Un billete de 100 yuanes sobre titulares del presidente electo de EE.UU., Donald Trump. PHOTO: AGENCE FRANCE-PRESSE/GETTY IMAGES Donald Trump prometió confrontar de manera enérgica a China el día que asuma la presidencia de Estados Unidos. Al igual que muchas de las cosas que se dicen durante una campaña, la retórica puede resultar ser […]
Un billete de 100 yuanes sobre titulares del presidente electo de EE.UU., Donald Trump. PHOTO: AGENCE FRANCE-PRESSE/GETTY IMAGES
Donald Trump prometió confrontar de manera enérgica a China el día que asuma la presidencia de Estados Unidos. Al igual que muchas de las cosas que se dicen durante una campaña, la retórica puede resultar ser simple fanfarronería. Pero también podría presagiar nuevas negociaciones entre las dos mayores potencias del mundo. Los inversionistas querrán saber si el presidente electo vislumbra una estrategia negociadora ganadora.
Una guerra comercial con todas las de la ley con China sacudiría con toda seguridad los mercados globales. Algunas de las mayores empresas estadounidenses, como Apple, Intel y Boeing utilizan a China como proveedor, fabricante y cliente. El gigante asiático es uno de los mayores compradores de bienes agrícolas estadounidenses y un posible destino importante de las exportaciones de gas natural. La imposición unilateral de aranceles desataría rápidas represalias de China, como una posible depreciación del yuan contra el dólar y el bloqueo del mercado chino a las compañías estadounidenses.
Estamos hablando de escenarios hipotéticos. Si sus antecedentes como empresario sirven como una guía, es probable que Trump ponga a prueba a China con una apertura poco ortodoxa, la clase de medida que los mercados no pueden prever. Un acuerdo diplomático logrado con negociaciones sigilosas no es su estilo.
No obstante, es probable que el objetivo final del magnate de los bienes raíces sea algún tipo de acuerdo que deje bien parado a EE.UU., al menos en el papel. La pregunta entonces, es ¿en qué tendrá que ceder China?
Es probable que un fortalecimiento del yuan no sea la respuesta. Los mercados ya están reduciendo el valor de la divisa china sobre las condiciones económicas base. Un esfuerzo global concertado de parte de los bancos centrales para elevar la cotización del yuan, algo parecido al Acuerdo Plaza para impulsar el yen, llamado así porque se concretó en el connotado hotel neoyorquino en 1985, parece improbable.
A su vez, las cuotas «voluntarias» de exportaciones, a las que Japón se tuvo que suscribir en los años 80 para su sector automotor bajo la presión de EE.UU., podrían ser una solución en el caso de productos muy polémicos, como el acero. El problema es que, aunque ambas partes se pongan de acuerdo, la OMC no mira con buenos ojos estos arreglos. Habría que buscar una forma de eludir sus objeciones.
Hay otras fichas de negociación. Que China permita a las empresas estadounidenses un mayor acceso al mercado e imponga reglas de juego parejas para todos ha sido desde hace tiempo una de las aspiraciones de Washington. Es el tema de un elusivo acuerdo bilateral de inversión en el cual China insiste que una larga lista de sectores quede al margen. Alcanzar un pacto de esta naturaleza podría constituir un primer paso, aunque la clave sería hacerlo cumplir en forma efectiva.
Las ambiciones de Trump para desarrollar obras de infraestructura ofrecerían terreno en común con los chinos. Beijing ha querido invertir en infraestructura en EE.UU., pero las preocupaciones en torno a la seguridad nacional han sido un obstáculo. Un acuerdo para permitir una inversión china de US$100.000 millones en EE.UU. en infraestructura podría beneficiar a ambas partes. Los aeropuertos, los trenes de alta velocidad e incluso el muro que Trump prometió edificar en la frontera con México surgen como posibilidades. Ello ayudaría a China a exportar su exceso de capacidad industrial y permitiría a Trump señalar una cifra en dólares que le estaría quitando a China.
Trump pisa un terreno más difícil en otras áreas. Los subsidios chinos, que incentivan la producción local en desmedro de las importaciones, son parte del ADN de la economía china. Los bancos estatales le prestan a las empresas estatales, muchas de las cuales tienen posiciones oligopólicas que bloquean la participación del sector privado en sectores como las telecomunicaciones y los servicios financieros. Eso será difícil de cambiar.
Asumiendo que China no será un negociador endeble, ¿qué puede querer a cambio? China ansía un mayor estatus internacional. EE.UU. podría unirse al Banco Asiático de Inversión en Infraestructura. Dejar de criticar al yuan sería una concesión. Algunos triunfos no tienen que ser económicos. Trump podría ofrecer garantías de que no se inmiscuirá en el Mar del Sur de China. Sus asesores de seguridad nacional de línea dura pueden objetar, pero eso es parte del arte de negociar.
A juzgar por la reacción de los mercados desde la victoria de Trump en las elecciones, no hay grandes temores de que aparezcan grandes tensiones a la vuelta de la esquina. Algunos creen que Trump abordará primero la relación con México. Eso les otorga a los inversionistas más tiempo para prepararse. Independientemente del momento, la relación de EE.UU. con China está sobre la mesa.
Fuente: http://lat.wsj.com/articles/SB12338082701032984068504582456803478739664?tesla=y