El 4 de mayo del año pasado, dos indios desalojados de sus tierras por la papelera Aracruz acudieron a la pequeña localidad alemana de Neuss, a pocos kilómetros de Düsseldorf, para bloquear la entrada de la multinacional Procter&Gamble, responsable de un sinfín de marcas, como H&S, Tempo, Ariel o Gillete. «Los alemanes deben saber que […]
El 4 de mayo del año pasado, dos indios desalojados de sus tierras por la papelera Aracruz acudieron a la pequeña localidad alemana de Neuss, a pocos kilómetros de Düsseldorf, para bloquear la entrada de la multinacional Procter&Gamble, responsable de un sinfín de marcas, como H&S, Tempo, Ariel o Gillete.
«Los alemanes deben saber que nosotros, tupiniquim y guaraníes, fuimos brutalmente expulsados de nuestras tierras por culpa de los pañuelos Tempo», denunció Paulo Vicente de Oliveira, coordinador de Apoinme, una de las principales organizaciones indígenas del país.
Ahora, la tierra vuelve a sus dueños. El Ministerio de Justicia brasileño ha ordenado la devolución de 11.000 hectáreas reclamadas a Aracruz por las comunidades guaraní y tupiniquim. La multinacional, uno de los mayores distribuidores de celulosa plantó más de 250.000 hectáreas de eucaliptos en el Estado de Espírito Santo, en el sureste de Brasil. Según la Fundación Nacional del Indio (Funai), miles de esas hectáreas eran territorios tradicionales de los indígenas.
Procter & Gamble era uno de los principales clientes de Aracruz, ya que necesitaba toneladas de celulosa para fabricar sus pañuelos de papel. El pasado marzo, la empresa estadounidense vendió su negocio de tisú y toallitas húmedas.
La decisión del Gobierno brasileño ha supuesto un rayo de esperanza para otras comunidades que exigen la devolución de sus tierras a multinacionales o terratenientes. Según Amnistía Internacional, los años de incertidumbre sobre el estatus legal de las tierras de los guaraníes y tupiniquim dejaron a estos grupos indígenas «a merced de la violencia y la intimidación». Hoy, los indígenas todavía son considerados menores de edad.
Un caso entre muchos
Para la ONG, la decisión del Gobierno brasileño es un hito importante, pero pide «que se acelere la resolución de todos los demás casos pendientes». «El caso de Aracruz es uno entre muchos», afirma Fiona Watson, experta en pueblos indígenas brasileños de la ONG Survival International, citando de carrerilla la lista negra: enawene nawe, awá, kanoe…
Según explica Watson, el problema más agudo se encuentra en Mato Grosso do Sul, donde existen comunidades guaraníes de centenares de personas que viven apiñadas en unas pocas hectáreas de tierra. Las amenazas que se ciernen sobre estos pueblos son múltiples: los madereros, la industria de la soja, los garimpeiros o buscadores de oro, la militarización de las regiones fronterizas y un largo e inquietante etcétera.
En el Estado de Rondonia vive una de las tribus amazónicas más amenazadas. Los akuntsu sufrieron en la década de los 70 la violencia de los hacendados, y hoy sólo quedan seis supervivientes. «Nadie ha podido aprender su lengua, no podemos saber lo que pasó exactamente», narra Watson. «Pero yo estuve con ellos hace dos años y un akuntsu me mostró una herida de bala en su omóplato. Yo vi el agujero. Les disparaban por la espalda».
La victoria judicial de guaraníes y tupiniquim es una batalla ganada en una guerra que muchos consideran ya perdida. La demarcación de tierras no garantiza la supervivencia de las tribus, pero podrá servir para que los indígenas no se sientan tan extranjeros en su propio país.