¿Cuál es exactamente la función del sector financiero en las finanzas? Sencillamente ésta: su única función consiste en proporcionar capital de modo eficiente para ayudar a la economía real. El sector financiero es una herramienta para ayudar a los que fabrican herramientas de verdad, no un fin en sí mismo. Pero cinco errores fatales en […]
¿Cuál es exactamente la función del sector financiero en las finanzas? Sencillamente ésta: su única función consiste en proporcionar capital de modo eficiente para ayudar a la economía real. El sector financiero es una herramienta para ayudar a los que fabrican herramientas de verdad, no un fin en sí mismo. Pero cinco errores fatales en la actual estructura del sector financiero han creado un monstruo que drena la economía real, promueve el fraude y la corrupción, amenaza a la democracia y provoca crisis recurrentes cada vez más agudas.
1. El sector financiero perjudica a la economía real
Incluso cuando no se encuentra en crisis perjudica el sector financiero a la economía real. En primer lugar, es con mucho demasiado grande. El sector funciona como intermediación, sirve esencialmente de «intermediario». Como todos los «intermediarios», debería ser lo más pequeño posible mientras pudiera seguir llevando a cabo su misión. Si no, es intrínsecamente parasitario. Por desgracia, ahora es enormemente mayor de lo necesario, dejando pequeña a la economía real a la que se supone ha de servir. Hace cuarenta años nuestra economía real mejoró con un sector financiero que recibía unos beneficios totales que eran en porcentaje (2%) una ventésima parte de lo que recibe el actual sector financiero (40%). La medida mínima para cuantificar el daño que el abotargado sector financiero, remunerado en exceso, causa a la economía es el masivo incremento en la porción del total de la renta nacional desfilparrado por el parasitismo del sector financiero.
En segundo lugar, el sector financiero es peor que un parásito. En el título de su reciente libro, The Predator State (http://books.simonandschuster.com/Predator-State/James-Galbraith/9781416566830), James Galbraith pone acertadamente nombre al problema. El sector financiero funciona como los afilados caninos que el estado depredador utiliza para desgarrar la nación. Además de desviar capital en su propio beneficio, el sector financiero asigna inapropiadamente el capital restante de modo y manera que daña la economía real con el fin de remunerar a las élites financieras ya enriquecidas que perjudican a la nación. Los hechos son alarmantes:
• La recompra de valores empresariales y la concesión de títulos a agentes han excedido al capital nuevo recaudado por los mercados de capital en esta década. Eso significa que los mercados de capital descapitalizan a la economía real. Con excesiva frecuencia, actúan de ese modo con el fin de enriquecer a aquellos corruptos de las empresas con acceso a información confidencial por medio de fraude contable u opciones de compra con la fecha cambiada.
• La economía real norteamericana sufre una escasez crítica de empleados con formación matemática, de ingeniería y científica. Los licenciados en estos tres campos escogen con suma frecuencia hacer carrera en las finanzas en lugar de en la economía real, dado que el sector financiero proporciona a sus ejecutivos remuneraciones bastante más cuantiosas. Quienes poseen esa formación cuantitativa trabajan prácticamente todos en idear esa clase de modelos financieros que contribuyeron de forma considerable a la crisis financiera. Tomamos a aquellos que deberían estar ocupándose de la investigación y desarrollo esenciales para el éxito de nuestra economía real (contando en ello el logro con éxito de hacerla sostenible) y los ponemos en cambio en actividades del sector financiero en el que, merced a los incentivos perversos del sector, dañan todavía más tanto al sector financiero como a la economía real. Michael Moore apunta esta observación en su última película, Capitalism: A Love Story.
• La fijación del sector financiero por las ganancias contables le lleva a presionar a las empresas norteamericanas de fabricación y servicios para exportar empleos fuera del país, para negar capital a las empresas con sindicación y animar a las empresas a recurrir a paraísos fiscales para evadir el pago de impuestos en los Estados Unidos.
• Asigna impropiamente capital al crear burbujas financieras recurrentes. En lugar de hacerlo fluir a aquellos sectores que son más útiles a la economía real, se dirige el capital a las inversiones que crean las mayores ganancias contables fraudulentas. El sector financiero es especialmente propenso a suministrar fondos en cantidad excepcional a lo que yo llamo «fraudes de control» en la contabilidad. Los fraudes de control son entidades aparentemente legítimas utilizadas por aquella gente que las controla como «armas» de fraude. En el sector financiero, los fraudes contables son las armas escogidas. Los fraudes de control en la contabilidad resultan tan atractivos para prestamistas e inversores porque producen «beneficios» de contabilidad sin parangón, garantizados y a corto plazo. Se optimizan creciendo rápidamente como otros esquemas de Ponzi, concediendo préstamos a quienes los solicitaban con pocas probabilidades de devolverlos (una vez estalla la burbuja), y dedicándose a un extremado apalancamiento. A menos que haya regulación y acciones judiciales, esta inapropiada asignación crea una epidemia de fraudes en el control de la contabilidad que hipertrofia las burbujas financieras. El FBI comenzó a avisar de una «epidemia» de fraudes hipotecarios en sus comparecencias ante el Congreso en septiembre de 2004. Informa también de que el 80% de las pérdidas por fraude hipotecario se producen cuando el personal crediticio está implicado en el fraude. (El otro 20% del fraude habría sido imposible si estos prestamistas no corrompieran sus sistemas de aseguramiento de riesgos y sus controles internos y externos con el fin de maximizar el crecimiento de sus malos préstamos).
• Debido a que el sector financiero se preocupa casi exclusivamente de los altos rendimientos y «beneficios» de contabilidad, asigna impropiamente capital desviándolo de firmas y empresarios que podrían hacer más por mejorar la economía real (reduciendo, por ejemplo, los beneficios a corto plazo financiando la costosa investigación y desarrollo que puede producir bienes innovadores y una sostenibilidad superior) y podrían hacer más por reducir la pobreza y desigualdad (por ejemplo, merced a las finanzas de microcréditos, que dejarían en paro a los «prestamistas del día de paga» y a los depredadores prestamistas hipotecarios).
• Asigna capital impropiamente al asegurar enormes subsidios gubernamentales a las empresas financieras, sobre todo a aquellas que disponen del mayor poder político y fracasarían, si no, debido a la incompetencia y el fraude.
2. El sector financiero produce crisis económicas recurrentes y cada vez más agudas en el país y en el exterior.
La actual crisis no es más que la última de una larga lista de crisis económicas provocadas por el sector financiero. Cuando no es eficazmente regulado y fiscalizado, el sector financiero produce e hipertrofia burbujas que provocan graves crisis económicas. La actual crisis, de no haber sido por los rescates gubernamentales, globales y masivos, habría provocado un fallo catastrófico de la economía global. El sector financiero se ha vuelto mucho más inestable desde que se inició esta crisis y sus participantes han utilizado su capacidad de presión para convencer al Congreso de que truque sus reglas de contabilidad para esconder sus descomunales pérdidas. El secretario del Tesoro, Geithner, ha exacerbado el problema al declarar que las mayores instituciones financieras están exentas de suspensión de pagos independientemente de su insolvencia. Estos factores incrementan enormemente la probabilidad de que estas instituciones de riesgo sistémico (IRS) provoquen una crisis financiera global.
3. La depredación del sector financiero es tan extraordinaria que hoy impulsa al uno por ciento superior de la distribución de ingresos de nuestro país y ha impulsado buena parte del aumento de nuestra grotesca desigualdad de ingresos.
4. La depredación del sector financiero y su destacado papel a la hora de cometer y ayudar e incitar al fraude de control contable se combinan para:
• Corromper a las élites financieras y profesionales y
• Espolear el ascenso del darwinismo social en un intento de justificar el poder y opulencia de las élites. Los fraudes en el control de la contabilidad corrompen a contables, abogados y tasadores y crean lo que se conoce como «dinámica de Gresham», el sistema en el que la mala moneda expulsa a la buena. Cuando se produce esta dinámica, los profesionales honrados quedan fuera y se deja prosperar a los tramposos. La remuneración de los ejecutivos se ha vuelto tan enorme, tan divorciada de la ejecutoria, y tan perversa que crea, a su vez, una dinámica de Gresham que anima a un extendido fraude contable por parte tanto de las compañías financieras como de las empresas de la economía real.
Conforme las élites del sector financiero se volvían obscenamente opulentas gracias a la depredación y fraude, aumentaron los incentivos psicológicos que las movían a abrazar un darwinismo social insano y antidemocrático. Aunque constituían los peores elementos de la esfera pública, cualquiera que sea la medida objetiva que se emplee, sus aduladores de los medios de comunicación y los receptores de sus donaciones políticas y caritativas les rendían heroico tributo. Los directivos financieros adoptaron e hicieron correr el mito de que eran más listos, más laboriosos e innovadores que el resto de nosotros. Repetían su historia de cómo habían llegado hasta lo más alto gracias exclusivamente a su brillantez y disposición a afrontar riesgos. No es que sus empleados estuvieran, nos decían, por encima de la media sino que eran excepcionales. Odiaban el colectivismo y adoraban a Ayn Rand.
5. Los directivos de las mayores empresas financieras son tan poderosos que representan un riesgo crítico para el sector financiero, la economía real y nuestra democracia.
Los directivos pueden, de manera directa, mediante sus empresas y «liando» con contribuciones a sus agentes y empleados, realizar fácilmente ingentes donaciones políticas, y usar sus empresas de relaciones públicas y cabilderos para manipular a los medios y a los funcionarios públicos. La capacidad del sector financiero para bloquear reformas de gran calado después de poner al mundo al borde de una segunda gran depresión demuestra lo excepcional de sus poderes para corromper casi todos los sectores críticos de la opinión pública y la vida económica norteamericanas. Los cinco mayores bancos de los Estados Unidos vienen a controlar aproximadamente la mitad de los activos financieros. Utilizan su poder político y financiero para dotarse de ventajas competitivas que les permiten dominar a los bancos más pequeños.
Este excesivo poder constituyó un factor primordial entre los que contribuyeron a la crisis en curso. La regulación eficaz de finanzas y títulos era anatema para la ideología de los directivos (y el mayor peligro para sus fraudes, riqueza y poder) y se propusieron con éxito destruirlo. Eso originó lo que los criminólogos denominan «entorno criminógeno» (un ambiente que engendra actividades delictivas) que provocó la epidemia de fraude de control contable que hipertrofió la burbuja inmobiliaria. El poder de la industria financiera y la progresiva corrupción se combinaron para producir los más perfectos delitos de cuello blanco. Presionaron con éxito a los políticos a fin de legalizar, por ejemplo, la obscenidad del «seguro de campesinos fallecidos» (en el que un patrón se queda con el seguro de un empleado y recibe una ganancia inesperada en caso de muerte prematura de esa persona) que Michael Moore denuncia con escalofriante detalle. Las asambleas legislativas de los estados cambiaron las leyes para permitir lo que era un puro timo fiscal y subsidiar a grandes empresas a expensas de sus contribuyentes.
Aviso: no hay que olvidar jamás la necesidad de arreglar la economía real.
Los esfuerzos por reformar la economía se centran casi enteramente en arreglar las finanzas debido a que el sector financiero se encuentra tan quebrantado que produce crisis recurrentes, cada vez más agudas. La última crisis nos dejó al borde de una catástrofe global, de modo que centrarse en las finanzas resulta evidentemente racional. Pero centrarse en las finanzas conlleva un grave riesgo. Recuérdese que el único propósito de las finanzas estriba en ayudar a la economía real, que crea bienes y servicios, nuestros puestos de trabajo y nuestros ingresos. La economía real descarriló hace al menos tres décadas para la gran mayoría de los norteamericanos.
Necesitamos un compromiso para arreglar la economía real garantizando que todo aquel dispuesto a trabajar pueda hacerlo y convirtiendo en sostenible la economía real, en lugar de provocar crisis medioambientales globales de forma recurrente. No debemos emplear todos nuestros esfuerzos de reforma en el sector financiero y asumir que si resolvemos sus defectos habremos resuelto las demás razones fundamentales por las que la economía real ha seguido siendo tan disfuncional durante décadas. Necesitamos trabajar simultáneamente en arreglar las finanzas y la economía real.
William K. Black es asesor del Roosevelt Institute y profesor de Economía y Derecho en la Universidad de Missouri-Kansas City. Criminólogo especializado en delitos de cuello blanco e inspector público en actividades de regulación financiera, es autor de The Best Way to Rob a Bank is to Own One [El mejor modo de asaltar un banco es ser su propietario].
Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón