La Habana , 2 de diciembre, 2008 Hermanas y hermanos de América Latina y todo el Mundo ¿Será de la tiniebla o la esperanza el mundo que nos llega en la derrota del imperio que alcanzara la forma más cruel y despiadada y ciega que un corazón de piedra ha generado? No sé, ignoro la […]
La Habana , 2 de diciembre, 2008
Hermanas y hermanos de América Latina y todo el Mundo
¿Será de la tiniebla o la esperanza el mundo que nos llega en la derrota del imperio que alcanzara la forma más cruel y despiadada y ciega que un corazón de piedra ha generado?
No sé, ignoro la respuesta, la ignoramos. Se ha sembrado en el caos el odio, complicidad extrema, la mentira encubierta en dimensiones tantas que un régimen mundial que ser dice de la democracia ha bordeado el fascismo, tolerando ser parte de nuevos genocidios. Irak, las guerras fraticidas, el Sida en África y la pobreza extrema, la muerte, el sacrificio y abandono de millones de niños. El espíritu de aquel flagelo se esconde en frases y más frases, en la rapidez de los medios cómplices que hipnotizan y hacen del crimen, en dimensión social, banalidad de imagen. Informadores que se dicen pero en realidad falsificadores. Es el desastre ya globalizado que sumerge y condena a somnolencia inaceptable.
Y sin embargo son símbolos y símbolos también los que nos llegan y habrá que descifrarlos en vocación tal vez de profecía. La lógica no sabe a veces ser poeta y sólo los poetas les descubren signos.
En los Estados Unidos de América, la potencia económica y militar por excelencia, el despertar de millones y millones de ciudadanos que retornan a serlo y piden, exigen cambio, change, a toda costa cambio. Puede no serlo todo o no ser nada, pero un símbolo es y no puede ignorarse. Tras siglos de injusticia la palabra Negro llegó a ser casi identificable con la de esclavo. Negro se queda atrás. Un Presidente, un estadista, leader intelectual, imagen de una época ha entrado al ruedo; tal vez, otras denominaciones, mejores o peores, deparará la historia.
Y en Bolivia, reencontramos deslumbrados al frente del país y encabezando su rescate, a un indio Aymará que traduce ideales que renacen. En ese empeño, que todo lo trasciende, dos civilizaciones se entrelazan para fundar futuros que llegaron a parecer imposibles. Renace esa semilla resembrada siglo a siglo, y que una vez y otra revivieron combatientes. Recordemos las gestas por Sanjinés contadas y las que llegan y llegarán volcadas en imágenes.
Un Negro en el Norte; un Aymará en el corazón del Sur; y en todas partes, un renacer de imágenes y sueños, de proyectos y realizaciones que el ansia de libertad, soberanía y rescate y afirmación y enriquecimiento de la identidad latinoamericana, la de todos y la de cada uno, pueblos y ciudadanos, y país y región exigen. Solo que ahora ya las revoluciones, los anhelos, los combates, la dignidad herida, los repliegues, los renaceres, van acompañados por señales distintas. La imagen de Bolívar se levanta como ayer redentora, y como en tiempo lejano nos convoca a la unidad de aquella América que hoy llamamos América Latina. Y nos convoca no desde lo imposible que soñamos sino de ese posible que ya inicia y rehace la construcción de su destino, en un mundo tan rico y tan diverso que en esa, su diversidad, tiene su fuerza.
No es el caso de hacer elogio o proclamar adhesiones. No hay duda sin embargo de que en la Revolución bolivariana tendremos que descubrir otro Símbolo, y hasta Símbolo mayor del renacer de América Latina, dada la voluntad probada de hacer de la riqueza no un bien egoísta o exclusivo sino una posibilidad de solidaridad y apoyo a los que inician nueva ruta con el rescate de la soberanía y del patrimonio no importa aquel que fuese. Es que tal vez, por vez primera, la potencialidad revolucionaria y digo revolucionaria para decir transformadora y solidaria, se abre al mundo desde lo posible real y no de la miseria. La invocada imagen de Bolívar sube al cielo e irradia y reilumina estas tierras de América diciendo «otro mundo es posible». Y posible será si se comprende que solo la integración fraterna de lo vario puede multiplicar e invencible hacer la nueva fortaleza.
Surgen por todas partes alianzas regionales, encuentros que revelan de algún modo más decididas voluntades y en este marco va más rápida que lentamente tejiéndose la urdimbre de una América Latina que se despereza entre gigantes propios y otros que tienden la mano.
No es solo el ALBA y es el ALBA, son los Pactos, las Alianzas, la apertura, los fraternos encuentros. Este imán que nos une defendiéndonos, que pudiera salvarnos de ese Caos por el Imperio desencadenado.
Será ese Caos el otro Símbolo de cambio que irrumpe con ímpetu de huracán globalizado. Se adentra y desde dentro todo lo destruye como engendro diabólico que se muerde la cola, derrumba todas las corazas, desnuda entre las máscaras rostros de inmisericordia, de brutalidad incontrolada. No es tan solo el desplome de un modo de ver y administrar el mundo y los destinos personales, de imponer modelos; es la quiebra moral de ideologías que académicas se dicen en el campo económico y son tan solo corrupción hasta hoy encubierta, insensibilidad de monstruos nada humanos. Porque también de ética se trata.
Este Caos que desde dentro llega incontenible Símbolo es, me atreveré a afirmar, de que en tierra arrasada algún rayo de luz pudiera ser fundado.
Un Presidente Negro, un Aymará Presidente, Bolívar renaciente y la unidad que va forjándose entre países y concepciones no-antagónicas en América Latina, gigantes que echan a andar con pasos de gigantes, símbolos y más símbolos nos dicen que el futuro no ha sido, pese a todo, definitiva ni a plazo medio ya marcado.
Y es por eso no sólo la tiniebla, es también la esperanza. No ser iluso es virtud apreciable; también es apreciable virtud vivir en alerta y no ser ciego. Todo rayo de luz convertir de señal en sol iluminante. Apreciar en esta constelación de Símbolos, que no son los únicos, mensajes que nos dicen «que (ese) otro mundo es posible». Y mucho más, que los revolucionarios y no hablo de Partidos porque para mí revolucionario es todo aquel dispuesto a revolucionar la realidad enriqueciéndola, tendremos que decirnos no solo que es posible, que hay que hacerlo posible. Todo artista verdadero es revolucionario, y todo revolucionario tendría que de algún modo ser artista.
Los cineastas de América Latina y del Mundo no podemos sentarnos a esperar que la tormenta pase, si pasara, para recalcular cuál será el destino de nuestros países, identidades, el de nuestros pueblos, de cada ciudadano, de nuestra cinematografía en un maremagnum que todo reacomoda, o que también pudiese destruirlo todo. Habrá y es lo que creo, que aprender de los Michael Moore y los Solana, de los Paul Leduc y de los Littín y de los Sanjinés, y de los Gleyser y de los Cedrón, o de los Santiago Álvarez; aprender a despertar conciencias. Ellas ya despertadas serán portadoras de ese doble llamado que en inglés diremos Now, por el conmovedor documental de Santiago Álvarez, siempre vigente y aplicable; Change por el lema-anhelo irrefrenado que ha hecho renacer la esperanza dentro y fuera del Imperio; como si lo imposible posible se volviera.
¿Pero, sabremos hacerlo?
Aprender de los grandes maestros no para repetirlos sino para superarlos, con enfoques de estilete afilado en otras piedras, con lenguajes que serán los vuestros, con guiños que corresponderán a otras generaciones, con proposiciones que pudieran ser como de un Renacimiento, fundación sobre un pasado inmediato o lejano, de otra interpretación, de otras bondades, y de otras bellezas. La belleza es cambiante y rostro es de la verdad más noble. Esa que suele ser en cada tiempo otra.
De Festival en Festival vamos sabiendo que no será aquella generación, la nuestra, la primera, la que dirá la última palabra, la que entregue imagen última. No hay imagen última y esa imagen que no será última ya existe en la obra de los jóvenes.
Están y van llegando cientos de jóvenes cineastas. Es esa la esperanza que nos deja plenos aún en este clima de incertidumbre en que nos toca inaugurar el Festival. Porque ellos todo esperan no basta con descubrir presentir o ansiar de la esperanza una presencia inerte. Es necesario ayudarla. Y el Festival será ocasión de Talleres y Encuentros que deben adelantar en nuestro espacio esa unidad de lo diverso que se ha dado tan naturalmente en el cine de América Latina y que pudiera darse en todo el ámbito de nuestras vidas, creación y tareas intelectuales, políticas, espirituales, en los diarios combates y en los de largo alcance.
Bienvenidos hermanas, hermanos de América Latina y el Mundo. El Festival se inicia y con sus actividades, fiesta de la fraternidad, de la fraternidad, de la cultura, y de la esperanza.
Bienvenidos.