La irrupción y el desarrollo del capitalismo global es una interesante teoría explicativa sobre el cambio de época en el capitalismo mundial de finales del siglo XX y comienzos del XXI, expuesta en detalle por el sociólogo norteamericano William I. Robinson. Este cambio, según el autor, está dado por el surgimiento del Estado transnacional que […]
La irrupción y el desarrollo del capitalismo global es una interesante teoría explicativa sobre el cambio de época en el capitalismo mundial de finales del siglo XX y comienzos del XXI, expuesta en detalle por el sociólogo norteamericano William I. Robinson. Este cambio, según el autor, está dado por el surgimiento del Estado transnacional que en buena medida vino a remplazar la estructura económica del Estado-Nación a través de la globalización tanto de la producción como de los capitales transnacionales.
«Mientras muchos detractores de la globalización se enfocan en el comercio global y consecuentemente en el mercado, creo que el proceso de globalización está impulsado por la transnacionalización de la producción y los sistemas productivos y de propiedad del capital, que a su turno conducen a la aparición de una burguesía transnacionalizada asentada en la cúspide del orden global», sostiene este investigador y científico social, quien cuenta con un Ph.D en Sociología de la Universidad de Nuevo México y es autor de varios libros y ensayos.
Robinson es actualmente profesor en el Departamento de Sociología de la Universidad de California, en Santa Bárbara, donde dicta sus cátedras sobre procesos económicos, América Latina, el cambio social y la democracia. Entre sus publicaciones recientes se destacan: «Estudios críticos sobre la globalización», «Conflictos transnacionales: Centroamérica, globalización y cambio social» y «Una teoría sobre el capitalismo global: Producción, clases y Estado en un mundo transnacional».
A su pasó por Colombia, tuvimos la oportunidad de dialogar con él para ahondar sobre las implicaciones y consecuencias del capital transnacional.
La economía global: Un nuevo sistema de producción
– En su libro «Una teoría sobre el capitalismo global», usted señala que la globalización constituye una cambio de época. ¿Por qué?
– El capitalismo sigue siendo capitalismo en cuanto a sus propias leyes de desarrollo y acumulación pero fundamentalmente hay nuevos rasgos, procesos cambiantes, estructuras novedosas y por eso estamos ante una nueva etapa del capitalismo. Siempre el sistema capitalista ha ido cambiando intensiva y extensivamente y podríamos decir que hay una periodización del capitalismo: la primera época mercantil que se inicia en 1492 con la conquista hasta aquella fecha simbólica de 1789. La segunda época la denominamos del capitalismo competitivo en la que se produce la revolución industrial, el nacimiento de la burguesía, su consolidación como clase y el aparición del Estado-Nación. A comienzos del siglo XX hay una tercera etapa y es cuando el capitalismo competitivo da lugar al capitalismo monopólico, yo lo denomino capitalismo corporativo y aquí tenemos a las grandes compañías nacionales que comienzan a internacionalizarse, a hacerse compañías multinacionales. En esta época se dan la primera y segunda guerras mundiales, las rivalidades imperialistas entre las grandes potencias. Pero en estas etapas todavía era el capitalismo del Estado-Nación. A finales del siglo XX y comienzos del XXI vemos que se configuran nuevos rasgos que dan lugar a una cuarta etapa del capitalismo cuyas características están dadas porque los principales capitales nacionales se han ido transnacionalizando, fusionándose con capitales de otros países, de tal manera que surge el verdadero capital transnacional, un capital que ya no se arraiga o se identifica con un solo país sino con el sistema global en su conjunto. Otro rasgo característico es el surgimiento de una nueva clase social que es la clase capitalista transnacional, esta es una fracción de clase que es la dueña de las grandes compañías multinacionales que operan alrededor del mundo sin base en ningún país. Opera como clase, desarrolla una conciencia de clase, se reúne una vez al año en Davos, y ha creado una serie de instituciones y foros para actuar como tal. Un tercer rasgo es la aparición de una nueva institucionalidad a nivel transnacional como la Organización Mundial del Comercio (OMC), la transformación de las diferentes agencias de Naciones Unidas a comienzos de la década de los 90; y el hecho de que entidades como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial cada vez más sincronizan su accionar, representando los intereses del capital transnacional, creando la infraestructura global y las regulaciones para la economía global.
– ¿Qué características tiene esta economía global?
– La economía global es un nuevo sistema de producción y de finanzas que es trasnacional, que jamás lo habíamos visto. De tal manera que surgen circuitos globales de acumulación y todos los países se han visto obligados por lo que ha pasado con los ajustes y el neoliberalismo a integrarse a esta nuevo sistema productivo y financiero del capitalismo global. De esta manera, hoy los Estados responden a las exigencias del capital y no pueden absorber las demandas populares, cumpliendo un rol más policíaco que político.
– ¿Qué relación hay entre neoliberalismo y capitalismo global?
– Neoliberalismo no equivale a capitalismo global, son dos cosas distintas. El capitalismo global es una nueva etapa histórica del sistema capitalista; el neoliberalismo en cambio, es un programa particular que ha servido desde la década de los 80 para abrir paso al capitalismo global mediante la reducción de las barreras comerciales a la expansión del capital. Pero perfectamente podríamos cambiar el modelo neoliberal y todavía tener el capitalismo global, al igual que podríamos tener un modelo capitalista de sustitución de importaciones, o un modelo capitalista competitivo, o keynesiano, o de mercado libre, o de Estado, hay muchos modelos, pero siempre hay capitalismo. En el caso del neoliberalismo hay que decir que está en crisis y ha acelerado las contradicciones de este capitalismo global. Como el capital se globaliza, sale del Estado-Nación, las clases sociales ya no pueden intervenir para exigirle al Estado que redistribuya la riqueza, los sindicatos tienen muchas más dificultades, se presenta entonces un desplome del nivel de vida de las masas populares. El neoliberalismo nunca genera una legitimidad entre las masas, pero éstas aún no tienen la suficiente fortaleza para enfrentarlo. No obstante, el neoliberalismo entra en crisis con la experiencia de Argentina durante los años 2001 y 2002, con lo cual se da el viraje en América Latina a través de la elección de gobiernos antineoliberales.
– ¿La crisis argentina marca una ruptura histórica en Latinoamérica?
– En la década de los años 90 se dan tres planteamientos en Latinoamérica: el primero denominado el Consenso de Buenos Aires que reúne a los partidos y sectores progresistas de América Latina y plantea que no se puede desafiar el capitalismo global sino que hay que buscar mecanismos para lograr una mejor redistribución, para lo cual se debe buscar una alianza de todas las fuerzas que puedan oponerse al neoliberalismo puro. La segunda posición señala que no se puede superar el capitalismo, así que se debe desatar el capitalismo global con un programa mucho más radical y por lo tanto la alianza tendría que ser con fuerzas anticapitalistas y procapitalistas pero antineoliberales. Y la tercera posición propendía por desafiar al capitalismo a través de la alianza entre las fuerzas anticapitalistas. En esos tres escenarios se daba la discusión: Jorge Castañeda defendía la primera posición; una configuración de movimientos políticos e intelectuales apoyaba la segunda y James Petras proclamaba la tercera.
– ¿Y qué ha pasado en Latinoamérica?
– Hay dos respuestas que se están dando en América Latina: una primera respuesta es la neokeynesiana que está representada por Kirchner en Argentina; Lula en Brasil; el Partido Socialista en Chile; Tabaré Vásquez en Uruguay; y sería la propuesta del Partido Revolucionario Democrático en México. Su propósito es buscar nuevos mecanismos para lograr una redistribución y un mayor control de ciertos recursos. La otra respuesta que está surgiendo y es la que representan Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador, y Evo Morales en Bolivia, que gira entre un populismo radical y un Socialismo del siglo XXI.
– ¿Cómo analizar el proceso de Chávez en Venezuela?
– Creo que en las actuales condiciones del proceso político que lidera Chávez, el Estado Nación no ofrece una alternativa viable. El gobierno venezolano ha descubierto que su supervivencia, la supervivencia del proyecto popular de transformación en Venezuela, depende de un proyecto más amplio para toda Sudamérica y América Latina. Pero la idea de que podría haber en Venezuela una transformación popular del capitalismo global, sin que ese proyecto esté vinculado a las transformaciones continentales que se están dando en forma coordinada en toda América del Sur, es una idea que no se corresponde con la realidad.
– ¿Qué opinión le merece la postura del sociólogo norteamericano James Petras en el sentido de que la única salida que le queda al mundo es acabar con el capitalismo transnacional?
– Yo tengo muchas diferencias con Petras, pero cuando él señala que hay que acabar con el capitalismo estoy de acuerdo, porque primero, el capitalismo global a estas alturas no puede ofrecer ya ninguna solución a la mayoría de la humanidad; y segundo, el capitalismo global no es sostenible por muchas razones y va acabar con nuestra especie, por lo tanto, es necesario pasar a una clase de socialismo democrático. Además, Petras tiene razón cuando plantea que es necesario introducir una agenda anticapitalista, una agenda socialista, el ejemplo de ello es Venezuela y lo que están construyendo Correa en Ecuador y Morales en Bolivia. Ahora bien, mi diferencia con Petras radica en que él hace el análisis a partir del enfoque de la vigencia centrista del Estado-Nación, considerando que cada Estado tiene su propia economía nacional que se vincula con el sistema global y hay, por lo tanto, una interrelación de Estados-Nación. El argumento mío, en cambio, es que hay procesos y estructuras transnacionales que van superando la posibilidad de interpretar el mundo como una interacción de los Estados-Nación. También afirma que es Estados Unidos el imperio que amenaza a América Latina, en contraste, yo considero que en cada país latinoamericano hay ciertas elites y ciertas capas medias que se han integrado al capitalismo global y que forman una base integral de esa economía global. Para poner un ejemplo, en Colombia quienes están detrás del Tratado de Libre Comercio no son solamente los Estados Unidos o el presidente Uribe, a quien califican de títere, sino que Uribe representa una configuración de fuerzas clasistas dentro de su país y de América Latina que apoyan dicho tratado porque están en juego sus intereses, sus capitales y sus formas de acumulación.
– Hablando de Colombia, usted ha señalado que el paramilitarismo que es un fenómeno criminal al servicio del Estado, constituye un elemento del capitalismo global. ¿Por qué?
– Claro, porque el paramilitarismo ha desplazado de sus tierras a millones de campesinos, afrodescendientes e indígenas colombianos. ¿Y que pasa con esa tierras? Simplemente esas tierras pasan a ser parte de la acumulación de capital transnacional, sirven para plantaciones de palma africana, de soya, de turismo trasnacional, es una acumulación primitiva. El mecanismo de la última etapa de acumulación primitiva de la globalización en Colombia es el paramilitarismo. En ese sentido, estas tierras van a estar en función de la economía global, de circuitos globales de acumulación. Los mecanismos que transforman y que siguen transformando al campo colombiano e insertando a Colombia dentro del mecanismo global son el Estado terrorista, la narcoburguesía y el paramilitarismo que han convertido a campesinos e indígenas en desempleados y en migrantes internos y transnacionales, al tiempo que generan proyectos a partir de la palma africana y la soya para agrocombustibles. Además, la coca es el producto que vincula a Colombia con la economía mundial y tiene un peso específico en su producto interno bruto.
– ¿El tratado de libre comercio que aspira a suscribir el gobierno colombiano con Estados Unidos es un instrumento que servirá para lavar narcofortunas?
– Exactamente, esos dineros de la narcoburguesía colombiana terminarán convirtiéndose en capital financiero legal, el cual se constituye en un fracción hegemónica del capital transnacional. En otras palabras, la transnacionalización financiera sirve para blanquear narcodólares. Quiere decir que una vez esas fortunas del narcotráfico convertidas en dinero lícito, se constituyen en la cima de lo que es el capitalismo global en Colombia, el cual a su vez, está sustentado en un proyecto medio fascista y paramilitar impulsado para crear las condiciones internas que permiten a este país globalizarse. Y el instrumento del capitalismo en Colombia es el uribismo.
– ¿Si el capital transnacional es tan fuerte y está tan consolidado tendríamos que darle la razón a Fukuyama en el sentido de que con la caída del socialismo soviético lo que se produjo fue el fin de la historia?
– No, de ninguna manera, dije que el capitalismo se ha transnacionalizado pro no es tan fuerte, al contrario el capitalismo global está en crisis y yo en mi libro hablo de cuatro dimensiones de esa crisis: la primera, la crisis de reproducción social o de polarización en el sentido de que el capitalismo tiene la tendencia de generar mucha riqueza, pero polariza esa riqueza y no hay posibilidad de redistribuirla. La segunda tiene que ver con la sobreacumulación, es decir hay mucha producción pero no puede ser absorbida por el mercado global. La tercera crisis es la del colapso del mercado crediticio e hipotecario. Por eso Bush comienza a militarizar la economía global y de ahí la intervención en Irak tiene fines políticos y petroleros, pero a nivel subyacente representa el keynesianismo militar. Y la cuarta crisis es la de legitimidad, en el caso de América Latina, el capitalismo global está deslegitimizado. El sistema, entonces, está débil, no se puede reproducir, por eso creo que estamos entrando en un momento de cambios bruscos e impredecibles, en el que la intervención humana puede lograr muchas cosas, así como puede lograr una fascismo puede lograr un socialismo.
– ¿El capitalismo global ha generado una nueva clase de proletariado?
– Ha surgido una clase trabajadora global dado que la clase trabajadora de un país tiene una relación orgánica con las otras naciones porque están fabricando el mismo producto. La fabricación de un carro, por ejemplo, pasa por treinta o cuarenta países. Si obreros de treinta o cuarenta países ponen su mano de obra para elaborar un solo producto, ello quiere decir que es una clase transnacional pero a diferencia de la burguesía transnacional es una clase en sí pero no por sí porque no tiene conciencia de clase transnacional, ni forma de organización transnacional o foros como los tiene la burguesía y no tiene la misma subjetividad que la clase capitalista transnacional, y no la tiene porque existen todavía fronteras nacionales, y en consecuencia la clase trabajadora está jurídica, política e institucionalmente bajo los parámetros del Estado-Nación, mientras orgánicamente existe en la transnacionalidad.
– ¿Por qué usted sostiene que en América Latina se da una poliarquía?
– En América Latina hemos tenido todas las dictaduras por cuanto éstas fueron los mecanismos internacionales de control social. Los Estados Unidos y las oligarquías locales las utilizaban para mantener o reproducir el sistema y eso se dio en las décadas de los 60, 70 y hasta los 80. ¿Pero qué paso? Estos regímenes militares mostraron ser vulnerables a sublevaciones y revoluciones porque no eran mecanismos viables de control social transnacional. La revolución sandinista conduce a un cambio total del pensamiento de la elite trasnacional. Estados Unidos concluye de que si continúa apoyando a los Somoza, a los militares argentinos, a Pinochet, van a presentarse revoluciones por doquier y se perderá todo. Entonces el gobierno estadounidense quita el apoyo a estas dictaduras y en su lugar va a facilitar la llegada al poder de gobiernos civiles neoliberales para evitar que las bases populares con proyectos opuestos al capitalismo global lleguen a sustituir a los regímenes de facto, con lo cual Estados Unidos desarrolla la política llamada de promoción de la democracia, y de esta manera se pasa de la dominación coercitiva a la dominación consensuada, esto es una poliarquía que se caracteriza por una dictadura socioeconómica y una democracia política. Eso es la fórmula de poliarquía que quiere decir literalmente democracia entre las elites, teniendo en cuenta que la concentración de poder socioeconómico se traduce en influencia política. Generalmente en América Latina el capital transnacional ejerce el poder estructural sobre los Estados. El mejor ejemplo es el caso de Lula en Brasil, que cuando ya era imparable su victoria y ante la salida abrupta de capitales por temor a la llegada de un gobierno socialista, no tuvo otra alternativa que reunirse con el FMI y suscribir un documento en el que se comprometía a respetar los acuerdos con este organismo multilateral y a proteger a los inversionistas transnacionales. Eso es la poliarquía en acción, o sea, el poder económico tiene un poder estructural para evitar que la poliarquía resulte en cambios radicales que desafíen al sistema. Pero ya las contradicciones en América Latina se han agravado demasiado y la poliarquía no puede contener la resistencia y presiones populares, eso es lo que ocurrió en Venezuela, en Bolivia y Ecuador. En Colombia, por el contrario, ni siquiera se ha dado la poliarquía por cuanto siempre ha sido un sistema autoritario, militarizado, dictatorial prácticamente, con la connotación de que hay elecciones.