Las bombas colocadas en la capital del imperialismo británico son la respuesta a su alianza bélica con Estados Unidos y su proyecto común de robar el petróleo de Medio Oriente y de África. El problema es que esas bombas no lograrán debilitar el proyecto imperialista de Blair y, mucho menos, derrotarlo. Se trata de una […]
Las bombas colocadas en la capital del imperialismo británico son la respuesta a su alianza bélica con Estados Unidos y su proyecto común de robar el petróleo de Medio Oriente y de África. El problema es que esas bombas no lograrán debilitar el proyecto imperialista de Blair y, mucho menos, derrotarlo. Se trata de una forma de lucha antiimperialista que es disfuncional para vencer a la política de la fascistoide burguesía atlántica.
1. Tony Blair: Oil and Empire
Tony Blair actúa en la misma liga de los grandes delincuentes políticos que su amigo George Bush. Es, sin duda, menos bruto y mejor actor que el capo di capi, pero los intereses que representa son identicos. Esos intereses se pueden resumir en dos palabras: Oil and Empire, petróleo e imperio. Blair es tan cercano a la elite corporativa de British Petroleum (BP) and Royal Dutch Shell, dos de las cuatro empresas energéticas más poderosas del mundo, y de la BAE Systems, la cuarta corporación transnacional armamentista más grande del mundo, como lo es Bush con el complejo militar-industrial de Estados Unidos. Por eso, lo llaman en Inglaterra BP-Tony.
Su cínico pensamiento ha sido expresado con claridad por su gurú de política exterior, Robert Cooper, en abril de 2002, en su famoso ensayo: «Why we still need empires», es decir, » Porque seguimos necesitando imperios».
El mundo está dividido entre Estados premodernos como Somalia, Estados postmodernos como la Unión Europea y Estados Unidos y Estados modernos como China. Los Estados premodernos y modernos son «amenazas para nuestra seguridad». Para controlar esas amenazas el mundo posmoderno tiene que actuar con «dobles estándares».
Entre nosotros dice Cooper-Blair, «operamos sobre la base de leyes y seguridad cooperativa abierta». Pero cuando tratamos con los Estados arcaicos «fuera del continente postmoderno europeo, entonces tenemos que regresar a los métodos más brutales de tiempos pasados: fuerza, el ataque preventivo, engaños, todo lo que es necesario frente a aquellos que viven todavía en el mundo de los Estados egoístas del siglo XIX. Entre nosotros actuamos conforme a la ley. Pero cuando operamos en la selva, tenemos que utilizar también las leyes de la selva».
La Unión Europea es un «imperio cooperativo» (cooperative empire) que necesita un «nuevo tipo de imperialismo», uno que es compatible con derechos humanos y valores cosmopolitos, un «imperialismo defensivo» que tratará a aquellos que no entienden como lo hizo el Imperium Romanum: «Como Roma, se les daría algunas leyes, algunas monedas y algunas carreteras.» Aquí está la esencia del ALCA, del golpe militar contra Hugo Chávez, de la guerra en Irak y Afganistán y de la militarización de América Latina por el Pentágono.
Este discurso es ya el discurso general de la elite europea, compartido por Chirac, Schroeder, Belusconi y demás protagonistas imperiales. En la dicción de la Ministra de Defensa francesa Michèle Alliot-Marie, junto con Blair y la Ministra de Defensa noruega Kristin Krohn Devold, una de las figuras más nefastas del establishment armamentista y militarista de la UE: «Si Europa quiere difundir sus valores de humanismo y democracia en el mundo, tenemos que… actuar, y si es necesario con las armas».
Derrotar a este nuevo monstruo de la política internacional, el imperialismo de la Unión Europea, no es posible plantando bombas en sus capitales que por razones de logística e inteligencia militar se dirigen contra «objetivos blandos», es decir, civiles. Esos actos terroristas sólo les da la posibilidad a los grandes terroristas del sistema mundial, como Blair y Bush, de presentarse como defensores de los derechos humanos, de la democracia y de las mayorías, impidiendo la comprensión de las masas, de que ellos no son la solución, sino la esencia del problema del terrorismo en el mundo.
2. ¿Conflicto entre fundamentalismos?
Los propagandistas de Occidente han presentado el conflicto entre la burguesía atlántica y las fuerzas islámicas involucradas como un choque de integrismos religiosos (fundamentalismos) y valores. Creer esto es tan infantil como creer que la invasión europea de América en 1492 fue para evangelizar a los paganos, o que la Guerra de los 30 años en Europa (1618-48) fue una guerra de religiones entre el catolicismo y el protestantismo y no una matanza prolongada entre elites nacionales por la hegemonía política en el centro de Europa. La cuestión religiosa no fue más que el ropaje de los intereses en lucha.
Las bombas de Londres son parte de una guerra colonial por el control de naciones petrolíferas que han perdido la protección militar de la Unión Soviética. En esta conflagración, ambos protagonistas son motivados por proyectos totalitarios. El integrismo cristiano de Bush, secundado por Blair, pretende amalgamar las tecnocracias del gran capital global con las superestructuras de las teocracias medievales. Se trata de la nueva forma fascista de dominación de la burguesía en el naciente siglo XXI.
El integrismo islámico, a su vez, pretende instalar las teocracias del pasado, pero sobre la base de una economía no-competitiva, basada en la pequeña propiedad. La utopía totalitaria del gran capital y la utopía totalitaria de la pequeña burguesía y de las castas son diferentes en cuanto que la primera es ofensiva e imperialista, mientras que la segunda es defensiva y nacionalista. Pero ambos tienen un elemento común: son incompatibles con la autodeterminación de los pueblos y tienden a destruir la única contribución política trascendental que la burguesía europea ha aportado a la humanidad: la separación de Iglesia y Estado y el Estado de derecho de la democracia formal. Ambos son vehículos de regresión para la humanidad.
3. La lucha anticolonial en las metrópolis
El debate sobre las formas útiles de lucha en las metrópolis en fases de terror imperialista mundial, se llevó a cabo con intensidad durante la guerra de Vietnam. En ese contexto, los sectores más militantes de los movimientos de solidaridad globalizaron la concepción de la guerra irregular, definiendo a las metrópolis como retaguardias de los campos de batalla de Vietnam. Como en la guerra irregular la relación entre frentes de batalla y retaguardia es fluida, parecía legítimo realizar acciones militares en Estados Unidos, Alemania y otros centros del Primer Mundo.
Sin embargo, perder de vista las diferencias cualitativas entre los teatros de guerra en los países ocupados y en las retaguardias civiles del Primer Mundo, se reveló como un grave error que condujo a la inmolación de los grupos actores sin que hubiesen logrado sus objetivos políticos. Era una estrategia equivocada.
Las experiencias de la IRA en Gran Bretaña y de ETA en España apuntan en la misma dirección. Y si quedara una duda todavía, debería aprenderse de Vietnam y Cuba. Pese a tener la logística para realizar operaciones paramilitares en Estados Unidos, ni en los peores tiempos de la agresión fascista estadounidense los revolucionarios vietnamitas o cubanos cayeron en el error de golpear militarmente a la retaguardia civil del imperialismo. Sabían, tal como lo había argumentado a fondo el genial estratega Carl von Clausewitz, que toda guerra es, antes que nada, una guerra política. Y que en la guerra política el factor decisivo es la moral y la conciencia de las masas.
Esta es una lección que los autores de las bombas no han entendido. Y mientras no la entiendan no pueden ganar la guerra contra la burguesía atlántica.