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Los herederos del ALCA

Fuentes: Rebelió

Coincidencia o no, la «pequeña cumbre» que tuvo el canciller argentino Rafael Bielsa en Washington con seis de sus más pesados embajadores, resultó en una defensa del ALCA. Lo más sorprendente no es que lo haga, sino el momento latinoamericano escogido y los argumentos usados para defender tamaña cosa. Su defensa doctrinal del ALCA fue […]

Coincidencia o no, la «pequeña cumbre» que tuvo el canciller argentino Rafael Bielsa en Washington con seis de sus más pesados embajadores, resultó en una defensa del ALCA. Lo más sorprendente no es que lo haga, sino el momento latinoamericano escogido y los argumentos usados para defender tamaña cosa. Su defensa doctrinal del ALCA fue publicada en el diario Clarín del lunes 2 de mayo de este año en la página 19, bajo el sugerente título: «Un ALCA con principios puede terne buen final», todo un manifiesto político.

Que el ex asambleísta porteño se haya convertido en defensor del ALCA no debe sorprender, es apenas un signo más de la dinámica de las relaciones que vienen tejiendo los gobiernos de Argentina y Estados Unidos. Posiblemente se deba a eso que Eduardo Murúa, dirigente del MNER, definió con lupa leninista: «el kirchnerismo es la etapa superior del menemismo». La transversalidad se inventó para permitir el deslizamiento de izquierda a derecha, no al revés. Bielsa comienza preguntándose lo que nadie en su sano juicio se preguntaría desde mediados de 2004: «¿Es apresurado declarar que el ALCA ha muerto?» Ni siquiera Robert Zoellick se cuestionaría eso. En febrero del año pasado, el ya exhausto Representante Comercial de EE.UU. declaró en Cancún: «No podemos decir que estamos contentos con los resultado de esta reunión» (La Jornada, México) Era el ALCA que expiraba en forma de Zoellick. Zoellick fue el encargado por el gobierno de Bush para construir el ALCA. Hace más de dos meses fue retirado de sus funciones; se fue a trabajar a una multinacional porque fracasó en el proyecto de instaurar el ALCA. Así lo registró la prensa estadounidense y latinoamericana. Por ejemplo, el Miami Herald señaló: «¿Podemos considerar que la salida del Encargado de Negocios R. Zoellick tenga alguna relación con el fracaso de las negociaciones para formar una alianza hemisférica de comercio?» (11 de marzo 2005) Seguramente usar la palabra muerte es un problema porque conduce a valores absolutos y sabemos que la realidad huye de ellos. El único absoluto es Dios y por eso no existe. Pero entonces usemos la realidad para definir el estado del ALCA. Sabemos que su descalabro no significa la derrota del monstruo que lo engendró. Este continúa vivo, entre otras causas porque hay quienes se convierten en sus testamentarios.

Los tres tiempos del ALCA

No es verdad, como dice el canciller en el primer párrafo de su editorial que sólo han pasado «cinco meses de la fecha en la cual habría debido entrar en vigor…» En realidad, el ALCA lleva una decena larga de años de negociaciones y tratativas. Propuesto a Bush padre por un pequeño grupo de presidentes y cancilleres latinoamericanos reunidos en Miami en 1991, fue convertido en política de dominación hemisférica en 1994 cuando estaba por ingresar al poder el joven Clinton. Si bien sus primeros 4 años fueron casi nulos porque hubo pocas reuniones interestatales y todo pasó en declaraciones, no fue así en los cinco años finales. Desde el último año del gobierno de Bill Clinton, pasada ya la merebunda soviética, puesta bajo control imperialista Serbia y encontrado un espacio mínimo de equilibrio en Europa oriental, el gobierno norteamericano aceleró el proceso de construcción del ALCA. Lo que en su momento Roger Noriega definió como «Nuestra vuelta hacia el sur». Según las actas, entre el año 1998 y 1999 se realizaron 9 cumbres de ministros, 17 reuniones de trabajo de vice ministros y 49 encuentros de técnicos, además de la redacción de unos quinientos párrafos de acuerdos comerciales (y desacuerdos metidos entre los famosos corchetes) en las 9 áreas en discusión. Esa dinámica se aceleró furiosamente desde finales del 2000 y tuvo su culminación entre comienzos y mediados del 2004. Además de las finanzas propias, proveídas por cada Estado, el Banco Interamericano de Desarrollo y la OEA aportaron un poco más de 700 millones de dólares en esos 4 años de furia pro ALCA.

El fantasma de Seatle recorrió el hemisferio

Como si bailara un jarabe tapatío en un velorio, el canciller argentino descubre en mayo de 2005 que «Es probable que nos encontremos en una etapa refractaria del ALCA, pero el fenómeno sigue constituyendo el desafío de esta hora». La verdad es otra, sólo la podemos encontrar en la realidad continental de los últimos 5 o 6 años. Una suma aproximada de la gente movilizada contra el ALCA en Argentina, Brasil, Ecuador, Bolivia, Perú, Brasil, Venezuela, Uruguay, Paraguay y Colombia, Miami, Washington, Toronto, Seatle, Roma y Génova, Toronto, Ginebra, entre marzo de 2001 y enero de 2004, nos dio unas 68 millones de personas movilizadas. El resultado de los 9 plebiscitos realizados en Argentina, Brasil, Ecuador, Colombia, Uruguay, Bolivia, Venezuela, Costa Rica y Guatemala, arrojó unos 31 millones de firmas que condenaron el proyecto hemisférico. Decenas de miles de honestos militantes entregaron su esfuerzo a esa tarea. (FUENTE: Wikipedia.org) Esta masa de movilizados fue llevada a las calles, edificios de convenciones, palacios gubernamentales, playas y plazas. Entre 1998 y 2001 se conformó la más grande red de redes de organizaciones, grupos, centrales sindicales, partidos de izquierda y movimientos comunitarios, como pocas veces se vio en el siglo XX. Los únicos casos similares fueron las campaña contra el fascismo en la Guerra Civil Española y la II Guerra Mundial (según cuenta Erick Hobsbawn) y por otro lado, las campañas en defensa de la Revolución Rusa (1918 a 1919) y de Vietnam y Cuba más recientemente. Doce (12) cumbres presidenciales y de ministros fueron saboteadas hasta el cansancio, al punto que los dueños del G-7, del Foro de Davos, de la OMC y el Banco Mundial comenzaron a buscar islas lejanas o montañas ignotas para reunirse. Esa formidable campaña internacional dio sus frutos en 2003. Desde la reunión de Guadalajara comenzaron a fracasar «las cumbres» y reuniones de «notables». La última, si faltaba alguna duda de hasta donde había llegado la campaña contra el ALCA, fue en febrero de 2004, cuando tuvieron que suspender la «cumbre» de Puebla y cada jefe de Estado tuvo que volverse a su casa sin abrir las maletas.

Memoria del anti imperialismo

La batalla internacional contra el ALCA constituye una importante derrota de la política de semicolonización hemisférica del imperialismo yanqui desde la fundación del I Congreso Panamericano de Washington en 1889. Esta batalla conquistó varios méritos políticos de alto valor. Algunos sólo fueron alcanzados por los poderosos movimientos socialistas de la primera mitad del siglo XX, o antes, por las campañas internacionales de la IIa. Internacional liderada por el marxismo. Por ejemplo, relacionó movimientos de luchadores e intelectuales del mundo metropolitano y de los países atrasados. Relacionó organizaciones sindicales y comunitarios de ambos mundos, que por décadas se extrañaron y se desconfiaron. Unificó capas y sectores sociales pocas veces vista en acción, perfilando un movimiento de perfiles democráticos y anti imperialistas. Una de sus mejores conclusiones de ese movimiento, fue el desarrollo de corrientes masivas de jóvenes que se declaran «anti capitalistas». Uno de los productos más rutilantes de esta reciente historia es la conformación de una red de medios alternativos, libres y comunitarios con poder reinformación sobre millones de personas. De eso no se tenía memoria desde las décadas del 20 y el 30 cuando el cinematógrafo fue usado como medio de información de masas para construir espacios de opinión pública en el movimiento obrero, campesino y de clase media en Europa, Japón, Estados Unidos, México y Argentina. Desde la derrota en la Guerra de Vietnam, el gobierno de los Estados Unidos no había sufrido derrotas importantes. Ni el descalabro de Irán y el de Nicaragua son equiparables en su dimensión al golpe sufrido en el ALCA. Al contrario, si algo saboreó Washington fue triunfos –aún después de algunos retrocesos locales, como los citados–. La imposición del neoliberalismo latinoamericano en los años 80 y 90 fue una demostración palmaria. Lo novedoso del caso ALCA es precisamente lo contrario: Washington perdió esa batalla. El detalle estatutario de la fecha de su «puesta en funcionamiento» para el pasado 5 de enero, no es más que eso, un detalle. El ALCA no está muerto, pero sobrevive como sombra. Políticamente está derrotado. Es el primer triunfo continental de una campaña contra el imperialismo. El bilateralismo de los años 2003 y 2004 y del ridículo «ALCA light» fueron la confirmación contradictoria del fracaso del proyecto hemisférico. Excepto para sus herederos de último momento.