La fórmula de los microcréditos que Muhamad Yunus, premio Nobel de la Paz del año pasado, puso en marcha en Bangladesh para que las personas más pobres pudieran salir de la exclusión social se está desarrollando en las barriadas de Brasilia. En la favela Estructural casi 12.000 grupos de entre cuatro y cinco personas y […]
La fórmula de los microcréditos que Muhamad Yunus, premio Nobel de la Paz del año pasado, puso en marcha en Bangladesh para que las personas más pobres pudieran salir de la exclusión social se está desarrollando en las barriadas de Brasilia. En la favela Estructural casi 12.000 grupos de entre cuatro y cinco personas y 2.649 beneficiarios individuales han podido poner en marcha sus pequeños negocios.
El ideal humanista del bangladeshí Muhammad Yunus, el «banquero de los pobres», florece en la clamorosa pobreza de las barriadas de Brasilia, donde miles de personas buscan el camino de la inclusión social a través del microcrédito.
Las teorías sobre el «negocio altruista» y la creación de un «mercado social» le valieron al economista bangladeshí el Premio Nobel de la Paz el año pasado, pero para los habitantes de la favela «Estructural» han significado el camino hacia una vida mejor.
La herramienta ha sido el concepto del microcrédito, planteado por el pakistaní Akhtar Hameed Khan hace tres décadas y desarrollado por Yunus, uno de cuyos libros cayó en manos del brasileño Murilo Escobar en 1998.
Escobar acababa de jubilarse y decidió «hacer algo» para intentar remediar la pobreza de los brasileños condenados por el abandono del Estado.
Llegó así a «Estructural», donde se levantaban cientos de casuchas de madera ocupadas por inmigrantes procedentes de diversos lugares de Brasil con el sueño de una vida mejor frustrado, y decidió poner a prueba las teorías de Yunus.
Desconfianza inicial
Puso en marcha el «Programa Providencia», que comenzó ofreciendo créditos mínimos a grupos de cuatro o cinco personas, en su mayoría costureras, peluqueras y artesanos que desconfiaron inicialmente de préstamos casi sin intereses y con el trabajo como única condición.
«Era difícil por la desconfianza y porque la mayoría era gente analfabeta, que firmaba los documentos con su huella digital», dijo Escobar sobre una realidad que se mantiene hasta hoy. La diferencia ahora es que se ha vencido la desconfianza y, una década después, «Providencia» cuenta con numerosos donantes privados y oficiales, y tiene en cartera 2.649 beneficiarios individuales y 11.911 grupos, siempre de cuatro o cinco personas.
Otros miles de personas, por su buena historia crediticia con «Providencia», han accedido a préstamos bancarios formales y han dado así los primeros pasos hacia una verdadera inclusión, explicó Escobar.
Los primeros créditos comienzan con cantidades en torno a los 100 reales (46 dólares), un plazo de tres meses y una tasa del 2% anual. Si son renovados, la opción es aumentarlos gradualmente hasta un máximo de 1.500 reales (700 dólares). «Parece poco, pero a una costurera le sirve para comprar hilos y agujas y comenzar un pequeño negocio, que crece despacio pero crece», señaló Escobar. Ejemplo de ello es Sonia Mendes, una de esas inmigrantes internas que compró unas agujas e hilos con créditos de «Providencia» y hoy preside la Asociación de Costureras y Artesanos «Manos que Crean».
Esta asociación agrupa a 260 artesanos en su mayoría mujeres víctimas de la violencia doméstica y males asociados a la pobreza que producen bolsas, colchas y diversos utensilios con material reciclado, obtenido en un vertedero de basura cercano.
Parte de su producción ha llegado a los grandes mercados de Río de Janeiro y Sao Paulo, las principales ciudades de Brasil, y la vida de muchos en «Estructural» ha cambiado para mejor. «Es el dinero, pero también es la autoestima, es el sentirse más útiles y vivos», declaró Sonia Mendes en el taller de «Manos que Crean», que ha quedado pequeño para tal cantidad de artesanos, lo que obliga a muchos a trabajar en sus casas.
Según Mendes, la organización de la propia población de la favela ha ayudado a mejorar la vida de muchos, aunque ese potencial de la comunidad sigue sin contar con un respaldo firme del Estado.
Menos asistencialismo
«Estructural», situado a diez kilómetros del Palacio presidencial de Planalto y habitado por 32.000 familias, aún no cuenta con muchos servicios básicos y sus calles son de la característica tierra roja de la zona central de Brasil.
Tiene un puesto de salud, otro de policía y una escuela, en la que los niños sólo pueden cursar el primer grado de primaria. También ha llegado la violencia del narcotráfico, que hace dos meses dejó siete muertos «en una sola noche», recordó Mendes.
La respuesta, según Escobar, es «crear armonía y paz en la pobreza», con menos asistencialismo y más proyectos productivos, que mejoren el poder adquisitivo pero recuperen la dignidad de las personas, así sea con créditos de escasos 100 reales.