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Los febreros venezolanos, inspiración para América Latina frente a los desafíos del presente

Fuentes: Rebelión

A 10 años de la partida del comandante eterno Hugo Chávez, una reflexión sobre los antecedentes inmediatos del gobierno revolucionario que encabezó, el tamaño de su gesta y algunas lecciones de la historia

“Realmente Chávez y el chavismo nos hechizaron con su revitalización de la historia, empezamos a querer saber, aprender, rescatar a las heroínas, a los héroes, de carne y hueso, sacarlos del bronce, ver las contradicciones y verlxs como expresión de la lucha de clases de su época. Como arcilla con la que construir un presente de emancipación retomando esas experiencias, con sus virtudes y sus errores”.

A 10 años de la partida del comandante eterno Hugo Chávez, ofrecemos aquí una reflexión sobre los antecedentes inmediatos del gobierno revolucionario que encabezó, el tamaño de su gesta y algunas lecciones de la historia que intentamos obtener para los desafíos del presente. Ha pasado una década sin la palabra fresca de quien junto con Fidel siguen y seguirán comandando con su siembra las imprescindibles construcciones revolucionarias de Nuestra América. En este febrero que termina y este marzo que nos trae la nostalgia y nos renueva el amor por Chávez, rememoramos hechos y procesos históricos en clave de entender y protagonizar las luchas del presente.

La rebelión militar del 4 de febrero de 1992 en Venezuela encabezada por el Teniente Coronel Hugo Chávez Frías expresó la materialización de una dirección política del movimiento insurreccional popular y espontaneo que se había desarrollado, tres años antes, en febrero de 1989. El “Caracazo” apuntó contra las políticas de profundización del hambre, expansión de la miseria y consolidación del desamparo social y su contracara: la posibilidad de generar “mejores” condiciones de explotación y opresión para aumentar las tasas de ganancias y por ende intensificar la concentración brutal de la riqueza y su sustracción hacia los centros de poder del capital. Estos lineamientos políticos constituyeron los tristemente famosos “paquetazos” del Fondo Monetario Internacional (FMI) y contra ellos se levantó el pueblo. También fue parte del paquetazo del FMI reaccionar asesinando a mansalva a la población movilizada.
Hoy, a 31 años del 4F, el FMI está nuevamente presente en Argentina -luego de casi 20 años de haber desmontado la extorsión permanente del endeudamiento externo- para monitorear nuestra economía, aunque nadie los haya votado para desempeñar tal papel. Lo inédita, abultada y abrupta toma de deuda externa adquirida por el presidente neoliberal Macri hacia el final de su mandato, fue direccionada a la especulación financiera y luego fugada en su totalidad del país por los grandes grupos económicos y financieros, casi a la misma velocidad con la que el dinero increíblemente se acreditó. Sin juzgar a los culpables de semejante latrocinio y succión de la riqueza generada por lxs habitantes del suelo argentino, se sigue pagando esa deuda, desviando fondos que necesariamente deberían ir hacia la redistribución de la riqueza hacia abajo, para atenuar y resolver las calamidades y necesidades que buena parte de nuestro pueblo sufre. Redistribución para la cual necesitamos consolidar la integración regional, incrementar el intercambio en un mundo multipolar y propiciar una estrategia que trascienda la mirada economicista, poniendo como prioridad la resolución de la dramática situación de pobreza que sufre gran parte de la población argentina. En este artículo nos proponemos reflexionar si en América Latina hemos vuelto, al menos en parte de su territorio y observado desde la lucha del pueblo- a ese momento de fines del siglo XX de extorsión permanente de la oficina del capital norteamericano que es el FMI o si, a pesar de esa presencia, estamos en otro momento histórico.
Veamos. Comencemos por repasar la coyuntura, significación y cómo nos inspiró el levantamiento cívico militar rebelde del 4 de febrero en Venezuela y en Nuestra América

El 4 F en Nuestra América
No vamos a exagerar en afirmar que los pueblos de Nuestra América tengan la conciencia plena de lo significó ese levantamiento militar encabezado por Chávez, aunque estamos inmersxs en dar esa batalla de las ideas por la memoria histórica. Pero sí podemos decir que la fuerza popular activa, organizada, con esa gran capacidad militante que tenemos por estos rincones del mundo, está muy consciente de lo que es el chavismo, el 4F, y el hito que lo precedió, el Caracazo, que configuró la primera insurrección popular contra el neoliberalismo. El 4F fue su continuidad y expresión política-militar que se iría constituyendo como la dirección política del movimiento popular.
El levantamiento de febrero de 1992 proviene de segmentos militares, pero populares. Lo cual era una novedad en nuestra región. La historia reciente de las FFAA utilizadas como instrumento de represión interna bajo la Doctrina de la Seguridad Nacional y entrenadas en la Escuela de las Américas generaba desconfianza -fuera de Venezuela- hacia la unión cívico militar popular que se estaba consolidando. En aquellos primeros años de la década de los 90 fue difícil de comprender para ese activismo que hoy es plenamente consciente del rol de vanguardia que jugó Venezuela. Particularmente en Argentina se estaba desplegando una intensa lucha que crecía año a año, desde abajo, desde los organismos de DDHH, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y las organizaciones populares por la memoria, la verdad y la justicia, con plena conciencia del papel jugado por los militares como brazo armado de las oligarquías en buena parte de nuestra región, y se iba logrando consolidar una extensa condena moral hacia las fuerzas armadas manchadas de sangre.
El juicio a las juntas militares, máximas responsables junto a la cúpula empresarial del terrorismo de estado, había sido muy importante, pero luego quedarían el resto de lxs torturadores y asesinxs de las FFAA cubiertxs con un manto de impunidad. Es el gobierno popular de Néstor Kirchner el que traducirá la lucha por memoria, verdad y justicia a políticas de estado. El gobierno nacional y popular que asume en 2003, si bien gana por el Partido Justicialista (peronismo) vaciado de su sentido histórico por las traiciones de Carlos Menem, luego consolidaría una alianza con fracciones del pueblo y de parte de la gran burguesía todavía con algunos intereses anclados en el territorio nacional, expresando las históricas demandas de la insurrección popular espontanea de diciembre de 2001. Nos referimos al “Argentinazo”, homólogo al Caracazo, contra similares medidas de los cuadros políticos del capital concentrado.
De esta manera, durante la década de los ‘90, con ese panorama de impunidad y con los golpes de estado dirigidos por la CIA y el Departamento de Estado tan cercanos en el tiempo, era complejo discernir la fuerza popular y revolucionaria que se estaba gestando con una fuerte impronta militar en Venezuela. Pero ya en ese febrero del 94, cuando empezamos a conocer, a escuchar y enterarnos, nos dimos cuenta que ese no era un “golpe de estado” clásico tal como lo propagandizaban desde las prensas burguesas, sino que era algo muy diferente. Nos quedó mucho más claro cuando el comandante Fidel Castro recibió a Hugo Chávez en Cuba ese año. Sin embargo las dudas no se despejaron tampoco cuando a fines de 1998 el pueblo con Chávez a la cabeza triunfa por la vía electoral. Algunas organizaciones reconocimos enseguida ese proyecto como algo nuevo, vimos el apoyo popular, lo valoramos y lo festejamos. En otros territorios se desarrollaba una lucha social creciente, como en la Argentina, pero no contábamos con los instrumentos que pudieran expresar esas luchas en la disputa de poder, para llegar a los gobiernos de los estados. Había cierta fractura entre esa resistencia y lucha social creciente y la posibilidad de articular alianzas y gestar proyectos para convertirse en gobierno. La capacidad de suturar esa brecha entre lo social y lo político que logró el chavismo marcará el camino que seguiríamos muchos otros pueblos.
Ese levantamiento histórico del 4 de febrero de 1992 en Venezuela y el proceso de construcción política al que dio paso conducido por el extraordinario e histórico líder Hugo Chávez, nos inculcaron además la necesidad de revisar y volver a la historia, de revivir al bolivarianismo, a los padres y madres de la patria, a lxs libertadores de América, y a todxs lxs otrxs próceres del continente que, prácticamente, para las masas que recibían la educación oficial de los gobiernos entreguistas parecían no existir o ser algo de épocas remotas sin conexión alguna con el presente. Realmente Chávez y el chavismo nos hechizaron con su revitalización de la historia, empezamos a querer saber, aprender, rescatar a las heroínas, a los héroes, de carne y hueso, sacarlos del bronce, ver las contradicciones y verlxs como expresión de la lucha de clases de su época. Como arcilla con la que construir un presente de emancipación retomando esas experiencias, con sus virtudes y sus errores.
Recién con el golpe de 2002 contra el Comandante Chávez y su retorno a la presidencia por gracia de la lucha del pueblo el famoso 13 de abril, mas grupos militantes nacionales populares y de la izquierda latinoamericana se dieron cuenta realmente de que en Venezuela se estaba construyendo una revolución.

Venezuela y Chávez hoy para Nuestra América
Hoy en este febrero de 2023 festejamos junto al pueblo bolivariano en las calles la vigencia del chavismo y su proyecto y en estos días de marzo lloraremos los 10 años de la partida del comandante que nos volvió a enamorar a los pueblos con un proyecto humanista. Lo lloraremos y reiremos recordando su fuerza, su alegría y retomando su inmenso legado para honrarlo, y con él y en él a lxs miles de compañerxs que han dado su vida por la dignidad de nuestros pueblos. Admiramos la resistencia ofensiva del gobierno bolivariano y de esa fuerza revolucionaria que ha mantenido en pie, en los peores momentos de brutales ataques, esta construcción colectiva alternativa a pesar de tantos sacrificios que les ha impuesto la guerra multidimensional e integral del imperio decadente. Ese sacrificio que es reforzado por varios sectores no solo de derecha, sino incluso de izquierda, por ejemplo, por el llamado nuevo progresismo en América Latina, cuando tratan de hacer a un lado al chavismo, a la revolución bolivariana, ocultar las condiciones de su obstaculizado desarrollo, y desmantelar, o al menos silenciar, todo lo que significa y la inspiración que ha brindado y brinda.
Desde la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad tenemos claro que la defensa de los procesos revolucionarios, como los de Cuba y Venezuela, son estratégicos. No sólo por una cuestión de amor y justicia. Y no sólo por internacionalismo militante y para apuntalar la supervivencia y crecimiento de esos procesos populares que están bajo ataque, atravesando una guerra que les imponen, que no eligieron de ninguna manera. Sino que somos conscientes que se juega también la supervivencia de todos los proyectos emancipatorios de nuestra América. Redoblar la militancia para defenderlos, acompañarlos, y protegerlos contra la política de demonización, desprestigio y mentiras que lamentablemente cosecha éxitos entre mentes confundidas o vendidas, es un trabajo permanente e imprescindible.
Claro que para ello es siempre necesario analizar y develar los cambios permanentes en el capitalismo, sistema que se revoluciona permanentemente a sí mismo, como nos enseñaban Marx y Engels en ese maravilloso documento político que es el Manifiesto del Partido Comunista. Es necesario ponernos al día en el entendimiento y develación de sus modos de organización y dominación de la sociedad tan velozmente cambiantes. Pues esta provocación al intelecto de todxs con la que nos interpela permanentemente el presidente obrero Nicolás Maduro acerca de pensar, estudiar y discernir la revolución y el cambio de época en el siglo XXI nos pone a ver las continuidades con los procesos históricos, entre los cuales el 4F y el Caracazo son hitos de la historia reciente de las luchas antiimperialistas, pero del otro lado, también los saltos acelerados que dan apariencia de perpetuidad al capitalismo bajo otros patrones de producción y nuevas relaciones sociales de explotación, opresión y control social. Un sistema o modo de producción que se encuentra en transición hacia un “capitalismo digital” que profundiza las opresiones y depredación de nuestro planeta, que se aceleró con la pandemia y que va generando cambios y consecuencias que debemos seguir estudiando en profundidad.

Cuando una revolución es en serio, llega para quedarse
En este nuevo momento que se está viviendo en Venezuela, con cierta tranquilidad política -pues parece que Biden se “preocupa” más por Cuba a quien acaba de volver a poner en la lista de países patrocinadores del terrorismo cuando es Estados Unidos el que siembra el terror en el mundo, y se preocupa de asegurarse reservas petroleras para sus empresas en plena guerra europea desatada por la OTAN-, pese a todas las dificultades económicas causadas por el bloqueo, nos vuelve a quedar claro que hay chavismo para rato, aunque haya demasiados actores en el hemisferio occidental que todo el tiempo apuestan a que no. Pero cuando una revolución es en serio llega para quedarse, con todas las contradicciones reales e impuestas, con las consecuencias de la guerra económica que les imponen, que ha trabado el desarrollo de la vida en comunidad pero ha sido afrontada con estoica valentía, como lo han hecho todos los pueblos que históricamente han luchado para construir caminos alternativos. Todos los procesos revolucionarios han sido foco de agresiones devastadoras, aunque cada uno es diferente y tiene sus modalidades. En ese sentido hoy se disputa la presencia, construcción y continuidad del socialismo bolivariano en el campo de la democracia. Disputa en las que las democracias neoliberales, corruptas y represoras como las de la Colombia uribista o el Brasil de Bolsonaro están en retirada, y, en cambio, van ganando terreno proyectos políticos de democracias populares y emancipadoras, en la que Venezuela se constituye como la vanguardia.
Solemos decir que Venezuela no está sola. Pero no sólo por la solidaridad y apoyo de las militancias populares alrededor del mundo, sino porque se abren momentos interesantes en América Latina con cambios desde abajo y desde arriba que indican un redespegue del ciclo progresista que aun con nuevas características manifiesta y sintetiza las resistencias y luchas llevadas a cabo por los pueblos latinoamericanos frente a la ofensiva neoliberal. Este proceso tiene como principal fortaleza la movilización de calle de vastos sectores organizados y de las mayorías populares en gran parte de nuestra Patria Grande lo que se va reflejando en la toma de posiciones de gobierno de alianzas que integran a los pueblos. La ola emancipadora que vivimos a principios del siglo XXI atravesó un fuerte retroceso frente a la brutal ofensiva imperialista que arreció entre 2015 y 2019. Hemos padecido golpes de estado, traiciones, guerra y persecución judicial que continúan asediándonos pero que van perdiendo terreno gracias a rebeliones e insurrecciones populares que se reflejan en cambios y triunfos políticos populares.
Así Venezuela ha dejado de estar en esa relativa soledad -que no era tal porque en los años de repliegue del ciclo progresista resistieron Cuba, Nicaragua y Bolivia con el triste interregno de un año de golpe neofascista- al sumarse al comando político de varios gobiernos nacionales fuerzas que apuestan a mayores grados de soberanía y bienestar popular. Así México, Argentina -con todas sus debilidades y contradicciones-, Colombia, Brasil, y Honduras luego de 12 años de golpe continuado, sumados a los países con gobiernos revolucionarios, configuran un mapa político diferente y auspicioso en Nuestra América. Aunque hemos tenido que sufrir el primer golpe de estado exitoso contra un gobierno popular en Perú de esta segunda fase del ciclo progresista. Y aunque algunos de esos dirigentes que encabezan y encabezarán esos nuevos gobiernos se equivoquen y gobiernen tensionados también por intereses corporativos, que muchas veces se imponen en sus políticas de gobierno, la fuerza de sus pueblos los va a empujar para ir por el camino de la integración y la unidad nuestroamericana que es lo que Venezuela necesita también para salir adelante.

¿Repetición trágica de la historia u otro momento de la lucha de clases?
Empezamos este artículo mencionando algunas similitudes entre la actualidad con el momento histórico en el que se dio el 4F y, antes, el Caracazo, sobre todo en lo que respecta a las presiones y mecanismos de extorsión del capital concentrado como el FMI y las respuestas populares ante ello, pero hoy podemos decir que aunque las clases dominantes reaccionan y actúan con virulencia, y aunque haya algunos decadentes gobiernos que se referencian en el neoliberalismo, estamos en otro momento histórico visto desde la lucha de clases.
Los multidimensionales ataques de las fuerzas conservadoras y regresivas nos encuentra a las clases trabajadoras y los pueblos con una acumulación de experiencia de lucha, memoria histórica y organización pero sobre todo con instrumentos políticos -por mas contradicciones, avances y retrocesos que muestren- con los que en aquellos tempranos 90’s -todavía inmersos en un período contrarrevolucionario- no se contaba.
El unilateralismo producto de la caída de la URSS generó condiciones para el avance sin límites -en principio- para la expansión del capital, al tiempo que importantes organizaciones de masas contestatarias se frustraban y desanimaban por tal escenario. Aún así los pueblos a su ritmo fueron desarrollando diversidad de formas y hechos de resistencia. Pero no contábamos con los instrumentos políticos que pudieran expresar esas luchas en la disputa de poder, para llegar a los gobiernos de los estados. Solo al final de los ‘90 y de la mano del triunfo electoral del chavismo comenzó a suturarse esa brecha entre la creciente resistencia social y la falta de herramientas políticas con las que disputar los gobiernos, para luego, desde esa “trinchera mas avanzada”, como describía Gramsci al aparato del estado, disputar el poder real.
En esos años de crisis hegemónica, también siguiendo las conceptualizaciones de Gramsci, en la que los partidos tradicionales se separaron de las masas, se desarrollaron insurrecciones y grandes movilizaciones populares que fueron cristalizando en alianzas que lograron llegar a muchos gobiernos de Nuestra América. Comenzaba un periodo de transición y salida de la etapa contrarrevolucionaria en nuestra región y hacia el multilateralismo en el mundo. En América Latina atravesamos momentos de auge de masas y la institucionalización de la lucha de clases que cristalizaron en políticas de estado tendientes a mejorar la vida de las mayorías populares (salvo excepciones en países con democracias de excepción). Proceso que se frena, como hemos dicho- a partir de 2015 con la ofensiva brutal de las corporaciones que expresan al capital concentrado bajo el mando de Washington, mediante la cual se logró desalojar a gobiernos populares mediante golpes de estado, proscripciones, persecuciones, traiciones y engaños, pero que se retoma desde 2019. Ni esa ofensiva que recrudeció de manera cruel en los últimos años -pandemia mediante- ni el bloqueo, la asfixia, el boicot y toda la gama de artillería comunicacional pesada desplegada, lograron acabar con las experiencias que la resistieron (Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia), ni con las fuerzas populares organizadas que volvieron a articularse en la calle y políticamente para disputar nuevamente gobiernos donde los habían perdido. En los países con gobiernos de derecha se suscitaron procesos insurrecionales que cambiaron las correlaciones de fuerza y han cosechado cambios en la superestructura política.

¿Derechización o polarización?
Por ello, a contramano de algunxs analistas que voltean sus caracterizaciones con la veleta electoral, y que hasta hace 1 año referían a un proceso de derechización del mundo y con él de América Latina, planteamos que en esta última, por el contrario, asistimos al relanzamiento de la ola emancipadora del siglo XXI que se va consolidando con los cambios en la correlación de fuerzas gubernamentales a nivel regional producto de las resistencias y luchas de nuestros pueblos. Con tiempos, actores y condiciones diferentes al primer ciclo, que sin duda se verá potenciada si logramos reinventar y fortalecer los espacios de unidad, complementariedad e integración latinoamericanos aprovechando -como ya lo estamos haciendo en buena medida- los enfrentamientos entre diversas potencias de un mundo tendencialmente multipolar. El crecimiento de derechas neofascistas es una lamentable pero esperable reacción violenta a esa ola emancipadora sincronizada de los pueblos de los primeros 15 años de este siglo. Pero ni los pueblos están desmovilizados, ni desarmados ideológicamente, ni carentes de organizaciones políticas y por el contrario volvemos a formar parte de la mayoría de gobiernos de Nuestra América. No será tarea fácil para los actores corporativos de la economía trasnacional financiarizada y digitalizada terminar de imponer sus condicionamientos y extorsiones, aún con gobiernos progresistas débiles que se adaptan al posibilismo aunque tengan buenas intenciones. No estamos ni de repliegue ni en el llano como lo estuvimos en la primera parte de los ‘90, como estaba el pueblo venezolano antes del Caracazo y hasta la consolidación de la dirección Bolivariana a partir de 1992, con el gigante de Hugo Chávez a la cabeza.
Por lo tanto, lo que se desarrolla es un proceso de polarización política en el que la correlación de fuerzas institucional-gubernamental se está inclinando más favorablemente a los pueblos.

Contradicciones actuales
El principal enfrentamiento en esta coyuntura de transición hacia lo que en principio se está denominando como capitalismo digital, comandado por las megacorporaciones tecnológicas monopólicas que arrastra la dinámica de todas las sociedades en tanto asiento de nodos de esa red de poder, son: por un lado los proyectos de autodeterminación nacional y por el otro los de la dependencia recargada y renovada. Los primeros tienen como columna vertebral a un sujeto plural y diverso con base en las clases trabajadoras y campesinas y en las pequeñas y medianas burguesías, mientras que los segundos están conducidos por las grandes corporaciones trasnacionales del hemisferio occidental, sus elites y su ejército de servidumbre parasitaria de partes considerables de las clases medias que los sostienen desde su colchón ideológico ecléctico, acomodaticio y eficiente.
El primer polo de la contradicción autodeterminación o dependencia, incluye en vastos territorios dimensiones más complejas y profundas como las de la autodeterminación plurinacional, ambiental y de género. En unos territorios los procesos de autodeterminación asediados y asfixiados corren y tensionan el eje hacia el socialismo del Siglo XXI, y por ello son ferozmente atacados. Un socialismo nuevo que incluye formas mixtas y plurales de economía y relaciones de propiedad como única vía de soberanía, en el que se inventan y crean formas de sortear los bloqueos y de autodepurarse para no estancarse en formas burocráticas y revivir, a cada momento y pese al hostigamiento constante, el protagonismo popular. En otros territorios se intenta ir en dirección de un capitalismo independiente como si tal cosa fuera posible, sobre todo si no es acompañado por una conducción firme con proyecto claro y una fuerza social-política con disposición a enfrentarse al imperialismo. En cambio en el otro polo, el de la dependencia recargada (o colonialismo 2.0 como lo llama Rosa Miriam Elizalde), se encuentran los proyectos dirigidos por quienes insisten en aliarse con el gran capital que le tira migajas a costa de entrega de recursos, territorios y capacidad de decisión en el plano estratégico, impregnado por ramas de producción de rápida ganancia, nula regulación y rapiña monopólica armada, como es el narcotráfico. Este polo está en retroceso en cuanto al control directo de las superestructuras gubernamentales nacionales de Nuestra América. Aunque es importante señalar que el proceso de digitalización de la economía ha generado profundas desigualdades en las cuales los actores de este polo han salido sumamente fortalecidos, debido a las riquezas extraordinarias que adquirieron sobre todo luego de que la pandemia incorpore a la virtualidad como nueva mediación social según explican Paula Giménez y Matías Caciabue.
En el medio de las democracias de excepción y de las democracias populares, como las denomina Hugo Moldiz (ambas duramente atravesadas por la lucha de clases y de facciones) podemos agregar a las democracias condicionadas, como podría ser el caso de la Argentina hoy, pero con pueblos que cuentan con organización política y memoria reciente de que la vida sin neoliberalismo y con más soberanía es mejor. Constituye un desafío más de nuestra trinchera de la batalla de ideas mostrar y convencer a las masas populares que el problema es el capitalismo, en cualquiera de sus fases. Son las relaciones sociales de explotación capitalista bajo las modalidades imperialistas las que en las periferias del sistema nos impiden profundizar la democracia. En cuanto se comienza a distribuir riqueza y poder entre los y las de abajo, las usinas y personificaciones del capital desatan ingenierías que van desde violencias masivas, microviolencias y dispositivos de control y manipulación social que, hasta ahora, salvo en el “eje del bien” (parafraseando de manera inversa a la denominación de Trump para cuba, Venezuela y Nicaragua), van logrando perturbar, frenar y desalojar cíclicamente a experiencias nacionales y populares de los gobiernos.
La cúpula del capital concentrado personificada en los miembros del Foro Económico Mundial de Davos ha propuesto el “gran reinicio o reseteo” del capitalismo como ineluctable gatopardismo destinado a hacer sobrevivir al capitalismo sobre sus propios escombros. Nosotrxs los pueblos de nuestra América y del mundo podemos y debemos reinventarnos a nosotrxs mismxs para reconducir esta nueva etapa del proceso histórico hacia garantías de bienestar y dignidad para las mayorías populares.
Este relanzamiento del ciclo progresista con sus heterogeneidades nos puede abrir otros caminos que nos hagan dar un paso adelante en la lucha de los pueblos por nuestra liberación. Tenemos con qué y se lo debemos a los ejemplos del pueblo bolivariano y su eterno comandante Hugo Rafael Chávez Frías.