Los que venimos de movimientos de izquierda, nunca capitulamos ante las agresiones extranjeras que lesionaban la soberanía del país. A pesar del infinito que nos separa de AD y COPEI, jamás minimizamos o pretendimos disimular la agresión a Venezuela en particular y América Latina en general. No lo hicimos cuando el Calda fondeó en mares […]
Los que venimos de movimientos de izquierda, nunca capitulamos ante las agresiones extranjeras que lesionaban la soberanía del país. A pesar del infinito que nos separa de AD y COPEI, jamás minimizamos o pretendimos disimular la agresión a Venezuela en particular y América Latina en general. No lo hicimos cuando el Calda fondeó en mares venezolanos, ni cuando los británicos se impusieron a fuego, dolor y muerte en Las Malvinas.
Estamos frente a una verdadera agresión de dos países con clara vocación imperialista, que desde sus fauces impregnadas de sangre y petróleo, nos hacen llegar el vaho nauseabundo de sus provocaciones. La mentira es de corto andar y sobrevive hasta que la verdad se revela.
Por un lado, de manera candorosa Tony Blair nos convocaba a comportarnos de acuerdo a las normas internacionales y pocos días después, los soldados invasores británicos en Irak, aparecieron en los televisores del mundo, cayéndole a palo y a cascazos, a un grupo de indefensos y famélicos jóvenes. Una lección nada edificante del comportamiento que el señor Blair pretende de nosotros. Los venezolanos y las venezolanas no seremos nunca como esos soldados británicos y nos negaremos con obstinación a emular a esos valerosos muchachos iraquíes, que enfrentan las balas con piedras. En su ignorancia arrogante, el señor Blair desconoce nuestra herencia, que en los últimos doscientos años nos legó, el respeto por la libertad de nuestros semejantes y la persistente terquedad de defender la nuestra.
Por otro, la cancillera de Estados Unidos, nos espeta que somos una amenaza, un mal ejemplo, el factor indeseable y peligrosamente contaminante, en una región que desde hace décadas pide a gritos, vociferados o silentes, que le permitan diseñar su destino y caminar sus propios caminos.
Nos consideran una amenaza y un mal ejemplo porque demostramos, que para crecer económicamente, no hay que caer en la trampa del FMI, que no sólo ofrece una receta venenosa, sino que también pone una camisa de fuerza durante su aplicación. No nos van a perdonar nunca que hayamos crecido, a pesar y en contra de las opiniones del FMI.
Hoy como ayer, esa acción desencadenante, ha mostrado a otros países otros derroteros, distintos al nuestro, pero definitivamente muy lejos del camino minado, trazado desde Washington. En el fondo el mérito no es solo nuestro, el primer país que nos enseñó que no hay que aplicar semejantes medidas fondo monetarista, es el propio Estados Unidos, que en forma continuada se niega a suspender los subsidios agrícolas y otras protecciones.
Somos un mal ejemplo porque apostamos a una integración equilibrada, respetando nuestras asimetrías y complementándonos para disminuir nuestras debilidades o carencias. Nos cuestionan que usemos el petróleo para ayudar a nuestros hermanos del continente, a paliar parte de sus tragedias.
Somos testigos de hechos inverosímiles, suministrar combustible de calefacción a las zonas pobres de Estados Unidos, amerita una investigación del parlamento estadounidense y de la Oficina Energética [WINDOWS-1252?]de la Casa Blanca. Pretenden satanizar la solidaridad… el colmo del antivalor de esa anticultura, donde ayudar es cuestionable y es perfectamente plausible hacerse el loco y continuar de vacaciones, mientras Nueva Orleáns se hunde en aguas huracanadas o la gente muere congelada o padece frío hasta lo indecible.
Esta nueva arremetida tiene una explicación táctica; en su larga y fracasada estrategia, nos quieren poner piedras, en el camino de la elección de Venezuela como miembro no permanente en el anacrónico Consejo de Seguridad de la ONU. Sobre todo, porque ellos aspiran que ese organismo, al igual que cuando Irak, apruebe una invasión «pacificadora y democrática» en Irán. Se engañan, aunque en el papel sólo se trata de una letra al final del nombre del país, la realidad es más dura, adversa y endemoniadamente más complicada que en el blanco papel.
Las fotos de los presos de Abu Ghraib, llenos de excrementos, heridos, muertos, en posiciones forzadas de violación sexual real o simulada, las capuchas, los alambres, son una exaltación al cinismo. Los presos de Guantánamo, y los del resto de cárceles clandestinas dentro y fuera de territorio estadounidense, sin fórmula de debido proceso, sin respeto a los más elementales derechos humanos consagrados, en la declaración fundamental de la ONU, son dos expresiones de un comportamiento fascista, cruel y criminal. En política nunca como hoy, el cinismo superó con tantas creses a la demagogia.
Que bueno sería, que algún sector de la oposición, o algún gran medio privado de comunicación que adversa a Chávez, se pronunciara abiertamente en contra de las agresiones del gobierno de los Estados Unidos, que señal tan extraordinaria sería que se sumaran a la defensa del país, aunque sea sólo con la mitad del empeño que muestran en darle un golpe al Presidente, ojalá dijeran algo, auque fuese mera y superficial retórica.
Pero no lo van a hacer. Tienen un compromiso peor que el exigido por el diablo, el cual recibe el alma a cambio de favores imposibles. Ellos perdieron el alma hace rato, no tienen nada que ofrecer, ni otro bien espiritual sublime para negociar, se venden en la integridad de sus acciones y opiniones, en forma vitalicia. El diablo deja a los condenados actuar como quieran hasta que mueran y se lleva su botín espirituoso. El gobierno de Bush no deja espacios para liberalidades. Se condenan a servir a la política diseñada en Washington, son agentes en contra del país que les vio nacer y les dio cobijo.
Los trabajadores hemos aprendido de los hechos de abril y diciembre de 2002 y de enero de 2003. Ya activamos la solidaridad internacional y desde toda Inglaterra, desde las más aglutinadoras instituciones sindicales, llegan manifestaciones de solidaridad. Desde la Fuerza Bolivariana de Trabajadores hemos enviado a Londres un miembro de nuestra dirección nacional para asistir a un evento sindical inglés, donde hay un punto de mención solidaria hacia nuestra revolución. Aunque intenten aislarnos, hoy estamos más acompañados que ayer, tanto afuera como dentro de Estados Unidos e Inglaterra. Si entonces no pudieron derrotarnos, ahora es definitivamente imposible.
José Ramón Rivero González. Diputado a la Asamblea Nacional y Miembro de la Dirección Nacional de la Fuerza Bolivariana de Trabajadores.