de Gran Bretaña solo tenía un valor sobre el papel de miles de millones imaginarios, pero los depositantes exigían su dinero en efectivo. Los 100.000 millones de libras en activos inmobiliarios se convirtieron en una pesada losa al cuello que les arrastraba hacía el fondo.
Un giro de ciento ochenta grados
Alistair Darling, Ministro de Economía británico, intentó garantizar a los ahorradores que Northern Rock era solvente y que tenía el apoyo del Banco de Inglaterra. En el pasado, este tipo de declaraciones del ministro y el gobernador del Banco de Inglaterra, habrían tenido el efecto calmar los nervios de los depositantes y accionistas. Pero en esta ocasión, estos sonidos tranquilizadores no tuvieron ningún efecto, la retirada de fondos y la crisis de Northern Rock continuaron.
La crisis ganaba impulso por momentos, como si fuera una enorme bola de nieve rodando hacia abajo por una colina. Las acciones de Northern Rock bajaron un 35,4 por ciento y la retirada masiva de fondos continuó a una media de 1.000 millones de libras diarias. El banco perdió una octava parte de sus depósitos en tres días, de haber seguido ese ritmo, el banco se habría quedado sin fondos el fin de semana.
Se suponía que esto no iba a ocurrir. Las noticias de la crisis de Northern Rock inmediatamente tuvieron un efecto en los otros bancos. En la bolsa, las acciones de los bancos sufrieron pérdidas importantes, el coste de los préstamos interbancarios alcanzó niveles muy elevados. Todo el sistema bancario británico estaba en peligro.
El problema más serio era el riesgo de contagio y que éste llevara a un colapso bancario general. Casi ocurre. Otro gran banco, Alliance & Leicester, tuvo que hacer una declaración pública después de que sus acciones perdieran un tercio de su valor. La caída de las acciones de Alliance & Leicester también despertó los temores de sus clientes que comenzaron a retirar en masa sus ahorros, era la segunda vez que sucedía esta situación a un banco británico. El banco intentó responder a los rumores que le señalaban como el siguiente banco que necesitaría financiación de emergencia.
Bradford & Bingley tenía sobre su futuro otro gran signo de interrogación, sus acciones también bajaron bastante. Los dos bancos tienen relativamente pocos depositantes y utilizan los mercados monetarios para financiar sus préstamos. Las acciones de Alliance & Leicester perdieron 1.200 millones de libras de su valor de mercado.
Tradicionalmente, el Banco de Inglaterra habría prestado con tranquilidad dinero al banco para evitar el pánico y nadie lo habría sabido, pero las nuevas regulaciones bancarias hacen que esto sea imposible. El viejo mundo acogedor de los banqueros ha desaparecido para siempre. Ahora han entrado también en el torbellino frenético del capitalismo global del siglo XXI.
Sólo dos días antes del estallido de la crisis, Mervyn King, gobernador del Banco de Inglaterra, aseguró en una comisión parlamentaria que de ninguna manera el banco ayudaría a los bancos e inversores con problemas que habían invertido de una manera alocada y especulativa en préstamos sub-prime. Pero a los pocos días, el gobernador del banco tuvo que dar un giro de ciento ochenta grados.
Lo mismo hizo el Ministro de Economía cuando manifestó: «Sería necesario que nosotros, junto con el Banco de Inglaterra, ante la presente inestabilidad, pusiéramos las condiciones para garantizar todos los depósitos que hay en el Northern Rock. Eso significa que los ahorradores pueden continuar sacando su dinero, pero si eligen dejar su dinero en Northern Rock, éste estará garantizado y a salvo».
El gobierno estaba aterrorizado ante el peligro de contagio. Alistair Darling y Gordon Brown estaban nerviosos. A pesar de la supuesta autonomía del Banco de Inglaterra, el gobierno recurrió al gobernador del Banco de Inglaterra y le obligó a dar inmediatamente los fondos a Northern Rock. Darling dijo que si le obligaban, el gobierno utilizaría los bienes de Northern Rock para financiar los depósitos.
Los analistas de la City dijeron que sería el equivalente a la nacionalización del banco. El Tesoro también dijo que el gobierno apoyaría a otros prestamistas si era necesario, dependería de su situación financiera. ¿Qué significa todo esto? Frente a la amenaza de un colapso, el ministro tuvo que ofrecer una garantía de «respaldo monetario». La realidad es que el nuevo gobierno laborista estaba presentando un cheque en blanco, no sólo a Northern Rock sino a todo el sistema bancario.
¿Qué queda de la «economía de mercado»?
Debemos decirlo con claridad: hace unos días todo el sistema bancario británico estuvo amenazado por un colapso. Lo que hizo el gobierno fue un movimiento desesperado para evitar una catástrofe potencial y convencer a los ahorradores de que su dinero estaba a salvo. El gobierno ahora intenta encontrar un comprador para Northern Rock, pero no es seguro que tenga éxito. La situación es muy frágil y es posible que se puedan producir nuevas situaciones de pánico en cualquier momento. Más que una victoria, como pretende el gobierno, se tata de una tregua inestable. Ahora buscan un chivo expiatorio y piensan que lo han encontrado en el supuesto conservadurismo fiscal del Banco de Inglaterra.
Los banqueros y economistas han criticado la negativa inicial del Banco de Inglaterra de proporcionar apoyo a las instituciones financieras. Pero desde un punto de vista capitalista, actuó correctamente. De acuerdo con las leyes del mercado, si una empresa no tiene fondos, entra en bancarrota. El Estado se supone que no debe gastar el dinero de los contribuyentes para ayudar a empresas con dificultades. Si una empresa no es rentable, se la debe permitir que cierre y de esta manera toda la economía será más «ágil y mecánica». Es simplemente una expresión concreta de la lucha darwiniana por la supervivencia y, como sabemos, ¡el más apto siempre sobrevivirá!
Este principio se aplicó con extrema crueldad en casos como la industria automovilística británica (antes un sector floreciente de la manufactura del que no queda nada) o la minera. Los banqueros siempre son particularmente estrictos en esta cuestión. Pero una vez que la City londinense se ve afectada, los principios de «hierro» de la economía de mercado se derriten como una bola de nieve bajo el sol. Comparemos este comportamiento, con el que tuvieron tanto los gobiernos laborista como tory hacia las industrias manufactureras amenazadas de bancarrota y cierre. Los banqueros, inmediatamente, recurrieron al gobierno para que concediera ayudas estatales y éste, que no dudó en tratar con dureza a los mineros, a los trabajadores del automóvil, madres solteras, enfermos y enfermeras mal pagadas, rápidamente salió en su ayuda con la chequera dispuesta.
¿Qué queda ahora de esa pretensión de que los banqueros y los capitalistas merecen sus beneficios e intereses porque son valientes pioneros de la empresa privada que son recompensados por «correr riesgos»? ¿Dónde está el riesgo si, cuando llega la crisis, el gobierno inmediatamente hace frente a todas las pérdidas? Esta es la verdadera cara de la «economía de mercado». Cuando el mercado sube y los bancos consiguen grandes beneficios de todo tipo de acuerdos tramposos y especulativos, el mercado domina, pero cuando cambia el clima y comienza a soplar el viento frío, pronto olvidan todos los principios del mercado y exigen ayudas del Estado.
Las causas principales
Mike Whitney en Britain escribía lo siguiente sobre los recientes acontecimientos: «Parece un buen funcionamiento para un banco pasado de moda. Y, como en 1929, los propietarios de los bancos y el gobierno intentan calmar a sus clientes garantizándoles que su dinero está a salvo. Pero la naturaleza del ser humano es así, la gente no se tranquiliza fácilmente cuando piensa que sus ahorros están en riesgo. En ese momento la cuestión dominante es: los ahorradores quieren su dinero sin excusas». Y tiene razón.
En el arcano mundo de la banca, la confianza es un ingrediente esencial. El lema del Banco de Inglaterra desde el siglo XVIII ha sido: «mi palabra es mi fianza». Pero si la gente cree que no se puede confiar en los bancos para que cuiden su dinero y exigen su devolución, ¿qué ocurrirá con los bancos cuando los depositantes se apresuren para retirar sus ahorros? Eso es lo que hemos presenciado hace poco en Northern Rock.
La confianza es como la virginidad: una vez que la pierdes ya no la puedes recuperar. Ahora existe una enorme desconfianza no sólo hacia los bancos y el gobierno, sino también hacia todo el establishment. Esta situación es totalmente nueva en la sociedad británica y puede tener consecuencias importantes en el futuro, no sólo en el terreno de la economía, sino también en el político.
La verdadera causa de la crisis actual no es el alocado mundo de la especulación. La crisis de las sub-prime, como dice correctamente Greenspan, sólo fue el accidente a través del cual se expresó la necesidad. En el Daily Telegraph (17/9/07) Roger Bootle escribe:
«Además, con los propios costes de financiación de los bancos ahora muy altos y con el reconocimiento tardío de que el préstamo puede ser un negocio arriesgado, poco a poco, han cambiado el comportamiento del préstamo con sus clientes, y también entre ellos.
«Mientras tanto, hay signos de desaceleración en la economía global. En EEUU, el nivel de empleo, en general, considerado como el barómetro clave de la salud económica, cayó de manera absoluta en agosto por primera vez en cuatro años.
«En realidad, la reciente turbulencia de los mercados financieros no es la raíz de estos acontecimientos económicos. Lo que refleja es un debilitamiento general de la economía global que había comenzado antes de que los mercados se volvieran locos».
Sobre esta cuestión, al menos Bootle tiene razón. Las crisis financieras y la restricción del crédito no son la causa de la crisis económica sino su efecto. El ciclo capitalista de boom y recesión tiene causas más profundas. Mientras los capitalistas consiguen beneficios de la extracción de plusvalía hay «seguridad» y «confianza», el crédito se vuelve poco riguroso y es fácil de conseguir. Pero cuando el ciclo llega a sus límites y hay síntomas de que los buenos tiempos van a terminar, entonces esta confianza se «evapora».
Los niveles de especulación y capital ficticio inyectados a la economía durante el último período son como un veneno que debe ser extraído. Pero cuando intentan hacerlo, pueden con facilidad pinchar la burbuja y hacer que todo se desmorone. En ese momento, los acreedores comienzan a exigir el pago de la deuda y ya no están dispuestos a prestar dinero. Lo que exigen son tipos de interés más elevados. Esto reduce la tasa de beneficio y también la demanda. Lo que antes era efecto, ahora es causa y el ciclo emprende una espiral descendente incontrolable.
Esta situación es la que temen tanto la burguesía británica como la estadounidense. Por eso la Fed y ahora (de mala gana) el Banco de Inglaterra inyectan más inflación a la economía. Con ello puede que pospongan el día fatídico, pero sólo a costa de provocar después un colapso mayor y más profundo.
El casino mundial del capitalismo moderno
Hubo una época en que se consideraba a los banqueros respetables ciudadanos en los que se podía confiar para que cuidaran el dinero de otras personas. Llevaban trajes oscuros y recibían a la gente que quería conseguir un préstamo en salones de mármol, la sometían a un interrogatorio inquisitorial relacionado con aspectos de su vida. ¡Eso terminó!
Gracias a las reformas thatcheristas de los años ochenta y la desregulación de la City todo ha cambiado. Los banqueros ahora están totalmente absorbidos en el casino mundial del capitalismo moderno y son adictos al juego de los mercados bursátiles. El problema es que no juegan con su dinero sino con los ahorros de toda una vida y los fondos de pensiones de la gente corriente, fundamentalmente la clase obrera o la clase media.
En el punto culminante del boom, puede haber una crisis de los mercados bursátiles que sirva para sacar grandes cantidades de capital ficticio inyectados en el sistema durante el auge. Esta situación se conoce como «corrección» y se supone que tiene los mismos efectos beneficiosos que las sangrías (extraer el exceso de sangre de un paciente») se imaginaban tenían en la Edad Media. Pero como sabemos, la pérdida de mucha sangre a veces puede tener consecuencias desastrosas.
La crisis crediticia ya tiene efectos. Los bancos se han visto obligados a cancelar miles de millones de libras de deuda. El Banco de Inglaterra ha subido los tipos de interés cinco veces el año pasado hasta alcanzar el 5,75 por ciento actual. Ahora se escuchan los alaridos de dolor.
El aumento del coste del crédito no sólo afecta a los consumidores y propietarios de viviendas, también se alimenta de la tasa de beneficio de los capitalistas. Puede afectar en cierta etapa a la inversión, especialmente si se combina con aumentos de los precios de las materias primas como el petróleo.
Según Greenspan: «En Gran Bretaña, el mercado inmobiliario aún no ha cambiado y el consumo familiar está más sujeto a los cambios de tipos de interés que en EEUU». La inestabilidad de los mercados monetarios ha supuesto que el tipo real pagado por millones de familias, el llamado tipo variable estándar, en realidad haya subido a las nubes, sobre todo cuando el tipo bancario estaba ya en un 6,75 por ciento. Esta advertencia llega con el sistema bancario británico en crisis.
También hay crecientes signos de que tras una década de casi crecimiento ininterrumpido, el mercado inmobiliario está desacelerándose de una manera espectacular. Según Rightmove y la Royan Institution of Chartered Surveyor, se ha producido una caída repentina de los precios.
El papel de la Reserva Federal
En su obra de 1966, Gold and Economic Freedom, Greenspan culpaba a la Fed de la Gran Depresión. Esta afirmación no es correcta. Los bancos no causan las depresiones, éstas son la consecuencia de la anarquía de la producción capitalista. Pero sí pueden exacerbar las crisis al inyectar durante un auge enormes cantidades de capital ficticio al sistema. Eso ocurrió en el período anterior al gran crack de 1929 y ahora ocurre a una escala incluso mayor. Citaremos las palabras de Greenspan:
«El exceso de crédito que la Fed bombeó a la economía se extendió por el mercado bursátil, desencadenando un espectacular boom especulativo. Cuando ya era tarde, los funcionarios de la Reserva Federal intentaron absorber el exceso de reservas y finalmente acabaron con el boom. Pero era demasiado tarde, en 1929 los desequilibrios especulativos ya eran arrolladores».
Resulta irónico que estas opiniones vengan de Alan Greenspan. Bajo su dirección, la Fed contribuyó de forma poderosa a las burbujas de EEUU y a su adicción a la deuda. El mantenimiento de tipos demasiado bajos durante tanto tiempo estimuló el boom crediticio y preparó así el camino para la crisis actual. Durante la mayor parte del período de 2002 a principios de 2006, los tipos «reales» realmente fueron negativos (por debajo de la inflación), la realidad es que se recriminaba a aquellos que no contraían deudas. Ahora Greenspan dice: «La raza humana nunca ha encontrado una forma de hacer frente a las burbujas». Admite que le pilló por sorpresa la locura de las sub-prime: «Aunque yo conocía que estaban sucediendo muchas de estas prácticas, en realidad no hice frente a esta situación hasta que fue demasiado tarde: en 2005 y 2006», estas son sus palabras al Daily Telegraph.
El resultado de las repetidas reducciones de los tipos de interés es un país que vive más allá de sus límites (los banqueros califican esta situación como riesgo moral). De ser el mayor acreedor mundial, EEUU se ha transformado en el mayor deudor del mundo, su pasivo externo neto supera los 3 billones de dólares. La tasa de ahorro ha caído por debajo de cero por primera vez desde la Gran Depresión. EEUU año tras año ha mantenido un déficit por cuenta corriente del 6,5 por ciento de su PIB, a pesar de todo, la Fed miraba con complacencia cómo los compradores gastaban alegremente y acumulaban deudas cada vez mayores. Como resultado de esta situación, Asia y particularmente China han acumulado enormes reservas a costa de EEUU.
La crisis reciente ha revelado hasta qué punto los grandes bancos norteamericanos están metidos de lleno en la especulación. Particularmente ingrata era la práctica de comprar y vender deuda. Durante este boom, los bancos y las financieras estaban dispuestos a ofrecer créditos e hipotecas a muchas personas que no se lo podían permitir. En la medida que los tipos de interés estaban bajos (durante un tiempo incluso negativos) parecía un buen acuerdo. Sobre esta base, muchos trabajadores pobres intentaron comprar casas. Además, los bancos vendían paquetes de esta deuda a otros bancos que estaban ansiosos por comprar.
La «finanza estructurada» es el término que utilizan para un sistema supuestamente diseñado para distribuir el capital de manera más eficiente permitiendo a otros participantes en el mercado cumplir el papel que antes era considerado exclusivo de los bancos. En la práctica, es un timo gigantesco. Los préstamos hipotecarios inseguros y otros pasivos mágicamente se transformaron en activos (valores títulos) a través de la denominada «securitización». Era el equivalente financiero de los alquimistas que pretendían transformar el plomo en oro. Este sistema se basa en inversores que proporcionan los fondos a los préstamos hipotecarios que después serán vendidos como obligaciones de deuda garantizada o CDO.
Esta locura se puso al descubierto con el colapso de Bear Stearns en EEUU. De repente nadie quería las CDO. Toda una serie de bancos muy conocidos tenían problemas. Por ejemplo, Lehman Brothers, quedó seriamente dañado por su excesiva exposición al mercado de las sub-prime, 2 billones de dólares, los préstamos inmobiliarios se habían dividido en «rebanadas y cuadritos» y convertido en paquetes de renta, normalmente en forma de obligaciones de deuda garantizada. Este banco el año pasado se llevó una gran parte de los 500.000 millones de dólares expedidos en CDO. Debido a estas práctica, el director, Richard Fuld, recibió una generosa retribución de 40,5 millones de dólares.
Todo fue bonito mientras duró, pero todo lo bueno llega a su final. El pánico en los mercados crediticios norteamericanos estalló en mayo cuando Bear Stearns informó de enormes pérdidas en dos de sus fondos de alto riesgo. Permitieron que uno de los fondos colapsara mientras rescataba el otro. En agosto, las ventas de nuevas CDO cayeron un 73 por ciento. Ahora la rentabilidad de los bonos de la deuda de Lehman es inferior a la deuda de Colombia. La cantidad total de dinero que Goldman Sachs y Morgan Stanley han tenido que inyectar se ha doblado desde febrero dejando apenas margen de beneficio.
Citigroup calcula que los cuatro bancos, incluido Merril Lynch, se han quedado con 75.000 millones de dólares en préstamos para «leveraged buy-outs» [N. del T. Comprar todas las acciones de una empresa pagándolas con dinero prestado a cambio de asegurar que las acciones serán compradas], contratadas antes de la restricción crediticia y que han sido incapaces de colocar en los mercados sin obtener abundantes pérdidas. Se ha producido un repentino aumento del endeudamiento de bancos procedente del programa de rescate de emergencia de la Fed. Miles de millones de dólares se han repartido a través de la conocida como «ventana de descuento». Igual que en Gran Bretaña, los bancos norteamericanos han pedido dinero prestado a la Fed porque no pueden cumplir sus requerimientos mínimos de reserva.
Parasitismo
Todo el sistema bancario ahora está hasta el cuello metido en el fraude y los engaños de todo tipo. Siempre ha sido así. En un boom, cuando la producción está a pleno rendimiento y hay mucho dinero, también se produce una lucha frenética por el crédito. El exceso de dinero y crédito en esta etapa del ciclo económico juega un papel positivo al engrasar el sistema y proporcionar mucha de la liquidez que se necesita.
Siempre en esto existe un elemento de especulación, como explica Marx. Cuando todo el mundo consigue dinero nadie se preocupa por mirar de cerca de dónde viene el dinero, o ni siquiera si es dinero real.
El economista inglés Gilbart ya en 1834 escribía: «Todo lo que da facilidades al comercio facilita la especulación. El comercio y la especulación en algunos casos son estrechos aliados, así que es imposible decir en que momento preciso acaba el comercio y comienza la especulación». En los tiempos de Marx se calculaba que posiblemente «nueve décimas partes de todos los depósitos en el Reino Unido podrían no existir más allá de los libros de cuentas de los bancos que respectivamente contabilizaban». (The Currency Theory Reviewed. pp. 62-63).
En este alegre carnaval de ganancias, todo el mundo está demasiado intoxicado con el espectro del enriquecimiento como para preocuparse por la letra pequeña. «Come, bebe y se feliz, ¡mañana estaremos muertos!» Ese es el lema de la burguesía en un período de boom. Sin embargo, cuando el boom pierde fuelle, estos procedimientos fraudulentos y triquiñuelas quedan al descubierto. En el futuro son inevitables más fracasos bancarios.
La única diferencia entre el período actual y el pasado es la escala de la orgía de engaño y especulación. En el período pasado, enormes cantidades de capital ficticio se han inyectado el sistema a través del boom bursátil, la burbuja inmobiliaria y la extensión ilimitada del crédito y la deuda, hasta alcanzar niveles inauditos. Simplemente es un reflejo de la decadencia senil del capitalismo.
En su juventud, la burguesía, movida por la codicia de beneficio y la sed insaciable de plusvalía (el trabajo no pagado a la clase obrera), desarrolló las fuerzas productivas. Pero en el período de su decadencia senil no juega ningún papel progresista. Marx explicó que el verdadero ideal de la burguesía es hacer dinero del dinero sin necesidad de recurrir al fatigoso proceso de la producción. La burguesía ahora está contagiada de una enfermedad de la que no se conoce cura. En palabras del economista conservador inglés Roger Bootle:
«La verdad evidente es que los mercados financieros e instituciones económicas han sido indulgentes con esta loca oleada de codicia, ceguera y comportamiento de manada. En el proceso ellos han depositado sus millones. Ahora las consecuencias les ha dejado desnudos ante la enfermedad, desde sus lujosos templos a Mammon, para pedir de forma disfrazada una ayuda al Estado. No es muy difícil imaginar que habrían dicho o cómo habrían reaccionado ante a la idea de salir al rescate de los manufactureros de automóviles, constructores de barcos o mineros. Ahora que el sufrimiento está cerca ellos se quejan con un tono de recta indignación».
¡El propio Marx no podía expresarlo mejor! En el pasado, el capitalismo jugó un papel relativamente progresista al desarrollar las fuerzas productivas y crear la base material para una nueva sociedad: el socialismo. Pero hoy ya no ocurre así. Con la excepción de China (y algunas otras economías asiáticas) la burguesía no desarrolla las fuerzas productivas.
Marx señaló que el ideal de la burguesía es «hacer dinero del dinero», liberándose de la necesidad penosa de la actividad productiva. Ahora están cerca de conseguir este sueño. En Gran Bretaña, EEUU y en muchos otros países, se ha producido un profundo declive de la manufactura y un gran aumento del parasitario sector financiero y del sector servicios. Michael Roberts escribía hace poco:
«Nunca el capitalismo ha dependido tanto del sector financiero. Nunca el sector financiero ha contribuido tanto al beneficio. Marx lo denominó «capital ficticio». El boom de los años noventa y de los últimos cuatro años no se ha basado principalmente en la expansión de la producción real (al menos no en los países capitalistas desarrollados de la OCDE). No, se ha basado en el gasto masivo de las familias norteamericanas y británicas, financiado por un gran aumento de la deuda. Las familias ya no ahorraban, sólo pedían prestado.
«Ese es el caso de Gran Bretaña, un parásito financiero extraordinario. El capitalismo británico ya no es la sombra de lo que fue, ahora es un banquero gigante del mundo. Como tal, la economía capitalista británica es la más vulnerable a la crisis financiera global y podría suponer una recesión económica. Pero los trabajadores británicos y sus familias serán los que más sufrirán». (Michael Roberts. El camino rocoso hacia la ruina. http://www.elmilitante.org/content/view/4153/29/).
Greenspan se «explica»
Los economistas burgueses son incapaces de comprender las crisis, que son un resultado ineludible del capitalismo. Es bastante asombroso leer los cometarios de Alan Greenspan, el gurú de la economía burguesa moderna.
Sin embargo, Greenspan tiene razón en al menos una cosa. Dice que la crisis de los préstamos sub-prime en EEUU era «el accidente esperado» y tiene razón. Hegel explica que la necesidad se expresa a través del accidente: «si no existieran las sub-prime, habría sido otra cosa. Las sub-prime en EEUU era el eslabón débil de nuestro sistema. Si no hubiera pasado eso y no se hubiese roto esta fiebre, entonces habría sido algo diferente, hubiese ocurrido de una manera u otra».
¿Qué causó la crisis según Greenspan?
«En el fondo de todo está el hecho de que en estos últimos años los bancos han estado vendiendo paquetes de deuda a los inversores de todo el mundo. Las ‘[sub-prime] no habrían sido en absoluto un problema económico si no hubiésemos avalado esto fuera del país». Mientas tanto, la fijación de precios del complejo y la CDO que contienen mucha de esta deuda resulta que ‘no ha sido un ‘éxito»».
Las crisis burguesas (y la economía en general) siempre se explica en términos subjetivos. De la misma manera que se asume que todos los consumidores tienen un conocimiento universal de las mercancías, así que las crisis son provocadas bien por las decisiones equivocadas de los gobiernos y los bancos centrales o, como en esta última versión de Greenspan, por la naturaleza humana:
«La naturaleza humana pasa de la euforia el temor», nos dice Greenspan. «En este sentido, los economistas modernos no han conseguido tener en cuenta el pánico a la hora de hacer sus perspectivas. La vieja costumbre de auge y crisis en estos años no ha desaparecido, simplemente ha estado durmiente».
«Desde la burbuja de los Mares del Sur de 1720 hemos tenido burbujas y antes que ésta la burbuja de los tulipanes. Es uno de los aspectos innatos del comportamiento de los seres humanos. No puedes terminar con ellas a menos que socaves, muy profundamente, la economía, y no puedes desactivarlos porque tienes que esperar hasta que la fiebre remita.
«No pienso que los pronosticadores debamos contabilizar la naturaleza innata al nivel que deberíamos y pudiésemos. La naturaleza humana no es predecible, repetimos lo mismo una y otra vez, pero no podemos aprender. Puedes pasar por un período de pánico y piensas que las cosas saldrán bien al final, tienes que hacerlo diez veces y piensas por podría hacerlo una onceava sin preocuparte. Pero te preocupas. No hay forma de alterar este patrón». (Daily Telegraph. 17/9/2007).
Hay muchas ventajas obvias en esta interpretación. La naturaleza humana es permanente y, por tanto, también lo deben ser el capitalismo y todas sus consecuencias (desempleo, crisis, desigualdad, explotación, etc.,). Según esta idea, como el pobre de la Biblia, ellos están «siempre con nosotros». La naturaleza humana también es imponderable, mística y algo que no se puede comprender fácilmente. De aquí que con apelar a la naturaleza humana deba cesar toda discusión y cuestionamiento. No tenemos que explicar las crisis, sólo están ahí. Consecuentemente, es inútil buscar soluciones o alternativas. «No hay forma de alterar este patrón».
En realidad, Greenspan tiene razón a medias. Bajo el capitalismo las crisis son inevitables y no hay forma de alterar el patrón. Si aceptas el capitalismo entonces debes aceptar las leyes del capitalismo, es decir, debes aceptar los boom y las crisis (ahora en los círculos académicos se las llama «correcciones»). Los reformistas y los keynesianos como Will Hutton que defienden el regateo en el sistema para «resolver el ciclo» mediante la intervención estatal, financiación del déficit, poner en funcionamiento la máquina de imprimir dinero y otras cosas similares, podrían conseguir posponer durante un tiempo una crisis, pero sólo a costa de preparar una crisis aún más seria en el futuro. Eso es precisamente lo que Darling y Brown acaban de hacer. Como dice Roger Bootle:
«Como muy tarde, estos acontecimientos insinúan que la próxima reunión de la MPC será una maravilla. Aquellos miembros que pensaban que los tipos de interés ya eran suficientemente altos, lógicamente, ahora votarían a favor de reducirlos. Pero el gobernador y sus aliados seguramente querrán resistir por todas las razones que él explicó la semana pasada en una carta al Comité del Tesoro. King avisó de que una acción para apuntalar el sistema financiero podrían ‘alentar a correr riesgos excesivos» y ‘sembrar las semillas de futuras crisis financieras»». (The Daily Telegraph. 17/9/07).
¿Punto crítico?
Todo ciclo económico empieza con un boom y termina con una recesión. Es imposible, sin embargo, ser precisos sobre el ritmo del ciclo.
Esta crisis financiera es un punto de inflexión. En opinión de Roger Bootle «es el 11-S de los mercados financieros». Puede significar o no que se haya alcanzado el punto crítico y que la economía mundial se deslice hacia una recesión. Esa es una posibilidad. Pero las leyes que gobiernan el comportamiento de los mercados monetarios no son las mismas que rigen el ciclo capitalista. La crisis bursátil podría ser la chispa que encienda una crisis general, como ocurrió en 1929. Pero si el proceso subyacente aún está en su curva ascendente tal crisis puede servir para sacar capital ficticio del sistema, y preparar el camino para un nuevo período (más largo o corto) de crecimiento económico, como ocurrió en 1987.
La opinión general de los economistas burgueses es que los banqueros centrales y los gobiernos pueden manipular la economía y así evitar las recesiones. La mayoría está de acuerdo en que es imposible una repetición del crack de 1929 y la Gran Depresión. Asumen eso porque durante los últimos veinte años, aproximadamente, sólo ha habido dos recesiones y relativamente suaves, por esa razón piensan que finalmente consiguieron encontrar una receta mágica para evitar crisis como las pasadas. Es una suposición totalmente errónea.
Esta crisis en Gran Bretaña demostró precisamente que todos los instrumentos para resolver la crisis y evitar el pánico son inútiles En el momento de la verdad, la gente se deja llevar por el instinto de rebaño. Se mueven en masas como una horda de ñus en estampida asustados por el simple olor de un león. Muchos comentaristas han hablado con desprecio de esta conducta «irracional». Si fuera irracional, entonces esa misma irracionalidad es el alma y el corazón de la economía de mercado capitalista.
El gobierno y el Banco de Inglaterra se mostraron inútiles para evitar una crisis bancaria importante o para calmar los nervios de los depositantes e inversores. Al final, sólo consiguieron impedir el colapso total con la promesa de fondos ilimitados a los banqueros, pagados de los bolsillos de los contribuyentes. Esto consiguió detener temporalmente la espiral descendente, pero sólo a costa de preparar el camino para una caída más abrupta en el futuro.
¿Ha pasado la crisis?
¿Ha pasado la crisis en Gran Bretaña? En absoluto. Sólo la intervención sin precedentes del gobierno, temporalmente, «resolvió» la crisis de Northern Rock, garantizando públicamente todos los depósitos del banco. La intervención del ministro, Alistair Darling, fue obligada debido al espectáculo de las largas colas en el exterior del banco y los miles de millones evaporados de sus acciones.
El gobierno no podía permitir que Northern Rock se hundiera y con ello, posiblemente, desencadenar una reacción en cadena que provocara el colapso de un banco tras otro. Por esa razón, anunciaron que ayudarían al banco. Esta medida de manera temporal calmó la situación, pero no solucionó ninguno de los problemas subyacentes. Todo lo contrario, al inyectar aún más dinero (público) a un sistema enfermo, al final, empeorarán los problemas que ya existían antes de que estallara la crisis de Northern Rock.
En una entrevista con Edmund Conway, editor económico del Daily Telegraph (17/7/07), Alan Greenspan avisa de una caída de los precios inmobiliarios en Gran Bretaña. Pronostica que el mercado inmobiliario británico se dirige hacia una «corrección dolorosa» y advierte de las «dificultades» que se avecinan para los propietarios británicos de viviendas cuando la subida de los tipos de interés frene en seco la subida de precios inmobiliarios. El economista de 81 años de edad, y asesor de Gordon Brown, dijo que los recientes aumentos de los precios inmobiliarios, sobre todo en Londres y el Sudeste, eran insostenibles:
«No puede durar [el boom]. Ya se comienza a ver el movimiento de los tipos hipotecarios, los fijos a dos años empiezan a variar (…)». Lo que está diciendo es que las hipotecas subirán después de un período previo en el cual los tipos bajos se utilizaban como cebo para atraer a las personas. «Va a cambiar, ha cambiado», afirma Greenspan.
También avisa de que Gran Bretaña es más vulnerable que EEUU ante los efectos de la crisis crediticia: «Gran Bretaña está más expuesta que nosotros, en el sentido de que tiene tipos hipotecarios ajustables», hace referencia a los préstamos con tipo de interés variable elegidos por muchas familias frente a los de tipo de interés fijo.
En la misma entrevista advierte:
«La inflación se disparará bruscamente en los próximos años, se doblará y, por esa razón, los tipos de interés podrían alcanzar cifras de doble dígito en los próximos años para evitar la inflación».
La crisis no se ha evitado aún. Sólo acaba de comenzar. A partir de ahora, después de años de baja inflación, tipos bajos y crédito fácil, veremos un restricción del crédito y subida de los tipos de interés. Estas medidas tendrán varios efectos. Por un lado, un crédito más escaso y preciado, reducirá la demanda porque el poder adquisitivo de los consumidores se reducirá, tanto en Europa como EEUU. Por otro lado, junto con el aumento inevitable de la inflación (los precios del petróleo recientemente alcanzaron un nuevo récord), afectará negativamente a los beneficios de los capitalistas y llevará a una reducción de la producción o incluso una recesión.
Para empezar, una caída de los beneficios de los bancos conllevaría a una reducción de empleos en el sector financiero. Esta situación provocará una nueva contracción de la demanda, más desempleo y bancarrotas en la industria de la construcción. A su vez, afectará a la demanda de acero, cemento, ladrillos y otras mercancías, provocando una nueva recesión industrial.
El colapso de los precios inmobiliarios también provocaría una recesión en la industria de la construcción. En EEUU se han desahuciado dos millones de viviendas. Millones de pobres norteamericanos se encuentran sin casa, mientras que otros millones luchan por pagar sus hipotecas por casas que ya no valen lo que deben pagar por ellas. Recientemente, un escritor pronosticó el surgimiento de una subclase de esclavos hipotecarios en EEUU.
Dejemos aun lado los efectos sociales de toda esta situación. Desde el punto de vista estrictamente económico, es muy serio porque el boom de la construcción fue la principal fuerza motriz de la economía norteamericana durante estos últimos años. Por tanto, en este caso, no es difícil imaginar que una recesión en el sector inmobiliario tendrá un efecto en la economía real en un futuro no muy lejano.
EEUU: la clave de la economía mundial
Están presentes todos los ingredientes para una espiral descendente, particularmente en la importante economía estadounidense. El estallido de la burbuja tecnológica de 2000 llevó a una recesión, pero fue relativamente suave. Pero no hay garantía de que la siguiente sea igual. En la economía el pasado no es una guía para el futuro. La crisis actual en los mercados monetarios ha suscitado la perspectiva de una recesión en el conjunto de la economía. El dólar, a pesar de todo, sigue siendo la «moneda de reserva» del mundo. Una caída profunda de su valor desestabilizaría la economía global.
La economía estadounidense es aún el factor decisivo en la economía mundial. Pero los estrategas del capital cada vez están más preocupados por la situación de su salud. El 4 de agosto apareció un artículo en el Financial Times con el siguiente título: Learn from the fall of Rome, US warned. Este título dice mucho de la psicología actual de los estrategas del capital. Jeremy Grant en Washington escribía:
«El gobierno norteamericano está sobre una ‘plataforma en llamas» de políticas insostenibles y déficit fiscales, un cuidado sanitario crónico bajo la financiación, inmigración y compromisos militares en el extranjero que amenazan con una crisis si no se hace algo pronto, esta advertencia procede de un alto cargo del gobierno.
«David Walker, interventor general de EEUU, hizo una declaración extraordinariamente pesimista sobre el futuro de su país en un informe que expone lo que él denominaba ‘estímulos escalofriantes a largo plazo».
«Entre ellos se incluyen aumentos de impuestos ‘espectaculares», reducción de los servicios gubernamentales y dumping a gran escala por gobiernos extranjeros que poseen deuda estadounidense.
«Al trazar paralelismos con la caída del Imperio Romano, Walker avisa de que existen ‘similitudes sorprendentes» entre la situación actual de EEUU y los factores que llevaron a la caída de Roma, incluido el ‘declive de los valores morales y la cortesía política en casa, con un exceso de confianza, excesos militares en tierras extranjeras e irresponsabilidad fiscal por parte del gobierno central.
«»¿Suena familiar? En mi opinión, es el momento de aprender de la historia y dar los pasos necesarios para garantizar que la República Norteamericana sea la primera en soportar la prueba del tiempo». El desequilibrio fiscal, escribía, significa que EEUU está en ‘el camino hacia una explosión de la deuda»».
Hay una gran incertidumbre en Wall Street con los cuatro grandes bancos de inversión norteamericanos y cuando éstos hagan públicos sus resultados del tercer trimestre, que pueden dar una visión más clara de todo el daño provocado por las sub-prime y la crisis crediticia de este verano. Los bancos norteamericanos han visto como los precios de sus acciones combinadas caían un 22 por ciento en la mitad del trimestre y existe preocupación por su exposición al mercado de las sub-prime. Lehman Brothers, Bear Stearns, Morgan Stanley y Goldman Sachs, todos tenían cientos de millones de dólares. Merrill Lynch avisó en una clasificación reguladora que había hecho «ajustes del valor» frente a las pérdidas potenciales y admitía un «riesgo significativo» de nueva exposición.
La comisión de la Reserva Federal USA se reunió por primera vez desde la crisis del verano para discutir una reducción de los tipos de interés. Una reducción de un cuarto de punto hasta el 5 por ciento se consideraba el resultado más probable, pero al final recortaron medio porcentaje de punto. La razón fue la presión que el banco recibió de las empresas norteamericanas para que relajara la política monetaria y así evitar el «contagio», es decir, impedir que la crisis de las sub-prime se extendiera al resto del mundo financiera y arrastrara a EEUU a una recesión.
Paul McCully, del fondo de bonos Pimco, dijo al Daily Telegraph (17/9/07) que la Reserva Federal podría tener que reducir más los tipos de interés en los próximos tres meses. «Necesita relajar y relajará sustancialmente, no para ayudar a Wall Street sino para garantizar que un crecimiento económico más débil no termine en una recesión». Detrás de estos temores reside el nerviosismo de los mercados monetarios.
La inflación está aumentando, un hecho no reflejado de manera adecuada en las estadísticas del gobierno. En 2000, cuando Bush llegó al cargo, el oro estaba a 273 dólares la onza, el barril de petróleo a 22 dólares y el euro valía 0,87 dólares. Actualmente, el oro supera los 700 dólares la onza, el petróleo está por encima de los 80 dólares el barril y el euro a casi 1,40 dólares. Algunos economistas dicen que el barril de petróleo podría ponerse en 125 dólares la próxima primavera, la última reducción de tipos de interés sólo sirve para arrojar más gasolina a las llamas.
El boom en EEUU se ha basado en el consumo, alimentado por el crédito. Como explica Marx, el crédito es una forma de expandir el mercado más allá de sus límites naturales. Pero este proceso tiene sus límites y ahora se han alcanzado. Si los capitalistas no pueden encontrar mercados para sus mercancías, no podrán conseguir plusvalía y estará garantizada una crisis de sobreproducción.
El trabajador norteamericano ahora produce como media un treinta por ciento más que hace diez años, los salarios llevan seis años estancados. El aumento de los precios significa una reducción de los salarios reales. Lo mismo ocurre con los pensionistas y otros sectores con ingresos fijos. Incluso sin una recesión, la población norteamericana sufrirá una erosión de su nivel de vida. Muchos pobres estadounidenses ya tienen que luchar para cubrir sus necesidades. Ahora millones estarán amenazados con la pérdida de sus empleos y viviendas. Esta situación provocará un aumento de las huelgas y los conflictos de clase, a un nivel no visto en EEUU desde los años treinta.
La reducción de tipos, en el mejor de los casos, será un remedio temporal. El mercado inmobiliario no se recuperará, ese carnaval se terminó. Los bancos después de quemarse los dedos, están reduciendo los préstamos y el inventario inmobiliario es el mayor desde que se registra este dato. La caída de los precios inmobiliarios afectará al consumo y provocará una contracción de la demanda. El efecto real de la reducción de tipos de interés será un aumento de la inflación.
La inflación en el mercado bursátil ya era pasmosa antes de esto. La capitalización de mercado de las acciones norteamericanas creció desde los 5,3 billones de dólares a finales de 1994, hasta los 17,7 billones de dólares a finales de 1999 y, al final de 2006, su valor era de 35 billones de dólares, un aumento geométrico de la relación precio-beneficio. Esta situación no fue el resultado de una expansión de la actividad productiva sino del aumento masivo del capital ficticio: más dólares a la caza del mismo número de activos.
«Todo lo que sube baja». Esta idea no sólo se aplica a la ley de la gravedad, sino también a la bolsa. El aumento vertiginoso de los precios de las acciones e inmobiliarios prepara el camino para una caída igual de profunda en el futuro. A pesar de las acciones de la Fed, aparecerán los desahucios, las pérdidas, las bancarrotas y los impagos.
Impacto global
Los bancos de inversión esperan que una reducción de los tipos de fondos de la Fed consiga disparar de nuevo el mercado. Pero una reducción de los tipos de interés no resuelve los problemas fundamentales. No elimina la insolvencia entre los propietarios, los prestamistas hipotecarios, los fondos de alto riesgo y los bancos. Lejos de resolver el problema al final lo empeorará.
El mercado estadounidense ya está inundado de liquidez debido a las payasadas de Alan Greenspan que provocaron la actual burbuja inmobiliaria, el mayor boom especulativo de la historia. Al reducir el coste del préstamo, la Fed sólo está creando una mayor extensión del crédito y el endeudamiento a todos los niveles. Con ello prolongará y exacerbará las burbujas inmobiliaria y del crédito. Como decía un analista de mercado: «Una reducción de los tipos de Fondo de la Fed simplemente es heroína para los yonquís del crédito».
Desde un punto de vista capitalista esta medida es la mayor de las irresponsabilidades. Es mejor que las empresas entren en bancarrota (incluidos los bancos) que reducir los tipos de interés y alentar la «exuberancia irracional» que finalmente socavará el dólar y a todo el sistema financiero norteamericano. Tarde o temprano, esta burbuja estallará y las consecuencias serán aún más penosas. Si las autoridades norteamericanas no están dispuestas a actuar, los mercados lo harán por ellas.
Como hemos visto, la burguesía siempre intenta explicar el fenómeno económico en términos de «confianza», como si fuera algo totalmente subjetivo. No lo es. La «confianza» de los inversores se basa en consideraciones materiales muy reales. Mientras la economía norteamericana avanza, incluso con bases nada sólidas, la burguesía de otros países está dispuesta a invertir en ella. No prestaban atención a los niveles colosales de deuda y al enorme déficit, incluido el déficit por cuenta corriente que está próximo a los 800.000 millones de dólares anuales. EEUU necesita recoger al menos 70.000 millones de dólares cada mes para cubrir este déficit.
EEUU ha pasado de ser el mayor acreedor del mundo a ser el mayor deudor, con un pasivo externo neto de 3 billones de dólares. La tasa de ahorros ha caído por debajo de cero por primera vez desde la Gran Depresión de los años treinta. En la actualidad, China y otros países asiáticos tienen enormes cantidades de dólares y bonos norteamericanos, no tienen interés en provocar un colapso económico de EEUU, y los estadounidenses se apoyan en esta situación. Pero para todo hay un límite. Tarde o temprano, la naturaleza insana de la economía norteamericana provocará una salida internacional del dólar. Los bajos tipos de interés no llevarán dinero a los mercados, provocarán una mayor depreciación del dólar.
Al reducir los tipos de interés, la Reserva Federal está entrando en un terreno muy peligroso. La economía norteamericana está desafiando las leyes de la gravedad. Es tan poco sólida que es impensable que la situación actual pueda durar mucho. Finalmente, los extranjeros se preocuparán por que los dólares y los bonos que tienen no valdrán ni el papel sobre el que están escritos. Y ¿por qué querrán prestar dinero a bajos tipos de interés en una moneda que se deprecia cuando ellos pueden tomar esos mismos fundos y prestarlos a tipos de interés más altos en una moneda que revaloriza su valor?
El resto del mundo no estará dispuesto eternamente a financiar la tendencia de EEUU a consumir más de lo que produce. Ya hay signos de esta situación. Paradójicamente, parece que los primeros en aterrorizarse fueron los saudíes, los principales aliados de Washington en el mundo árabe, que tienen grandes inversiones en EEUU. Arabia Saudí se ha negado a reducir por primera vez los tipos de interés al mismo nivel que la Fed, es una señal de que el rico reino petrolero del Golfo se prepara para romper con el dólar. Esta situación supone el riesgo de estampida del dólar en todo Oriente Medio.
Por su parte, el gobierno chino ha iniciado una campaña concertada de amenazas económicas contra EEUU, insinuando que podría liquidar sus enormes reservas de activos estadounidenses si Washington impone sanciones comerciales para forzar a una revaloración del yuan. Henry Paulson, el Secretario del Tesoro norteamericano, dijo que cualquier sanción de este tipo minaría la autoridad estadounidense y «desencadenaría un ciclo global de legislación proteccionista». Estos hechos indican los peligros reales a los que ahora se enfrenta EEUU y toda la economía mundial. Lo que realmente transformó la crisis de 1929 en la Gran Depresión que duró diez años hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial fue el proteccionismo, las guerras comerciales y las devaluaciones competitivas que socavaron el comercio mundial.
Greenspan pronostica que el dólar caerá probablemente en los próximos años debido a los problemas del déficit norteamericano. «Tendrá que haber una corrección y, por último, una de las cosas que se verá afectada es su moneda». Una «corrección» significa recesión.
Jim Rogers, el antiguo socio de George Soros, señaló que la Reserva Federal juega con fuego al reducir de manera tan agresiva los tipos de interés, en un momento en que el dólar todavía está presionado. El riesgo es que la huida de los bonos norteamericanos pueda subir a la rentabilidad a largo plazo que forma la base del precio del crédito para la mayoría de las hipotecas, empujando con ello al mercado inmobiliario a una crisis aún más profunda.
«Si Ben Bernanke comienza a gestionar esta situación presionando aún más rápido de lo que está haciendo ya, vamos a tener una recesión seria. El dólar está desmoronándose y el mercado de bonos se dirige al colapso. Habrá muchos problemas».
En cierta etapa, varios de los inversores extranjeros perderán la confianza en la economía de EEUU. Entonces, veremos el mismo tipo de escenas que vimos hace poco en Gran Bretaña pero a una escala global. Será una huida del dólar similar a la de Northern Rock, y por las mismas razones. Si los inversores extranjeros temen que no conseguirán recuperar su dinero de «EEUU S.A.», harán cola para retirar sus fondos. Cuando ocurrió en Gran Bretaña, el Banco de Inglaterra intervino para apoyar al banco y así garantizar sus depósitos. Pero ¿quién ayudará a la economía norteamericana? El Banco de Inglaterra es el «prestamista como último recurso» en Gran Bretaña, pero EEUU es el «prestamista como último recurso» de todo el mundo.
En el período reciente se ha puesto de moda decir que la crisis en EEUU no afectará al resto del mundo. Ya he tratado esta idea en mi artículo publicado recientemente: La situación internacional y las perspectivas, publicado en www.elmilitante.org. En él se contradicen todos los argumentos de los economistas burgueses sobre la globalización, que precisamente significa que la economía mundial está más integrada que en cualquier otro momento de la historia. Cualquier acontecimiento importante en una economía importante afectará a las demás. Esto se aplica sobre todo a EEUU.
Esta interdependencia global revelada claramente por esta última crisis, comenzó en EEUU y rápidamente se extendió a Europa y Gran Bretaña. Ahora la crisis bancaria en Gran Bretaña afecta al resto del mundo, cuando los depositantes, inversores y ahorradores absorben las lecciones de la gestión del quinto banco más grande de Gran Bretaña que casi provoca el colapso general. Mike Whitney lo explica muy bien:
«El mismo huracán económico de fuerza cinco que acaba de afectar a Gran Bretaña se dirige a EEUU y gana fuerza en el camino.
«Un tsunami más poderoso se acerca sobre EEUU, donde muchos de los bancos han participado de las mismas prácticas y están utilizando el mismo modelo empresarial que Northern Rock. Los inversores ya no compran CDO, MBS ni nada relacionado con el sector inmobiliario. Nadie los quiere, sean sub-prime o no. Eso significa que los bancos norteamericanos pronto sufrirán el mismo tipo de vendaval económico que ahora sufre Gran Bretaña. La única diferencia es que la economía norteamericana ya está sufriendo la crisis inmobiliaria y la bolsa cada está más inquieta.
«Por eso el Secretario del Tesoro, Henry Paulson, salió ayer corriente hacia Gran Bretaña para ver si podía calcular una forma de evitar la extensión del contagio».
La crisis de 1997-1998 comenzó en Asia y después se extendió a Turquía, Polonia, Rusia, Brasil y Argentina, donde provocó el colapso de 2001. Esto creó una insurrección en las calles de Buenos Aires y el colapso del gobierno de De la Rua. Se están preparando acontecimientos similares, pueden ocurrir cambios repentinos en cualquier país del mundo. Es una expresión de la inestabilidad subyacente del capitalismo a escala mundial No es casualidad que Greenspan titule su reciente autobiografía: La era de la turbulencia.