Tres fortísimas explosiones en rápida sucesión, probablemente tres golpes de mortero en la zona norte de la «zona verde», donde se encuentran la embajada estadounidense, la británica y las oficinas del gobierno Alawi, sacudieron antes de ayer al atardecer la capital. iraquí, haciendo vibrar puertas y ventanas a muchos kilómetros de distancia y, junto a […]
Tres fortísimas explosiones en rápida sucesión, probablemente tres golpes de mortero en la zona norte de la «zona verde», donde se encuentran la embajada estadounidense, la británica y las oficinas del gobierno Alawi, sacudieron antes de ayer al atardecer la capital. iraquí, haciendo vibrar puertas y ventanas a muchos kilómetros de distancia y, junto a las noticias sobre ataques a las fuerzas de ocupación -que provocaron la muerte de cuatro marines y veinte soldados iraquíes- han devuelto la ciudad a la realidad del combate cotidiano sin cuartel y en gran parte sin testigos. No se sabe casi nada de lo que sucede fuera de la capital, donde las tropas de ocupación recurrirían cada vez con más frecuencia a masivos y devastadores bombardeos. A los combates entre resistencia y ocupantes se suman, en una atmósfera cada vez más sombría, los que enfrentan a bandas de criminales y el conflicto entre los partidos del gobierno para acaparar, armas en mano, contratos, bienes muebles e inmuebles, las batidas de las fuerzas de ocupación estadounidenses, las operaciones de los escuadrones de la muerte de las distintas milicias pro-gubernamentales, las de los mercenarios y, finalmente, la práctica común a bandas y milicias de todo tipo de los secuestros de móvil económico. Esto por no hablar de la práctica, aún más misteriosa e inquietante, del asesinato sistemático de profesores universitarios, hombres de ciencia, investigadores o profesionales, como si hubiese alguien decidido a quitar de en medio todo lo que de moderno y avanzado queda en Iraq. Sobre este fondo ya dramático, el secuestro de nuestra Giuliana Sgregna ha sucitado una fuerte impresión en la prensa y en la sociedad iraquí. Prácticamente todos -en el hotel, en el mercado, por la calle-, apenas saben que su interlocutor es italiano, te piden discupas por el secuestro en nombre de todo el pueblo iraquí, lo que no les impide recordar enseguida la estrecha colaboración de nuestro país con los Estados Unidos.
El diario Azzaman publicó ayer la noticia del secuestro en primera página, lo mismo que el importante periódico Al-Sabah mientras que llegaba desde el mundo político-religioso sunnita una primera e importante toma de posición a favor de la liberación de Giuliana Sgregna. Se trata de una declaración del «sheij» Ahmed Abdul Ghafour al-Samarrai, imam de la mezquita de Um-al-Qura, en el barrio de Al-Gazaliya, en la periferia occidental de Bagdad, en la carretera que lleva al corazón de la revuelta contra las tropas de ocupación, es decir, hacia Abu Ghraib, Faluya y Ramadi. La mezquita es la sede de la Asociación de los Ulemas Musulmanes, constituida tras la caída del régimen de Saddam Hussein, con el prpósito de proporcionar alguna forma de representación político-religiosa a la comunidad sunnita. El alto representante sunnita dirigió ayer al mediodía un apremiante llamamiento a la liberación de la periodista italiana:»Espero que mis palabras sean escuchadas. Pienso que esta mujer se encuentra en graves dificultades y sus secuestradores deben comprender que sus verdaderos enemigos son los estadounidenses». El «sheij» Sammarrai declaró a continuación que «los secuestradores deben tener una actitud positiva. Esta periodista no es una enemiga, ha venido a Iraq para escribir contra los estadounidenses y sobre los sufrimientos de nuestra gente en Faluya bajo la ocupación estadounidense». El portavoz de la Asociación de los Ulemas Musulmanes, que reúne a los representantes e más de 3000 mezquitas de todas las tendencias en toda la geografía de Iraq, declaró estar convencido de que su posición refleja de cualquier modo la del Consejo en su conjunto y ha añadido significativamente: «No hay todavía un comunicado porque muchos ulemas están fuera del país, pero es la posición de todo el Consejo. Personalmente rezo por la periodista. Pienso que prontos e encontrará en un lugar seguro». El Consejo de los Ulemas, investido de la autoridad moral que le confiere contar entre sus filas hombres respetados por los grupos de la resistencia iraquí, ha desempeñado un papel importante en otros secuestros, enemistándose al mismo tiempo con las tropas de ocupación, que lo acusan de ser una especie de frente político de la resistencia, y también de los sectores más extremistas de la guerrilla, del tipo de Al-Qaeda, que ven con malos ojos su moderación y sobre todo su aceptación de la necesidad de una solución política al problema de la ocupación.
El Consejo de los Ulemas, por lo demás, se ha distinguido por tratar de hacer llegar a conocimiento de la opinión pública la tragedia de Faluya -comenzando por el uso por parte de las fuerzas estadounidenses de armas terribles, como las bombas de racimo o las corta-margarita que con sus mil cuchillas cortan en rodajas todo lo que encuentran en su camino- y ha hecho de todo para llevar ayuda a los fugitivos de la ciudad que han acampado en el parque de la Universidad, junto a las mezquitas o edificios públicos. Esos mismos fugitivos a los que Giuliana Sgrena acababa de entravistar en el momento del secuestro.
La jornada de ayer, mientras continua el recuento de los votos de las elecciones del 30 de de enero, sin que se sepa todavía el índice de participación, ha visto a este Consejo de Ulemas relanzarse al plano político «abriendo» la posibilidad de una participación en la redacción de la próxima constitución a condición de que se fije una fecha para la retirada de las tropas de ocupación. Dirigiéndose a la prensa tras el encuentro entre el enviado de Kofi Annan, Ashraq Qazi, y el secretario de la Asociación de los Ulemas, el «sheij» Arith Al-Dari, el portavoz de la organización, el «sheij» Omar Raghib ha sostenido que se estarían manteniendo intensas deliberaciones entre las asociaciones y las organizaciones que han boicoteado las elecciones para elaborar una posición común a fin de presentarla después «a todos los partidos políticos a fin de alcanzar un consenso general en el mundo político iraquí en torno a la retirada de las fuerzas extranjeras». Si tal cosa se hiciese realidad, con el establecimiento de una fecha para la retirada de las tropas, ha declarado el portavoz de la Asociación, entonces los religiosos, investidos de su autoridad, podrían tratar de hacer comprender a la resistencia la necesidad de un «alto el fuego» para preparar al país para esa jornada histórica en la que el último soldado estadounidense deje definitivamente Mesopotamia.