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Los condenados del mercado y las claves del estallido social

Fuentes: IAR Noticias

La crisis financiera que ya golpea a los Estados centrales (y que amenaza al mundo periférico) ha derivado en «crisis social» por medio de tres actores centrales: La baja de salarios como producto de los ajustes, la baja de la capacidad de consumo, el trabajo en negro y el desempleo, que afecta principalmente a los […]

La crisis financiera que ya golpea a los Estados centrales (y que amenaza al mundo periférico) ha derivado en «crisis social» por medio de tres actores centrales: La baja de salarios como producto de los ajustes, la baja de la capacidad de consumo, el trabajo en negro y el desempleo, que afecta principalmente a los sectores más pobres y vulnerables de la sociedad mundial. A los especialistas del sistema sólo les preocupa el impacto de la crisis en el «mercado» y en las sociedades de los países centrales, pero nadie presta atención en el impacto (y en el desenlace) que finalmente va a tener la crisis con desocupación en las áreas subdesarrolladas y emergentes que cobijan a las poblaciones más pobres y desprotegidas del planeta.

A este escenario, según un informe de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), se agrega otro dato central: Más del 60% de la población laboral mundial trabaja con contratos de trabajos precarios y sin prestaciones sociales.

Esta situación -según los especialistas- va a derivar en una emergencia en la que ese sector, sin cobertura ni protección legal, será despedido en masa, cuando la crisis y los ajustes se profundicen y las empresas decidan «achicar costos laborales»  para preservar su rentabilidad.

En este escenario, Grecia y España, seguidos de Portugal, coinciden todos los analistas, se han convertido en mecha de un potencial colapso económico financiero en cadena que podría, como emergente principal, desencadenar un proceso de estallidos sociales y de crisis política en toda la eurozona.

En mayo de 2009 el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, advertía que «hay un grave riesgo de crisis social» en el mundo.

Durante una entrevista con el diario español El País, Zoellick explicaba: «Lo que empezó como una gran crisis financiera y se convirtió en una gran crisis económica, ahora está derivando en una gran crisis del desempleo. Si no tomamos medidas, hay riesgo de que llegue a ser una grave crisis humana y social, con implicaciones políticas muy importantes».

¿Pero de qué crisis social hablaba el presidente del BM? ¿De la crisis social de los países ricos o de la crisis social de los países pobres? ¿De la crisis social de los incluidos, o de la la crisis social de los excluidos?

Habitualmente los medios y analistas del sistema solo evalúan y proyectan la evolución de la  crisis mundial en sus variables financiera y económica, sin ahondar ni precisar el desenlace que llega inevitablemente de la mano de los emergentes sociales del colapso que ya derivó de financiero en recesivo.

De la misma manera, a los especialistas del sistema sólo les preocupa el impacto de la crisis en el «mercado» y en las sociedades de los países centrales, pero nadie presta atención en el impacto (y en el desenlace) que finalmente va a tener la crisis con desocupación en las áreas subdesarrolladas y emergentes que cobijan a las poblaciones más pobres y desprotegidas del planeta.

De esta manera, y mientras (por medio de los despidos y el achicamiento de salarios) se incuba el desenlace social de la crisis a escala global, los gobiernos, los bancos centrales y los analistas solo hablan de los efectos económicos y sociales de la misma en los países centrales.

Los excluidos del mercado

Cuando se refieren a la «crisis social», los periodistas, intelectuales y analistas del sistema hablan en forma abstracta y genérica, sin precisar su impacto (discriminado por sector) en la pirámide social del sistema capitalista a escala global.

Así, por ejemplo, la prensa internacional  en los últimos meses expresa, con total impunidad (y sin contrainformación masiva) cómo la crisis está «afectando a los más ricos» cuya pirámide está encabezada por los súper millonarios del ranking de la revista Forbes.

Los medios y analistas del sistema (que informan a las sociedades a escala masiva) tienen centrada su «preocupación en las pérdidas de los grandes consorcios empresariales transnacionales, en la reducción de las grandes fortunas de los súper ricos y en la devaluación de los multimillonarios sueldos de los ejecutivos de las metrópolis de EEUU y Europa.

Casi no hay informes (y los que hay son manipulados y reducidos) de cómo la crisis de los países centrales ya impacta en las economías y en las sociedades de los países subdesarrollados de Asia, África y América Latina, donde se concentra la mayoría del hambre y la pobreza a escala planetaria.

Los medios internacionales del sistema, que esconden sistemáticamente la relación simbiótica pobreza-riqueza (una es consecuencia de la otra) comentaban con «preocupación» como la crisis redujo el selecto club de súper millonarios del ranking Forbes que pasó de 1.125 miembros en 2008 a 793 en 2009.

Según Forbes, por la caída de los mercados y de la facturación empresarial,  los hombres y mujeres más ricos del planeta (el vértice de la pirámide)  manejan una fortuna de US$ 3 billones frente a los 4,4 billones del año anterior.

Cabe destacar que esa cifra (en manos de 700 personas) equivale casi al presupuesto anual de EEUU (la primera potencia económica mundial), al PBI completo de Alemania (la primera potencia económica de Europa), y a más de cien veces el PBI de Bolivia.

Reinvertidos en salarios equitativos y en producción distribuida socialmente, los US$ 3 billones (hoy en manos de solo 700 personas) serían decisivos para terminar con la pobreza, el hambre y la desocupación de más de 2.500 millones de personas concentradas en las áreas periféricas de Asia, África y América Latina.

Como contrapartida (y demostración de lo que produce el capitalismo), esas zonas marcadas por una altísima y creciente concentración de hambre y pobreza, figuran en las estadísticas económicas mundiales como las mayores generadoras de riqueza y rentabilidad empresarial capitalista de los últimos diez años.

Tanto el «milagro asiático» como el «milagro latinoamericano» (del crecimiento económico sin reparto social) se construyeron con mano de obra esclava y con salarios en negro. Esto lleva a que, al caerse el «modelo» por efecto de la crisis recesiva global, el grueso de la crisis social emergente con despidos laborales en masa se vuelque en esas regiones.

Pero de esta cuestión estratégica, vital para la comprensión de la crisis global y de su impacto social masivo en el planeta, la prensa internacional no se ocupa. Los medios locales e internacionales están ocupados en dilucidar como la crisis produce la disminución de las fortunas de los ricos y la pérdida de rentabilidad de las empresas.

La pirámide de la crisis

 
Si bien se estima que la presente crisis global va a arrojar (como consecuencia de los despidos y reducción de salarios) a más de 1000 millones de personas a la pobreza y a la marginalidad, la «gran preocupación» de los analistas y periodistas del sistema está centrada en las pérdidas empresariales y en los efectos de la crisis en los países centrales.

Y cuando se ocupan de los «efectos sociales» de la crisis, sólo toman como parámetro la reducción del consumo en los países centrales, a los que clasifican genéricamente como «sociedades», sin discriminar entre clases altas, medias o bajas que integran la pirámide social capitalista en EEUU, Europa y en las naciones «emergentes».

No dicen, por ejemplo, que la crisis más aguda del consumo y de la desocupación, tanto en EEUU como en Europa, la sufren los empleados y obreros de baja calificación que están conformando un peligroso bolsón masivo de protestas y conflictos sociales que hoy ya comenzaron por la periferia europea.

Mientras (tanto a nivel de los países centrales como subdesarrollados) las clases altas y medias altas proyectan la crisis como una «reducción del consumo» (principalmente suntuario), las clases bajas en el mundo subdesarrollado y emergente viven la crisis como perdida del trabajo y restricción del consumo básico para la supervivencia (principalmente alimentos y servicios esenciales).  

Mientras un rico o acomodado reducen servidumbre, viajes turísticos o consumos superfluos, un clase baja o pobre reduce compras de alimentos y consumo necesario para sobrevivir.

En resumen, en la pirámide del colapso recesivo global, para un rico o un clase media alta la «crisis social» significa un «achicamiento del cinturón» (prescindir de productos suntuarios o de algún confort), mientras que para un clase baja significa quedar desocupado o perder capacidad de supervivencia a través de la reducción de su salario.

Las claves del estallido social

 
De manera tal, que en la crisis social se proyectan las mismas variables del resto de la economía capitalista: El peso de la crisis golpea con fuerza sobre la base del triángulo social más desposeído (obreros asalariados y pobres) mientras se atenúa en el medio y en el vértice (empresarios, ejecutivos y profesionales) , donde se concentra mayoría de la riqueza acumulada por la explotación capitalista.

La misma ecuación (de proyección y efecto disímil de la crisis social) se produce en la pirámide de países capitalistas, claramente dividida entre el vértice (las naciones centrales), el medio (las naciones «emergentes»)  y la base (las naciones «en desarrollo»).

Esto es clave para entender, por ejemplo, porqué los efectos de la crisis social en Europa (las huelgas y revueltas sociales) ya comienzan a manifestarse por las naciones más vulnerables del Este (las ex repúblicas soviéticas) que mantienen una relación de dependencia estructural con las ricas economías centrales de las potencias del euro.

Los sujetos y actores de la crisis social, los motorizadores de las revueltas sociales (tanto en los países centrales como en las periferias de Asia, África y América Latina) van ser los millones de desocupados y expulsados del mercado del consumo que no van a tener medios de subsistencia para sus familias.

La maquinaria mediática, que habla de «crisis global» mezclando en una misma bolsa de «perjudicados» a las víctimas (los sectores más bajos de la pirámide) con los victimarios (los ricos del vértice de la pirámide), tiene como misión central ocultar lo que se avecina: Una rebelión mundial generalizada de los pobres contra los ricos.

Esa rebelión (como ya se está mostrando en Europa del Este) se va a expresar, a nivel de países, en una escalada indetenible de los conflictos sociales y sindicales en las periferias emergentes y subdesarrolladas, acompañados de un cuestionamiento creciente del centralismo explotador y proteccionista de las potencias regentes.

A nivel social, esos procesos de rebelión social van a ser protagonizados por dos actores centrales: Los pobres y desocupados expulsados del mercado del consumo.

No es el mercado (en sus distintas variantes macroeconómicas), sino que son los expulsados del mercado (los excluidos sociales) los que van a protagonizar el desenlace decisivo de la crisis global capitalista que se avecina.

Y hay una explicación lógica: La crisis financiera y la crisis recesiva, cuyo emergente inmediato es la quiebra y cierre de bancos y empresas, pueden ser reguladas y controladas por medio de la inyección de billonarios fondos por los gobiernos y los bancos centrales imperiales.

En cambio, para los efectos sociales de la crisis financiera recesiva (la desocupación y el achicamiento del consumo) no existe otro remedio que reocupar a la mano de obra expulsada  si se quiere evitar el colapso social y las revueltas populares.

Y para un capitalismo en crisis, cuya lógica funcional pasa por expulsar trabajadores para mantener su tasa de rentabilidad, esa es una tarea imposible.

Por lo tanto, los conflictos sociales son inevitables como desenlace.

http://www.iarnoticias.com/2010/secciones/contrainformacion/0052_condenados_del_mercado_05jul2010.html