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Lo que le espera a Lula en su segundo mandato

Fuentes: Sin Permiso

Esta victoria en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales era previsible; también el resultado de casi el 61%: de ahí que los primeros e-mails eufóricos empezaran ya a circular días antes del 29 de octubre. Cautela, sin embargo: Lula ha vencido, y Geraldo Alckmin, el candidato de las derechas brasileñas, la que se atribuyen […]

Esta victoria en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales era previsible; también el resultado de casi el 61%: de ahí que los primeros e-mails eufóricos empezaran ya a circular días antes del 29 de octubre. Cautela, sin embargo: Lula ha vencido, y Geraldo Alckmin, el candidato de las derechas brasileñas, la que se atribuyen incluso vínculos con el archiconservador Opus Dei, no ha quedado, con casi el 40%, fuera de combate. El PT de Lula sale debilitado de esas elecciones, lo que plantea inmediatamente la cuestión: ¿qué puede hacer en el parlamento un presidente orientado a la izquierda debilitado en sus apoyos?

Cuando Lula accedió por vez primera al cargo hace cuatro años, los mercados financieros globales reaccionaron con pánico. Brasil se vio degradado a la condición de país de riesgo, lo que traía consigo unos intereses que rayaban el 30%. George Soros, especulador y sedicente crítico de la globalización, fue una excepción: en la era de la globalización, da lo mismo lo que voten los brasileños. Sólo cuentan los sufragios de los estadounidenses. Cínica opinión, pero realista. Y útil para los brasileños, porque aplacó el pánico de los moradores de la selva financiera, y el FMI acabó concediendo al país un paquete crediticio cercano a los 30 mil millones de dólares.

Cuatro años después, todo es distinto. No sólo porque el ministro de finanzas Palocci, responsable de la política monetaria y financiera extremadamente restrictiva del gobierno Lula, tuviera que dimitir. Porque, entretanto, en el «patio trasero» latinoamericano ha dejado de ser verdad que sólo los sufragios de los estadounidenses cuentan. No sólo Cuba, también en Venezuela, Bolivia, Argentina, Chile y Uruguay, y ahora, de nuevo, en Brasil, han llegado gobiernos que han conseguido repetidamente impedir la zona de libre cambio tan urgentemente deseada por los EEUU. La victoria de Lula tiene, pues, valor como señal para el continente, y su persona confirma ese curso de as cosas.

Tal vez sea éste una de las razones de que muy pocos hayan seguido el llamamiento de la dirigente de izquierda crítica con Lula, excluida en 2003 del PT, Heloisa Helena, que pidió el voto enblanco para la segunda vuelta. Demasiadas cosas estaban en juego. El adversario de Lula, Alckmin, no sólo se declaraba partidario de la zona de libre comercio, sino que quería seguir privatizando, así como recortar las prestaciones sociales del estado.

No es que esté planteada en Brasil la alternativa neoliberalismo o socialismo. Lula representa una posición crítica del capitalismo que, cuando mucho, aspira a una política exterior independiente de los EEUU y a una política económica socialdemócrata preocupada por los desempleados y los precarios. La introducción de la «bolsa familiar», una suerte de ayuda a las familias, ha significado, en efecto, entre 2003 y 2006, un incremento nominal de los ingresos de las familias pobres cercano al 75,3%. Va de suyo que lo que con ello pretendía Lula era hacer olvidar los muchos escándalos del PT y de s entorno. Pero también jugaron su papel las privatizaciones de empresas públicas acometidas por el predecesor de Lula en el cargo, Cardoso, cuyas consecuencias han resultado fatales para las capas más pobres de la población: sólo quien tiene dinero, puede permitirse prestaciones que ahora ofrece el sector privado. De aquí que Lula haya dicho repetidamente que sólo los ricos podrían permitirse un Estado débil. Es natural, pues, que las privatizaciones hayan aparecido en campaña no como un asunto académico, sino en relación con las experiencias vitales concretas de los ciudadanos.

No es casual que, tres días antes de acudir a las urnas, la empresa minera Companhia Vale do Rio Doce, que fue privatizada en 1997, anunciara con profusa publicidad en todos los periódicos brasileños que había comprado por 18 mil millones de dólares la empresa canadiense de níkel Inco. Surgía, así -bajo dirección brasileña- la que, según Billington, será no sólo la segunda mayor empresa transnacional minera del mundo, sino también el primer conglomerado empresarial de América Latina, que ha sido capaz de absorber a un global player procedente de un país industrial del hemisferio norte de la tierra. «Crecemos en el mundo», anunciaba Vale do Rio Doce, «pero seguimos estando orgullosos de ser brasileños».

La lucrativa empresa pública fue saldada bajo la presidencia de Henrique Cardoso en 1997 a un consorcio privado brasileño precio adjudicado de 3,3 mil millones de dólares: muy pronto los beneficios compensaron el desembolso de compra, muy por debajo del valor real de la empresa. La actual gira adquisidora de Vale do Rio Doce la ha financiado, entretanto, el ciudadano brasileño, que no deja de ser consciente de eso.

Las agencias de rating norteamericanas han anunciado ya que, a priori, ha de esperarse que Brasil vuelva a ver rebajada su posición en el ranking debido a la insuficiente mayoría parlamentaria del gobierno de Lula. Lo que podría costar muy caro, pues ya en octubre tuvieron los bancos brasileños que refinanciarse con intereses al 14,4 por ciento, prestando dinero a un interés anual del 41,9 por ciento. Tamañas cuotas usureras bloquean la economía: las pequeñas y medianas empresas no pueden acceder a créditos, las grandes recurren a créditos en los mercados internacionales de capitales, con intereses más bajos, y el estado brasileño paga sus deudas a unos intereses extremadamente altos, lo que achica el espacio del gasto social. ¿Se liberará Lula de esta tenaza? La única posibilidad sería seguir el ejemplo de su colega en el cargo, el argentino Néstor Kirchner: saldar parcialmente las deudas y bajar los intereses. El alboroto de los mercados financieros podría ser considerable.

Elmar Altvater, es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO

Traducción para www.sinpermiso.info: Amaranta Süss