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Los hijos de Fouché

Fuentes: Rebelión

No es difícil conseguir en la historia infames personajes que cambian de ideas, líderes, banderas políticas y discursos, sin el menor sonrojo y con mucha  insensibilidad tanto como si se tratarse de una muda de atuendo (cambios de estilos); o de cambios del menú de los alimentos, etc. Estos sinvergüenzas se han caracterizado siempre por […]

No es difícil conseguir en la historia infames personajes que cambian de ideas, líderes, banderas políticas y discursos, sin el menor sonrojo y con mucha  insensibilidad tanto como si se tratarse de una muda de atuendo (cambios de estilos); o de cambios del menú de los alimentos, etc. Estos sinvergüenzas se han caracterizado siempre por sus habilidades de disfrazar la astucia en «eficiencia» y sus vergonzosas reverencias en disciplina y respeto. ¡Astutas y peligrosas serpientes, hábiles escorpiones! que hoy ostentan importantes cargos de poder en el aparataje del Estado disfrazados de revolucionarios, quienes, por nuestro descuido, han clavado sus aguijones en la espalda del pueblo.

Quienes conocen de historia seguro conocerán a Joseph Fouché. Para quien no, solo bastaría con reseñarles de este personaje, bien calificado como «el rey de los tránsfugas», lo siguiente:

Nadie fue más astuto que Fouché. La historia siempre lo recordará como el variopinto, el trásfuga, el peor de entre todos los traidores. Fouché quien siendo un fiel religioso y devoto de la Iglesia y del Rey de Francia se convertiría en participe de la revolución francesa (1789) conspirando contra la iglesia y votando a favor de la muerte de Luis XVI; más adelante visto como el más intolerante -tira piedra- ministro de los Jacobinos, y hombre de entera confianza de Maximiliano Robespierre (líder de la revolución francesa), en el momento que sus intereses se vieron amenazados no dudó en conspirar contra Robespierre hasta llevarlo a la guillotina; luego fue ministro de Napoleón por 10 años y terminó conspirando, también, contra el emperador, entregando el poder nuevamente a la monarquía, esta vez, en manos de Luis XVII (hermano de Luis XVI). Pero quizás el punto central de su historia  -y es lo que más nos interesa resaltar- fue que terminó su vida colmado de muchas riquezas y reconocido por el rey y la Iglesia como su «humilde» servidor. ¡Solo hoy sus legítimos herederos podrían seguir semejante legado!

La Revolución Bolivariana se encuentra flanqueada desde todas posiciones. Nos ataca el imperialismo utilizando a sus lacayos agrupados en esa mal llamada «oposición venezolana»; también a sus lacayos en Colombia y en el Mundo; y a otros quienes hasta ahora no hemos podido identificar. Sus golpes fundamentalmente, después del 11 de Abril, han sido mediáticos. Pero quizás, el mayor golpe que recibe la revolución -y no de forma mediática sino objetiva- ha provenido de los mismos quienes se hacen llamar sus legítimos hijos.

Estos bastardos son los mismos  infiltrados y oportunistas de siempre, quienes cobijados en nuestras limpias banderas de la Unidad atentan contra la revolución; son ellos los indignos buscadores de fortuna, astutamente disfrazados de revolucionarios junto a sus testaferros; traidores que no dudaran en pasarse al bando de la reacción en el momento más oportuno. Son ellos los hijos de Fouché.

¿Venezuela en la encrucijada? 

En Venezuela experimentamos una revolución muy particular (sui géneris) sin ejemplos parecidos en la historia.  La Revolución Bolivariana no ha contado hasta ahora con una dirección revolucionaria como si la tuvieron los jacobinos, los bolcheviques, los revolucionarios cubanos, vietnamitas, chinos, etc. Hasta ahora la Revolución Bolivariana no posee un partido o partidos verdaderamente revolucionarios, con una identificación ideológica proletaria definida -mucho menos, consolidada-. Bajos las viejas estructuras del Estado y el arcaico ordenamiento legal burgués la revolución pretende construir el Socialismo y desarrollarse bajo la mal entendida «Democracia» (interpretado por los lacayos como libertinaje). Pero quizás la mayor particularidad de nuestra revolución, y del que han carecido las otras, han sido los enormes recursos naturales y económicos que le otorgan al Estado venezolano -a la Revolución Bolivariana- un poder financiero y geopolítico sin comparación. Lo paradójico es que lejos de ser esto un punto de apoyo para impulsar la revolución, ha resultado, sin duda, en un problema para ella.

El Estado burgués heredado por la revolución, esa vieja estructura llena de privilegios y de trabas burocráticas, ha comenzado a pasarnos factura corrompiendo -por falta de una firme conciencia revolucionaria- a muchos de nuestros cuadros medios y altos que manejan su aparataje. No es de asombro encontrarnos con personajes que, aunque conservan un discurso encendido y visten de atuendos rojos, hoy sus prácticas se corresponden con las de un pequeño burgués en búsqueda de más glorias personales: ascensos, más privilegios y negocios.

La explicación a todo esto puede resumirse, en parte, a las particularidades de nuestra revolución que ya hemos descrito más arriba y al eclecticismo ideológico del movimiento revolucionario que no ha permitido la formación de una conciencia clara entre los revolucionarios (con valores, moral y ética verdaderamente revolucionaria). Para muchos, por ejemplo, no representa un problema poseer una Hummer, disfrutar de vacaciones en Maiami y Florida, o lo peor, conciliar «alianzas» con los lacayos de esa mal llamada «oposición».

Pero otro factor, también no menos fundamental, ha sido la incomprensión de nuestras propias banderas políticas. Hablamos de la Unidad y en nombre de ella sacrificamos (o postergamos) la lucha contra la corrupción y el burocratismo. Olvidamos que la revolución es un hecho de conciencia; y que las ideas solo pueden calar en el pueblo siempre y cuando la moral y la ética revolucionarias de quien o quienes las proclamen estén presente.

La corrupción y la burocracia son también nuestros enemigos políticos y como tales tenemos que enfrentarlos. El 2D ha sido también la expresión de la desmoralización del pueblo.

El Comandante Chávez sigue actuando solo. Es el Diputado, el Alcalde, el Gobernador, el encargado de todas las Misiones, el Ministro, el todo. La burocracia del Estado y la ineficiencia de muchos cuadros políticos han estructurado toda una amenaza de desgastes convirtiendo al Comandante en una especie de Titán solitario preocupado por resolver todos los problemas que corresponden a las instituciones del Estado; en un Titán enfrentándose a las burguesías mediáticas;  enfrentándose y denunciando a los acaparadores y especuladores. Seria importante preguntarse ¿Dónde están los Ministros y el resto de los cuadros medios políticos designados en los puestos claves del Estado? ¿Por qué no recorren las calles y se codean con el pueblo? ¿Por qué se le deja al Comandante Chávez solo en tan titánica tarea? ¿Por qué las iniciativas tienen siempre que salir  del Comandante?

Sin lugar a duda, la Revolución Bolivariana se encuentra en la encrucijada. El enemigo que nos ataca desde varios flancos no cesará en su empeño hasta destruir la revolución.  

 
Los Absurdos

El día 31 de Enero del presente año aparece en prensa la siguiente información que copiamos a continuación del diario Ultimas Noticias, dice: «Félix Osorio, ministro de Alimentación, anunció ayer que en la reunión con los sectores privados y la Cámara Láctea se acordó una nueva modalidad para la entrega de divisas para el sector de alimentos, específicamente para la leche en polvo y la leche UHT».

Pregunto a los ministros ¿Es acaso un absurdo pensar que el Estado pueda por si mismo procurarse los rubros importados (leche, carne, etc.) sin recurrir al privado?

Trataremos de explicar esta situación siendo mesurados en los calificativos. Diremos simplemente que CADIVI y el Ministro de Alimentación se «equivocan».

El verdadero absurdo reside en esta decepcionante noticia. 

Después del nuevo saboteo perpetrado por la burguesía, con claros objetivos políticos dirigidos a incidir -como sucedió- en el referéndum aprobatorio del 2D y que se extiende como parte de una misma estrategia bien diseñada para desestabilizar al gobierno revolucionario en este nuevo año también electoral (nos referimos al acaparamiento y la especulación de los productos de consumo -de primera necesidad-), no podemos calificar menos que absurdo el que se pretenda, desde el Estado, seguir apoyando y promoviendo a los verdugos de la revolución para que sigan controlando esta neurálgica actividad.

«Quien no conoce la historia esta condenada a repetirla». Y es que la misma historia del Paro Patronal año 2002 se repite ahora, claro está, bajo otras condiciones. Es la misma lección que no hemos podido superar.

La explicación a esto la podemos encontrar en los siguientes puntos. Veamos.  

Carencia de ideas.

Reticencia al cambio.

Falsa concepción del Estado.

Los dos primeros puntos, aunque se sobreentienden, preferimos omitir su explicación para este artículo. Ambas (Carencias de Ideas y Reticencia al cambio) se encuentran entrelazadas y responden a la influencia de la pequeña burguesía dentro del proceso revolucionario. Esto ya lo hemos explicado en otros artículos. Pero el punto 3 consideramos fundamental su explicación para entender la razón del proceder de nuestros ministros.

La burguesía y la pequeña burguesía se han dado a la tarea, desde siempre, de desprestigiar al Estado, culpándolo de la burocracia y la corrupción como problemas intrínsecos y naturales que se desprende de su propia existencia, como si el Estado fuese un robot con inteligencia artificial en la que no participa el humano en su conducción. El objetivo es obvio: destruir al Estado, procurar la anarquía y evitar la revolución.

Para el éxito de este cometido, la clase política de la burguesía, aupada en esta «nuestra triste oposición desnacionalizada y corrupta», inclusive, hasta la pequeña burguesía que acompaña a la Revolución Bolivariana, han tomando como bases las experiencias del pasado para intentar hacernos creer que «la naturaleza del Estado es la misma en toda la historia; la misma para el capitalismo y el socialismo. Que los Estados nacionales son un Ente extraño y separado de la sociedad y del gobierno que dirige al país». ¡Ninguna idea puede ser más falsa que ésta! Veamos por qué.

La burguesía y sus aliados internos dibujan al Estado como una Entidad omnipotente con poder enajenante propio; y que actúa de manera autónoma por encima de las clases sociales y las somete a sus designios; que su existencia se justifica por su naturaleza burocrática, corrupta y hermética. Con esto último, nuestros lacayos intentan, cual Pilatos frente a Jesús, lavar sus manos culpando al Estado de sus infames desviaciones y los pequeños errores cometidos cuando eran gobierno.

Olvidan que el Estado es el instrumento político, jurídico administrativo, orgánico y represivo de la clase política que ostenta el poder. En otras palabras, para nuestro caso, el Estado es el instrumento de la revolución. Gramsci decía que: «el Estado es un conjunto de instituciones en el que se representa la sociedad y se desarrolla».

He aquí el meollo de todo este problema. Por un lado excite una errada concepción del Estado por parte de lo revolucionarios, y por otro, nuestros ministerios -que son parte de las estructuras del Estado- hoy, lamentablemente, todavía responden al viejo andamiaje y a los intereses de las clases políticas que siempre lo han detentado, la burguesía. En otras palabras, no responden a las exigencias de la revolución.

Nuestro Ministro de alimentación no entiende el grave daño que le ocasiona a la revolución sus acciones al otorgar mas poder al enemigo del pueblo. ¡Zamuro no cuida carne! ¡No existen burgueses buenos ni empresarios socialistas! He aquí las consecuencias de las falsas teorías contrarrevolucionarias de Haiman El Troudi.    

Ahora le repetimos la pregunta al pueblo ¿Es acaso un absurdo pensar que el Estado pueda por si mismo procurarse los rubros importados (leche, carne, etc.) sin recurrir al privado?