La experiencia de 17 años de Revolución Bolivariana nos permite predecir, sin ánimos de subestimar a nuestro enemigo de clase, ni mucho menos, que la convocatoria para lo que ellos llaman «la toma de Caracas» prevista el 1 de septiembre, resultará en una nueva aventura macabra que no alcanzará su objetivo inmediato de derrocar al […]
La experiencia de 17 años de Revolución Bolivariana nos permite predecir, sin ánimos de subestimar a nuestro enemigo de clase, ni mucho menos, que la convocatoria para lo que ellos llaman «la toma de Caracas» prevista el 1 de septiembre, resultará en una nueva aventura macabra que no alcanzará su objetivo inmediato de derrocar al gobierno legítimo del Presidente Nicolas Maduro, pero sí aquel otro que busca llamar la atención de la opinión pública mundial y de esta forma justificar la reacción de algunos organismos regionales que abra las puertas de la intervención.
A ésta altura del juego, de experiencia en la confrontación de calle y conocimiento de las capacidades y limitaciones del enemigo por parte del gobierno; por haber tenido que hacer frente a tantos intentos de sabotaje, guarimbas y tentativas de golpe de Estado de la misma dirigencia opositora fracasada, pero valentonada por su circunstancial victoria del 6D (pasadas elecciones a la Asamblea Nacional 2015), quienes hoy presumen de «seguridad» y «armonía» sólo ante los medios, mientras dejan colar sus rivalidades, puñaladas trapera y su guerra intestina por el control del dinero (dólares) que llega desde Estados Unidos, las posibilidades de éxito son aún más fantasiosa.
No obstante, hoy, para los medios internacionales poco importa el escenario real de la confrontación en Venezuela. Para ellos basta sólo unos muertos y varias imágenes de violencia que serán manipuladas de acuerdo a sus intereses políticos. En el espacio real, las instituciones del Estado venezolano y los servicios de inteligencia han demostrado sus verdaderas capacidades, frustrando muchas de las tentativas violentas (más reciente fue capturado otro dirigente del partido neo-fascista Voluntad Popular con detonadores explosivos). Pero vivimos en un mundo dominado por la ficción de las cadenas transnacionales desinformativas, que llaman la era de la información, donde el escenario de guerra fue trasladado de la realidad a la cabeza de todos, en el que la capacidad de interpretación y discernimiento juega un papel determinante.
El espacio mediático, irreal, intangible es, y seguirá siendo por mucho tiempo, el complejo mundo de las guerras no-convencionales dominado, hasta hoy, por las transnacionales mediáticas, quienes se encargarán de justificar a los organismos multilaterales (llámese: ONU, OEA, Liga Árabe, entre otros) dominados por Estados Unidos para que estos se encarguen de legitimar las agresiones imperiales bajo el pretexto de «defender los derechos humanos» y/o la «seguridad nacional» imperial.
Cuando varios voceros de la derecha «venezolana» no han tenido reparo en declarar públicamente sus intenciones de no dejar las calles hasta derrocar al gobierno del Presidente Maduro por las vías violenta, y amenazan con reactivar el mismo y desgastado formato criminal de las guarimbas, valga decir, un formato que ha resultado inútil en el mundo de la realidad para derrocar al gobierno Bolivariano, al mismo tiempo nos están revelando que la verdadera batalla se librará en los medios, en el mundo de la ficción. Guerra avisada no mata soldados, pero si puede matarlos en el imaginario.
Nunca antes en la historia de los conflictos sociales y las guerras asimétricas, pantalleros codiciosos, bravucones sin suficiente apoyo de las masas populares, ni mucho menos niños mimados de la burguesía han podido derrocar un gobierno legítimo que cuenta con amplio respaldo popular. Los deseos y los medios no empreñan. Para alcanzar el tan añorado poder, se necesita de mucho pueblo, pero también de la traición de las fuerzas armadas o de la invasión imperial. La mayor frustración de la burguesía venezolana radica en que, pese a la guerra económica y la crisis del capitalismo rentista, muy pocos desean prestarse para servir como «carne de cañon» del mismo juego que ha demostrado antes su fracaso.
La derecha venezolana desprecia el recurso de la política y las vías democrática porque siempre ha entendido la violencia como su único medio, y también el fin, que le permitirá alcanzar y mantenerse en el poder. La burguesía es hija de la violencia. Entiende que el poder es sinónimo violencia, mientras que la democracia es antagónico a ella.
Sin lugar a duda, los acciones criminales que prepara la derecha venezolana para el 1 de septiembre les servirá para justificar y mantener la atención de los medios transnacionales y las nuevas medidas «drásticas» de sanciones ilegítimas que adelanta el secretario general del ministerio de las colonias de Estados Unidos, Luis Almagro.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.