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Lo que significaría realmente un cambio democrático en Oriente Medio

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por J.A. Julián

Introducción

Estados Unidos e Israel propugnan una política de «cambio de régimen» en Oriente Medio, basándose para ello en la intervención militar, tanto abierta como encubierta, según el ejemplo de la invasión estadounidense de Irak y los asesinatos israelíes de líderes palestinos. Los ideólogos aseguran que los actuales líderes de Oriente Medio son corruptos, incompetentes y despóticos y que las «reformas democráticas» y la «economía de libre mercado» solamente pueden realizarse mediante una «transición a la democracia» impuesta desde el exterior.

Los sectores críticos con esta política aseguran que una auténtica democracia incrementaría el antiimperialismo, acrecentaría el apoyo a los palestinos, profundizaría el aislamiento de EE UU e Israel, limitaría la inversión estadounidense y redistribuiría la riqueza de los países árabes. Aseguran también que el historial reciente de EE UU e Israel (Irak y Palestina) muestra que el «cambio de régimen» no conduce la democracia y la prosperidad, sino a regímenes corruptos, gobiernos títere y pobreza masiva. Asimismo, afirman que la «ideología democrática» no tiene nada que ver con la democracia, sino de lo que se trata es de imponer un mayor control económico y político de EE UU e Israel, conseguir el reconocimiento de este último país por parte de regímenes clientelistas árabes, y dirigir el control estadounidense del petróleo y el acceso de Israel a una energía barata y al agua.

La opinión pública árabe

La democracia implica que la opinión pública mayoritaria pueda hallar su vía de expresión por medio de representantes políticos libremente elegidos. Sin embargo, en todos los aspectos políticos importantes, la opinión pública árabe es abrumadoramente más crítica de las políticas y prácticas estadounidenses que los mismos gobernantes autoritarios actuales que estadounidenses y sionistas israelíes critican y pretenden reemplazar.

Una reciente encuesta elaborada en junio de 2004 por el respetado profesional John Zogby, basada en una muestra de 3.300 ciudadanos de Egipto, Jordania, Líbano, Marruecos, Arabia Saudí, y los Emiratos Árabes Unidos demostró que la opinión favorable respecto a EE UU varía entre un 20% en Líbano y un 2% en Egipto. Entre los países más estrechamente aliados a EE UU y necesitados de reformas democráticas, la amplia mayoría de la población es hostil al gobierno de EE UU: en Marruecos, el 89% de la población se opone a las políticas estadounidenses; en Arabia Saudí el 96%; en Jordania el 85%; el Líbano el 80%; en Egipto el 98% y en los Emiratos Árabes Unidos el 86%.

Además, la tendencia histórica va hacia una creciente hostilidad en relación con EE UU. En Marruecos, las opiniones pro estadounidenses disminuyeron del 38% al 11% entre 2002 y 2004; en Arabia Saudí del 20% al 4%; en Jordania del 34% al 15%; en Líbano del 26% al 20%; y en Egipto del 15% al 2%. La única excepción a esta tendencia general se registra en los Emiratos Árabes Unidos, en los que ha habido un ligero incremento favorable de 11% al 14%.

Teniendo en cuenta el represivo clima político impuesto por los regímenes favorables a EE UU en los países citados, el extraordinario nivel de oposición a EE UU no tiene precedente. Hace falta valor para manifestar públicamente una oposición a la política estatal oficial en países como Arabia Saudí, Marruecos, Egipto y Jordania, países en los que la oposición ha sido encarcelada, torturada o incluso eliminada.

La citada oposición no se basa en la «envidia» de la prosperidad de EE UU o en el «odio ciego a todo lo que representa EE UU», como tampoco es producto de la «hostilidad arabe-musulmana hacia la modernidad», tal como determinados políticos de los dos partidos políticos principales de EE UU aseguran, opiniones que son coreadas por los medios de comunicación de masas, la academia, los «expertos», los periodistas y los líderes de las principales organizaciones sionistas. La oposición árabe se dirige en primer lugar hacia la política de EE UU: la invasión, ocupación, destrucción y colonización de Afganistán e Irak, y el apoyo incondicional al régimen fascista judío de Ariel Sharon y a sus políticas genocidas contra los palestinos. La oposición popular árabe se dirige contra las amenazas de EE UU de lanzar nuevas guerras y ataques militares contra Irán, Siria y Arabia Saudí. La oposición se fundamenta en las políticas estadounidenses de apropiación y privatización de las compañías petrolíferas públicas y su transferencia a las corporaciones transnacionales. Se trata de una oposición racional y democrática contra el imperialismo estadounidense y no contra todo lo que representa EE UU. Tal como el encuestador citado, John Zogby, destaca, las políticas de EE UU contra Irak, «el terrorismo», los árabes y Palestina consiguen unos niveles de aprobación extremadamente bajos, a la vez que las actitudes de la población árabe hacia la ciencia y la tecnología de EE UU, su libertad y democracia, su pueblo, su cine y televisión y sus productos educativos consigue unos resultados algo mejores (Aljazeera.net, 23.7.2004).

No obstante, las opiniones favorables en los países árabes hacia estos aspectos culturales de EE UU y su pueblo están disminuyendo. Dado que perciben que los votantes estadounidenses eligen legisladores y candidatos presidenciales que apoyan incondicionalmente políticas como la limpieza étnica de Israel y la invasión de Irak, la opinión pública árabe ve cada vez a la opinión pública estadounidense como responsable de los crímenes del imperio.

Las guerras de conquista y pillaje han provocado una oposición generalizada a lo largo de la historia. Las amenazas militares y la tipificación racista de naciones y pueblos vecinos generaliza la hostilidad en cada época. La abrumadora oposición árabe a las políticas de EE UU, a sus líderes e instituciones, tiene justificación histórica, es moralmente legítima y se basa en principios democráticos de soberanía nacional y autodeterminación.

La exigencia estadounidense e israelí de «reformas democráticas» y de «construcción de naciones» otorgaría personalidad política a millones de árabes que actualmente están excluidos de cualquier participación política, y permitiría que partidos políticos masivos, nacionalistas y populistas emergiesen de la ilegalidad y consiguiesen nuevos adherentes. Las reformas democráticas permitirían que más del 90% de la opinión pública árabe pudiese debatir en público y escribir y leer en los medios de comunicación de masas, libre del control las actuales monarquías o repúblicas despóticas pro estadounidenses. Surgirían nuevos regímenes, democráticos y representativos, que responderían mejor a las actuales mayorías. Asimismo, los resultados de una reforma auténticamente democrática consistirían en un apoyo oficial mayor a los palestinos, una oposición mayor a la intervención militar de EE UU, un mayor control público sobre el petróleo y los mercados nacionales, una mayor independencia en materia de política exterior y la transferencia de miles de millones de petrodólares, que actualmente están invertidos en EE UU en bonos y acciones, hacia los servicios públicos (sanidad y educación), la industria y la creación de empleo.

Washington, los neoconservadores (tanto gentiles como judíos) e Israel saben muy bien que una auténtica reforma democrática y un cambio de régimen desde abajo serían perjudiciales para sus objetivos globales y regionales de creación de imperio. La última cosa del mundo que EE UU e Israel desean es que el 90% del pueblo árabe disponga de representantes libremente elegidos que reflejen su nacionalismo y sus preocupaciones en materia de bienestar social.

Cuando Washington e Israel reclaman «reformas democráticas» y «cambio de régimen», lo que realmente desean es la imposición por la fuerza y la cooptación de regímenes que sirvan a sus intereses, contra el 90% de la opinión pública árabe. El significado real de un término como «cambio de régimen» podemos hallarlo en Irak y Afganistán, países en los que EE UU han impuesto gobernantes títere protegidos por las fuerzas militares de EE UU o de países subordinados. Una vez instalados, los gobiernos títere organizan «elecciones» con el fin de darle una pátina de «legitimidad» al dominio colonial.

Para Israel, una imposición de regímenes títere creados por EE UU significaría el reconocimiento del país por los países árabes, el acceso al petróleo, mayor inversión y oportunidades comerciales, ventas de armamentos y consolidación del poder regional. La propuesta estadounidense de democratización no tiene nada que ver con ningún principio democrático, y sí tiene que ver en cambio con gobiernos todavía más violentos y dictatoriales que los existentes actualmente entre los regímenes clientelistas pro estadounidenses. El «cambio de régimen» en la dirección que proponen EE UU e Israel comportaría nuevas guerras similares a la de Irak, invasiones y saqueos de bienes. Exigiría una mayor destrucción de los limitados espacios públicos existentes, con el fin de silenciar a esas mayorías superiores al 90% que actualmente se oponen a la agresión estadounidense. No existe en absoluto ningún tipo de base social masiva en ninguno de los aspirantes democráticos del mundo árabe de apoyo a un régimen impuesto por EE UU, precisamente debido al carácter profundamente antidemocrático y antinacional de dicho cambio. En Oriente Medio y el Magreb menos del 10% de la población apoya las actuales políticas estadounidenses, por lo que el apoyo de nuevas intervenciones en sus propios países sería todavía menor. La única «base» política de EE UU para su «democratización de Oriente Medio» es su gran socio regional: Israel. Los principales defensores de una asociación EE UU-Israel para imponer cambios de régimen en Oriente Medio son los ideólogos sionistas existentes en el seno del gobierno EE UU y de los medios de comunicación.

Por el momento, la resistencia democrática en Irak ha bloqueado los grandiosos planes de EE UU de conquista regional que se esconden en la retórica de «democratización» y «cambio de régimen». No obstante, cabe esperar que Washington e Israel lancen nuevos ataques contra Irán, Sudán y Arabia Saudí con el fin de establecer nuevos enclaves imperiales, aún cuando tal acción vaya contra la opinión de más del 90% del pueblo árabe.