Asistí al estreno televisado del documental «La Palestina brasileña», escrito y realizado por el cineasta y periodista Omar L. de Barros Filho. Un tierno, pertinente, informativo y actual trabajo, rebosante de relatos y recuerdos conmovedores de personajes que se turnan con la misma agilidad y capacidad, dando el ritmo a la película. Centrado en la […]
Asistí al estreno televisado del documental «La Palestina brasileña», escrito y realizado por el cineasta y periodista Omar L. de Barros Filho. Un tierno, pertinente, informativo y actual trabajo, rebosante de relatos y recuerdos conmovedores de personajes que se turnan con la misma agilidad y capacidad, dando el ritmo a la película. Centrado en la vida de familias palestinas que viven en el Estado del Rio Grande do Sul, con raíces aún muy fuertes en la Palestina ocupada, el documental actualiza la abisal diferencia entre las existencias de los inmigrantes de la diáspora y las de sus familiares y amigos que siguen en la tierra natal. Se afirma como un grito de libertad contra el impactante apartheid que afecta al pueblo palestino, sometido durante décadas a la indiferencia y a los prejuicios de una buena parte del mundo.
Hay una reflexión sobre la inconmensurable distancia entre la guerra y la paz, la dominación y la libertad, el odio y la empatía, entre ser y morir, finalmente sobre el eterno conflicto entre la violencia y la naturaleza de la condición humana. Aquí en Brasil, la hospitalidad solidaria, tolerante y comprensiva. El diario despertar sin el temor a bombardeos destructores de hogares y familias. Aquí, los vientos que soplan hacia la prosperidad en el comercio, las profesiones liberales, que dan la posibilidad de enviar sus hijos a la escuela y a la universidad, con tranquilidad en las calles lejos de las miradas sospechosas de militares hoscos. Sin prejuicios que erizan barreras, la «saudade» deja lugar al derecho a vivir en paz. Allí, en Palestina, es otra historia.
El documental es poético. Deja traslucir la amabilidad y la exasperante insistencia de vidas determinadas a recuperar la felicidad pisoteada por el ultraje de la invasión. Las imágenes, los testimonios y las memorias nos llevan a emprender estos caminos de piedra usados por el tiempo. Nos recuerdan estos lugares donde el Cristo, según la historia, predicó el amor, un sentimiento relegado al olvido por los opresores. Aquéllos que ya fueron víctimas, pero hacen pagar el precio a los que no tienen nada que ver. La cámara evoluciona en una indignación omnipresente en las murallas de cemento, donde se inscriben con tenacidad las palabras por la paz, contra la guerra y por la libertad. Expresión primera, ansiedad de un pueblo que se ensaña a resistir a aquellos para quienes lo sagrado sólo es un artificio.
En el casi desierto donde permanecen los palestinos, el verde se hace raro y se anida en los árboles bajos, famélicos, pero dónde surgen los olivares, cuyos frutos garantizan el ingreso y la alimentación de miles de familias. Pero incluso su recolección resulta imposible debido no sólo a normas abusivas impuestas por Israel sino también a los actos de los colonos israelíes, que los atacan sin piedad. Delimitadas por los muros y los puestos de control, ellos de nuevo y siempre ellos, las ciudades se descubren una tras otra, tímidas, inquietas. Coloridos mercados, en un conjunto variopinto de todo tipo de productos que sólo puede deleitar al espectador, por la simplicidad y la diversidad de los que vemos. La película atrapa las miradas enamoradas a pesar de los infortunios, las amistades reforzadas por sus vínculos con esta tierra crucificada.
«La Palestina brasileña» es un incentivo a la lucha contra la dominación de un pueblo sobre otro, en el deseo de igualdad entre los ciudadanos del mundo. La fotografía, en planos amplios, permite a la mirada recorrer las montañas y los prados colores de arena. Las secuencias en negro y blanco, extraídas de antiguas actualidades cinematográficas, muestran, una Palestina antigua, tradicional, y retornan a los momentos cruciales de la llegada de los sionistas ocupantes, recuerdos amargos.
Como contrapunto, las imágenes a color sacan a la luz la reconstrucción de vidas y lugares. La tristeza no oculta la belleza de los relatos, de esta tenaz resistencia a la explotación y a la injusticia. La banda sonora encanta por la dulce melancolía que nos inunda, llevándonos en un viaje simultáneamente real y místico. La delicadeza de los instantes revelados nos ahorra las imágenes trágicas de Cisjordania y Gaza. Gaza, cercada, constituye la escena más tensa donde los palestinos llevan un combate de vida y muerte contra el apartheid.
Al final de la presentación del documental «la Palestina Brasileña», el Canal Curta! difundió, inmediatamente después, un programa sobre la vida de Nelson Mandela, que me recordó las semejanzas en la opresión sufrida por los sudafricanos y los palestinos. Espero que encuentren a alguien de la talla de Mandela para ayudarles a allanar el camino de la liberación. Que el espíritu del inolvidable líder se cierna sobre la Tierra llamada Santa que, de derecho divino o no, a todos nos pertenece. Por todas estas razones, saludo al guionista y realizador Omar L. de Barros Filho por esta obra suplementaria de inestimable valores artístico y humanitario.
Muito obrigado a Tlaxcala
Fonte: https://www.sul21.com.br/
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YouTube
Teaser 1 com legendas em Inglês
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Teaser 3 em Português/Árabe (legendado em Português)
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Traducido por María Piedad Ossaba