La guerra relámpago de Estados Unidos contra las soberanías alimentarias nacionales se traslada a los Andes.
La guerra relámpago de Estados Unidos contra las soberanías alimentarias nacionales se traslada a los Andes. La han estado sufriendo Colombia, Ecuador y Perú a lo largo de las ocho rondas de negociación del Tratado de Libre Comercio entre la Comunidad Andina de Naciones y Estados Unidos (AFTA, por sus siglas en inglés).
Estos tres países ya han probado el Tratado Andino de Preferencias para la Erradicación de las Drogas (APTDEA). Para combatir el cultivo de coca, Washington acordó otorgar una serie de preferencias e incentivos a los cultivos lícitos en la región. Pero estas políticas no han beneficiado a los campesinos pobres, sino principalmente a las empresas agroexportadoras, en detrimento de la soberanía alimentaria de los tres países, de las agriculturas campesinas e indígenas, productoras de alimentos básicos. En Colombia, desde la vigencia del APTDEA la importación de alimentos se disparó de 700 mil a 7 millones de toneladas anuales.
Ha sido tan difícil el tema agrícola en las negociaciones del AFTA, que se decidió abordarlo en reuniones por separado entre Estados Unidos y cada uno de los países andinos. La postura estadunidense se puede resumir así:
Manejo estratégico del arma alimentaria: Estados Unidos pretende convertirse en el único proveedor de cereales para consumo humano y forrajero. Quiere vender el total de las 400 mil toneladas de maíz amarillo que Ecuador importa, los 2 millones de toneladas que compra Colombia y del millón que compra Perú, la mitad de su consumo nacional. Exige desgravación total para sus exportaciones de trigo, cebada, centeno, sorgo y soya. Para el arroz demanda cuotas altísimas libres de arancel y eliminación acelerada de los aranceles que resten.
No eliminación de subsidios: Los estadunidense s no están dispuestos a eliminar los subsidios a su agricultura que suman 94 mil millones de dólares, 10 mil de ellos para el maíz, el trigo y el arroz. En contraste, los gobiernos andinos destinan casi ridículas sumas a apoyar a sus agricultores: en Perú, de 30 millones de dólares para proteger a los productos sensibles. En Colombia se destinarán 100 millones de dólares para investigación y desarrollo tecnológico.
Eliminación de franja de precios y no eliminación de barreras estadunidenses.
Los países andinos aplican un mecanismo conocido como franja de precios para evitar que los productos subsidiados ingresen a sus mercados a un precio tan bajo que haga quebrar a los productores locales: la franja se aplica al maíz, al arroz, al azúcar y a los lácteos.
En la negociación del AFTA, Estados Unidos ha dicho que los andinos deben eliminar su franja de precios y además no quiere asegurar acceso real a su mercado para las exportaciones agrícolas andinas, que seguirían enfrentando fuertes barreras sanitarias y fitosanitarias.
Múltiples voces alertan del terrible impacto de firmar el AFTA como pretende la Casa Blanca. La Cepal señala que el sector agropecuario de Ecuador pierde en todos los escenarios. Incluso en el caso poco probable de que Estados Unidos elimine subsidios y apoyos y mantenga en cero sus aranceles. Las unidades productivas más afectadas serán las de subsistencia, productoras de maíz y arroz, así como las medianas.
El Nobel de Economía Joseph Stiglitz señala que Colombia tiene que defender a sus cultivadores de arroz y maíz en las negociaciones para un TLC con Estados Unidos, o correría el riesgo de un aumento en sus cultivos de hoja de coca, materia prima del violento tráfico de drogas.
Por su parte, las organizaciones de la Vía Campesina de la región han declarado que la firma de acuerdos comerciales significará el exterminio de más de 30 millones de campesinos, indígenas y afrodescendientes de la región.
Por todo eso la protesta contra esta manera de tratar la agricultura en el AFTA ha venido de muy diversos actores. Desde organizaciones de empresarios agrícolas, como Coveagro, de Perú, o Salvación Agropecuaria, en Colombia, hasta coordinadoras campesinas e indígenas. Organismos como la Cepal y la Unicef encienden los focos rojos. En los mismos equipos negociadores hay inconformidad. Van ya dos ministros de agricultura que caen en Perú y en Colombia.
También se acude a la democracia directa: los indígenas colombianos llevan a referéndum el tratado en el departamento del Cauca y es rechazado por 98 por ciento de ellos. En Ecuador todos los sectores sociales preparan una gran consulta sobre el AFTA: «Ecuador decide».
Las multinacionales del agronegocio no la tienen fácil gracias a la resistencia de los agricultores andinos, quines se han convertido en la punta del rechazo social al leonino tratado. Ellos e incluso algunos de sus gobiernos lo tienen bien claro: o se protegen sus agriculturas y sus alimentos básicos o no habrá AFTA.