Es delgada la línea que separa la libertad de información y su uso deformado con fines de mera manipulación política. Se atisba la verdad a través de aproximaciones sucesivas. Pero la pisotean cunado no conviene. Parte de la verdad verdadera es que algunos dueños de medios privados, no gustan de este gobierno y no dudan […]
Es delgada la línea que separa la libertad de información y su uso deformado con fines de mera manipulación política. Se atisba la verdad a través de aproximaciones sucesivas. Pero la pisotean cunado no conviene. Parte de la verdad verdadera es que algunos dueños de medios privados, no gustan de este gobierno y no dudan en presentar los hechos desde esa díscola perspectiva, atrincherándose en la defensa de un precepto que le es ajeno, parte indisoluble de nuestro inventario de reivindicaciones de libertades sociales. Los sectores de derecha lo toman prestado, para rellenar las líneas editoriales antichavistas.
Por esta fecha se celebra un nuevo aniversario de la masacre que sobrevino luego del 27 de febrero del año 89. Es difícil olvidar las escenas televisivas, mientras se aplicaba a sangre y fuego el estado de sitio con su respectiva suspensión de garantías democráticas, los canales usaban lo más graneado de sus elencos, para edulcorar la realidad de los barrios de Caracas. Nuevamente los artistas fueron usados en comparsas carnestolendas, en febrero es fácil disfrazar muertos y muertas, desaparecidos y desaparecidas, así como los múltiples allanamientos, detenciones arbitrarias, secuestro «legal» y las torturas. No sólo cadáveres enterraron en La Peste, la verdad también tragó tierra en el anonimato. Hay que reconocer a alguna prensa, que en medio de la censura previa, hizo esfuerzos por develar el genocidio.
Los que adversamos a los adecos y a los copeyanos, siempre defendimos la libertad de informar. Ahora, nos acusan de atentar contra la libertad de expresión. Pero parte de la verdad es que nunca como hoy, ha habido en este país o en otro de América, tanta libertad de expresión, nunca como hoy se multiplicaron tantas voces y se desparramó tanta tinta.
Esta realidad no es reconocida. Han manoseado tanto el concepto de libertad para informar, que se permitieron dar y negar un golpe de Estado. Niegan la detención de paramilitares en la finca Daktari. Niegan los avances de este gobierno. Niegan que Estados Unidos arremete contra Venezuela. Niegan que Chávez ganó el revocatorio. Niegan la transparencia en el CNE, y resucitan de sus brumas a Delgado Chapellín.
Las actas del caso de asesinato Danilo Anderson, no son la primera reserva que un tribunal realiza sobre una materia. Ya Lusinchi y Carlos Andrés rompieron ese celofán, por cuestiones maritales. No hay registro de algún escándalo de las vacas sagradas de la información. Si fuese para acercarse a la verdad, el fiscal no plantearía la reserva sobre este asunto. Pero han dado tantas muestras de transgredir y deformar la realidad, sin duda pueden interferir en la investigación, la reserva es un mal necesario, hasta que se concluyan las investigaciones.
Aunque el trabajo del Fiscal General logre que los asesinos salgan a declararse culpables, la postura mediática transmutaría esa versión. La verdad es que no les importa la verdad, sólo les obsesiona oponerse a Chávez. Esto no debiera ser mayor problema, pudieran organizarse en un partido político y pelear por sus convicciones hasta las últimas. Es mucho pedir, se esconden cobardemente detrás de la libertad de prensa, la cual nunca han defendido ni defenderán. Es una táctica muy cómoda, les permite mantener y engordar sus negocios, mientras los partidos de la oposición asumen el desgaste. Los jerarcas mediáticos gozan de buena salud, mientras sus atribulados voceros, se retuercen en la oscuridad, la desmoralización y el olvido, en su desesperación por sobrevivir políticamente.
A muchos de ellos les gustaría vernos invadidos, a pesar de la vocación de torturador que tiene la administración Bush. Hay en ese país, una libertad de prensa que les moja la boca, donde una periodista va presa por no relevar su fuente de información, donde el FBI disuelve entre empujones, gas pimienta y armas desenfundadas a periodistas portorriqueños. Un país donde no les permitirían abusar del talante del Presidente, en los términos que usan aquí en contra Chávez.