«Vamos a ver quién es más corrupto», masculló Vladimir Putin después de que Mijail Jodorkovsky ex dueño de la principal empresa de gas del mundo acusó al primer círculo del Kremlin de algunas raterías. El magnate está en la cárcel y el presidente controla el sector energético. Y, como se trata de gas y petróleo, todos callan.
La política puede adquirir rasgos de realismo mágico. Es el caso de Mijail Jodorkovsky, el magnate petrolero caído en desgracia en Rusia al desafiar al Kremlin.
En los límites de una engañosa legalidad, que en su momento permitieron a Jodorkovsky amasar de la nada la fortuna más cuantiosa de Rusia, el Kremlin se propone dejarlo en la ruina completa.
Mediante una «licitación» tan amañada como la que en tiempos de Boris Yeltsin permitió que Jodorkovsky acumulara 15 mil 200 millones de dólares, ahora se le despojó de la joya más preciada de su imperio económico, la petrolera Yukos, y se le condenó a una severa pena carcelaria que tiene mucho de venganza personal.
En apenas año y medio pasó de magnate influyente y bienvenido en el primer círculo presidencial a delincuente común. Esto ocurrió, sin que ningún funcionario público de antes o actual tenga la mínima responsabilidad por crear las condiciones para el enriquecimiento explicable de este empresario.
La historia es, en esencia, igual a la de cualquier magnate surgido en los turbulentos primeros años de la Rusia posoviética. Coexiste con un sistema judicial que se ha vuelto dócil herramienta del Ejecutivo ruso.
El trasfondo político
A fines de 2003 75 días antes de los comicios para renovar la Duma o Cámara Baja del Parlamento ruso, el presidente Vladimir Putin, a punto de concluir su primer mandato, ansiaba consolidar su poder y necesitaba un golpe de efecto.
Jodorkovsky reunía dos características personales: su origen judío y ser el hombre más rico de Rusia. Ambos factores inciden negativamente en parte del electorado, lo convertían en blanco idóneo de una campaña de desprestigio.
La persecución del magnate debía traducirse en votos en favor de Rusia Unida, el partido oficialista, y de los grupos nacionalistas que habrían de restar seguidores a la oposición. Esto contribuyó al respaldo incondicional de la mayoría calificada de dos tercios de los diputados de la Duma a Putin.
Jodorkovsky desoyó la seria advertencia de la detención, el 2 de julio de 2003, de su socio y cerebro financiero de Yukos, Platón Lebediev. Tuvo casi cuatro meses para huir al extranjero, como Leonid Nevzlin y otros socios suyos, pero decidió quedarse en Rusia por creerse intocable.
Se enfrentó al Kremlin sostenido en su poder económico y la cercanía con renombrados políticos extranjeros que le habían prometido ayudarlo en caso necesario. Se equivocó por partida doble.
Putin procedió con todo contra Jodorkovsky cuando lo convencieron de que el magnate fraguaba la «compra» de la Duma para recortar las facultades presidenciales y desplazarlo del poder.
Los servicios secretos confirmaron lo que Jodorkovsky, en un arranque de soberbia, había indicado varias veces a la prensa, que financiaba partidos de oposición, de la Unión de Fuerzas de Derecha al liberal Yabloko, y al Partido Comunista.
Su principal error fue reconocer, en abril de 2003, que pensaba retirarse de los negocios «dentro de cuatro años» para dedicarse a la política, lo cual significaba la intención de postularse como candidato a la presidencia de Rusia en 2008, al término del segundo periodo de Putin.
Acoso judicial
La persecución judicial contra Jodorkovsky llevó a la procuraduría de Rusia a solicitar a un juez ordenar su detención preventiva, el 25 de octubre de 2003, a sabiendas de que no podría ser juzgado por ese presunto delito. El resto del proceso estuvo plagado de irregularidades y decisiones arbitrarias, para quebrantar la voluntad del detenido y forzar una solución pactada.
Se quiso reditar el caso del magnate Vladimir Gusinsky, exonerado de supuestos delitos luego que aceptó «vender» al Estado, en la persona del poderoso consorcio Gazprom, la televisora NTV y el resto de su imperio mediático.
Con más de un año de retraso, la fiscalía reconoció que había prescrito el supuesto delito incurrido en la compra de Apatit (productora de fosfatos para abonos minerales, negocio insignificante en comparación con Yukos) sólo unos días antes de que condenara a Jodorkovsky.
La celeridad con que la Corte de Apelación de Moscú rechazó el recurso de casación interpuesto por sus abogados, pareció responder a la consigna de impedir que el magnate se inscribiera como candidato a diputado de la Duma en las elecciones del 4 de diciembre próximo. La sentencia a ocho años de cárcel cancela esa posibilidad.
Trasfondo económico
No se explica, sin presión del Kremlin, que la juez Irina Kolesnikova mandara congelar las cuentas bancarias y activos de Jodorkovsky, impidiéndole de ese modo pagar el supuesto perjuicio causado al Estado, medida que había librado a otros de la cárcel.
Maniatado financieramente Jodorkovsky, el fisco ruso reclamó impuestos no pagados por 30 mil millones de dólares, exigencia que sirvió de pretexto para quitarle Yugansneftegas, su principal filial de producción petrolera, para subastarla y cobrarse parte de la deuda. Hasta el momento son un secreto los nombres de los siete afortunados particulares que, un mes antes de la subasta, constituyeron el Baikal Finanz Grup para apoderarse de Yugansneftegas, tasada muy por debajo de su valor real.
Dos semanas después este grupo vendió la empresa a la compañía estatal Rosneft, que no es sino la filial petrolera de Gazprom. Se desconoce por cuánto.
Castigo aleccionador
Según reveló Igor Shuvalov, asesor económico del presidente Putin, el juicio contra Jodorkovsky tenía que ser «aleccionador».
Le tocó a él, pero pudo estar en el banquillo de los acusados cualquier otro magnate que rompiera el tácito entendimiento de «no me meteré con sus negocios, si no se meten con mi negocio (la política)», mensaje que Putin mandó a la élite empresarial rusa.
El destino de Jodorkovsky quedó sellado en febrero de 2003, en una reunión en el Kremlin de Putin con la plana mayor de la Unión de Industriales y Empresarios de Rusia. Allí el magnate acusó de corrupción a miembros del primer círculo presidencial que hicieron que Rosneft se quedara con Severneft y sus prometedores yacimientos petroleros, en detrimento de Yukos.
Según se vio en un noticiario local, antes de que la censura ordenara cortar ese fragmento, Putin alcanzó a decir una frase a media voz: «ya veremos quién es más corrupto» y dos años y tres meses después Jodorkovsky oía su condena