Esta época del año siempre parece traer consigo un chaparrón de listas de «top ten»: que si las diez mejores películas del año, los diez mejores libros del año, las diez noticias del año, etcétera. En Too Much hemos decidido unirnos a la gresca con nuestra propia lista de los diez más codiciosos de América. […]
Esta época del año siempre parece traer consigo un chaparrón de listas de «top ten»: que si las diez mejores películas del año, los diez mejores libros del año, las diez noticias del año, etcétera. En Too Much hemos decidido unirnos a la gresca con nuestra propia lista de los diez más codiciosos de América. No podríamos haber cogido mejor año que el 2008 para «honrar» a nuestros más codiciosos. El impresionante desplome económico ha atraído la atención de toda nuestra nación -y de todo el mundo- hacia las travesuras de quienes anhelaban más de lo que cabalmente necesitaban.
Pero este año presenta también enormes desafíos para quienquiera que se atreva a intentar clasificar a los más codiciosos. Con tanta codicia ahí fuera, ¿cómo podríamos limitar nuestra lista simplemente a diez? La última explosión de codicia en alcanzar los titulares -el esquema Ponzi de 50 mil millones de dólares de Bernie Madoff- ilustra lo difícil que puede ser clasificar la codicia.
¿A quién de todo este escándalo deberíamos dar la máxima puntuación? ¿Al propio Bernie Madoff, quien, a sus 70 años de edad, engañó a sus acaudalados amigos y a organizaciones de caridad gracias a su fama de «genio» de las inversiones de Wall Street, y mantener, de paso, un pisito de 6 millones de dólares en Manhattan, una mansión en primera línea de mar en Palm Bech y una residencia para los fines de semana en Long Island?
¿O deberíamos otorgar esos puntos a los sofisticados «intermediarios» de los hedge fund como Walter Noel, que construyó una fortuna propia de un cardenal llevando clientes a Madoff y cargándoles en cuenta decenas de millones en concepto de comisión?
¿O quizá deberían ir directamente a los mismos inversores en la pirámide de Madoff, los caballeretes que pagaron hasta 250.000 dólares al año por el privilegio de pertenecer a un country club de lo más pijo?
¡Hay tantas opciones! ¿Y qué me decís de James Cayne, el director ejecutivo de Bear Sterns que entró a lomos de activos tóxicos en el club de los milmillonarios? ¿Y Angelo Mozilo, que hizo la misma carrera en Countrywide Financial, sembrando por el camino el sufrimiento a miles de familias afectadas por las hipotecas subprime?
Al fin nos dimos cuenta de que el tamaño de la fortuna conseguida no determina el nivel de codicia. Es la intención lo que cuenta. En este espíritu navideño, esperamos que nuestra lista de los diez más codiciosos les resulte de algún interés -e inspiración para acabar con ella.
10: Dwight Schar
Cualquier lista de los más codiciosos del 2008 tiene que empezar, por descontado, con quienes investidos por el poder, hincharon la burbuja inmobiliaria -de la que tantos beneficios han obtenido- que ahora estalla. En noviembre, periodistas de investigación del Wall Street Journal escudriñaron los libros de cuentas de empresas hipotecarias y de la construcción y encontraron a 15 ejecutivos que se habían embolsado, «en compensaciones y procesos de venta de acciones» al menos 100 millones de dólares durante los últimos cinco años.
Entre los quince afortunados figuraba Dwight Schar, presidente del gigante de la construcción NVR Inc. Schar, de 66 años, se ha sacado 625 millones de dólares desde el 2002. En el 2004 se gastó un buen mordisco de todo aquello comprando una mansión con vistas al océano en Palm Beach, Florida, por 70 millones de dólares, el importe más alto pagado entonces por una residencia en los EE.UU. La vivienda, de siete dormitorios, incluía una habitación completa como humidificador de habanos.
La residencia legal de Schar, una finca vallada al norte de Washington D.C., ocupa diez acres dominando el valle del Potomac. El valor de NVR ha caído más de un 60% desde que la burbuja inmobiliaria alcanzase su punto más alto, pero ninguna de las residencias de Schar figuran en las listas de desahucio en el futuro inmediato.
9: Patrick Soon-Shiong
¿Por qué la atención sanitaria es tan cara en los Estados Unidos? Quizá alguien debería preguntárselo a Patrick Soon-Shiong, empresario farmacéutico de Los Angeles que ha visto como este septiembre su fortuna personal –3 mil millones de dólares– se disparaba más del doble.
Soon-Shiong saludó el 2008 como presidente ejecutivo de la farmacéutica APP. Volvió a ser ejecutivo directivo en primavera, pero el antiguo cirujano aún retuvo el 83% de las acciones de la compañía. En julio, accedió vender APP a una empresa alemana. La venta finalizó dos meses después por un importe inicial total de 3’7 mil millones de dólares.
¿Qué hacía a la APP tan atractiva? La compañía es una máquina de hacer dinero. En el 2007, según hace notar Los Angeles Business Journal, APP alcanzó los 253 millones de dólares en ingresos netos sobre un total de tan sólo 647 millones de dólares en ventas. La empresa comenzó el año con una veta igualmente provechosa, cuando la amenaza del aire contaminado en China dejó a la APP como la única fuente norteamericana de vasodilatadores. Ipso facto, se duplicó el precio del medicamento.
8: Richard Baker
No ha sido éste un gran año para la industria de los hedge fund. Los fondos -vehículos para inversiones sin regulación alguna, abiertos exclusivamente a inversores de bolsillos amplios- están sufriendo el peor año de toda su historia, cayendo a un ritmo del 19% desde noviembre. Pero la industria ha sido sin duda una perita en dulce para al menos un tío afortunado, el ex congresista de Louisiana Richard Baker.
El pasado mes de febrero Baker abandonó su escaño en el parlamento -y su salario de 169.300 dólares- para convertirse en presidente y director ejecutivo de Managed Funds Association, la asociación comercial de la industria de los hedge fund.
¿Qué es lo que hizo que Baker, de 60 años, abogado desde los 23, abandonase su carrera como funcionario público? Quizá fuese el beneficio privado.Como presidente del grupo comercial de las hedge fund, según informó el Times-Picayune de Nueva Orleans a principios de este año, Baker se llevaría a casa 1 millón de dólares de salario annual y un paquete de beneficios.
¿Qué hacía a Baker tan atractivo a ojos de los milmillonarios estadounidenses de los hedge funds? Como miembro del Subcomité de Servicios Financieros del Parlamento para el Mercado de Capitales (House Financial Services Subcommittee on Capital Markets), según señala el Centro para una Política Responsable (Center for Responsible Politics), Baker ha estado supervisando a la misma industria que, como primera espada de las hedge fund, representa.
7: James Mulva
La pasada primavera, cuando los motoristas se volvían rojos de rabia cada vez que tenían que llenar el depósito, este director ejecutivo, rey del petróleo, intentó convencer a los americanos de que compartía su dolor. Así habló el ConocoPhillips CEO Mulva: «El elevado precio del petróleo no han sido nuestro amigo», porque, como explicó después a los periodistas, los altos precios por el barril de crudo equivalen a los países ricos en recursos petrolíferos exigiendo un mayor control sobre su petróleo.
Por otra parte, la subida de los precios del crudo durante los últimos años no es que haya roto exactamente los corazones de los reyes del petróleo. Los beneficios de la industria, según ha observado este otoño la Federación de Consumidores de América, ha crecido vertiginosamente un 600% desde el 2002.
Pocos han disfrutado de más recompensas por este éxito que Mulva, de 62 años de edad. Ha cosechado 50’5 millones de dólares en beneficios personales, según las cifras registradas por la Comisión Federal de Valores y Cambios. Cuando se retire, cobrará una pensión anual de 2’6 millones de dólares.
6: Ralph Roberts
El 1 de enero del 2008, el imperio de la televisión por cable Comcast puso en marcha lo último en planes de incentivos para los ejecutivos: un new deal que garantizaba al fundador de la compañía y miembro del comité ejecutivo, Ralph Roberts, 1’85 millones de dólares de salario básico anual durante cinco años después de su muerte, yendo la paga post-mortem a quienquiera que Roberts nombre beneficiario.
En el 2007, Roberts, que ahora tiene 88 años, se embolsó 24’7 millones de dólares como remuneración. Su hijo, Brian Roberts, también director ejecutivo en Comcast, recogió 20’8 millones de dólares.
Algunos accionistas, a principios del 2008, empezaron a sentirse un poquito ofendidos por esta generosidad. Algunos incluso empezaron a pedir la dimisión de Brian. En febrero, bajo el intenso fuego de artillería de las críticas, el clan de los Roberts cedió. Aceptaron recortar los beneficios tras la muerte de Ralph y rebajar su salario 1 millón de dólares cada año. Pero Comcast continuará pagando a Ralph otros tantos privilegios, incluyendo su seguro de vida. En el 2006, las primas iban a 10’5 millones de dólares.
Mientras tanto, en noviembre, los medios de comunicación revelaron que los reguladores estatales y federales de la televisión por cable temen que Comcast, aprovechando la confusión entre los consumidores por la transición hacia la televisión digital terrestre, cargue a los afiliados a la televisión por cable con paquetes mensuales de canales más caros.
5: Steve Jobs
En el 2008, un año más, el ejecutivo más distinguido en el club de los CEO de un millón de dólares al año es Steve Jobs, el director ejecutivo de Apple Computer. Jobs ha estado cobrando sólo 1 millón de dólares al año de salario desde 1997. Pero, claro, tiene que haber estado recibiendo otras recompensas. Saludó el 2008 con cerca de 5’5 millones de las acciones de Apple y un paracaídas, no demasiado lejos por aquello de lo que pueda pasar, de 6 mil millones de dólares.
El pasado mes de marzo, para avanzarse a cualquier recompensa futura que pueda aparecer en su camino como director ejecutivo, los accionistas de Apple aprobaron una resolución que les da un voto consultivo ante cualquier compensación a los ejecutivos («Say on Pay»). Bromeó Jobs en respuesta: «Espero que «Say on Pay» me ayude con mi salario anual de 1 millón de dólares al año.»
Pero los directores corporativos de Apple no están esperando precisamente la ayuda del accionista. En el anuncio de objetivos de 2008 de la compañía señalaron que ya estaban «considerando acuerdos de compensación adicionales» para Jobs, dada su importancia «crucial» y su «contínuo liderazgo» en la empresa.
El propio Jobs explicó a los accionistas en la reunión anual de Apple que está «seguro» de que cualquiera de los restantes ejecutivos «podría ocupar su lugar.» Es más, probablemente esté impaciente por ver qué tipo de «compensación adicional» tiene la imaginativa junta directiva de Apple en mente. En 1999, la junta regaló a Jobs un jet Gulfstream V valorado en 90 millones de dólares, y acordó pagar a Jobs los costes de su funcionamiento. En el 2007, ese coste alcanzó los 776.000 dólares.
4: Robert Stevens
Paz en la tierra y buenos deseos para todo el mundo. Pero no tan deprisa. Ése podría ser el lema de estas vacaciones de Lockheed Martin, el mayor contratista militar del mundo. Bajo la dirección de Robert Stevens, el margen de beneficios de la compañía prácticamente se ha duplicado, gracias, en no poca medida, al incremento del 72% de la inversión militar estadounidense, tras la inflación, desde el año 2000.
Y el futuro parece igualmente brillante, incluso con el apaciguamiento de la guerra en Irak. Lockheed Martin, según apuntó Stevens, de 57 años, el mes pasado, no ve más que una «expansión continua» en sus ventas de equipamiento militar a ultramar. Estas ventas, según creen los analistas industriales, pueden proporcionar dividendos astronómicos, porque los contribuyentes estadounidenses ya han pagado la factura para la investigación y desarrollo de este equipamiento.
Pero Stevens no ha puesto todos sus huevos en un solo cesto. Lockheed Martin, según declaró la semana pasada, está completamente «liberada» de los grilletes de la crisis económica y ahora está planteándose efectuar adquisiciones corporativas en otros campos, como la sanidad.
La salud financiera personal del director ejecutivo en jefe está fuerte como un roble. Stevens se sacó 26 millones de dólares el año pasado. El general más condecorado del ejército los EE.UU. tendría que trabajar más de 130 años para conseguir esa misma cantidad.
3: Larry Ellison
Ningún otro estado de Norteamérica está sufriendo tanto por el pinchazo de la burbuja inmobiliaria como California, y ningún otro californiano se está beneficiando de él tanto como el milmillonario Larry Ellison, el director ejecutivo de la empresa de software Oracle, que ahora ocupa el tercer lugar en la última lista Forbes de los 400 hombres más ricos de América.
Ellison empleó 9 años y 200 millones de dólares construyéndose una suntuosa residencia al norte de California con la estética extravagante de un emperador japonés del siglo XVI. En el 2005, funcionarios del condado de San Mateo valoraron esta propiedad de 23 acres en 166’3 millones de dólares. Para el disgusto de Ellison. Una valoración más exacta, de acuerdo con sus abogados, la tasaría por unos 100 millones de dólares menos.
A principios de esta primavera, la corte de apelaciones de San Mateo se puso finalmente del lado de los abogados de Ellison. La decisión benefició a Ellison con una devolución fiscal de 3 millones de dólares. Las escuelas públicas del condado tienen ahora que soportar la carga que esa devolución ha generado. En los próximos años, el descuento fiscal de Ellis costará a las escuelas de Portola Valley más o menos unos 250.000 dólares anuales, que es lo que costaría contratar a tres profesores.
Ellison, como ejecutivo en jefe de Oracle, abona en su cuenta corriente esa cifra cada hora. Este mes de agosto, antes de que abriesen las escuelas, las nóminas de Oracle revelaban que Ellison cobró 84’6 millones de dólares en el 2008 por su trabajo como director ejecutivo. También ganó otros 544 millones de dólares a través de sus acciones en Oracle.
2: John Thain
En los cenáculos de las altas finanzas lo llamaban John Thain, «Mr. Arreglalotodo«. En el 2004 la Bolsa de Nueva York contrató a Thain, una prometedora estrella en Goldman Sachs, para arreglar el fiasco después de que Dick Grasso, director ejecutivo de la Bolsa de Nueva York, se marchase con un escandaloso «paracaídas de oro» para su retiro de 140 millones de dólares. En octubre del 2007, Merryll Lynch le pidió a Thain que recogiera los cristales rotos después de que la junta directiva de Merill defenestrase al director ejecutivo Stanley O’Neal, que se llevó con su despedida unos 160 millones de dólares.
Merrill Lynch se vació los bolsillos para hacerse con los servicios de Thain. El Sr. Arreglalotodo se subió al carro de la compañía con una cláusula de 15 millones de dólares y un puñado de incentivos, a cada cual más exagerado y suntuoso, que «hubieran sido considerados excesivos para la industria en cualquier sitio», declaró Graef Crystal, experto en salarios de los CEO,»menos en esa pequeña parte de Manhattan que se llama Wall Street.»
Cuando los gigantes financieros, asustados por la crisis de la subprime, empezaron a derrumbarse a su alrededor, Thain se puso manos a la obra con toda suerte de tejemanejes, asegurando a quienes allí estaban que todo iría bien. En julio dijo a los inversores que «se sentía cómodo con los niveles de liquidez de Merill.» En agosto declaró que su empresa estaba «en una buena posición en los años por venir.»
Bueno, quizá no era tan buena la posición. En septiembre, como informó más tarde Reuters, Merrill vivió momentos de «pánico absoluto», para ser resctada una hora antes de que Lehman Brothers se declarase en bancarrota, cuando el Bank of América decidió tragarse el sapo de Merrill.
Merrill Lynch, según al parecer creía Thain, había sido reparada, y, a principios de diciembre, dejó caer que esperaba un nuevo extra por sus esfuerzos de 10 millones de dólares, a pesar de la pérdida de 12 mil millones de dólares en el 2008 y el despido pendiente de una quinta parte de la fuerza de trabajo de la empresa. Y por encima de toda esta situación, el nuevo padrino de Merrill, Bank of America, cogía 25 mil millones al contribuyente para rescatar empresas y bancos.
La exigencia de Thain se convirtió rápidamente en una tacha en su historial de relaciones públicas. A mediados de diciembre, Merrill y Thain, bajo creciente presión, cesaron sus peticiones. ¿Cuáles eran las buenas noticias para Mr. Arreglalotodo? Que, con todo, aún se llevaría de 5’2 millones de dólares en concepto de «pago por cambio de control» por vender Merrill -y pese a todo, conservar su trabajo.
A diferencia de las familias que todo lo perdieron cuando se desplomaron las hipotecas subprime de Merrill, Thain aún posee una casa, una verdaderamente hermosa, un palacete de 14 dormitorios al norte de Manhattan con pistas de tenis, piscinas y un lago lleno de peces para su uso privado.
1: Richard Gilman
El director ejecutivo de una pequeña empresa del norte de Chicago, para los estándares de Fortune 500, puntúa bajo. Pero éste en particular, Richard Gilman, ha cosechado titulares y hecho historia en el 2008. Si alguien merece el primer puesto en el top ten de los más codiciosos de este año es él. Gilman empezó dirigiendo Republic Windows and Doors, una fábrica modesta, de cuatro décadas de antigüedad, en el 2006. Pronto llegaron los despidos, y, en un momento, sólo 240 obreros permanecían sindicados, cuando en su día habían llegado a ser 500.
Estos trabajadores, a principios de otoño se dieron cuenta de que algo más ominoso les acechaba. Las máquinas de la planta de Chicago empezaron a desaparecer. Lo que los obreros no sabían es que, para «desempatar» la situación, la compañía había creado una nueva firma y comprado una nueva fábrica en Iowa en la que los sindicatos no tenían presencia.
A dos días para empezar diciembre, la Republic dio a los trabajadores la mala noticia. La empresa cerraría dentro de tres días. Los trabajadores perderían las vacaciones que habían ganado esforzadamente y su seguro médico, y tampoco verían la indemnización que legalmente les corresponde.
Otro típico asalto a los derechos de los trabajadores con un pie tímidamente puesto en la clase media. O eso parecía. Porque los trabajadores hiceron algo extraordinario. Reviviendo las historias de las huelgas y ocupaciones durante la Gran Depresión, tomaron la fábrica -y capturaron la atención de Norteamérica.
La ocupación forzó a Gilman y a su hucha particular, Bank of America, a sentarse en la mesa de negociación, donde pronto un acuerdo tomó forma. Pero de pronto Gilman lanzó un palo a las ruedas y se ganó el premio gordo, por méritos propios, en el top ten de los más codiciosos. Gilman exigió que «cualquier préstamo bancario para ayudar a los trabajadores también cubriese» el uso de su Mercedes y de su BMW y ocho semanas de su salario de 225.000 dólares.
Pero los trabajadores no tragaron. Gilman retiró su demanda. El préstamo del banco llegaría. Los obreros habían ganado. La codicia había perdido.
Y eso no es algo que haya ocurrido mucho estas últimas tres décadas. Quizá la codicia haya ido demasiado lejos. Puede que hayamos llegado al fin de una era. La vieja estirpe de los barones del robo (1) podría dejar de existir para siempre.
NOTA DEL TRADUCTOR: (1)
Sam Pizzigati
es el editor general de Toomuch.org ‘Great Greed Grab’ en el original. Juego de palabras intraducible; literalmente «el gran atraco de la codicia».