La visita del primer presidente negro de Estados Unidos, Barack Obama, a la primera mandataria mujer de Brasil, Dilma Rousseff, arrojó avances modestos en la relación bilateral y no pudo eludir el gusto amargo de que fuera en este país donde se anunciara el ataque aéreo a Libia. El sábado 19, Obama anunció desde Brasilia […]
La visita del primer presidente negro de Estados Unidos, Barack Obama, a la primera mandataria mujer de Brasil, Dilma Rousseff, arrojó avances modestos en la relación bilateral y no pudo eludir el gusto amargo de que fuera en este país donde se anunciara el ataque aéreo a Libia. El sábado 19, Obama anunció desde Brasilia el inicio de bombardeos contra el régimen de Libia, en cumplimiento de la resolución 1973, emitida el jueves 17 por el Consejo de Seguridad de la ONU, que ordenaba al régimen de Muammar Gadafi el cese del fuego contra sectores rebeldes que reclaman su renuncia y autorizaba a imponer por la fuerza una zona de exclusión de vuelos.
Brasil, que ocupa un asiento no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), se había expresado contrario a las medidas militares y fue uno de los cinco países que se abstuvieron en la votación.
Brasilia, junto a otras potencias emergentes del Sur, reclama desde hace tiempo una reforma amplia de ese máximo órgano político y de seguridad que le asegure un asiento permanente.
En un discurso en Brasilia, Rousseff defendió la reforma del Consejo de Seguridad, pero se abstuvo de mencionar el caso libio.
«Nos preocupa la lentitud de las reformas en las instituciones multilaterales que aún reflejan un mundo antiguo. Trabajamos incansablemente por la reforma de la gobernanza del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Impulsamos cambios fundamentales en el proyecto de gobernanza global: la ampliación del Consejo de Seguridad de la ONU», dijo Rousseff.
«Vamos a continuar los esfuerzos para garantizar que las nuevas realidades del siglo XXI se reflejen en las instituciones internacionales, incluyendo las Naciones Unidas, donde Brasil aspira a un asiento en el Consejo de Seguridad», contestó Obama.
En el plano bilateral, «por la primera vez Brasil no recibió exigencias en derechos humanos o democracia; al contrario, fue Estados Unidos el que recibió demandas de la presidenta Dilma», dijo a IPS el ex diplomático Marcos de Azambuja, integrante del Centro Brasileño de Relaciones Internacionales.
Pero hay aún distancias de desarrollo económico, que determinan que Brasil todavía es un país emergente, destacó. La paridad se da en el «respeto recíproco y en la ausencia de resentimiento», sostuvo.
Obama es el único jefe de Estado estadounidense que visita Brasil pese a que su país ha dejado de ser el primer socio comercial de la potencia emergente sudamericana.
Además, expresó con énfasis su interés en comprar petróleo extraído del enorme yacimiento «pre-sal» de Brasil.
El pre-sal es una formación geológica submarina con hidrocarburos en una profundidad de hasta 7.000 metros, situados bajo una capa de sal de hasta 2.000 metros de espesor, que podrían colocar al país en el quinto lugar mundial en cuanto a reservas de petróleo.
Para Azambuja, Estados Unidos habló como un cliente y Brasil asume el rol de los países que pueden vender, «sin que medie un chantaje político, como en Venezuela o en los países de Medio Oriente o África». «Hace tiempo no veo una relación en semejante pie de igualdad», concluyó.
Entre los 10 acuerdos de cooperación firmados por Obama y Rousseff, la gran decepción fue tributaria.
«Empresarios estadounidenses y brasileños esperaban evitar la doble tributación. Esa fue una fuerte demanda de ambos lados», indicó el politólogo David Fleischer, estadounidense naturalizado brasileño y profesor de la Universidad de Brasilia.
Además, se estableció un mecanismo de reuniones semestrales para discutir problemas diplomáticos y de relaciones bilaterales. «Tales consultas antes no eran tan regulares», afirmó Fleischer.
Sin embargo, el retiro de barreras a los productos brasileños no ha sido planteado por Obama y está lejos de lograrse.
Rousseff fue enfática: «Buscamos relaciones comerciales más justas y equilibradas. Para nosotros es fundamental que se rompan las barreras que se yerguen contra nuestros productos: el etanol, la carne bovina, el algodón, el jugo de naranja y el acero».
Brasil tuvo el año pasado el mayor déficit comercial de todos los tiempos con Estados Unidos, de 7.730 millones de dólares, una caída notable desde el superávit de 9.900 millones de dólares que sostenía en 2006.
El momento más delicado de la visita, admitió Fleischer, fue la aparición de Obama ante cientos de periodistas el sábado para dar luz verde a los bombardeos de su país sobre Libia, si bien «fue una coincidencia que ocurriera en Brasil, fue un remate que venía en marcha hacía una semana», indicó.
Obama llegó a Brasilia el sábado, donde mantuvo reuniones con Rousseff y participó de conferencias empresariales. El domingo viajó a Río de Janeiro con su familia, y se dirigió al público carioca en un acto celebrado en el Teatro Municipal. Partió de Brasil este lunes 21 rumbo a Chile, segundo destino de su gira latinoamericana.
Sin consensos sobre Obama
La visita de Obama no despertó consensos en la sociedad brasileña e incluso hubo dos pequeñas manifestaciones contra la decisión de atacar a Libia.
«Obama no respetó a Brasil cuando vino a nuestro país y declaró la guerra a otro (estado) desde aquí», dijo a IPS la historiadora Socorro Gomes, que preside el Centro Brasileño de Solidaridad con los Pueblos y la Lucha por la Paz (Cebrapaz), una organización que coordina la campaña contra las bases militares en el continente americano.
Cebrapaz fue una de las decenas entidades que articularon una manifestación pacífica, que concentró cerca de 500 manifestantes el domingo en Río de Janeiro.
Para Gomes, «Obama continúa en esencia con la misma política de supremacía y de poder militar. Queremos decir que en Brasil no hay consenso acerca de Obama».
Bajo su mandatado, Estados Unidos «sigue el diseño de Medio Oriente con gobiernos que estén absolutamente afinados con sus intereses en la región, que son petróleo, gas y el control de los mares», afirmó.
Para el diputado federal Chico Alencar, del izquierdista y opositor Partido Socialismo y Libertad, los «asuntos más básicos» no fueron resueltos.
La visita «fue pésima en lo comercial, porque Obama manifestó interés por nuestro petróleo pre-sal y no dijo una palabra sobre la reducción de barreras aduaneras para nuestro etanol», dijo Alencar.
Los aviones caza F 18 de la compañía estadounidense Boeing, «son ofrecidos a Brasil con insistencia, pero nuestros buenos aviones de la Embraer (Empresa Brasileña de Aeronáutica) ni pensar en el mercado estadounidense», ejemplificó.
Sobre el reclamo de Brasil a un lugar permanente en el Consejo de Seguridad, Washington sólo tiene «aprecio» por esa voluntad, describió.
Y por fin, en el aspecto «político-ideológico», la visita de Obama fue un «desastre justo en el momento en que potencias lideradas como siempre por Estados Unidos efectúan un ataque violento a Libia, que hasta hace poco tiempo era su aliado», concluyó.
Las ciudades de Brasilia y Río de Janeiro estuvieron bajo un fuerte esquema de seguridad que impidió al público brasileño ver siquiera al mandatario y a su familia. Una protesta efectuada el viernes por unos 200 activistas frente al consulado de Estados Unidos en Río terminó con 13 detenidos luego de que un manifestante arrojara una bomba molotov.