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Los que más dinero ganan son los que menos lo necesitan

Los muy ricos son tontos, malos e infelices

Fuentes: Rebelión

Cuando la riqueza y los recursos del mundo alcanzan para que los 6.000 millones de habitantes del planeta tengan una vida digna, aparecen unos enfermos mentales que hacen de lo que podía ser un Paraíso un verdadero Infierno. No son inocentes, son los culpables del desatino de que unos pocos coman caviar y acumulen y […]

Cuando la riqueza y los recursos del mundo alcanzan para que los 6.000 millones de habitantes del planeta tengan una vida digna, aparecen unos enfermos mentales que hacen de lo que podía ser un Paraíso un verdadero Infierno. No son inocentes, son los culpables del desatino de que unos pocos coman caviar y acumulen y acumulen riquezas, mientras que la mayoría se muere de hambre. Más efectiva que una revolución sería crear una Cadena de Hospitales Siquiátricos para estos seres que son tontos, malos e infelices; y para más están acabando con el planeta.

¿POR QUÉ SON TONTOS? Pues son tontos por varias causas. -Mientras podrían vivir cómodamente gozando de su fortuna, siguen trabajando denodadamente para acumular más y más. Si uno les pregunta para qué, suelen contestar que es porque les gusta trabajar. Pero en el fondo están mintiendo. La persona muy rica es temerosa y desesperanzada. Temerosa porque teme perder su dinero, y desesperanzada porque quiere asegurar su futuro acumulando. Esa desesperanza no tiene límites, o mejor dicho el límite es difuso aunque proporcional a su miedo de que todo se venga abajo. Invierten sus ahorros en muchos bancos de diferentes países y en distintas divisas, en general euros o dólares. Invierten también en la Bolsa de Valores y en inmuebles. Pero dado que la incertidumbre no es cuantificable, ni por definición certera, nunca llegan a anular su miedo, solo lo apaciguan. Estas pulsiones hacen que en general la persona muy rica sea avara. -Hablemos ahora de los muy ricos porque tuvieron la suerte y el ingenio de lanzar una empresa exitosa, caso típico Bill Gates. Esos tipos son egoístas y agresivos comercialmente. Quieren todo el mercado para ellos desean lucrar y lucrar. Consiguen quebrar a sus competidores, consiguen comprar otras compañías y así adquirir más y más poder y en consecuencia obtener más y más dinero. Pero son miopes cerebrales, un subconjunto de los tontos, que solo ven bien a corto plazo. Las empresas quebradas generan desocupación. En las compras y fusiones se unifican cargos y muchos empleados quedan fuera. Sin embargo para que una economía funcione no basta que exista oferta, le hace falta demanda, y la demanda cae pues los desempleados que formaban parte de ella no tienen con qué comprar. John Keneth Galbraith (1) didácticamente explicó que la base económica de la Gran Depresión fue la excesiva concentración de la riqueza. No olvidemos que la mayoría de los ciudadanos del mundo no son burgueses, son proletarios, pero esos proletarios siendo mayoría son los que generan la mayor parte de la demanda agregada. ¡Un rico no puede comer cien kilos de carne en un día! Al caer la demanda se produce deflación, lo que disminuye las ganancias y produce más despidos. Le sigue la recesión, con las mismas consecuencias y por último la Gran Depresión. Todo el proceso deflación-recesión-depresión nace de un mecanismo manejado por tontos que se autoalimenta pasando sin esfuerzo de cada estado a uno peor. En pocas palabras los muy ricos que luchan por ser cada vez más ricos, son muy tontos: se están suicidando. -Los muy ricos se olvidan que viven dentro de una sociedad en la que la mayoría de los ciudadanos son pobres y con su retrógrada filosofía generan reacciones que pueden consistir en ser mal mirados hasta secuestrados. Abofeteando a los desvalidos al mostrar ampulosamente su riqueza generan odios y odios muy fuertes. En realidad ya lo anticipaba Umberto Eco (2) hace ya diez años: se construyen fortalezas, contratan a guardias privados (que como son explotados por capitalistas con salarios mínimos y trabajo riesgoso, no son confiables) y viven con miedo constante. Pero la inseguridad no para allí, como los muy ricos están encerrados y muy protegidos, los delincuentes por desesperación y rabia comienzan a atacar a los ricos «a secas», a la clase media y hasta los mismos pobres. Ese crecimiento de la delincuencia rebalasa la capacidad de prevención y represión de la policía y entonces los delincuentes profesionales andan a sus anchas con sus tropelías. Todo ese desequilibrio soc ial es provocado fundamentalmente por los muy ricos y el sistema que los ampara. Son realmente tontos y dañinos. -Pasemos ahora al plano de la sicopatología. ¿Por qué acumulan sin ponerse límites de poder y dinero? Porque cuando están seguros, encerraditos en sus casas u oficinas, se creen dioses y creen que se convertirán en dioses inmortales. ¿Hay inteligencia en ello? La muerte los espera muchachos y no van a zafar coimeando a nadie. Acá notamos que son tontos porque están enfermos y en vez de consejos morales necesitan un hospital siquiátrico.

¿POR QUÉ SON MALOS? -Son solapadamente malos pues para ganar dinero no tienen ningún escrúpulo en contratar a delincuentes empresas de propaganda para crear necesidades en el público, necesidades de estupideces que no tenían o que apenas afloraban. Son los verdaderos creadores del consumismo, al que el mismo gobierno de los EEUU alentó en la década de los 50 (3). EEUU creció alocadamente en esa década enfermando a sus habitantes de ese mal tan nefasto y casi incurable. En efecto, el presidente del Consejo de Asesores Económicos de Eisenhower declaró solemnemente: «El objetivo fundamental de la economía norteamericana es producir más bienes de consumo». Tomando la posta, la revista Fortune de diciembre de 1953 pontificaba: «La supervivencia económica depende del consumo. Si usted quiere comer más pasteles mañana, coma más pasteles hoy. Cuanto más consuma más tendrá». Los norteamericanos llegaron a considerar que consumir era una obligación patriótica. La pandemia no tardó en aparecer y hoy temblamos ante las consecuencias nefastas que ya se están manifestando: clima caótico, agujero en la capa de ozono, polución en ríos y mares, contaminación del aire, desaparición de especies animales, desertificación del planeta, aumento de las condiciones para que el Efecto Invernadero se manifieste… Los promotores de este disparate son realmente malos. -El egoísmo y la avaricia son formas de privilegiada maldad. Si quiero acumular cada vez más no debe importarme que mi vecino reviente de hambre y menos aún drenar, para ayudarlo, parte de mis arcas. A mis empleados lo mínimo posible mientras yo sigo acumulando y acumulando. -Cuando las ganancias comenzaron a menguar en los años 70 por la crisis del petróleo, estos «prohombres», redescubrieron un antiguo libro de von Hayek:»El Camino de la Servidumbre». Se dijeron sí, este hombre tiene razón y entonces apareció el monstruo: el neoliberalismo. Definirlo es fácil: «Todo el poder al mercado». Los seres humanos tratados como mercaderías perdieron sus privilegios, afloró lo que todos los enfermos por el dinero querían: la flexibilización laboral. Con el colchón de desocupados que había dejado la crisis todo fue muy fácil, los sindicatos perdieron su fuerza, los salarios cayeron. La economía volvió a ser la economía salvaje, que tan dificultosamente había sido superada en la década de los 40 con el Estado de Bienestar. Y allí nuestros amigos los ricos se fueron haciendo cada vez más ricos y naturalmente los pobres cada vez más pobres. Con el apoyo del FMI como lobby los países ricos arrasaron a los países pobres de Sud.

¿POR QUÉ SON INFELICES? -El miedo, que analizamos más arriba, no es una buena componente para la felicidad, pero hay más. -El Word Value Survey (4), una serie de estudios Inter-universitarios llevado a cabo por una red internacional de sociólogos, evaluó «los países donde los habitantes son los más felices». Lo estudiado no fue la satisfacción de las personas sino el estado de felicidad y de alegría. Los resultados, publicados en la prestigiosa revista británica New Scientist en julio de 2004, muestran que las personas más felices no habitan los países más industrializados, sino en el hemisferio Sud. A la cabeza de los países felices está Nigeria, seguida por México, Venezuela, El Salvador y Puerto Rico. Los menos felices serían los rusos, los armenios y los rumanos. Los EEUU figuran en el puesto 16 y Gran Bretaña en el 24. Esta conclusión, lamentablemente no hace de Nigeria un nuevo Eden, ya que el país sigue siendo uno de los más pobres del planeta. Sin embargo los resultados muestran claramente que no existe una relación directa entre la riqueza y la felicidad, primero porque los pueblos más felices no son los más ricos y segundo porque el nivel de felicidad en los países industrializados no evolucionó desde el fin la segunda guerra mundial, pese al crecimiento de los ingresos de sus habitantes. Otro resultado remarcable aportado por el Estudio es que el deseo de poseer bienes materiales es un factor que inhibe la felicidad (» happiness suppressant «). Con esta última oración queda claro entonces que los muy ricos son infelices ya que sus deseos de dinero son insaciables.