Recomiendo:
0

Venezuela 7-O

Lo que esta en juego para nuestra América

Fuentes: Rebelión

Para el observador descuidado del acontecer político en Nuestra América, las elecciones presidenciales en Venezuela es un asunto simple: la permanencia o no de Hugo Chávez como presidente de la Republica Bolivariana. Sin embargo, hay un conjunto de consideraciones de gran peso y valor, que van mucho más allá del triunfo o la derrota. En […]

Para el observador descuidado del acontecer político en Nuestra América, las elecciones presidenciales en Venezuela es un asunto simple: la permanencia o no de Hugo Chávez como presidente de la Republica Bolivariana. Sin embargo, hay un conjunto de consideraciones de gran peso y valor, que van mucho más allá del triunfo o la derrota.

En primer lugar, Chávez representa el arribo a posiciones de poder de los sujetos históricamente desplazados, subyugados e invisibilizados de la historia. Desde la irrupción violenta del europeo, a finales del siglo XV, se implantó una visión sociocéntrica y etnocéntrica que privilegio al hombre caucásico por encima de las otras tipologías étnicas. En el caso de Chávez, él encarna al zambo (surgido de la relación entre negro e indígena) que siempre fue un sujeto de explotación y segregación. Cuando Chávez triunfa por 1ª vez en 1998, su victoria significa una reivindicación al olvido en que han quedado los sujetos no caucásicos en Nuestra América. Chávez facilita, en términos simbólicos procesos como la llegada al poder de un aymara, como Evo Morales pues genera un despertar del «ser» sojuzgado y reprimido. Por lo tanto, la permanencia de Chávez, a través de un nuevo triunfo electoral, se traduce en la permanencia de una voz que clama por los olvidados históricos que se convierten en sujetos de pleno derecho en cada espacio Latinoamericano.

En segundo lugar, Chávez representa un debate hacia el papel histórico del paradigma socialista en Nuestra América. Cuando en los años finales de la década del 90, en el pasado siglo XX, fracasó el mal llamado «Socialismo Real», se dio por sentado el «fin de la historia» y el triunfo del modelo liberal sobre su contraparte paradigmática. Sólo Fidel Castro y la siempre orgullosa Cuba seguían en la pelea. La llegada de Chávez introduce en la escena política del discurso de la izquierda dos cosas: la reivindicación de los excluidos socialmente y la denuncia de los desmanes del capitalismo en lo que respecta a la apropiación y expoliación de los recursos naturales. Como si no fuera suficiente, a partir del 2006 y dada la naturaleza de su triunfo, impulsó el debate acerca de la necesidad de particularizar la discusión sobre la construcción de una respuesta contrahegemónica al capitalismo. El Socialismo del Siglo XXI, no es un invento, es una propuesta de articulación de un nuevo proyecto civilizatorio que permita sobre la premisa de «vivir bien» – tomada de las históricas y ancestrales comunidades originarias- favorecer el desarrollo de la voluntad de vida, es decir, de la resolución de las necesidades materiales y simbólicas de los seres humanos, alejándonos de la dependencia del capital que impone el liberalismo. El triunfo de Chávez, es un augurio para seguir adelantando en una reflexión que incluye la alternativa para que la especie humana sobreviva, ante la inexistente condición ética y moral impulsada por la sociedad post-capitalista.

En tercer lugar, con Chávez se está jugando una práctica movilizadora de las organizaciones y fuerzas sociales, que con su acumulado de luchas históricas, desaparecidos forzados, asesinatos políticos han levantado siempre la voz en todo el Continente. Chávez encarna la insurgencia de los colectivos indianos, afrodescendientes, mestizos, zambos, mulatos, mujeres y niños que durante siglos han combatido y exigido derechos sociales, políticos y culturales. Sí bien, al principio de su mandato, el impulso revolucionario – como práctica de ruptura- fue impuesto desde las alturas del «poder político», en la actualidad el empoderamiento desatado de los grupos socialmente subordinados ha sido de tal magnitud que ha generado todo un movimiento social, etiquetado sobre la idea de un Nuevo Constitucionalismo Latinoamericano, que propone la adecuación de las leyes al momento histórico. Hay un impulso movilizador «desde abajo», cuya práctica se da sobre la idea de mandar-obedeciendo en contraste con el mandar-mandando que prevalece en el pensamiento y la herencia liberal-burguesa. Mandar-obedeciendo incluye la incorporación de mecanismos de democracia directa, ampliación de derechos y horizontalidad en la toma de decisiones, que por supuesto, genera reticencias y oposiciones a los sectores propietarios que históricamente han expoliado y usufructuado el poder por el poder mismo.

En cuarto lugar, la propuesta política de Chávez para la campaña presidencial de 2012, denominada Programa Patria, introduce un campo de referencia muy amplio para el tipo de contenido que había caracterizado los Programas Políticos en toda la historia de Latinoamérica. La preocupación -plasmada como uno de los cinco (5) objetivos históricos que esboza- por la supervivencia de la especie humana, está conectada con las nuevas ideas en torno al Socialismo del Siglo XXI, alejado del error que derivó de la interpretación soviética de la 1ª mitad del siglo XX. Se debate acerca de la necesidad de buscar nuevos derroteros para construir un poder político-cultural-social-económico que «desde abajo» los colectivos organizados puedan dar respuestas a los requerimientos de vida, sin destruir la vida misma para ello. Es decir, resolver el tema del «vivir bien» (condiciones dignas para la especie humana) pero sin destruir al resto de las especies en un afán consumista sin sentido del límite o del tiempo.

En quinto lugar, el triunfo de Chávez permitiría seguir un debate acerca de dos aspectos políticos conectados: los mecanismos multinacionales y supranacionales de integración y la defensa nacionalista de los recursos naturales y la bioenergía de los pueblos del mundo, ante la voracidad depredadora del capitalismo postindustrial. Chávez propició un debate que ha puesto límite a la estrategia de los Tratados de Libre Comercio (TLC) que era el mecanismo institucional para la extensión hegemónica del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (PNSA), que busca controlar las fuentes energéticas, imponer su supremacía militar y someter al mundo a una nueva etapa de control absoluto. Chávez logró articularse con Fidel Castro, Néstor Kichner, Evo Morales, Rafael Correa, Lula Da Silva, José «Pepé» Mujica, entre otros, para proponer una alternativa no exclusivamente económica a los mecanismos de integración existentes hasta ahora. Iniciativas como UNASUR, CELAC, Alba-TCP, Banco del Sur, Sucre, son solo algunas de las respuestas que está planteando en términos de aprovechar el momento ético revolucionario que estamos viviendo para construir un Bloque Histórico Hegemónico de Poder (BHHP), que responda a los peligros en que nos envuelven el consumismo sin límites impulsado desde esquemas de vida neoliberales.

En sexto lugar, ese debate sobre un nuevo Bloque Hegemónico, lleva implícito un enfoque geoestratégico que responde a una realidad cambiante. La existencia de acuerdos suprageográficos de nuevo tipo (Zona Euro, Acuerdos del Pacífico) obliga a plantearse una estrategia de largo alcance para defender dos elementos que hacen de Nuestra América un espacio privilegiado y apetecido por otras potencias: la disponibilidad de recursos hídricos y las riquezas energéticas. En el 1er caso, con la entrada de Venezuela al MERCOSUR, se unen tres (3) de las Cuencas Hidrográficas más importantes y que convierten a este mecanismo de integración en el mayor espacio geográfico con reservas hídricas del mundo: la del Orinoco (casi 980.000 km2), la del Amazonas (más de 6 millones de Km2) y la del Río de la Plata (cerca de 3.4 millones de km2), haciendo un gran total de más de 10 millones de Km2. En términos energéticos, la incorporación al MERCOSUR de los 298.000 millones de barriles de reserva de petróleo de Venezuela, le otorga una base estratégica incomparable. El impulso geopolítico que impregna la presencia (o permanencia) de Chávez en los escenarios multilaterales de Nuestra América, es una garantía ética y revolucionaria en este esfuerzo por sobrevivir ante la inequidad y la ausencia de escrúpulos del modo de vida liberal.

En definitiva, como hemos visto, la elección del 7-O, va más allá de una disputa con un candidato que no representa sólo a la derecha venezolana, sino que encarna un modo de vida que amenaza la vida misma, sin ningún tipo de agobio ético o moral y que se encuentra interconectado a través de una compleja trama de redes mediáticas y comunicativas, que repite los mismos argumentos en todos los países de Nuestra América, contra la opción contrahegemónica que encarna el Comandante Chávez. Por ello, el 7-O se encuentra en juego el futuro – y la posibilidad- de consolidar la alternativa a una lógica destructiva y depredadora, que se ha impuesto por diversos medios durante toda la historia de la humanidad. La batalla del 7-O que adelanta Chávez y los movilizados junto a él, es la batalla de la supervivencia de la humanidad, es la batalla que reivindica las luchas de los explotados pero sobre todo, es la batalla por la vida misma. Por ello, todos los habitantes de Nuestra América, están convocados a esta acción colectiva en defensa de la humanidad.

Dr. Juan E. Romero J. es Historiador.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.