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Libertarismo: el capitalismo utópico (capitalismo loco)

Fuentes: Rebelión [Imagen: Murray Rothbard]

Breve resumen de algunas ideas “libertarias” de Murray N. Rothbard como antecedentes de los delirios que dominan la cabeza de Milei y algunos seguidores entre cándidos y advenedizos.

El Estado es considerado casi universalmente como una institución de servicio público. Algunos teóricos veneran al Estado como la apoteosis de la sociedad; otros lo consideran como una amigable, aunque algunas veces ineficiente, organización para el logro de fines sociales; pero casi todos lo consideran como un medio necesario para lograr los objetivos de la humanidad, un medio a ser contrapuesto al “sector privado” y que usualmente gana en esta competencia por recursos. Con el surgimiento de la democracia, la identificación del Estado con la sociedad se ha redoblado, hasta el punto que es común escuchar la expresión de sentimientos que virtualmente violan todos los principios de la razón y el sentido común, tales como “nosotros somos el gobierno”. El útil término colectivo “Nosotros” ha permitido que un camuflaje ideológico haya sido extendido sobre la realidad de la vida política. Si“nosotros somos el gobierno”, entonces todo lo que un gobierno le haga a un individuo no es sólo justo y no-tiránico, sino también voluntario de parte del individuo involucrado. Si el gobierno ha incurrido en una enorme deuda pública la cual debe ser pagada gravando a un grupo en beneficio del otro, la realidad de la carga es oscurecida al decir que “nos lo debemos a nosotros mismos”; si el gobierno recluta a un hombre, o lo encierra en prisión por sus opiniones disidentes, entonces “se lo hizo a sí mismo”, y por lo tanto, nada grave ha sucedido. De acuerdo a este razonamiento, cualquier judío asesinado por el gobierno Nazi no fue realmente asesinado, sino que debe haber “cometido suicidio”, ya que los judíos eran el gobierno (el cual fue democráticamente electo) y, en consecuencia, cualquier cosa que el gobierno les haya hecho fue voluntario de su parte. Uno pensaría que no es necesario elaborar sobre este punto, y sin embargo la gran mayoría de la población cree en esta falacia en menor o mayor grado” (M.N. Rothbard. Anatomía del Estado).   

“Una vez que el Estado ha sido establecido, el problema del grupo o casta dominante es cómo mantener su dominio. Mientras que la fuerza es su modus operandi, su problema básico y de largo plazo es ideológico. Pues para continuar a cargo, cualquier gobierno (no solamente uno democrático) debe tener el apoyo de la mayoría de sus súbditos”. (Idem) 

De modo que el Estado es: 1) organización, sistematización predatoria sobre un espacio determinado; 2) Coactivo del “hombre”. 3) Casta dominante. 4) Cuida sus privilegios; 5) burocracia. 6) Legitimación ideológica. 7) Apoyo y difusión por la fracción intelectual. 8) Confiscación obligatoria del capital privado (¿?); 9) Domina por: temor, tradición, discurso falso. 

“Una vez que el Estado ha sido establecido, el problema del grupo o casta dominante es cómo mantener su dominio. Mientras que la fuerza es su modus operandi, su problema básico y de largo plazo es ideológico. Pues para continuar a cargo, cualquier gobierno (no solamente uno democrático) debe tener el apoyo de la mayoría de sus súbditos. Describe al Estado capitalista, pero él lo separa y convierte en enemigo ancestral de la humanidad como una maldad diabólica desde tiempos inmemoriales.  

Veamos ahora lo siguiente: El hombre viene al mundo desnudo y con la necesidad de usar su mente para aprender como tomar los recursos que le ha dado la naturaleza y transformarlos (por ejemplo, mediante la inversión de capital) en formas y maneras y lugares en los cuales dichos recursos puedan ser usados para la satisfacción de sus necesidades y el avance de su nivel de vida. La única forma por la cual el hombre puede lograr tal cosa es mediante el uso de su mente y su energía para transformar recursos (“producción”) e intercambiar dichos productos por bienes creados por otras personas. El hombre ha descubierto que a través del proceso de intercambio voluntario y mutuo, la productividad, y por tanto el nivel de vida de todos los participantes en el intercambio puede incrementarse enormemente. El único curso “natural” para la supervivencia del hombre y la obtención de riqueza es, por lo tanto, el uso de su mente y energía para dedicarse al proceso de la producción e intercambio. El hombre hace esto, en primer lugar encontrando recursos naturales y transformándolos (“mezclando su trabajo con ellos”, según Locke), para hacerlos su propiedad individual y luego intercambiando dicha propiedad por la propiedad similarmente obtenida de otros. El camino social dictado por los requerimientos de la naturaleza del hombre es, por consiguiente, el camino de los “derechos de propiedad”. A través de este camino los hombres han aprendido a evitar los métodos de la “selva”, el pelear por los recursos escasos, de manera que A sólo puede obtenerlos a expensas de B y, en cambio, ha aprendido a multiplicar dichos recursos inmensamente en armoniosa y pacífica producción e intercambio”. 

De manera que “hombre”, “intercambio”, “propiedad”, “producción” son fenómenos “naturales”, que el Estado y sus funcionarios (La casta) “deforman”, “tergiversan” en su funcionamiento “verdadero” y llevan a la situación en la que éste se autonomiza y se impone al individuo, su propiedad y su libertad. Los hechos históricos de los individuos y de las sociedades dicen manifiestamente otra cosa, pero esto no interesa a Rothbard, lo que le interesa es el sistema por él creado aunque se dé de bruces con la realidad de antes y de ahora.  

Veamos el siguiente relato ficticio “…el mercado libre es anterior al Estado” y “libre mercado” es la red social de intercambios voluntarios de bienes y servicios, intercambios de títulos de propiedad como “prolongación natural” en una sociedad libre, esto es, sin Estado ni coacción a los propietarios privados. Todo lector puede, y debe, preguntarse: pero esto es un cuento que se mofa de los procesos reales de los capitalistas, del capital, de las clases, del monopolio de la propiedad privada de los Mp por una fracción explotadora del conjunto social y de que el capitalismo es un modo de expropiación de la sociedad del trabajo que genera la riqueza individual y social por parte de una minúscula minoría que, por medio del Estado se apropia, manteniendo y reproduciendo el statu-quo, con lo cual el Estado no coacciona al propietario privado sino que éste coacciona a la población trabajadora por medio del Estado para mantener sus intereses y sus condiciones de propietarios privados del capital y de la sociedad toda. Para mayor claridad del lector es preciso señalar que para Rothbard todo “productor” autónomo dueño de sus Mp, es propietario y, por tanto, es ya capitalista, identificación absurda; el pobre no comprende que no hay capital (ni capitalistas) sin salario o bien, sin trabajadores asalariados, y que esta relación es social e histórica no “natural” y perenne, cosa ésta que le viene bien a la burguesía y sus discursos falsos.  

El cuento elaborado por Rothbard & Cia. es una tontería discursiva quasi esquizofrénica que, en lo profundo, deforma lo real del capital para defenderlo de la rebelión de los explotados: es un discurso reaccionario disfrazado de “transgresor” y opositor para defender en los hechos, lo que dice “atacar”. ¿Que el mercado libre es anterior del Estado? ¿De dónde obtuvo semejante conclusión falsa? ¿nada le dicen los milenios de sociedades en las que había producción y reproducción del conjunto social (Tribus, sociedades primitivas, etc.) pero nunca el tan “mercado libre” porque la producción, tan elemental como se quiera, era “colectiva” en la cual jamás se encuentra documentalmente la existencia del tal mercado y encima “libre”. Y en cuanto hace milenios comenzaron a aparecer las sociedades de clase (esclavitud, asiatismo, formas serviles, etc.) lo que se advierte es la división social en la cual las fracciones explotadoras dieron lugar a la conformación del Estado sin que se viera ni producción ni mercado libre, puesto que éste nace como resultado de la división social del trabajo, lo cual supone ya una expansión considerable de las fuerzas productivas y de la circulación de mercancías,  como tampoco la derivación que le surge al autor de “libre competencia”, de la cual hace un fetiche lamentable, ya que este concepto surge históricamente como disolución de las corporaciones hacia finales de la Edad Media europea, como también de la eliminación progresiva de reglamentaciones monárquicas, de las aduanas interiores e instituciones restrictivas de la actividad comercial naciente, y en los mercados exteriores como supresión de prohibiciones, obstáculos jurídicos; proteccionismos de la nobleza, etc. Por supuesto que el capital que se engendraba de ninguna manera eliminaba todos los límites, ni barreras, sino aquellos que no se le adecuaban a su nuevo modo de explotar al trabajador “libre” que, por tanto, constituían barreras a su expansión; lo importante: la libre competencia no pone como libres a los individuos, tal como neciamente piensa Rothbard, lo que pone como libre es al capital. Pedirle esta comprensión histórico-real es demasiado, no lo entendería porque él tiene “cuentos” de su propia elaboración en el cerebro.  

Uno de sus notables “cuentos” es el que según él los revolucionarios de los EE.UU. adherían a las ideas “libertarias”: “…la Revolución Estadounidense en sí misma no sólo fue ideológica sino también el resultado de la devoción hacia el credo y las instituciones del libertarismo. Los revolucionarios estadounidenses estaban inmersos en el credo del libertarismo, una ideología que los llevó a resistir al precio de sus vidas, sus fortunas y su sagrado honor las invasiones a sus derechos y libertades perpetradas por el gobierno británico”. Delirio éste que hace extensivo a la Gloriosa Revolución de 1688 de Inglaterra y a la Revolución Francesa de 1789, el hombre era tan “libre” que “libremente” se permitía escribir cualquier estupidez sin sonrojarse. (Cfr. M.N. Rothbard; Manifiesto Libertario; Cap. 1)

El individuo rothbardiano, abstraído del individuo históricamente determinado, sólo existía en el cerebro de Rothbard, de aquí que la historia real, se le presentara de tal modo que la reproducción de su individuo “natural” no era una abstracción del proceso histórico, de la reproducción real, sino, por el contrario, la reproducción real resulta ser una aplicación obtusa de sus propias ideas ramplonas. Exactamente esto mismo hacían J.J. Rousseau; F. Bastiat; T. R.  Malthus con sus leyes e individuos “naturales” hace ya ¡200 años y más!

Por lo que se aprecia entonces, en Rothbard, el viejo estilo del pensar idealista más burdo y enajenado de siglos pasados reaparece, su descripción no parte de las condiciones materiales, proponiéndose explicar cómo determinadas condiciones económicas reales de producción e intercambio, contienen objetivamente una determinada forma o modo de sociedad y, por tanto, una determinada forma histórica de Estado, y con ello simultáneamente, una determinada forma de comprensión de la conciencia económica, política, social y hasta religiosa. No, su vulgaridad apela a “el” hombre; “el” Estado; “la” naturaleza; “el” Derecho; “el” trabajo; “la” propiedad, etc. vaguedades de un contenido a-priori vicioso de la ideología burguesa dominante a la que él dice y cree “combatir”. Busca “escandalizar” al burgués con lo que considera “fulgurantes novedades” y “originalidades” nunca expuestas antes, ignorante de que todas sus extravagancias han sido ya expuestas hace siglos, quizás con no tanto talento para las “vaciedades” que escribe; paleolíticas ideas de escuálido y ahistórico contenido. En rigor, según su concepción de fondo, hay un desarrollo de la historia comparable a la evolución de la naturaleza; una especie de generación orgánica de “lo” nuevo, en virtud de supuestas “leyes eternas del orden” y de una no menos supuesta ley de desarrollo, de la lógica inmanente de la sociedad que culmina en determinar a los capitalistas como un conjunto de individuos productores y al capitalismo como el aspecto social “natural” de la humanidad, con lo cual humanidad y capitalismo serían equivalentes irrefutables.  

El lector debe ser informado que muchas de las tonterías económicas expuestas por Rothbard eran ya patrimonio de una minúscula secta de economistas austríacos cuyo padre fundador fuera von Böhm Bawerk y se prolongara en Ludwig von Mises y en F. Hayek, éste último un rabioso contendor de Keynes y su teoría del dinero y de la demanda efectiva quien le respondiera de la siguiente manera al libro de Hayek “Precios y Producción”: “El libro, tal como está, me parece uno de los embrollos más espantosos que he leído jamás, con apenas una propuesta sólida que comienza en la página 45, y sin embargo sigue siendo un libro de cierto interés, que probablemente su huella en la mente del lector dejará de existir. Es un ejemplo extraordinario de cómo, partiendo de un error, un lógico empecinado puede acabar en una confusión caótica”.(Resp. de Keynes a Hayek. L.S.E. Económica , Nov., 1931, No. 34 (Nov., 1931), pp. 387-397).

Los delirios de estos falsos profetas del capitalismo utópico vienen de lejos y carecen completamente de cualquier originalidad, menos aún de apego a la verdad de los hechos. 

Los rotundos hechos políticos actuales en Argentina que tienen a algún libertario en funciones desmienten a estos charlatanes de la lucha de clases que defienden a los capitalistas y su furia explotadora de los trabajadores a quienes consideran su enemigo a combatir, tal como se puede advertir en el granuja rasputinesco e inescrupuloso de Milei y su horda de patoteros saqueadores del Estado y del salario. Razón le asistía a Marx cuando afirmaba: “… los capitalistas, por mucho que en su competencia mutua se revelen como falsos hermanos, constituyen no obstante una verdadera cofradía francmasónica frente a la totalidad de la clase obrera” (K. Marx; El Capital III; 3; pág. 250; Siglo XXI Editores.)

Fernando Hugo Azcurra. Economista argentino.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.