A mediados de 1954, Sacristán emprendió su segundo viaje a Alemania. Del primero, unos cuatro años antes, quedan algunos testimonios. Así, en una carta enviada a Josep Mª Castellet el 7 de agosto de 1950 [1], Sacristán señalaba: «Hace treinta horas largas que estoy en Heidelberg. Treinta horas con el sombrero quitado. Cuando das un […]
A mediados de 1954, Sacristán emprendió su segundo viaje a Alemania. Del primero, unos cuatro años antes, quedan algunos testimonios. Así, en una carta enviada a Josep Mª Castellet el 7 de agosto de 1950 [1], Sacristán señalaba:
«Hace treinta horas largas que estoy en Heidelberg. Treinta horas con el sombrero quitado. Cuando das un paso en Heidelberg tus pies sienten la necesidad de disculparse por tocar tierra pisada por Fichte, Schiller, Schubert, Wagner, Heidegger,.. Hace cuatro días estuvo aquí Jaspers. He visto su fotografía en la prensa. Es un hombre de aspecto impresionante. Pero no entremos en detalles. Heidelberg es una ciudad exclusivamente universitaria. Y esa estupenda cualidad se apoya sobre una gran belleza física la cual es tan grande que te mandaré algunas postales sin texto (el texto de la postal es siempre odioso, como el de los telegramas) para que las juzgues como fotografías. Las cosas agradables que contarte se agolpan ante mi produciéndome una oligofrénica dificultad de expresión. Esquematizaré… Enorme. La monda. Habría podido elegir una habitación alquilada en casa particular. Pero he preferido -con Barral, Reventós y otros- el Collegium Academecium. Es más barato, pero eso es lo menos interesante .. En el escaparte de una librería próxima a la Universidad he visto Über die Liebe y Der Aufstand der Massen , de José Ortega y Gasset».
Tras su regreso, un mes más tarde, el 12 de septiembre de 1950, volvía a escribir a Castellet [2]:
«Estoy en Santa Feliu desde el sábado -y en Barcelona desde el jueves- sin decidirme a escribirte por el propósito que tenía de subir a Puig d’Olena. Pero como la hipotética visita se retrasa considerablemente -mañana salgo para Córdoba con la familia- decido darte parte de mi supervivencia. Supervivencia .-¡y con qué ímpetu me lanzo!- problemática y descorazonadora: estoy bajo el shock del contraste. De aquello a esto. Mis cinco días en España han sido íntegramente dedicados a luchar contra la nostalgia que llega a ser sentimental, cosa insólita en mí que soy en este terreno sentimental completamente apátrida. Una vieja canción estudiantil alemana empieza con el cursi verso. «He perdido mi corazón en Heidelberg…» Y hay que ser ferozmente no-conductor, aislante puro, para no adoptar como lema la frase lacrimosa. No se trata, desde luego, en mi caso de la misma pérdida a la que alude el «poeta» -aunque no ha sido mala la experiencia de la mujer alemana. Es «aquello» lo que me provoca Heimweh, nostalgia. Es la mensa académica de Heideberg o Tübingen y Heimsoeth enseñando filosofía en Colonia. Pero no me da la gana charlar por carta acerca de esto. Por ti y por mí prefiero cambiar impresiones oralmente, para eludir toda posible literatura. Calculo que dentro de diez días estaré de vuelta de Córdoba. Aprovecho este viaje como lenitivo -¡hasta tal punto está deprimido el antes indestructible Manuel Sacristán Luzón!…»
Empero el objetivo de este segundo viaje era otro. Becado durante dos cursos por la Deutscher Akademischer Austauschdienst, Sacristán fue a estudiar lógica, filosofía de la lógica y epistemologya general al Instituto de Lógica y Fundamentos de la Ciencia de la Universidad de Münster, en Westfalia, la institución que había fundado años atrás el teólogo, filósofo y lógico alemán Heinrich Scholz [3].
Su estancia en el Instituto fue decisiva en su evolución política e intellectual. Allí conoció a Ettore Casari, al obrero metalúrgico Hans Schweins, a Vicente Romano, a Ulrike Meinhof, allí tomó la determinación de afiliarse al PSUC y al PCE (que hizo efectiva en los primeros meses de 1956) y durante ese período adquirió una formación que fue decisiva en su concepción de la filosofía, en su aportación a la consolidación de los estudios de lógica en España, en su misma práctica teórica del marxismo y, desde luego, destacadamente en su faceta de profesor de «Fundamentos de filosofía» y de «Metodología de las ciencias sociales».
El gusto por la lógica no le abandonó nunca. En su última carta, en la carta que dirigiera a Félix Novales, Sacristán se presentaba como estudioso de la lógica y de la filosofía de la ciencia, y en una carta que desde México, desde su estancia en la UNAM, enviaba a su amigo y compañero Antoni Domènech [4] señalaba:
«[…] El segundo comentario es subjetivo: desde que estoy aquí estoy, como quizá te dije, enterrado en temas de lógica; durante el semestre pasado hice inducción, y este semestre, que ahora empieza, estoy haciendo dialéctica. En un rincón de la estantería tengo libros que tratan de cosas, y no de palabras -desde lengua náhuatl hasta entropía-, pero la verdad es que no tengo tiempo de mirarlos. Las cuestiones lógicas son (al menos para los aficionados) mucho más peligrosas que la morfina; cuando me dieron morfina en cantidad, a los veintitantos años, no me crearon hábito; en cambio, la lógica crea inmediatamente adicción. Pero, de todos modos, durante todo el año he estado sabiendo que trabajar es lo otro. Tu ponencia me ha devuelto a las cosas reales, y aunque no creo que en lo que queda de semestre pueda dedicarme a ellas, me ha agudizado mucho la esquizofrenia lógico-material».
Sacristán no llegó a ser alumno directo de H. Scholz. Este, gravemente enfermo, ya no pudo impartir clases en el Instituto pero asistió, según parece, a algún seminario y no es improbable que estuviera presente en la disertación que Sacristán dictó en agosto de 1955 en el Instituto de Lógica de Münster sobre el Ars Magna de Ramon Llull. A Scholz se refirió muy elogiosamente en los compases iniciales de una conferecia de 1979: «Reflexión sobre una política socialista de la ciencia» [5]. Lo hizo en los términos siguientes:
«[…] Y estas cuestiones, en realidad, que sólo se pueden resolver en la vida cotidiana, dejan ver muy claramente que, contra la illusion de una respectable tradición filosófica, entre la que cuento a uno de los pocos que considero que han sido maestros míos, que me han enseñado algo, Scholz, el metafísico y lógico protestante de Westfalia…».
También trazó sobre Scholz, sobre quien escribiera una excelente necrológica recogida en el segundo volumen de sus Panfletos y Materiales, algunos breves apuntes. Los siguientes. El primero aparecio en el Diccionario de Filosofía cuya traducción castellana Sacristán coordinó [7]::
«Profesor de teología en Breslau, 1917-1919. Profesor de filosofía y, por último, profesor de lógica e investigación de fundamentos en Münster desde 1943. Tras su jubilación escribió nuevamente teología. Scholz ha sido un filósofo de la lógica y un propagandista del valor educativo de ésta. Su filosofía de la lógica es anticonvencionalista, antipositivista y platonizante según la tradición leibniziana. Una «metafísica como ciencia exacta» puede según él construirse con la lógica como «teoría de los mundos posibles».
Scholz fue para él una admirable figura en la que se integraban consistentemente obra escrita y obra viva [8]:
«[…] Obra viva y obra escrita se integran en esta admirable figura. Scholz empezó su carrera intelectual en el terreno de la Teología. Interesado a poco por temas filosóficos generales, su personalidad docente se afirma ya dentro de la Filosofía (profesor de Filosofía en Münster desde 1928); cuando, por último, se dedica especialmente a la lógica formal, Scholz no deja nunca de ser un filósofo, asumiendo además la responsabilidad moral que él consideraba aneja a ese título; y ello a veces hasta extremos arriesgados como en las líneas antepuestas en 1941 a Metaphysik als strenge Wissenschaft, en un momento en que al recrudecerse, como consecuencia de la guerra, la tiranía a que se hallaba sometido su país, hasta los científicos de más viva sensibilidad moral renunciaban a todo intento de oposición».
El siguiente balance cerrada su aproximación filosófica en la necrológica que escribió poco después del fallecimiento del lógico alemán [9]:
«[…[ Caso de mantener las pretensiones leibnizianas, la Filosofía vería frustrarse su interés por el mundo real. Podría seguir ostentando en su frontón la exigencia «nadie entre aquí que no sea geómetra». Pero no podría añadir la que Scholz, frente al neopositivista, quiere inscribir: «ni salga sin ser filósofo».
Scholz piensa que Platón le es modelo suficiente. Y ciertamente lo es hasta cierto punto. Pues Platón geómetra es también Platón interesado por el cosmos, por el arte, el amor, la piedad, la justicia. Platón geómetra es también, en una palabra, Platón humano, Platón político. Pero lo que hace a Scholz elegir la advocación platónica es, sobre todo, su «confesión», su «testimonio» iluminista, y su íntima tendencia idealista, la cual, en general, justo es decirlo, no aparece como elemento sistemático de su pensamiento sino en algún momento.
La polémica antipositivista y anticonvencionalista de Scholz se tiñe así de cierto idealismo. No hay que decir que tal tinte no es necesariamente propio de toda posición antipositivista o anticonvencionalista. El lógico filosófico interesado por la cuestión no tiene por qué sumirse en un ambiente platonizante para considerar críticamente el convencionalismo. Esto es lo específico de Scholz, en este asunto, lo relativo a «la clase de hombre» que él es.
Pero su intento de reencontrar lo filosófico en la Lógica y más generalmente en la investigación de fundamentos, en el «lenguaje fundamental» sin desentenderse por ello de los temas de la «filosofía del mundo real» tiene un interés imposible de exagerar, por encima -o por debajo, como se prefiera- e independientemente de las tesis «testimoniales» platónico-leibnizianas con que el desaparecido maestro lo coloca. Tiene no sólo un interés sustantivo, sino también histórico: el intento filosófico de Scholz es el más ambicioso desarrollado por un lógico moderno competente.
De entre los lógicos antiguos -sea permitido entreabrir al final de este artículo una puerta sobre terreno nuevo- no ha sido tanto Platón, sino más bien su crítico Aristóteles, el que más efectivamente ha estado cerca del mundo mental en que se mueve Scholz. Pues si Platón ha hablado de ese mundo, ha sido Aristóteles el que ha empezado a construirlo, fundando realmente la ciencia que es el corazón de la filosofía de Scholz. Y si se trata de meras declaraciones de Aristóteles, del mismo Aristóteles observador de las «bestezuelas que viven sólo un día», es esta categórica tesis sobre los «llamados axiomas en las matemáticas» y sobre la «sustancia»: » Es patente que la investigación de esas cosas pertenece a una sola ciencia, y que esa ciencia es la del filósofo «.
Una hermosa imagen sobre Scholz abría su escrito de 1957, el estudió que le dedicó, y que publicó originariamente en la revista Convivium [10]:
«[…] Anciano y gravemente enfermo, Scholz no pudo dar ya su curso sobre Kant, anunciado para el semestre de invierno 1954-1955. No obstante, aún siguió asistiendo a los coloquios semanales del Instituto.
Su última producción literaria está constituida por algunos artículos, parte de ellos periodísticos. Scholz -la imagen le sería grata, dado el platonismo que profesaba- no era hombre para salir de la caverna como de lugar despreciable al que jamás se vuelve; siempre estaba de vuelta en ella para tratar con sus moradores. Éste es acaso el sentido de la actividad periodística y divulgadora de los últimos años de su vida, durante los cuales relajó su contacto con la creciente complicación técnica de la lógica simbólica».
En su memoria de oposiciones, puede verse un paso en el que Sacristán relaciona a Scholz con el neopositivismo en el siguiente aspecto:
Señala Sacristán que resulta aleccionador que Scholz haya recurrido a la tradición filosófica en su búsqueda de un punto de partida para resolver «el problema nocional de la lógica». La cuestión es: ¿por qué con la tradición platónica? ¿Cómo es que Scholz ha entroncado con la «tradición más audaz y menos plausible de la historia del pensamiento lógico, tradición que le obliga a adelantar en términos de pura fe -«testimonio», dice él mismo- unos postulados filosóficos iluministas e innatistas tan connaturales a la tradición platónica como escasamente argüibles?».
Conjetura Sacristán que tal vez no fuera arriesgado sostener la siguiente explicación: por participar también Scholz del dogma general neopositivista de «la solución de continuidad absoluta entre lo real y lo lógico». Sea como sea, añadía Sacristán, este dogma era la causa capital de la escasa fecundidad, en aquellos años, de la lógica contemporánea en el terreno de las consideraciones filosóficas, reflexión a la que Sacristán solía llamar «investigación proemial».
Sacristán que, como se señalo, no llegó a ser alumno de Scholz, fue en cambio alumno de Hans Hermes, el siguiente director del Instituto tras la muerte de Scholz, y de Gisbert Hasenjaeger. Al primero lo citó con frecuencia en su memoria para las oposiciones de 1962 [11]. Del segundo, en 1968, tradujo el manual Conceptos y problemas de la lógica moderna , para el que escribió esta contraportada:
«El profesor alemán Gisbert Hasenjaeger, investigador de renombre, es un especialista de la lógica matemática.
La obra que aquí presentamos en su traducción castellana constituye una sólida introducción a los conceptos en que se asienta la lógica moderna y a sus problemas básicos, materia de gran vastedad y complejidad filosófica. Su aparición en nuestra bibliografía es sin duda un hecho científico de importancia que conviene dejar subrayado.
La finalidad de la obra del profesor Hasenjaeger es la de motivar o razonar formaciones conceptuales presentes en la lógica moderna, estableciendo los planteamientos que se siguen de tales conceptos. Habida cuenta de la complejidad inherente a la materia, el autor ha creído necesario articular su texto en forma que más atienda a la profundización que a la extensividad, mejor a lo hondo que a lo panorámico.
Se trata, en definitiva, como el lector podrá apreciar desde las primeras páginas, de una obra de gran densidad científica destinada a los estudiosos y especialistas de la material».
Dar noticia y aquilatar brevemente la obra lógica de Sacristán, sus aportaciones a la consolidación de estos estudios en nuestro país, exige una aproximación más detallada.
Notas:
[1] Veáse J. M.Castellet, Seductors, il.lustrats i visionaris . Edicions 62, Barcelona, 2009, p. 49.
[2] Ibidem, p. 56-57.
[3] Sobre este punto, véase «Entrevista con Jesús Mosterín». En Salvador López Arnal y Pere de la Fuete (eds), Acerca de Manuel Sacristán . Destino, Barcelona, 1996, pp. 631-668.
[4] Copia de la carta facilitada por Antoni Doménech.
[5] Manuel Sacristán, Seis conferencias . El Viejo Topo, Barcelona, 2005, pp. 55-82.
[6] M. Sacristán, «Lógica formal y filosofía en la obra de Heinrich Scholz». En Papeles de filosofía . Icaria, Barcelona, 1984, pp. 56-89.
[7] M. Sacristán:»Scholz, Heinrich», Dagobert D. Runes (ed), Diccionario de Filosofía, Grijalbo, Barcelona, 1969, p. 339.
[8] M. Sacristán, «Lógica formal y filosofía en la obra de Heinrich Scholz», Papeles de filosofía, ob cit, p. 65.
[9] Ibidem, pp. 88-89.
[10] Ibidem , p. 57.
[11] M. Sacristán, «Apuntes de filosofía de la lógica». En Papeles de filosofía , ob cit, pp. 220-283. Este largo artículo coincide casi en su totalidad con la memoria de las oposicione a la cátedra de lógica de Valencia celebradas en Madrid en 1962.
[12] Véase una entrevista con Gisbert Hasenjaeger en el documental «Sacristán filósofo» dirigido por Xavier Juncosa: Integral Sacristán . El Viejo Topo, Barcelona, 2006.
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