Recomiendo:
0

Presión de las Fuerzas Armadas

Los militares limitan el poder político de Lula

Fuentes: APM

Disgustados con una decisión de su comandante en jefe, altos mandos castrenses dispararon amenazas golpistas. La oposición y la prensa también se sumaron al embate. Queda sentado un oscuro precedente. Las Fuerzas Armadas (FFAA) de Brasil, con el apoyo de los partidos políticos y periodistas filomilitares, lograron doblegar a su Comandante en Jefe, el presidente […]

Disgustados con una decisión de su comandante en jefe, altos mandos castrenses dispararon amenazas golpistas. La oposición y la prensa también se sumaron al embate. Queda sentado un oscuro precedente.

Las Fuerzas Armadas (FFAA) de Brasil, con el apoyo de los partidos políticos y periodistas filomilitares, lograron doblegar a su Comandante en Jefe, el presidente Luiz Inácio Lula Da Silva; en lo que significó un peligroso avance marcial sobre las instituciones civiles. Por primera vez, Lula es limitado en su poder político por una avanzada reaccionaria.

Durante toda la semana que pasó, los uniformados presionaron al mandatario para que vuelva sobre sus pasos, desmienta lo que ya era casi letra firmada y revea dos decisiones que había tomado: el traspaso de la aviación civil hacia la orbita del ministerio de Defensa y la amnistía para un grupo de sargentos controladores de vuelo, condenados por la Fuerza Aérea de Brasil (FAB) bajo el cargo de insurrectos.

Así, las FFAA mostraron que todavía ostentan un importante poder institucional y que la transición democrática brasileña ha sido una de las más débiles entre los países del Cono Sur.

Todo comenzó cuando Lula, en pleno ejercicio de sus facultades, desautorizó una orden del comandante de la FAB, el brigadier general Junino Saito, quien el viernes último había decidió castigar con prisiones y traslados a los operadores de la torre de control del aeropuerto nacional de Brasilia porque estaban en huelga en busca de mejoras salariales.

La decisión del Jefe de Gobierno de negociar con los huelguistas en vez de llevarlos a la cárcel, como querían los militares, tuvo que ver con la imposibilidad objetiva de reemplazarlos en el corto plazo. Es decir, cesantear a todos los técnicos hubiese sido agravar la situación que ya era caótica por la medida de fuerza. Hasta el momento que Lula pudo destrabar el conflicto, varios aeropuertos habían colapsado y 300 vuelos nacionales e internacionales, cancelados. La negociaciones se hicieron de manera indirecta, mientras el plenipotenciario viajaba al encuentro con su par estadounidense George W. Bush.

La promesa del mandamás brasileño de indultar a los huelguistas, de convertirlos en trabajadores civiles de carrera en la cartera de Defensa generó la desaprobación de altos mandos castrenses, quienes, en declaraciones que pueden parecer de otro tiempo, mostraron su enojo con amenazas golpistas.

Sin dar conocer sus nombres, dijeron a la prensa de su país que percibían un clima de insubordinación similar al que precedió el Golpe de Estado de 1964, cuando fue depuesto el presidente Joao Goulart. «Nuestros pilares son la jerarquía y la disciplina. Y el episodio de 1964 sólo ocurrió porque se intentó quebrar esos pilares», remarcaron.

Por otro la lado, la ceremonia de asunción del brigadier José Américo en la jefatura de la Aeronáutica, se transformó en un acto de desagravio al comandante Juniti Saito. Después de garantizar que no va iba a faltar al cumplimiento de los «principios básicos de jerarquía y disciplina», Saito fue largamente aplaudido por un auditorio repleto de militares en actividad y retirados, en la base área de Brasilia; todo frente a la mirada del ministro de Defensa Waldir Pires. También estuvieron presentes «llevando su solidaridad» casi todos los ex comandantes del FAB y ex jefes de la Aeronáutica.

Los periodistas tampoco se quedaron atrás al momento de opinar. Merval Pereira, del diario O´Globo de Río de Janeiro – texto reproducido el 4 de abril por el matutino porteño La Nación- escribió: «Por otra parte, Lula comenzó a politizar la cuestión militar cuando suspendió una licitación de la Fuerza Aérea para la compra de 12 nuevos aviones caza, un proyecto de 700 millones dólares, en su primera fase, alegando que tenía prioridad el programa Hambre Cero».

La cronista también ensayó una explicación de los sucesos: «El episodio de los controladores de vuelo tuvo en su inicio una crisis entre el ministro de Defensa y los militares de la aeronáutica. El ministro de Defensa, Waldir Pires, formó parte del gobierno de Joao Goulart, derribado por los militares en 1964, período en el que hubo rebeliones de sargentos y marineros. Ahora, al defender la desmilitarización del control de vuelo y recibir a los sargentos-controladores, Pires creó un incidente tan innecesario como desagradable para el comandante de la aeronáutica». En este párrafo, por qué no viciado de un neomarcartismo, se sintetiza el pensamiento instalado en la mayor parte de la sociedad brasileña: los militares son un gigante durmiente que es mejor no despertar.

A su vez, la oposición hizo saber su postura, que fue contraria a la idea de pasar todo el control aéreo a manos civiles. «Estoy en contra de la desmilitarización. El presidente Lula debería haber priorizado la disciplina militar», dijo el líder de la minoría en la Cámara de diputados, Julio Redecker, del Partido Social Demócrata de Brasil (PSDB).

El contrapeso lo había puesto el diputado del oficialista Partido de los Trabajadores (PT) Henrique Fontana, quien señaló que «si el presidente Lula, que es el jefe supremo de las Fuerzas Armadas, tomó esa decisión de desmilitarizar el sector es porque hay recursos para eso».

Con el panorama anterior, y después de una reunión con Juniti Saito, Lula revió y endureció su postura; además, decidió quitarle al ministro Waldir Pires la tarea de negociar con los controladores y entregársela a la FAB. Entonces, el timonel de Brasil no tratará de que condonen a los huelguistas y la desmilitarización del control de tráfico aéreo no se concretará en el corto o mediano plazo.

«Pretendemos realizar cambios en el sistema, pero primero queremos escuchar a todas las partes involucradas», explicó el ministro de Planificación Pablo Bernardo para justificar el cambio de postura gubernamental.

Según transcendió del encuentro, la fuerza no quiere perder el manejo de los radares y las comunicaciones por una cuestión de «seguridad y defensa nacional». Llegado el caso, se resistiría a entregar la infraestructura de vigilancia del espacio aéreo (radares, software y sistema de comunicaciones) a un organismo civil. Tampoco accedería peder el control de los aeropuertos de varias capitales provinciales.

Asimismo, el vocero de la Asociación Brasileña de Controladores de Vuelo, José Ulises Fontenele, recordó que Lula se comprometió a no sancionar quienes fueron al paro: «Dio su palabra».

En contrapartida, Alberto Albuquerque, del Partido Socialista (PS), celebró: «Ahora está claro, para quien hace una huelga, lo que significa un militar amotinado. La sociedad sabrá que este país tiene un comando militar».

La crisis del tráfico aéreo estalló hace siete meses, después del accidente del avión de la empresa Gol, donde murieron 154 personas por una falla combinada de la torre de control de Brasilia y de una aeronave norteamericana. La pequeña máquina chocó contra el Boeing de la compañía comercial y provocó la catástrofe. Desde entonces los controladores de vuelo mantuvieron diversas medidas de fuerza.