Recomiendo:
3

Entrevista a Albert Soler sobre Estàvem cansants de viure bé (I)

“Los botiflers constituimos en Cataluña una hermandad como los masones antaño”

Fuentes: El Viejo topo

Ex de El Punt, Nou Diari y La Vanguardia, Albert Soler es periodista del Diari de Girona y autor de Estàvem cansats de viure bé (Estábamos cansados de vivir bien). En él centramos nuestra conversación.

Miro la portada de su libro y le observo: descalzo, con gorro playero, con no sé cuantos bultos y con una camiseta con las iniciales de Союз Советских Социалистических Республик (Soyuz Soviétskikh Sotsialistícheskikh Respúblik), es decir, de la afortunadamente extinta Unión de República Socialistas Soviéticas, un país (o lo que fuera) que, como afirma toda la gente sensata y prudente del mundo,  jamás debería haber existido ¿No será usted un comunista de la vieja escuela, o un putinista de nuevo cuño, o un agente de la KGB o como sea que se llame ahora esa organización leninista-estalinista?

Hay mucho mito respecto a eso, y mucha leyenda. La auténtica realidad la sabemos solamente yo y unos cuantos iniciados en kremlinología. En el mundial de fútbol Chile 62, la Unión Soviética, por entonces una potencia futbolística de primer orden, se enfrentó a Colombia, que en aquel tiempo apenas podía reunir a 11 jugadores en todo el país. Para sorpresa de todo el mundo, los soviéticos no pudieron pasar del empate (¡a 4!). Fue tal la humillación, que Stalin, enfadado, consideró que el gulag era poco castigo para aquellos futbolistas, y ordenó que por siempre jamás los deportistas soviéticos lucieran en sus camisetas la ignominiosas iniciales CCCP: Con Colombia Casi Perdimos. A mí me sirve para recordar que existimos Catalanes Contra el Clan de Puigdemont.

¡Contra el clan de Puigdemont! ¡Ya empezamos! ¡No me esperaba menos (es decir, más) de usted!

Me sorprendió el título de su libro y leí lo que cuentan los del CLAS (¡Club de lectors Albert Soler! ¡Menuda publicidad!). Lo cuento ahora para nuestros lectores. En una conversación entre dos pescadores de 80 años, en la que reflexionaban sobre las causas de la situación en .Cat, la conclusión a la que llegaron fue que los catalanes “estábamos cansados de vivir bien”. ¡Cómo que cansados de vivir bien! Yo no soy abuelo pero soy un jubilado entrado en años y de vivir bien nada de nada. Ni ahora ni antes. ¿Cómo vamos a vivir bien si estamos bajo el dominio de Madrid, del opresivo, sanguinario, arcaico, trasnochado y explotador Estado español? ¿Cómo vamos a vivir bien en Cataluña si nos consideran una comunidad de tercera o, incluso más, parlant ras i curt, una colonia del Imperio, del glorioso Imperio español? ¡Usted y esos abuelitos “tan simpáticos” no son capaces de ver ni lo más elemental, lo más obvio! ¿Están ciegos?

Eso es cierto, cuando me doy un garbeo por los pueblos vecinos de mi ciudad, antaño zonas rurales y hoy residenciales, veo unos casoplones de miedo, con su césped, su piscina, su terraza y sus tres coches en el garaje, y sin embargo nunca falta un gran lazo amarillo, signo de vivir oprimidos. Me da pena esa pobre gente que no tiene libertad, no como los trabajadores de mi barrio que como no llegan a fin de mes, no tienen tiempo de estar oprimidos. Los pobres somos totalmente libres: podemos elegir qué banco nos embarga, y algunos incluso eligen qué comida diaria dejan de hacer, si el almuerzo o la cena. Los ricos, en cambio, con sus lacitos amarillos, qué vida mas triste, oprimida y esclava deben llevar. Obligados a pasar las vacaciones en la casa de la costa, obligados a comer tres veces al día, obligados a comprarle un utilitario a la niña en cuanto cumple los 18… Realmente no tienen libertad alguna.

Pues claro que no. Veo además que usted no tiene ningún respeto por nuestras autoridades. Al molt més que honorable Carles Puigdemont le llama “el Vivales” o “el Marqués de Waterloo”, y a la ANC, nuestra admirada y querida organización de acción, dirección y cumplimiento nacional, la Asociación Nacional del Rifle (o “lo que sea que signifiquen esas siglas” añade). Ja està bé, home, ja està bé! ¿Cómo le sentaría a usted que yo le llamara, por ejemplo, el “defensa central” de Diari de Girona? ¿A que le toca?

Lo de llamarle Vivales es cosa de mi padre, que a sus 86 años las caza todas al vuelo. Un día hablábamos de la situación política y me dijo sobre Puigdemont: “ese es un vivales”. Me encantó recordar la palabra, hacía muchos años que no la escuchaba. Además, la busqué en el diccionario de la RAE y pone “Personavividoraydesaprensiva”. ¡Joder, pero si no falta más que una foto de Puigdemont al lado! Un tipo que vive del cuento, sin pegar palo al agua, gracias a timar a sus creyentes, hacia los cuales no tiene miramiento alguno! Curiosamente, la palabra no existe en catalán. De momento, porque espero que el Institut d’Estudis Catalans solvente eso, habida cuenta de que es catalán el máximo exponente de tal definición. Respecto a lo de llamarme “defensa central del Diari de Girona”, creo que me lo voy a apropiar. En mi época de defensa central en categoría regional, me insultaban en todos los campos, y cuanto más me insultaban, con más saña atizaba a las espinillas y rótulas de los delanteros rivales. Es lo mismo que hago ahora cuando me insultan por mis artículos.

¿Le insultan por sus artículos? ¡No me lo puedo creer! ¿En la Cataluña tolerante, en la Dinamarca (o Alemania o Austria) del Mediterráneo? No deben ser catalanes, seguro que son xarnegos (charnegos, txarnegos) o variantes afines. ¿Lo ha comprobado?

Me insultan muy poco, la verdad sea dicha. Creo que hago méritos para ser mucho más insultado. El insulto es el baremo por el cual un periodista sabe si está haciendo bien su trabajo. Yo me esmero todo lo que puedo, y a cambio recibo más alabanzas que insultos. Eso me está deprimiendo, de verdad que no sé qué más puedo hacer para ser considerado como merezco.

Otra cosa que me deja medio aturdido es que usted sea gironí. ¡Pero cómo es posible! ¡Si Girona, nunca Gerona, es la futura capital de la República de las sonrisas, la amistad, el buen rollo, el cooperativismo y la fraternidad! ¡Usted, con perdón y hablando claro, es un botifler! ¡No sólo traiciona los ideales de nuestros país sino que, y es casi peor, no recoge, no es capaz de entender, la esencia del ser gerundense!

Gerona es la ciudad más carca y casposa del mundo, la Vetusta de Clarín sería Sodoma, en comparación. Supongo que es por ello que Presidentorra la proclamó capital de la auténtica Cataluña: la republiquita que nos querían endosar sería también así, pero de mayor tamaño. Y sí, claro que soy botifler. Ser botifler es lo más digno que se puede ser, en la Cataluña actual.

¡Qué barbaridad, dónde hemos llegado! Me ha recordado las palabras de Paco Frutos, un comunista catalán de muy largo recorrido y temibles prácticas, cuando habló en aquella concentración españolista-imperial en octubre de 2017. ¡También él reivindicó el botiflerismo)! ¿Se conocen? Seguro que son parientes. ¡Dios los creó y ustedes se han juntado!

Los botiflers constituimos en Cataluña una hermandad. Como los masones antaño, pero sin ritos de iniciación ni reuniones en sitios recónditos. Paco Frutos sería el gran maestre, pero el no ser catalán de pura cepa y 18 apellidos, le penaliza, seguramente se queda en charnego, no tiene la pureza de sangre que se le reclama a un gran botifler. O sea que el título debe estar entre Borrell y yo.

Tampoco es fácilmente digerible que se meta con don Ramón Cotarelo, todo un señor catedrático, uno de los pocos españoles -ahora ya catalán de primera- que nos entiende, que es capaz de ponerse en nuestra piel, y comprender el menosprecio y explotación que sufrimos todos los catalanes, todos… menos los que no lo son aunque digan serlo como el señor (que no es un señor propiamente sino un español de m.) Josep Borrell. Perdón: José Borrell; de Josep, res de res.

Ramón Cotarelo es un vividor, y a su edad pocas opciones le quedaban de vivir del cuento, como no fuera echando pisto al independentismo. El independentismo se pirra por los españoles que le ríen las gracias, llámense Cotarelo, Talegón o como quieran. Da igual lo que piensen, o que directamente no piensen, como es el caso. Lo único que importa es que les sigan la corriente. Cotarelo, lo tengo dicho, es un señor de 70 años que se viste y peina como un niño de 15, lo cual no sería malo de no ser que piensa también como un niño de 15. Quizás por eso es el intelectual de referencia del procés.

Lo peor en todo caso no es que se meta con don Ramón. Lo más incomprensible es que se ría, que se cachondee más bien, de nuestra gran comunicadora, de nuestra gran intelectual, de Pilar Rahola. ¡No respeta nada! ¿No es capaz de ver la grandeza periodística de doña Pilar? ¿No es capaz de disfrutar de su inmensa cultura y, sobre todo, de su gran humanidad, de su modestia, de su defensa de las buenas formas?

Esa buena mujer vive en su propio mundo. Por eso considera que los que cobran 90.000 euros anuales son “clase media apurada”. De todas formas, yo ya sabía que vive en un mundo de ilusión hecho a su medida, desde que se calificó a sí misma como “escritora”. Yo no sé cómo alguien pudo creer que el procés llegaría a buen fin, con esta banda como intelectuales de cabecera. Esa mujer, para hacer paellas y arrimarse al poder, tiene un pase. Pero para absolutamente nada más.

Pero además, y aunque parezca imposible, hay cosas peores. Le dedica una columna a Mònica Terribas (¡qué inmensa objetividad y grandeza la suya describiendo el 27-O, los primeros compases de nuestra gran República pujolista-masista-torrista!) y la finaliza con una cita de Julio Camba: “si uno puede enriquecerse con el periodismo, es únicamente a condición de que abandone el periodismo”. Y añade, con toda la mala lec. del mundo: “Terribas ha seguido tan sabio consejo”. Per favor, per favor… ¡Qué envidia le tiene! Claro, ¡a usted le gustaría ser presentador de Catalunya-Ràdio, la radio de todos los catalanes que somos realmente catalanes, pero no puede, no está al nivel dels presentadors de casa nostra, de los que no son botiflers como usted!

Cómo no recordar su “Buenos días, ciudadanos de la república catalana”. Y sin un atisbo de vergüenza. Terribas es un buen ejemplo del triste papel que han hecho tantos periodistas catalanes, que se han tragado todo lo tragable -con perdón- si venía del poder. En definitiva, han renunciado a ejercer de periodistas, la principal función de los cuales es dudar, para ejercer de propagandistas y de palanganeros. Imagino que el saludo de aquel día a los “ciudadanos de la república catalana” tenía como objetivo pasar a la posteridad en el improbable caso de que aquello fuera cierto. Ha conseguido pasar a la posteridad, sí, pero por el ridículo más espantoso que se recuerda en las ondas. Pero es digno de admiración que ni siquiera haya sido capaz de reconocer ese “pequeño” error, en realidad esa gran mentira. Eso sí se lo envidio, el tener tan poca vergüenza. Porque yo habría dimitido y me habría retirado a un monasterio,

A las pocas personas que respeta y trata adecuadamente en su libro es a Manuel Vázquez Montalbán. ¿Por qué? ¿Porque era comunista como usted? ¿Porque era un xarnego y a usted, en el fondo, es eso lo que le gustaría ser, un murciano-andaluz, un hombre a medio de hacer como escribió nuestro gran dirigente perseguido, siempre añorado, por la injusta justicia española? A usted, si me permite, lo que realmente le gustaría sería pegarse la gran vida en los bares de Girona y alrededores, como hacen todos (o casi todos) los trabajadores andaluces, murcianos, extremeños o de donde sea.

No se confunda, que yo la gran vida por los bares ya me la pego, mi ventaja -en contraste con todos esos personajes de los que me hablaba antes- es que necesito bien poco para pegarme una gran vida, me basta con una caña -o dos- y una conversación. A MVM lo trato con respeto y diría que veneración, no por comunista, sino por inteligente. Es una cualidad tan rara entre la intelectualidad catalana, que a los pocos que hay no puedo sino idolatrarlos. Además, una vez coincidí con él en un avión, y fue tanta mi vehemencia al levantarme a saludarle, que creo que el pobre se asustó, ponía cara de haber saltado por la ventanilla si no hubiéramos estado a 10.000 pies de altura. Y aun así, dudó si hacerlo. Lo mínimo que le debo, es tratarle como merece, que igual me está escuchando desde el más allá. ¡Hola, Manolo!

Me he olvidado antes: ¡se cachondea incluso del mayor Trapero! ¡Pero cómo es posible! ¡No respeta usted a nadie, se ríe del mort i del que el vetlla! ¿No tiene usted admiración por un policía insigne, como muy pocos en la historia de nuestro país, un policía que se comportó heroicamente el 1-O y en los dolorosos hechos de finales de agosto en Barcelona?

Si por policía insigne se refiere a que lleva la pechera llena de insignias cuando viste de gala, estoy de acuerdo, aunque me malicio que las insignias van tan baratas como la Creu de Sant Jordi, en Cataluña. ¿Sabe qué sucede? Que cualquiera que comparta una paella con el Vivales y la Rahola no puede ser trigo limpio. A esos sitios no va nadie con la conciencia tranquila, hágame caso.

Tomo nota pero no sé si le haré caso. Veo, además, que usted vindica la figura antiobrera del esquirol, y que no ha seguido ninguna de las gloriosas huelgas patrióticas, de país i de germanor, que se han convocado estos últimos años. Una pregunta directa, cara a cara: ¿usted se considera realmente catalán? ¿Es consciente de sus apellidos y de lo que significa llevarlos con dignidad?

Como dijo alguien, mi patria son mis zapatos. Le diría lo que Brassens, que mi patria es el hueco que ha dejado mi última amante en las sábanas, pero igual lee esta entrevista mi mujer, y me meto en un lío. Dejémoslo en los zapatos. Mis apellidos -como mínimo ocho catalanes, aunque seguro que son muchos más, puesto que no sé de ningún ancestro nacido fuera de Cataluña- me sirven para tocar los cojones, que es mi deporte favorito desde que dejé el fútbol. No hay nada que ponga más de los nervios a los lacistas que un catalán de pura cepa negándose a comulgar con sus ruedas de molino, eso explica, dicho sea de paso, la ojeriza que le tienen a Borrell, otro que tal. Soy más catalán que todos ellos, hablo y escribo el catalán mejor que ellos, y en cambio me importa un bledo no solo la independencia de Cataluña, sino la propia Cataluña. En fin he tenido suerte: los apellidos no sirven casi nunca de nada, pero a mí me sirven para joder a esta tropa.

Le hago una pregunta sobre apellidos. Pero tomemos antes un descanso.

Como quieras. Yo estoy en plena forma.

Fuente: El Viejo Topo, marzo de 2020.