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Legalidad e ilegalidad económica en el capitalismo neoliberal

Fuentes: Rebelión

En la fase actual del capitalismo, bajo la hegemonía del capital financiero especulativo, la legalidad económica centrada en favorecer la especulación y concentración financiera, está cada vez más en contradicción con los intereses del bien común de las sociedades. La diferencia entre legalidad e ilegalidad se vuelve opaca y deviene en irrelevante.   Cuando estalló la […]

En la fase actual del capitalismo, bajo la hegemonía del capital financiero especulativo, la legalidad económica centrada en favorecer la especulación y concentración financiera, está cada vez más en contradicción con los intereses del bien común de las sociedades. La diferencia entre legalidad e ilegalidad se vuelve opaca y deviene en irrelevante. 

 Cuando estalló la crisis de 2008, los llamados instrumentos «tóxicos» que transaban entre sí los bancos y entidades financieras, eran instrumentos legales. Todos sabían que el sustento de tales artificios en la economía real era una espiral de especulación inmobiliaria que en cualquier momento colapsaba. Sin embargo, lo importante para el capital especulativo era seguir ganando mayores cantidades de dinero en el plazo más inmediato.

Fue legal la decisión, éticamente criminal, de los gobiernos del capitalismo central de regalarle (o prestarle a intereses simbólicos) a los bancos y corporaciones quebradas la cantidad aproximada de 30 trillones de dólares. Y después pasarles la cuenta del regalo a los pueblos para que asumieran la responsabilidad de pagarlo con las denominadas «medidas de austeridad».

Fue legal el maquillaje de las cuentas del gobierno griego que el banco de inversión estadounidense Goldman Sachs realizó, con datos falsos, con el propósito de que continuara endeudándose hasta convertir en económicamente inviable a la sociedad griega. El autor de esta hazaña, Mario Draghi, a la sazón vicepresidente de la rama europea del banco, fue premiado con la asunción del poderoso cargo de presidente del Banco Central Europeo.

Fue legal la falsificación del tipo de interés interbancario, el llamado London Interbank Offered Rate, o LIBOR por sus siglas en inglés, que influye en la fijación de unos 350 billones de euros en créditos anuales. Realizada por 18 «honorables» corporaciones bancarias durante el período 2005 – 2010. La legalidad consideró que para reprenderlas por la travesura debían pagar unas cuantas multas. Y que después de las multas, seguían tan «respetables» como de costumbre.

Las «offshore» y las estructuras de fideicomiso

Las llamadas empresas «offshore» como las estructuras de fideicomisos son legales en el mundo neoliberal. Sin embargo, las empresas «offshore» y los fideicomisos son herramientas jurídicas diseñadas para: ocultar activos, el origen y las magnitudes de los activos; ocultar las identidades de los accionistas o propietarios; realizar transacciones para el blanqueo de dinero; y eventualmente, según las legislaciones del país de procedencia del capital y del país de ubicación de la «offshore» y el fideicomiso, evadir el pago de impuestos. De igual manera, los bufetes especializados en empresas «offshore» y artefactos de fideicomisos, son bufetes legales. Especializados en la formulación de los dispositivos jurídicos que requiere su funcionamiento, y en asesorar a sus propietarios sobre el abanico de diligencias que su creación les permite. 

 El paso de la legalidad a la delincuencia en una actividad «offshore» o de fideicomiso, depende de varios factores: a) que haya una filtración que descubra identidades, activos ocultos, su origen y sus montos. b) Que exista una entidad estatal interesada en investigar las actividades de estos artefactos jurídicos. Y c), que descubierto un eventual delito, exista una instancia judicial interesada en aplicar consecuentemente la ley. Delincuentes o no, los creadores y asesores de empresas «offshore» y fideicomisos evidencian un inescrupuloso amor por la acumulación de dinero, y un distanciamiento sustantivo con los intereses del bien común de sus sociedades. Esta evidencia no es, ni más ni menos, que una internalización de los valores que intensamente promueve el capitalismo neoliberal entre los seres humanos.

Los paraísos fiscales

Los llamados mediáticamente «paraísos fiscales» se les ubica generalmente en la periferia (islas del Caribe, Panamá, Singapur, Hong Kong, etc.). Se promueven (en la periferia, con frecuencia se autopromueven) como espacios donde habitualmente no se cobran o se cobran muy pocos impuestos, y las operaciones financieras se protegen con un celo que otorga tranquilidad y seguridad para cualquiera de sus designios.

Sin embargo, no es en la periferia donde se ubican los espacios que otorgan mayor protección al capital financiero especulativo. Tax Justice, red internacional para la justicia fiscal con sede en Londres, elaboró una escala de países considerando la cantidad y calidad de leyes o regulaciones que favorecen las reservas de transacciones financieras. El primer país que sigue protegiendo mejor las opacidades actuantes del capital financiero, es Suiza. El segundo lugar lo ocupa Hong Kong, pero bien podría estar también el Reino Unido, analizando que la City de Londres controla todos los centros financieros «offshore» que se ubican en Islas Caimán e Islas Vírgenes. El tercer lugar lo ocupa USA. El cuarto, Singapur. El quinto, Islas Caimán. El sexto Luxemburgo. El sétimo, Líbano. El octavo, Alemania… Panamá se sitúa dentro de la escala en el puesto número 13.

Cabe también subrayar que la mayor parte del capital acumulado en las cadenas de la droga, el tráfico de armas, el tráfico de personas y la mafia del fútbol, no se blanquea en la periferia. Se blanquea en USA y Europa Occidental.

A raíz del auge mediático que han adquirido los denominados «Papeles de Panamá», el más hipócrita de los gobernantes europeos, especialista en alharacas de mal gusto, François Hollande, ha levantado su dedo acusador señalando a Panamá.

En vez de mirar tan largo, podría con mayor fundamento echar un vistazo alrededor.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.