Un grupo de jóvenes recorre el zoco histórico de Khan Jayr Beyk, en la ciudad vieja de Alepo, el 22 de enero de 2017, un mes después de la reconquista de la ciudad por parte de las fuerzas gubernamentales sirias AFP / Louai Beshara Encaramados a los techos de uno de los zocos históricos de […]
Un grupo de jóvenes recorre el zoco histórico de Khan Jayr Beyk, en la ciudad vieja de Alepo, el 22 de enero de 2017, un mes después de la reconquista de la ciudad por parte de las fuerzas gubernamentales sirias AFP / Louai Beshara
Encaramados a los techos de uno de los zocos históricos de Alepo, muy dañado tras cuatro años de guerra, varios hombres lanzan escombros a un patio mientras, desde abajo, los comerciantes supervisan la tarea, impacientes por volver al trabajo.
Su objetivo es hacer revivir este mercado cubierto, incluido en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, y que durante siglos ha sido uno de los corazones de la ciudad.
Sin embargo, desde 2011, cuando empezó el conflicto en Siria, se ha convertido en uno de los frentes de la batalla entre las fuerzas del régimen y los rebeldes.
«Me puse muy contento cuando vi que mi tienda seguía en pie entre los escombros, pese a algunos daños», explicó Antun Baqqal, de 66 años, un comerciante del zoco Khan Jayr Beyk, en la ciudad vieja, donde muchos mercados han sido destruidos.
En el interior del edifico de dos plantas, sólo las fachadas están realmente dañadas. El resto está más o menos bien conservado, sobre todo en comparación con otros zocos de la ciudad que, igual que otras joyas del patrimonio sirio, no sobrevivieron al conflicto.
«Envié fotos a mis amigos comerciantes para animarles a que vuelvan», dijo Baqqal.
Durante los combates de Alepo, que terminaron en diciembre con la reconquista de la parte oriental de la ciudad por parte del régimen tras cuatro años de lucha, «los soldados [del ejército sirio] dormían en las tiendas», explica.
Ahora que han callado las armas, Antun Baqqal quiere relanzar el comercio de ropa que heredó de su padre. Cuenta que cuando volvió, encontró una foto suya en el suelo, le sacó el polvo y la colgó en la pared.
Mohammed Nour Mimi atraviesa una gran puerta de metal en el histórico zoco de Khan Jayr Beyk, en la ciudad vieja de Alepo, el 22 de enero de 2017, para comprobar los daños en su tienda provocados por la guerra en Siria. AFP / Louai Beshara
«Voy a ponerlo todo en orden para que mi hijo pueda retomar el negocio. Un día también podrá colgar mi foto al lado de la de mi padre y acordarse de mí con afecto», espera.
– Negocio familiar –
En el patio del zoco, Zakaria Aziza, de 55 años, enseña su teléfono portátil con fotos de comercios de su propiedad. Son imágenes de antes de la guerra, muy distintas de lo que ahora tiene ante los ojos.
«El zoco estaba lleno de mercancías, apenas se podía andar de la gente que había», recuerda. «Hoy tampoco se puede casi andar, pero por culpa de los escombros».
En medio de las ruinas sobrevive un limonero y una morera, así como una caja fuerte oxidada y un gran refrigerador blanco.
Tirando de una cuerda, dos jóvenes consiguen arrastrar un cúmulo de escombros para ponerlos en una pila.
Las autoridades prometieron recoger los sacos de escombros y ayudar a poner de nuevo en pie el mercado, pero, según Aziza, se necesitará como mínimo un año.
Mohammed Nour Mimi (dcha.) camina junto a otros comerciantes sirios, el 27 de enero de 2017, entre los escombros del zoco Khan Jayr Beyk, en Alepo, para comprobar el estado de sus tiendas tras cuatro años de guerra. AFP / Louai Beshara
No muy lejos de allí, sentado en un viejo sofá rojo, su sobrino Mazen descansa tras haber bajado del techo, donde ayuda en las tareas de limpieza.
Este hombre de 35 años, nacido en Alepo, cuenta cómo de pequeño jugaba en el zoco. «Para la familia es como una casa», dice.
No obstante, los años de bombardeos han dejado marcas negras en las paredes, donde el sol continúa entrando, pese a todo, a través del techo abovedado.
En la entrada del edificio, Mohamed Nur Mimi, de 60 años, busca instrumentos de música entre el polvo.
Durante los años de guerra, conservó la llave que abre la enorme puerta de madera del mercado cubierto, y ahora espera que los demás comerciantes también vuelvan.
«Abra o no de nuevo, los comerciantes volverán al zoco para charlar tomando un café y un narguile», asegura.