Resulta innegable que el aumento anual del Producto Interno Bruto (PIB) es un objetivo fundamental para que los gobiernos puedan resolver los múltiples gastos que se acarrean en los países y a la par tratar de solventar las necesidades de las poblaciones, ¿pero esa es la realidad que viven hoy numerosas naciones del llamado Tercer […]
Resulta innegable que el aumento anual del Producto Interno Bruto (PIB) es un objetivo fundamental para que los gobiernos puedan resolver los múltiples gastos que se acarrean en los países y a la par tratar de solventar las necesidades de las poblaciones, ¿pero esa es la realidad que viven hoy numerosas naciones del llamado Tercer Mundo? Son muchos los factores que impiden dedicar parte del PIB a resolver los apremiantes problemas que presentan millones de personas en el mundo, las cuales se encuentran en la más absoluta desesperación sin que sus gobiernos les presten la ayuda necesaria. ¿Cuántos niños y niñas deambulan por las ciudades de América Latina donde con sus hambres a cuestas son presas fáciles del narcotráfico, la prostitución, el robo y de los comerciantes de órganos? ¿Cuántos millones de niños en edades escolares laboran en condiciones precarias, en fábricas clandestinas o autorizadas, poniendo diariamente en riesgo sus vidas para obtener un bocado de comida? Las cifras de hambrientos y personas en la miseria crece incontrolablemente en América Latina donde ya la cantidad se acerca a los 250 millones, mientras cientos de miles de campesinos se ven obligados a abandonar el campo y partir hacia las ciudades con el vano afán de buscar el anhelado sustento de sus familias. Bernardo Kliksberg, coordinador del área social del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), informó que el 60 % de los niños en América Latina son pobres y se les puede encontrar por cantidades mendigando u ofreciendo golosinas en los semáforos o en las puertas de los restaurantes de Ciudad de México, Río de Janeiro, Bogotá, Managua, San Salvador y muchas otras.
En los últimos 20 años, con la aplicación de medidas neoliberales, 91 millones de personas entraron en las filas de los pobres en la región latinoamericana. La proliferación de esos sistemas motivó a que sus mismos promotores como el vicepresidente del Banco Mundial, David de Ferranti, reconociera que «América Latina y el Caribe es la región con el mayor nivel de desigualdad no solo en el ingreso, sino también en servicios como educación, salud y telefonía, que incluso superan a los de Europa del Este y gran parte de Asia». En los programas gubernamentales, (en los papeles) figura la lucha contra la pobreza, el analfabetismo y el desempleo, pero son muy pocos los que han tenido resultados positivos.
La corrupción ha corroído a numerosos gobiernos de la región cuyos presidentes y ministros se han enriquecido sin importarles la pobreza de sus coterráneos. Por citar algunos se pueden nombrar a los ex presidentes Carlos Saúl Menem, de Argentina; Arnoldo Alemán, de Nicaragua; Carlos Andrés Pérez, de Venezuela y Luis González Macchi, de Paraguay. Los enriquecimientos por corrupción van desde el robo al erario público hasta facilidades a compañías extranjeras para adquirir terrenos y fábricas, siempre y cuando otorguen abundantes regalías.
Otra cuestión que atenta contra la mejor utilización del PIB es la abultada deuda externa que tiene la mayoría de los países del área.
El PIB es el valor total de los artículos y servicios producidos en el país y sus datos reales se ajustan a las variaciones de precio y temporada.
Casi todos las naciones latinoamericanas deben dedicar anualmente entre un cuarto y un tercio de su Producto Interno Bruto a cancelar sus adeudos con los organismos financieros internacionales.
Dos ejemplos, tomados al azar, son los de Bolivia y Guatemala. El primero tuvo entre 1998 y 2002 un PIB promedio de 2,1 %, mientras el segundo, en el mismo período, creció 3,5 %. Ambos son dos empobrecidos países con altos índices de desempleo, subempleo y enormes dificultades sociales. Por tanto, detrás de las cifras de crecimiento se esconden desagradables problemas que no pueden ser remediados si no existe por parte de los gobiernos una política realista y a favor de los sectores más necesitados de la población. Las políticas neoliberales no resolverán las grandes dificultades de los habitantes latinoamericanos y por tanto ya se hace inminente la adopción de otros programas que ayuden a esta empobrecida región.