Si existe algo que se ha criticado en Venezuela en el último decenio es precisamente el bipartidismo. Pero hay que aclarar que éste, en Venezuela, no tiene absolutamente nada que ver con la inexistencia de otros partidos de menor peso electoral. Si algo nos enseñó la IV República fue precisamente que el bipartidismo consiste en […]
Si existe algo que se ha criticado en Venezuela en el último decenio es precisamente el bipartidismo. Pero hay que aclarar que éste, en Venezuela, no tiene absolutamente nada que ver con la inexistencia de otros partidos de menor peso electoral. Si algo nos enseñó la IV República fue precisamente que el bipartidismo consiste en la existencia de dos grandes partidos políticos cuya magnitud es tan importante que logra neutralizar a los partidos más pequeños sin, por ello, anularlos.
Seamos entonces sinceros y, a la vez, lúcidos: el temor a un partido único debería ser inmediatamente cambiado por el miedo a dos partidos únicos.
Cuando observamos los avatares de la política venezolana actual nos percatamos que estamos en vísperas de un inminente neo-bipartidismo quintorepublicano, y ello se refleja en diferentes señales políticas.
Primero que todo hemos notado en el seno de la oposición un desmembramiento en el partido Primero Justicia (PJ), el cual ha visto alguno de sus cuadros fundamentales pasar al partido Un Nuevo Tiempo (UNT). No cabe duda que este último partido ha instaurado una lógica de unión de fuerzas muy parecida al que, por su parte, realiza el chavismo al fundar un partido unido. Claro está, con menos ruido, pues en ningún momento se le ha acusado a UNT de crear un partido «único».
Como es sabido, esta última acusación ha sido hecha más bien contra el PSUV. Dicha acusación ha querido jugar con la ambigüedad entre partido «único» y partido «unido». Pero al ver más de cerca sus movimientos y desdramatizar sus iniciativas nos damos cuenta que se trata simplemente de la consagración de una fuerza de unidad parecida – «en términos politológicos» – a la que, por su parte, realiza UNT.
El resultado parece ser por ello la existencia en el chavismo de un gran partido quien protegerá, y a la vez neutralizará, a los partidos de menor envergadura como el PCV y el PPT. De hecho, se debe recordar que dichos partidos, al momento del lanzamiento del PSUV, tuvieron que resistir políticamente para no ser tragados por el nuevo partido cuya inminencia era avasallante.
La misma suerte y resistencia vale para partidos como PJ el cual delante de la nacionalización de una partido regional como lo es UNT tuvo que unir fuerzas y resistir al quiebre interno que se fraguó desde la lógica del UNT quien, de hecho, se quiere «el» partido de la oposición.
Lo cierto es que la geografía del poder, en lo que a partidos se refiere, se encuentra en estos momentos en una importante r-evolución silenciosa cuyos resultados son a penas perceptibles, y que tiende lenta pero inminentemente hacia un bipartidismo.
Otro elemento que hay que adicionar al mapa político son los resultados del 2D el cual fue importante para la reformulación del poder partidista en Venezuela. El positivo resultado electoral para la oposición venezolana no fue leído entonces como un resultado partidista aunque, de facto, lo fue. Y ello por un motivo muy simple: el mito de la oposición unida, más allá de los partidos que la componen, está siendo anulado por las divisiones propias de las campañas de los próximos comicios electorales: la romántica «sociedad civil unida» se esfuma paulatinamente en vista de la aparición de líderes del gran partido de la oposición.
También el resultado del 2D se traduce para el chavismo en términos partidistas: dicho resultado fue adverso, antes que todo, para el naciente PSUV, partido que ahora deberá ampliar su poder, estructuras y redes. Dicha ampliación ya ha sido comenzada con su congreso fundacional, la elección de sus cuadros y la próxima campaña que comienza.
No le temo por ello a la tan anunciada ruptura violenta del hilo democrático por parte de extremistas o a la entrada de marines en nuestras fronteras: el proceso es más complejo y menos pomposo. Le temo a un peligroso bipartidismo quintorepublicano cuya principal víctimas serían las bases populares organizadas que dieron nacimiento a la llamada revolución. Está de más decirlo: el peligro de todo bipartidismo son los «pactos».
Por otra parte, no cabe duda de que alguien está sacando mal las cuentas: ¿quién puede decir que los triunfos de la revolución desde 1999 pueden ser atribuibles a un partido político?
Instituto de Estudios Avanzados (IDEA)