Tras la salida de Estados Unidos de Irak, en el año 2011, luego de ocho largos años de intervención directa que significó el derrocamiento del ex gobernante Sadam Hussein, este país de Oriente Medio comenzó un lento y progresivo declive, que hoy lo tiene a punto de convertirse en un Estado fragmentado. Posibilidad que se […]
Tras la salida de Estados Unidos de Irak, en el año 2011, luego de ocho largos años de intervención directa que significó el derrocamiento del ex gobernante Sadam Hussein, este país de Oriente Medio comenzó un lento y progresivo declive, que hoy lo tiene a punto de convertirse en un Estado fragmentado.
Posibilidad que se vislumbra, ya sea por sus conflictos políticos internos, como también y en forma más aguda, por las amenazas externas de enemigos expresados con Daesh, Estado Islámico y complejidades derivadas de las acciones de sus aliados y que pretenden volver a ocupar el territorio Iraquí, pero ahora convirtiéndolo en bantustanes. A esa realidad se suma la decisión de Estados Unidos de incrementar, no sólo el bombardeo de posiciones de Estado Islámico (EI) en el norte iraquí, sino que ampliar el radio de esas acciones militares a territorio sirio, con el peligro que conlleva esta decisión a contrapelo del Consejo de Seguridad de la ONU, del propio gobierno Sirio, que ha señalado la necesidad y la obligación de respetar el derecho internacional.
Esta conducta de corsario internacional de Estados Unidos, sus aliados y las monarquías del Golfo, contando con la complicidad de Turquía, Egipto y Jordania hace sospechar que Obama, al fin, encontró su Guerra bajo el nombre de Daesh, encontrando la excusa perfecta para intervenir en territorio sirio, como no lo pudieron hacer directamente el año 2013. Si esto es así habrá que multiplicar el número de muertos, que ya se eleva a 200 mil sirios, el número de heridos y desplazados, anulando de paso, cualquier posibilidad de lograr la paz en una zona que ha hecho cotidiana las guerras impuestas.
La guerra de Obama
En un discurso a la nación el miércoles 10 de septiembre el Premio Nobel de la Paz y presidente de los Estados Unidos, Barack Obama señaló que si bien es cierto Daesh no ha amenazado directamente a Estados Unidos, sí podría hacerlo y eso ya representa un peligro para la sociedad estadounidense. «ISIS, afirma el mandatario estadounidense, representa una amenaza para el pueblo de Irak y Siria, y el gran Oriente Medio -incluyendo ciudadanos estadounidenses, el personal y las instalaciones. Si no se controla, estos terroristas podrían plantear una amenaza cada vez más allá de la región -incluyendo a los Estados Unidos. Si bien todavía no hemos detectado trazado específico en contra de nuestra patria, los líderes de ISIS han amenazado a Estados Unidos y a nuestros aliados».
Es decir, no hay pruebas de un posible ataque, no existe certeza que vayan a acometer contra objetivos norteamericanos en Irak en Medio Oriente o en el propio territorio norteamericano pero… para evitarlo atacarán a Daesh en Irak, en Siria y «donde estén» generando una situación surrealista: se ataca al que hasta febrero de este año era uno de los socios principales de Estados Unidos en su lucha con el gobierno de Siria y que a través de Turquía, Arabia Saudita y las monarquías del Golfo se le suministraba financiamiento, armas y logística. Los amigos de ayer, con las próximas elecciones legislativas de medio tiempo en Estados Unidos, los problemas del gobierno socialista de Hollande o el referéndum independentista en Escocia, empuja a Estados Unidos, Francia e Inglaterra a una aventura sin final predecible.
Obama en su alocución señaló que su gobierno «con fortaleza y resolución» ha determinado entrar en este enfrentamiento contra Daesh y se hará en función del profundo convencimiento que hay que ayudar a miles de personas, que se sienten amenazadas por este grupo. «El poder estadounidense puede hacer una diferencia decisiva, pero no podemos hacer por los iraquíes lo que deben hacer por sí mismos, ni podemos tomar el lugar de los socios árabes en la obtención de su región. Por eso he insistido en que las medidas adicionales de Estados Unidos dependían de que los iraquíes formaran un gobierno inclusivo, que lo han hecho en los últimos días. Esta noche, con un nuevo gobierno iraquí en su lugar, y tras consultar con los aliados en el extranjero y el Congreso en el hogar, puedo anunciar que Estados Unidos encabezará una coalición amplia para revertir esta amenaza terrorista».
El concepto de amplio suele ser usado por Estados Unidos para demostrar que cuenta con un vasto apoyo de aliados que suelen ser los mismos que lo han acompañado en sus últimas aventuras militares. Y, en este caso, la cruel realidad demuestra que Qatar, Omán, Arabia Saudita, Turquía, Jordania, Bahrein, Kuwait, los Emiratos Árabes Unidos, que han jurado apoyar a Estados Unidos en esta aventura belicista, son los mismos que ya apoyaban los esfuerzos por derrocar a Bashar al Assad a través del generoso suministro de dinero y armas a los grupos salafistas: Frente al Nusra y el propio Daesh. Esta coalición internacional que pretende liderar Estados unidos es la misma creación que ha actuado a veces en forma solapada y en otras directamente pero ahora, con la idea de vestirlo con cierto ropaje de legalidad. Al estilo de George Bush padre en su ataque a Irak el año 1991.
La idea de conformar esta coalición lo sintetizó el mandatario estadounidense en función de: reducir y destruir a Daesh en ataques sistemáticos (aún no definidos) y que acosándolos tanto en Irak como en Siria. Para eso apoyarán a fuerzas en el terreno, definidas en la extraña nomenclatura estadounidense como «fuerzas opositoras moderadas». Es decir, sostuvo Obama, se apoyará a la oposición siria y no a Bashar al Assad. «En la lucha contra el ISIS, no podemos confiar en el régimen de Assad que aterroriza a su pueblo; un régimen que nunca va a recuperar la legitimidad que ha perdido. En su lugar, debemos fortalecer la oposición como el mejor contrapeso a extremistas como ISIS, al llevar adelante la solución política necesaria para resolver la crisis de Siria una vez por todas» . Obama ha dejado claro que las presiones de los halcones republicanos se concretará: los ataques contra Estado islámico serán la antesala de ataques a las fuerzas del gobierno sirio y a sus ciudadanos.
En su discurso, con frecuentes alusiones al supuesto destino manifiesto de esta nación, Obama afirmó que «este es el liderazgo estadounidense en su mejor momento: nos encontramos con personas que luchan por su propia libertad; y nos movilizaremos otras naciones en nombre de nuestra seguridad común y la humanidad común» mencionado también la necesidad de contar, no sólo con el apoyo internacional, sino también el apoyo interno para concretar un esfuerzo distinto al que se tuvo en Irak y Afganistán».
Las afirmaciones del Premio Nobel de la Paz siembran dudas respecto a qué llama este político «un esfuerzo distinto» y de qué liderazgo puede hablar un país con graves dificultades económicas y la necesidad de paliar esos problemas internos como han solido hacerlos las administraciones norteamericanas: concretar guerras que permitan a su complejo militar industrial un incremento de su producción, uso y venta de armas. Es decir, vivir a costa de la muerte de otros seres con tal de mantener el American Way of Life.
La alocución de Obama, donde se declara el inicio masivo de hostilidades contra Estado islámico y a Siria, en lo que podemos denominar la Guerra de Obama, terminó con las palabras que refrendan esta visión mesiánica de los gobernantes estadounidenses: liderar una misión que nadie al margen de sus cabezas, les ha dado «como estadounidenses, tenemos la responsabilidad de liderar. De Europa a Asia -desde los confines de África a las capitales devastadas por la guerra del Medio Oriente- defendemos la libertad, la justicia, la dignidad. Estos son los valores que han guiado a nuestra nación desde su fundación… Esa es la diferencia que hacemos en el mundo. Y nuestra propia seguridad -nuestra propia seguridad- depende de nuestra voluntad de hacer lo necesario para defender a esta nación, y defender los valores que defendemos -ideales eternos que perdurarán mucho después de los que sólo ofrecen odio y destrucción. Que Dios bendiga a nuestras tropas, y que Dios bendiga a los Estados Unidos de América». La divinidad norteamericana tiene los mismos enemigos que definen las autoridades terrenales. Dios proteja al mundo de ese dios de Obama.
Estados Unidos y sus funcionarios han comenzado a recorrer Medio Oriente, el Golfo Pérsico y Europa para hacer efectivo el Leading from Behind, es decir, intervenir pero que otros hagan el trabajo sucio y además paguen la factura de la intervención, en este deseo de los Halcones de Washington de volver a Irak. En una lógica medida de apoyo de la Casa Real saudí, este país, cuna del Wahabismo y principal financista y aval de los grupos fundamentalistas que han surgido en las dos últimas décadas, Al Qaeda y Daesh, prometió a Estados Unidos seguir siendo el campo de entrenamiento de lo que denominan «rebeldes sirios moderados» que son parte de la surrealista estrategia de Obama para combatir a estado islámico y de pasada asestarles golpes al gobierno de Bashar al Assad y seguir concretando el viejo anhelo de cercar a Irán.
Resulta al menos irónico que aquellos que apoyaron el surgimiento de los grupos terroristas en Oriente Medio pretendan ahora combatir su desarrollo, lo que concreta y apoya la idea que a los fabricantes de guerras les da lo mismo si los que mueren son suníes, chiitas, kurdos, cristianos o yazidies, mientras no se ponga en peligro la estabilidad de Monarquías alejadas del sueño democrático de occidente y sobre todo de los pozos de petróleo que se desean seguir controlando. El viaje en busca de financistas y títeres en este juego sangriento continuará por Turquía, Jordania, Qatar, Bahréin y Kuwait donde se yerguen numerosas bases militares estadounidenses que servirán, junto a la Sexta Flota estadounidense con Base en el puerto de Nápoles en el Mediterráneo y la Quinta Flota con sede en Bahréin en el Golfo Pérsico, para concretar los ataques contra el norte Iraquí y Siria.
Esa «amplia coalición internacional» servirá para que la aviación estadounidense pueda atacar sin problemas de suministro de combustible, ayuda en la localización de blancos e incluso la imposición de zonas de restricción aérea, que avalen el bombardeo a diestra y siniestra no sólo contra objetivos de Daesh, sino también la población siria. Un permiso más amplio de sobrevuelo de los estados de la región elevaría la capacidad de la aviación estadounidense de atacar artillería antiaérea operada por Estado Islámico en Irak y Siria, y si fuera necesario imponer una zona de restricción aérea como la que se vivió en la Guerra de Kosovo y en Libia.
En todas estas maniobras Estados Unidos y sus aliados han despreciado el ofrecimiento del gobierno sirio de apoyar los esfuerzos de acabar con Daesh, mostrando de paso que las intenciones de Estados Unidos van más allá de neutralizar las acciones del grupo terrorista, sino que se enmarcan en tratar de derribar el gobierno de Bashar al Assad y seguir cercando a Irán. Siria reiteró, tras el discurso de Obama, su disposición de cooperar con los esfuerzos internacionales de combate al terrorismo en este país, siempre y cuando las decisiones sean en cooperación con las autoridades nacionales y en respeto de la soberanía del país
Amigo hoy, enemigo mañana
La intervención estadounidense dotó al Irak post Hussein de Fuerzas Armadas renovadas, entrenadas en el marco de la lógica militar occidental. Se le dotó, además, de un nuevo cuerpo legal, que suponía lograría delimitar la acción política de esta nación de Oriente Medio en el marco de las democracias representativas. Se habló de la necesidad de incluir en la dirección del Estado a los distintos componentes políticos, religiosos y étnicos de este país para evitar el sectarismo. Sin embargo, nada de aquellas ideas y acciones logró detener el cotidiano derramamiento de sangre, que ya en ese lejano año 2003 puso en el tapete de la discusión, si en el caso de Irak era conveniente consolidar un debilitado Estado Unitario o caminar hacia la construcción de un Estado Federal con tres regiones claramente diferenciadas: una zona kurda, una sunnita y otra chiita.
Tras una década de intervención extranjera anglo-estadounidense, a lo que se suma la consolidación de la autonomía de la región kurda iraquí, además de luchas intestinas entre las corrientes sunnitas y chiitas del islam, Irak se presenta hoy con un panorama desolador: un millón de muertos, la fragmentación de un país que poseía una enorme impronta regional, una crisis política que no logra resolver los problemas a pesar de la repetida idea de Washington de colocar un gobierno de unidad nacional «inclusivo» y la irrupción de un poderoso grupo fundamentalista sunnita de la corriente takfirí conocido hoy como Daesh o Estado Islámico (EI).
El objetivo de este movimiento es conformar un califato que recree las antiguas glorias de esta conformación política y que ha servido de coartada perfecta, para que se consigne la posibilidad de volver a tener una intervención anglo-estadounidense, con apoyo logístico de la UE bajo la política militar estadounidense del leading from behind (dirigir desde atrás). Los combatientes EI han consolidado sus posiciones, sobre todo en la zona noroeste de Irak y hacia la región autónoma Kurda, tomando ciudades, campos petrolíferos y cercando a poblaciones cristinas, yazidies y a los propios suníes que huyen del terror impuesto por un ejército, cuyo poder de fuego y posibilidades de avance han sido multiplicados por los medios de comunicación, principalmente occidentales, que han ido preparando el campo para justificar una intervención de las potencias occidentales y sus aliados de la zona.
Para el periodista Peter Custers, la irrupción de EI y la decisión de las potencias occidentales de luchar contra este grupo terrorista permite interrogarse si es esta una de esas escasas ocasiones en que los responsables políticos hacen autocrítica para corregir un error gigantesco o es un frío giro radical guiado por el puro interés. El análisis fino de la política internacional de occidente, en especial Estados Unidos en Medio Oriente, permite concluir que no existe autocrítica, sino un simple, calculado y una «suprema hipocresía» de seguir interviniendo en una zona de considerable valor geoestratégico y teniendo como objetivo final el cercar al gobierno de Teherán.
Lo grave de tal práctica es corroborar como el propio ejército estadounidense admite esa cooperación aún teniendo claro que los grupos sunitas son sospechosos de estar implicados en atentados contra las tropas anglo-estadounidenses. Pese a ello se les ha estado suministrando armas, municiones, dinero, combustible y apoyo logístico a través de unidades del Ejército Iraquí. Esta constatación hace recordar el apoyo que la administración Reagan generó con Osama Bin Laden y que significó la creación de la Organización Al Qaeda, devenida en el principal enemigo de aquel que lo ayudó a nacer: los Estados Unidos.
El veterano periodista norteamericano Seymour Hersh colaborador de la revista The New Yorker -quien denunció la matanza de My Lai en Vietnam y destapó los abusos en la cárcel de Abu Graib- profundo conocedor del accionar del Pentágono y de las agencias de seguridad estadounidense, manifestó en su oportunidad a la BBC de Londres que «la Administración Bush ya no actúa racionalmente en política exterior. Apoyamos a los sunnies en cualquier parte donde podemos en contra de los chiíes. Estamos dedicados a promover la violencia sectaria mediante un programa encubierto al que nos hemos unido con los saudíes como parte de otro programa más amplio, que busca hacer todo lo posible por impedir la expansión del mundo chiita. Pero, dicho simplemente, todo esto se va a volver en contra nuestra». Misma conclusión aplicable al Premio Nobel de la Paz, que prometió retirase de Afganistán, no volver a tener presencia militar en Irak, cerrar Guantánamo y tener un new deal con el mundo musulmán.
El gran temor de los Estados Unidos y que ha significado que vuelque sus esfuerzos de inteligencia y de apoyo financiero y militar al mundo sunnita es el temor que la influencia de Irán se extiende por el mundo árabe y signifique una alianza antinorteamericana y la posibilidad cierta de perder presencia e influencia en la zona petrolífera más rica del planeta. Para Said Aburish, escritor iraquí, «el actual estado de cosas no es más que la muestra de los errores y de la ignorancia estadounidense respecto al mundo árabe. Las guerras en Afganistán e Irak comenzaron como guerras contra la militancia sunnita, contra Al Qaeda y otros grupos. Desprovistos de apoyo popular principalmente por su respaldo a Israel, Estados Unidos estableció alianzas con la militancia chiita, tanto en Irak, donde eran mayoría pero bajo el dominio sunnita de Sadam Hussein, como en otros países. Actualmente, el enfrentamiento creciente entre ambas ramas del Islam en Irak ha creado un foco de conflicto regional, que está escapando del control norteamericano».
Abu Bark Al Bagdhadi: El topo
La decisión estadounidense de apoyar a los suníes, que fueron aliados de Al Qaeda, ha significaron la crítica de los dirigentes del saliente gobierno iraquí, que vieron en esta estrategia aumentar la situación de inseguridad en las ciudades iraquíes. El ex jefe de gobierno Nuri al Maliki sostuvo que «la principal función del gobierno es reconstruir las Fuerzas de seguridad para derrotar a Al Qaeda y cualquier milicia que los apoye y que tenga entre sus miembros a ex miembros del régimen de Sadam Hussein. Al Maliki tenía claro que Estado islámico, Frente al Nusra y otros grupos fundamentalistas operaban bajo objetivos tejidos desde Washington.
No en balde el ex candidato presidencial estadounidense y actual senador y uno de los halcones más sobresalientes de la política belicista estadounidense, John McCain, estuvo en Siria el año 2013 y se reunió con líderes de los principales grupos fundamentalistas que comenzaban sus acciones contra el gobierno de Bashar Al Assad y que mejor que un político de la importancia de este Senador se reuniera con ellos y garantizara el generoso suministro de armas, dinero, apoyo político y diplomático.
Esta información fue revelada por el periodista Thierry Meyssan, fundador de Redvoltaire, quien señala textualmente que Mccain -a quien se le conoce como el primer Califa en directa alusión al Califa Ibrahim quien sería su segundo-. En mayo de 2013, el senador John McCain estuvo ilegalmente cerca de Idleb, en territorio sirio, donde llegó a través de Turquía para reunirse con líderes de la llamada «oposición armada». El viaje sólo se hizo público a su regreso a Washington. La estancia de McCain en territorio sirio fue organizada por la Syrian Task Force. McCain sostuvo, posteriormente que no conocía a quienes se hicieron presente en aquella reunión organizada por la Syrian Task Force, que es una entidad con estrechas relaciones con AIPAC.
«Supongamos ahora que el senador McCain haya dicho la verdad y que Mohammad Nur realmente lo engañó», sostiene Meyssan. El objetivo de su estancia ilegal en territorio sirio era reunirse con el estado mayor del Ejército Sirio Libre [ESL]. Según McCain, el ESL se componía «exclusivamente de sirios» que luchan por «su libertad» contra el gobierno de Damasco. Como prueba del encuentro, los organizadores del viaje publicaron la siguiente foto.
Señala Meyssan sobre esta fotografía de John McCain, en primer plano a la derecha aparece el director de la Syrian Emergency Task Force. Al centro de la imagen, parado en la puerta, aparece Mohammad Nur. En las fotos publicadas podía verse junto al senador a Mohammad Nur, vocero de la Brigada Tempestad del Norte -miembro del Frente al-Nusra, (o sea de al-Qaeda en Siria), que había secuestrado y aún retenía en su poder a 11 peregrinos chiitas libaneses en Azaz. Interrogado sobre su relación con secuestradores miembros de al-Qaeda, el senador McCain dijo que no conocía a Mohammad Nur y afirmó que el individuo se había metido en la foto.
En ese marco de acciones de la política belicista estadounidense, no es irreal pensar que el líder de Daesh, Abu Bark al Bagdhadi (Califa Ibrahim), cuyo nombre secular es Ibrahim Awwad Ibrahim Ali al-Badri al-Samarrai, sea un doble agente a las órdenes de la comunidad de inteligencia tanto de Estados Unidos e Israelí. Este Doctorado en Estudios islámicos por la universidad de Bagdad se integró a las fuerzas yihadistas que combatieron la ocupación estadounidense en Irak. El año 2004 estuvo detenido en el centro de prisioneros Camp Bucca, cerca de Umm Qasr, Iraq. Allí estuvo recluido -las cifras varían entre los 11 meses y cuatro años- hasta ser liberado tras la aprobación de la denominada Junta de revisión y Publicación de dicho campo de detención. Escasamente se ha dado a conocer esta información y menos aún por qué estuvo detenido casi un año y se le liberó, teniendo en cuenta sus estudios y su actuación en grupos yihadistas ligados a miembros del antiguo régimen.
En una breve nota publicada en Global Research se menciona que el ex empleado de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA), Edward Snowden, reveló que los británicos y la inteligencia estadounidense y el Mossad trabajaron juntos para crear el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS). Los servicios de inteligencia de estos aliados modelaron la creación de esta entidad terrorista bajo una estrategia política denominada «el avispero», diseñada para crear la falsa percepción de que Israel siempre se vea amenazada por un enemigo cerca de sus fronteras, según detalla el diario personal del ex-Primer Ministro israelí, Moshe Sharett. Y para ello sirve la creación de grupos fundamentalistas, que suelen atacar a otras corrientes del islam, a cristianos y minorías religiosas en países árabes pero no al propio Israel, que objetivamente debería ser un blanco perfecto para los grupos takfiries que hablan de eliminar a los «incrédulos».
De acuerdo con documentos dados a conocer por Snowden, «La única solución para la protección del Estado judío» es la creación de un enemigo cerca de sus fronteras. Revelaron que el líder de ISIS y clérigo Abu Bakr Al Baghdadi tuvo entrenamiento militar intensivo durante un año entero en manos del Mossad, además de cursos de teología y el arte de la oratoria a principios del mes de Julio 2014. Nabil Na’eem, el fundador del Partido Democrático Jihad Islámica y ex-alto comandante de Al-Qaeda, dijo a la cadena de televisión pan-árabe con sede en Beirut, Al-Mayadeen: «Todos los actuales afiliados a Al-Qaeda, incluyendo EIIL/ISIS, trabajan para la CIA».
No resulta descabellado entonces, sospechar que la liberación de Abu Bark al Baghdadi -con apoyo estratégico incluido- fue parte del plan para instalarlo como jefe de una de las ramas más radicales de la corriente suní como es el Takfirismo. La tesis que sostengo es que Abu Bark al Baghdadi es un «topo» encumbrado a la categoría de Califa y que existe una operación de inteligencia de envergadura, pensada a largo plazo y con objetivos más allá de derrocar a Bashar al Assad, sino que implica cerca a Irán, fragmentar a la nación iraquí y generar el caos regional donde los grandes ganadores, son precisamente los creadores del monstruo takfiri.
Extremo superior izquierdo. Imagen de Abu Bark al Baghdadi durante su detención en camp Bucca.
Desde el fin de la II Guerra del Golfo muchos regímenes totalitarios árabes, como el propio Kuwait y Arabia Saudita incrementaron el apoyo occidental para su supervivencia política a contrapelo de su propia población, de sus creencias y tradiciones, desechando en ello el respeto a los Derechos Humanos y a intentos democratizadores. Los efectos de una Globalización, dominada por las grandes potencias, sometieron a las poblaciones del Tercer Mundo a difíciles situaciones desde el punto de vista económico y social, acrecentando la influencia y la intervención extranjera.
El bloqueo a Irak, su ocupación, el apoyo estadounidense a Israel, en sus agresiones contra el pueblo palestino y la tendencia a mantener el aislamiento del pueblo Iraní en lugar de apoyar a gobiernos estables y con clara influencia regional, han tenido enormes implicancias en el sentir del mundo musulmán, acrecentado por la participación oportunista, gananciosa y poco creíble en los procesos democratizadores, influenciados por occidente a través de la denominada Primavera Árabe, que ha tenido como resultado la desintegración de estados como el de Libia, la agudización de los conflictos políticos como en Egipto y la intensificación de los ataques contra Siria desde marzo del año 2011 con cientos de miles de muertos, heridos y desplazados.
Esa política exterior errática, ambiciosa, que menosprecia a los pueblos en función de los intereses económicos, políticos y geoestratégicos, retroalimenta y explica, en parte de la compleja trama existente, la aparición y desarrollo de grupos minoritarios extremistas islámicos, que han ejecutado acciones de fuerte impacto contra quienes consideran sus enemigos -involucrando en ello la muerte de miles de civiles-. Poner fin a movimientos extremistas en el mundo islámico requiere de antídotos cuya inoculación debe provenir del conjunto de la comunidad internacional, sin actores que sean juez y parte pues de una u otra manera la justicia se convierte en venganza y con ello se atizan nuevas fuentes de conflicto y odio.
Modificar el papel que cumple Estados Unidos y Europa Occidental en Medio Oriente y Asia Central puede ser un buen comienzo y en ello las Organizaciones Internacionales deben tener un papel fundamental, de activos agentes del cambio y no meros buzones receptores de las decisiones de las potencia, que suelen violar todo el derecho internacional cuando se trata de ir ávidamente tras las riquezas de los países. Resolver el conflicto palestino-israelí, apoyar la democratización en las Monarquías del Golfo, Arabia Saudita, Yemen, Paquistán, Marruecos, salir definitivamente de Afganistán y sus largos años de ocupación, liberar a los presos de Guantánamo entre otras medidas es un paso necesario y vital junto a la rehabilitación de la condición cultural y civilizadora de la dimensión musulmana e islamista que tienen estas poblaciones, evitando con ello toda estigmatización.
Ha pasado una década desde la instalación del gobierno provisional iraquí y el Irak versión 2014 ha devenido en lo que los propios iraquíes sostienen en forma coloquial «el mismo burro, con diferente silla» consignado con ello que esta idea de apoyar el gobierno de Haider al Abadi para concretar un gobierno inclusivo está condenada al fracaso. «Escuchar el mantra repetitivo de Estados Unidos respecto a que Irak conforme un gobierno inclusivo hace preguntarse, sostiene la analista iraquí Haifa Zangana, si las autoridades estadounidenses sufren de un estado agudo de demencia al olvidar su nefasto papel en Irak o si lo que tienen es desprecio por el pueblo iraquí. De otro modo no se entiende que sigan llamando a los mismos políticos iraquíes de siempre a formar un gobierno de unidad».
Sumemos a esto la irracionalidad de la política exterior estadounidense desde George W. Bush a la fecha apoyando a los sunníes en cualquier parte donde podían enfrentarse a los chitas decididos a promover la violencia sectaria mediante un programa encubierto, según denunció en su oportunidad el periodista Seymour Hersh «al que nos hemos unido con los saudíes como parte de otro programa más amplio, que busca hacer todo lo posible por impedir la expansión del mundo Chií. Pero, dicho simplemente, todo esto se va a volver en contra nuestra». Así de cierto resultaron las palabras de Hersh como también lo relatado por Haifa Zangana, quien resume acertadamente lo que ha sido las vivencias experimentadas por el pueblo iraquí con Estados Unidos: «es necesario determinar la responsabilidad de la ocupación liderada por Estados Unidos en los acontecimientos catastróficos que hoy vive Irak. Destruir un país en la mañana y entregar caridad a la población en la noche puede resumir nuestra experiencia con la política estadounidense».
La discusión sobre el futuro de Irak no puede soslayar la profunda y desastrosa huella dejada por la intervención anglo-estadounidense, en vidas humanas propias pero multiplicadas en la población iraquí: un millón de muertos, 1 millón y medio de heridos y tres millones de iraquíes desplazados por una guerra cuyo horizonte de término e pierde tras el humo de atentados, bombardeos y aquel salido de los pozos petroleros que no dejan de producir generando un imán para las acciones de grupos radicales.
Si el nuevo gobierno de unidad nacional no logra consolidarse, Irak continuará su lento e inexorable camino a la destrucción, tras una década de intervención norteamericana y que hoy vuelve a enfrentar bombardeos de ese país contra su territorio. En este caso, las bombas no caen contra Bagdad, sino contra las posiciones ocupadas en el norte de Irak por Daesh, que a su paso masacra niños, mujeres, descuartiza soldados y arrasa aldeas generando terror.
El gobierno de Al Abadi ya ha comenzado a apelar al apoyo regional, para sostener la lucha contra un movimiento terrorista, como es Daesh que no escatima acciones para conseguir sus objetivos de crear un califato que vaya desde Irak al Levante, como sostiene su carta fundacional pero donde lo menos que realiza es atacar la zona levantina, donde se encuentra Israel, considerado un aliado en las sombras de este grupo radical.
Analistas internacionales como el inglés Robert Fisk del periódico The Independent sostienen que todo este asunto del bombardeo tras meses de operaciones de Daesh no es más que una suprema hipocresía: «Washington no quiso bombardear el califato sangriento de Abu Bakr al Baghdadi (líder de Daesh) cuando estaba masacrando a la mayoría musulmana de chitas en Irak. Pero Barack Obama va al rescate de los refugiados cristianos y los yazidis debido a un posible acto de genocidio… Pero por ellos y los nestorianos y otros grupos cristianos Obama han ido a la guerra. Los franceses con sus viejos espíritus de cruzados revividos, le pidieron al consejo de seguridad que reflexione sobre los pogromos cristianos. Pero, la pregunta persiste: ¿Estados Unidos habría hecho lo mismo si los refugiados pertenecientes a minorías miserables del norte de Irak hubieran sido palestinos? O la última campaña de bombardeos de Obama simplemente proporcionará una bienvenida distracción de los campos de exterminio de Gaza?»
Hoy, existe una partición de facto en Irak, que no ha terminado de consolidarse pues está en la mesa del juego estratégico el control de las riquezas hidrocarburíferas. Hoy está en discusión no tanto la unidad de Irak como el juego de cómo compartir los ingresos derivados del petróleo ante una virtual partición del país. En todo ese marco la actuación de Daesh se vislumbra más como el de un actor secundario, ya que detrás del terror, los amos van más allá de Abu Bark Bagdhadi.
Debemos evitar el doble lenguaje y la doble moral frente a situaciones de conflicto y en ello me apoyo con una historia dada a conocer por Noam Chomsky, basada en la Ciudad de Dios de San Agustín, cuando éste describe el diálogo entre Alejandro Magno y un Pirata al que captura: «Cómo osas molestar la mar, le pregunta Alejandro Magno al Pirata. El prisionero contesta: ¿Cómo osas molestar tú al mundo entero? Yo tengo un pequeño barco, por eso me llaman ladrón y pirata. Tú tienes una flota, por eso te llaman Emperador».
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.