Marielle Franco es gigante, no sólo por lo que representó en vida, también por la movilización social, física y digital, que desató su asesinato.
Hoy, 8 de diciembre, cuando irónicamente se celebra el Día de la Justicia en Brasil, han pasado 1000 días desde los asesinatos de Marielle Franco y Anderson Gomes. Este monstruoso crimen que se llevó la vida de una de las concejalas más notables de la historia de Brasil, aún no ha sido resuelto de manera satisfactoria. En cada fecha que representa un hito de estas muertes, se presentan escasas pistas, pero lo que queremos saber, de hecho y sin más preámbulos, es: quién mandó matar a Marielle y por qué.
Hoy salimos de un ciclo de 1000 días de silencio ensordecedor sin Marielle y Anderson, y de un asfixiante hundimiento en la injusticia. No podemos permitir que otro día amanezca sin tener las respuestas a este crimen.
Hace un mes se llevaron a cabo las elecciones municipales en todo Brasil. Este año, los 51 escaños disponibles en la Cámara Municipal de Río de Janeiro fueron disputados por 1758 candidatos. Uno de estos puestos fue ocupado brillantemente por Marielle hasta que su trayectoria fue cruelmente interrumpida. En las elecciones de 2016 fue una de las candidatas a concejala con más votos en la ciudad de Río de Janeiro –cerca de 46 mil– pero no pudo terminar su mandato.
De las candidaturas presentadas en 2020, las mujeres representaron menos de un tercio del total de candidatos, y si se observa el recorte de mujeres negras, este número fue aún menor.
Menos del 30% se comprometió con -al menos- un programa de derechos humanos, como la salud, la educación, el empleo, la vivienda, el transporte, el saneamiento, la lucha contra las desigualdades, los niños y los jóvenes, la cultura, los derechos de la mujer, los negros, los ancianos, los LGBTQIA+ o el medio ambiente.
Repetimos que Marielle Franco es un gigante, tanto por la trayectoria en su vida como por la movilización social, personal y digital que provocó su asesinato. Hija, madre, activista, negra, LGBT y criada en el complejo de favelas da Maré, reunía en su propia biografía la lucha a favor de las poblaciones más vulnerables, a favor de las personas que sobreviven, a pesar de los espacios que se les niegan y la violencia que sufren. No en vano, su labor como concejala sintetizó la lucha por los derechos humanos, la justicia racial y la igualdad de género, tan necesaria, y que debe ser priorizada con tanta urgencia en la agenda política de estos nuevos concejales que inician sus mandatos en muy pocos días.
Marielle nos hace falta. Ella misma entendía el dolor de la ausencia de un ser querido. A los 15 años, comenzó a luchar por los derechos humanos cuando perdió a una amiga en un tiroteo, en la favela da Maré. Fueron diez años de actividad y, posteriormente, estuvo en la coordinación de la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea Legislativa del Estado de Río de Janeiro (ALERJ).
A diario, llegaban a sus manos incontables casos de violaciones de derechos humanos contra la población, incluso contra agentes de seguridad del Estado. Su actuación se basaba en una visión humana y amplia.
No cabe duda de que Marielle estaría profundamente involucrada en el proceso electoral de 2020. Lo decimos, por supuesto, sin saber con certeza qué dirección habría tomado su brillante carrera política si no hubiese sido interrumpida de forma tan brutal. Haber silenciado su mandato es la mayor representación de la persecución de los que defienden una sociedad verdaderamente justa. La falta de respuestas y responsabilidad, también lo es.
Estamos a solo unos días del 2021 y de un nuevo comienzo en la gestión política. Necesitamos que los nuevos parlamentarios y todas las autoridades públicas, estén comprometidos con el legado de Marielle en derechos humanos y con las respuestas que necesitamos para resolver los motivos de su asesinato.
El año 2020 nos abrió la urgencia de los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales para enfrentar la Covid-19 y sus impactos. La mayoría de la población brasileña es negra, y estas son las personas que más tienen sus derechos violados. Brasil es el país donde más se mata a transexuales y travestis, y es uno de los países que ostenta el récord de violencia contra la población LGBTQIA+. Cada 2 horas, una mujer es asesinada en el país, y de ellas, el 68% son mujeres negras, según el Atlas de la Violencia. Entre 2018 y 2019 se registró un aumento del 150% en el historial de violencia contra las poblaciones indígenas y los quilombolas (fuente: Conselho Indigenista Missionário/2020).
Los representantes políticos con agendas antirracistas, feministas, LGBTQIA+ populares y que defienden los derechos humanos pueden indicarnos la dirección correcta si queremos empezar a construir un mundo más justo y digno para todos.
Amnistía Internacional y el Instituto Marielle Franco hacen un llamado al pueblo. La violencia contra los defensores y las defensoras de los derechos humanos debe cesar. Queremos que el legado de Marielle sea una semilla, y que en estos 1000 días sin ella , muchas voces se levanten contra la impunidad.