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Leyenda negra

Fuentes: Rebelión

De cada diez españoles, uno piensa, y los otros nueve embisten (Antonio Machado) A la memoria de Sylvia Plath 1 Alrededor de treinta años trabajé como cronista taurino, en torno a las ferias de Bilbao-Pamplona-San Sebastián-Vitoria-Azpeitia y Bayona (Francia), para los periódicos Deia-Diario 16-El Mundo-El País. Por aquellos años entrevisté a un sinnúmero de ganaderos-toreros-críticos, […]

De cada diez españoles, uno piensa,

y los otros nueve embisten

(Antonio Machado)

A la memoria de Sylvia Plath

1

Alrededor de treinta años trabajé como cronista taurino, en torno a las ferias de Bilbao-Pamplona-San Sebastián-Vitoria-Azpeitia y Bayona (Francia), para los periódicos Deia-Diario 16-El Mundo-El País. Por aquellos años entrevisté a un sinnúmero de ganaderos-toreros-críticos, llegando a publicar un libro titulado Las palabras del toro. Mi conciencia ha vivido anestesiada durante demasiados años.

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Mi concepción de los toros ha variado. Ahora percibo la matanza de toros con espectadores como un bárbaro espectáculo de sol y moscas. En ningún momento el público toma consciencia de ver en el ruedo dos seres vivos. Para ellos solo hay un único ser vivo. Al otro lo pican con hierro en el morrillo hasta que la sangre llegue a las pezuñas; luego le prenden seis arpones de acero; para tumbarlo, por último, con la espada de matar. La macabra brutalidad se cubre con garbosas palabras, como temple-embroque-quietud-pellizco-hondura-trincherazo-kikiriki-duende-lance-recorte-, mando-poder- serpentina-volapié y un florido etcétera. En origen, a los toros se les ha ido descastando y, con ello, mermando sus facultades orgánicas. En los cruces (ingeniería genética) los ganaderos han fabricado toros bobones, acomodados a los intereses de los toreros. Por si fuera poco, suele apelarse al afeitado de las astas, con el objetivo de quitarles el diamante, que llevan en la punta de los pitones, entre otros ardides.

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Ahí llegan, quienes al principio eran unos pocos. Pasado el tiempo fueron muchos hombres y mujeres, oponiéndose al sanguinario espectáculo de las corridas de toros. Propagaron el respeto a los animales. Pese al arraigo del mundo de los toros en el imaginario colectivo, la sociedad comienza a empatizar con el noble sentir de los ecologistas. Sí, digo ecologistas, porque en su defensa de los animales -en el caso de la llamada ganadería de bravo-, exigen la no alteración de su hábitat natural. Sacándoles de ese hábitat y llevándolos a donde no quieren ni deben ir, ahí se inicia el desorden ecológico. El resto es una sucesión de episodios sangrientos, para satisfacción de esos nueve españoles simbolizados por el poeta Antonio Machado.

[La leyenda negra hispana sigue viva]

José Luis Merino

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.