La entrevista se desarrolla en el balcón del hostal Terra Brasilis, en lo alto de Santa Teresa, uno de los antiguos barrios de Río de Janeiro. Desde la terraza se domina la parte de la ciudad conocida como el Centro. Durante la charla reiteradamente vemos el centro financiero de la ciudad, los edificios de Petrobras […]
La entrevista se desarrolla en el balcón del hostal Terra Brasilis, en lo alto de Santa Teresa, uno de los antiguos barrios de Río de Janeiro. Desde la terraza se domina la parte de la ciudad conocida como el Centro. Durante la charla reiteradamente vemos el centro financiero de la ciudad, los edificios de Petrobras y los rascacielos, así como los grandes edificios del gobierno brasileño. Los símbolos del poder del Estado dan el paisaje de la conversación sobre la situación actual de los pueblos indios en el país y en particular del pueblo terena.
Lindomar Terena, acompañado de Mario Ney Rodrígues Salvador, nos comparte que los terena son unas treinta mil personas que viven en «el pantano» de Mato Grosso do Sul. Como la mayoría de los pueblos indígenas brasileños, sobreviven a pesar de toda una historia de agravios de parte del Estado, que apoyó primero a los hacendados y en la actualidad a las empresas de monocultivo; todo, en nombre del desarrollo. La resistencia del pueblo terena está basada en la lucha por su territorio, del cual fueron despojados durante el siglo XIX.
Como en otras partes de América Latina, fue a finales de los años ochenta del siglo XX cuando el gobierno brasileño comenzó a instrumentar algunas modificaciones constitucionales que reconocían parcialmente el derecho de las poblaciones indígenas a su territorio. En 1988 se estableció que en un plazo de cinco años serían reconocidos los territorios pertenecientes a todos los grupos indígenas que los reclamaban y que tienen el derecho porque los habitan históricamente. Pero sólo algunos territorios fueron reconocidos. Los terena no fueron beneficiados a pesar de haber demostrado con documentos y estudios antropológicos que su reclamo territorial tiene sustento. Por lo tanto, continúan la lucha exigiendo la aplicación de las leyes; tomando tierras, y ejerciendo presión internacional; ahora utilizan las instituciones supranacionales, como la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Lindomar Terena es miembro del consejo del pueblo terena, y también coordinador ejecutivo de Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (APIB). Esto es lo que dijo a Ojarasca:
El pueblo terena lucha por la recuperación de su territorio, que es el principal problema que tiene, y los mayores enemigos son las grandes haciendas de plantaciones de monocultivo, y otros como la propia institución del Estado que nos quiere mantener bajo control a través de la represión de la policía, que en conjunto con los pistoleros nos amenazan de muerte.
El territorio terena es una tierra pantanal. Antes de la guerra contra Paraguay el territorio era libre, los indígenas se movían de un lugar a otro sin obstáculos. Pero en el siglo XIX los terena acudieron a la guerra contra Paraguay, y cuando regresaron sus tierras habían sido ocupadas por grandes latifundistas que criaban ganado apoyados por el gobierno para ocupar nuestras tierras y para que fueran legalizadas a su favor, en lo que se llamó el grilagem, que quiere decir que la gente llegaba a las tierras que creía vacías, se posesionaba y el gobierno titulaba a su favor. Pero esas tierras eran y son nuestras. La historia así lo demuestra.
Cuando regresaron de la guerra ya no les permitieron circular libremente. Se encontraron con que sus tierras estaban ocupadas por otros. Ante sus reclamos, el gobierno concedió entre dos y tres mil hectáreas para cada grupo de indígenas, pero nunca quiso reconocerles el derecho sobre su territorio. Por eso nosotros seguimos luchando para recuperar la libertad y el territorio. Luchamos porque se nos reconozcan 36 mil hectáreas. Nuestro pueblo no está en un solo territorio, estamos en varios lugares. Sólo en mi comunidad somos 8 mil personas.
Dentro del pueblo terena, el cien por ciento estamos luchando por el territorio. Nuestro enemigo común es el sistema que nos persigue, nos oprime, nos criminaliza. Siempre nos coloca contra la sociedad. En Brasil no existe voluntad para resolver nuestros conflictos, vivimos amenazados y perseguidos porque seguimos exigiendo el reconocimiento al territorio. Nuestra gente entiende que la solución para acabar con la amenaza, con las persecuciones, será cuando el Estado resuelva y cumpla la Constitución del país. Pero no hay interés político en resolver nuestros conflictos.
Así que sólo vemos la posibilidad de unirnos con otros grupos, hacer alianzas con otros pueblos indígenas de América del Sur, al fin que estamos todos afectados. La iniciativa tiene que partir de nosotros mismos; tenemos la certeza de que el gobierno no va a resolver. Necesitamos romper los límites que nos separan a nosotros mismos.
Antes de la copa del mundo, la propaganda oficial decía qué el 95 por ciento de los conflictos de los pueblos indígenas estaban resueltos. Ante esa noticia, las organizaciones internacionales retiraron los apoyos y se empezaron a ir a otros lugares del mundo. Nosotros denunciamos que no era cierto lo que afirmaba el gobierno, que sólo fueron demarcadas algunas tierras de la Amazonia y otras zonas más fáciles de resolver. Pero nuestras tierras no han sido devueltas.
Estuvimos en la ONU recientemente y denunciamos que no es verdad lo que Brasil declara. El gobierno lleva a la ONU a personas que representan a la institución gubernamental, por eso la ONU no conocía la verdad. Ahora que fui, denuncié lo que realmente pasa. Para la ONU fue novedoso saber que el problema sigue. El relator de derechos humanos fue invitado para que venga y vea que no es todo bonito, que debe ir a los campamentos donde están los indígenas que luchan por su territorio.
Ante estas denuncias se tomaron algunas medidas. La OEA intentó intervenir para que el gobierno brasileño resolviera la situación denunciada, pero el gobierno respondió que retiraría el apoyo económico a la OEA si exigía eso. Entonces la OEA se retracta, dice que todo está bien en Brasil con los indígenas, y ya no interviene más.
La relación con los gobiernos de izquierda es la peor. Para los pueblos indígenas había esperanza de que un gobierno de izquierda resolvería sus problemas, porque eran trabajadores que habían sufrido. Pero el gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) nunca miró a los pueblos indígenas ni hizo una mesa de negociación, el gobierno de izquierda tiene otros intereses. Con los gobiernos de izquierda es cuando se hicieron menos devoluciones de tierras a los pueblos indígenas. El principal motivo que genera el conflicto es ese desinterés por reconocer los derechos de los pueblos indígenas. Dicha falta de reconocimiento propicia mayor criminalidad contra nosotros.
Fuente original: http://www.jornada.unam.mx/2015/08/08/oja-brasil.html