Los contribuyentes brasileños pagan tantos impuestos como los holandeses, pero reciben mucho menos servicios a cambio, especialmente si son pobres, informó hoy la Fundación Instituto de Pesquisas Económicas (FIPE). Un ciudadano brasileño promedio debe trabajar 142 días por año para pagar todos sus impuestos, un poquito más que los holandeses (140 días) y ligeramente menos […]
Los contribuyentes brasileños pagan tantos impuestos como los holandeses, pero reciben mucho menos servicios a cambio, especialmente si son pobres, informó hoy la Fundación Instituto de Pesquisas Económicas (FIPE).
Un ciudadano brasileño promedio debe trabajar 142 días por año para pagar todos sus impuestos, un poquito más que los holandeses (140 días) y ligeramente menos que los alemanes (145 días).
Eso es mucho, si se comparan esas cifras con las de otros países considerados emergentes, como Sudáfrica (104 días) y Rusia (114 días) , y mucho más en comparación con algunos vecinos, como Chile (68 días), Perú (55 días) o Argentina (95 días).
Estas cifras reveladas por un estudio divulgado por la FIPE, de la Universidad de Sao Paulo (USP), son aun más impresionantes si se compara la calidad de los servicios públicos recibidos a cambio.
En la mayor parte de Europa, donde la carga tributaria es comparable a la brasileña (38,94 % del producto bruto interno), el acceso a la educación pública, a la salud o a los servicios urbanos es mucho mejor, aun para los más desposeídos.
En Brasil, una simple radiografía en un hospital público puede demorar de dos a tres meses, después de interminables filas para conseguir una consulta y otras para encontrar un hospital en que ese servicio funcione.
Pero además, mientras el gobierno se dice preocupado por la redistribución de los ingresos, la estructura impositiva brasileña es brutalmente injusta, ya que el 65 % de la recaudación se hace sobre el trabajo asalariado y sobre el consumo.
De acuerdo con datos divulgados por la Secretaría de Rentas Federales, de los 118.700 millones de reales (54.700 millones de dólares) recaudados entre enero y abril de este año, nada menos que 63 mil millones de reales (29.035 millones de dólares) salieron de impuestos sobre el consumo.
En tales condiciones, los impuestos que paga un banco sobre sus ganancias son proporcionalmente mucho menores que aquellos que paga un trabajador sobre su salario y sobre la comida que trabajosamente lleva a su casa.
El sistema impositivo es tan regresivo que una familia con ingresos de hasta dos salarios mínimos al mes (322,5 dólares) gastaba hace diez años el 26,5 de su presupuesto con impuestos indirectos, y en 2004 esa proporción había subido al 48,8 %, afirma la FIPE.
Pero no se trata sólo de eso. En los últimos diez años, la carga tributaria total de aquella familia había subido 20,6 %, en términos absolutos, mientras para otra familia cuyos ingresos fuesen muy superiores (4.835 dólares al mes) ese aumento fue de sólo 8,4 %.
Es decir que para los que ganan más los impuestos suben mucho menos. Y se llega al absurdo de que, mientras los alimentos humanos pagan en promedio 25 % de impuestos, las raciones para perros y gatos sólo pagan 18 %.
Todo eso es muy grave si la situación fuese estática. Pero no lo es. La curva ascendente del número de días que un brasileño tiene que trabajar para pagar sus impuestos no ha dejado de crecer desde hace 25 años. Y sigue empeorando.
Cuando el actual presidente Luiz Inacio Lula da Silva fue electo, en 2002, ese número llegaba a 135 días por año. Ahora hay que sumarle siete días más, luego de casi cuatro años de un gobierno preocupado por los problemas sociales.
Eso es así porque cuando Lula asumió el gobierno (en 2003), la carga tributaria brasileña representaba el 35,85 % del PIB, y al año siguiente subió a 37,03 % , para en 2005 alcanzar el actual tope, de 38,94 % del PBI.