Sobre las subjetividades cimentadas sobre el dinero fácil y el consumo ostentoso, dejadas tras décadas de dominio narco en las favelas de Río de Janeiro, las grandes empresas cariocas se aprontan a moldear territorios que hasta ahora mostraban una economía dinámica al margen de las redes de especulación neoliberal. Si la punta de lanza fue […]
Sobre las subjetividades cimentadas sobre el dinero fácil y el consumo ostentoso, dejadas tras décadas de dominio narco en las favelas de Río de Janeiro, las grandes empresas cariocas se aprontan a moldear territorios que hasta ahora mostraban una economía dinámica al margen de las redes de especulación neoliberal. Si la punta de lanza fue la invasión militar del Complexo do Alemão y Vila Cruzeiro y la instalación de Unidades de Policía Pacificadora en varias favelas, la arremetida viene con créditos bancarios, especulación inmobiliaria y la transformación de los pobres cariocas en responsables consumidores.
Cuando los humos del combate reciente se habían disipado, el alcalde de Río, Eduardo Paes, prometió que luego de la incursión militar en la zona norte de la ciudad habrá una ‘invasión de servicios públicos’. Puestos de salud, un teleférico que cruzará por encima de las favelas, regularización de los títulos de propiedad, módulos de enseñanza digital y hasta un cine, inaugurado en diciembre en el mismo Complexo do Alemão con una película de Disney, son la oferta del Estado.
Pero si las fuerzas armadas iniciaron la ocupación, el ejército de ocupación permanente serán los agentes privados, ávidos de buenos negocios sobre los pilares dejados por décadas de narcotráfico que no sólo hicieron la primera gran inversión en esos territorios, sino que dejaron una cultura del dinero fácil y seducción por objetos de consumo. Así, hoy la ciudad carioca asiste a la ampliación de los límites del neoliberalismo urbano al que era el territorio irreductible de las favelas.
La biopolítica en curso olvidará las décadas de incursiones policiales de gatillo fácil a los morros y apostará por la inclusión de los habitantes de los morros en la economía formal, intentará dar rentabilidad a sus lazos sociales y producir una subjetividad tan salvaje como la dejada luego de décadas de narcotráfico, claro que hoy ajustada a los mecanismos de plusvalía del libre mercado. «Queremos pensar en una favela como un espacio que puede dar lucro»- sostuvo la subsecretaría de Acciones Territoriales Integradas de Río, Silvia Ramos.
L vida Morro Arriba
La autoconstrucción en altura, el trazado irregular de calles, la conexión ilegal a la electricidad y, cada cierto tiempo, la instalación de agua potable y alcantarillado por parte de la Prefectura han modelado la geométrica irregular de las favelas que se extienden en los bordes de Río de Janeiro.
Con la crisis del capitalismo de mediados de la década de los ’70, quienes llegaban a la ciudad buscando transformarse en asalariados fabriles y obtener algo de protección social, vieron mudar sus expectativas hacia los sectores más dinámicos de la economía de mercado: la venta de drogas declaradas ilegales y la de armas para cuidar el negocio.
El narco fue el emprendedor nato. Es el primero que se dio cuenta para dónde iba la micro. Captó antes que nadie que no tendría gran futuro vendiendo papas fritas en alguna esquina o pagar por años una moto para transportar la carga humana arriba del morro o tener que cruzar la ciudad todos los días para ir a trabajar a los barrios ricos.
Como fue el primero en avisparse, fue el que caminó por los becos y callejuelas antes que nadie con zapatillas de marca, paseó su auto ostentoso por las circunvalaciones de las favelas y se puso con más plata que nadie cuando un vecino enfermo pidió ayuda.
En las más de mil favelas de Rio se calcula que viven unas dos millones de personas, las que representan un tercio de la población del distrito. Como durante décadas primó el sálvate a ti mismo, la cultura está atravesada por el elogio del emprendimiento fácil e informal de la ilegalidad en una sociedad asolada por el capitalismo salvaje. Toda una generación se formó entonces en la cultura de la supervivencia y el tránsito cotidiano entre lo legal y lo ilegal para poder ver televisión, tener gas o fumar tranquilo un porro de macoña a la salida del trabajo.
Tarde fue entonces cuando los poderes públicos se dieron cuenta que enormes porciones del territorio de la segunda ciudad más importante de la potencia latinoamericana, eran controladas por organizaciones que vivían del tráfico ilegal.
Quien visite una favela se sorprenderá con el dinamismo comercial de sus calles. El ir y venir de cientos de mototaxis, peluquerías, carnicerías, supermercados, restaurantes, puestos de comida, de ropa, ferreterías y toda una red comercial a escala local inflada en una pequeña parte por el dinero gastado por los narcos.
Un estudio del economista fluminense Sergio Ferreira Guimarães publicado recientemente estima que el tráfico de drogas en Río puede facturar entre 317 y 633 millones de reales por año. O sea, entre cien mil y 190 mil millones de pesos. Ferreira Guimarães además calcula que el tráfico da empleo a unas 16 mil personas, similar cantidad de los contratados por Petrobras, la mayor petrolera de Brasil.
Eduardo Tomazine Teixeira, geógrafo de la Universidad Federal de Río de Janeiro, agrega que «en función de la localización estratégica de Río de Janeiro en el circuito mundial del comercio de drogas ilícitas, los negocios que más prosperaron fueron los de carácter ilegal y violento, como es tráfico de drogas y armas; además de negocios formales ligados umbilicalmente a estos, como el mercado inmobiliario, de los condominios exclusivos y las empresas de seguridad privada con su parafernalia de productos».
Fabricacion del consenso
Para dominar los complejos de Alemão y la Penha se recurrió a los paracaidistas que desde el 2004 integraron la misión de la ONU en Haití. El campo de entrenamiento de estas tropas fueron las calles de Puerto Príncipe, en donde los soldados se foguearon en patrullaje urbano y frente a civiles muy parecidos a los compatriotas que ahora debe celar. Fernando Sardenberg, general a cargo de las operaciones en el país caribeño, comandará la ocupación durante 7 meses en los morros cariocas de la denominada ‘Fuerza Tarea’, integrada por más de un millar de soldados y policías.
La ocupación precisó generar un consenso que reforzara las decisiones políticas y diera aliento a la policía. Si en el territorio el despliegue era militar, a nivel simbólico la imagen que más circuló los días previos a la ocupación era la de un chico con un fusil apuntando desde el morro a la policía y buses incendiados. Con esa imagen una respuesta con tanques a las poblaciones más desprotegidas de la ciudad no generaría gran rechazo. No en vano, el diario O Globo llamó el ‘Día D’ a la incursión, que dejó un saldo de 30 muertos, entre ellos Rosángela Barbosa, una niña de 14 años alcanzada por una bala de la policía dentro de su casa.
A juicio de María Luisa Karam, ex jueza de Río de Janeiro e investigadora del Instituto Brasileño de Ciencias Criminales, «la intervención de las Fuerzas Armadas en operaciones de seguridad pública y control social del crimen, substituyendo o actuando en conjunto con la policía, además de violar la Constitución de Brasil, fortalece el paradigma bélico que fue introducido en el sistema penal por la política antidrogas».
Para validar la opción por mostrar el brazo armado del Estado la campaña mediática se inició hace dos años con la instalación de las primeras Unidades de Policía Pacificadoras (UPP) inauguradas en las favelas que rodean la zona sur de la ciudad, el área más rica y turística. Fotos de policías sonrientes junto a niños pobres o adolescentes felices junto a un carro lanza aguas es la foto de rigor. Incluso O Globo, en su versión en Internet tiene un link especial titulado ‘Favela libre’, donde mapas, galerías fotográficas aplauden la labor de las UPP.
Para que el trabajo no fuese en vano había que medirlo. El mismo día de la incursión militar los medios encargaron una encuesta a Ibope, que concluyó que un 88% de la población de la ciudad apoyaba las medidas de fuerza adoptadas por las autoridades y un 93% se manifestaba de acuerdo en utilizar a las fuerzas armadas. A fines de diciembre otra encuesta vino a respaldar la senda tomada: Un 90% de la población esta vez aprueba ocupar militarmente el Complexo do Alemão.
La imagen de una bandera de Brasil flameando en lo alto del complejo de favelas de la zona norte de Río vino a sellar el optimismo frente a la acción armada. A las pocas semanas el propio presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, fue para allá a hablar de optimismo y esperanza» y ratificó la lógica de guerra. «Quiero decirle al pueblo de Río de Janeiro: mucha tranquilidad porque ganaremos esta guerra»- sentenció.
Karam hace notar que «la adopción del paradigma bélico aumenta la hostilidad, la estigmatización y la exclusión de aquellos que son identificados como ‘criminales’, o peor, como ‘enemigos’, y de aquellos que viven cerca de ellos o se asemejan. Así se estimula más la violencia, sea por parte de los órganos represivos o por quienes cumplen el papel de ‘criminales'»
«Uno de los efectos nefastos de las escalada criminal armada y, sobre todo, de su control territorial sobre los espacios urbanos segregados en los países semiperiféricos, resultado de décadas de neoliberalismo combinado con autoritarismo de Estado, es la creencia generalizada en la sociedad civil de la necesidad de una policía omnipresente, de un ‘Estado fuerte'»- agrega Teixeira.
La hegemonía de este Estado fuerte sobre el Complexo do Alemão permitió ensayar un control nunca antes visto en las favelas. Como si fuera un shopping, 10 cámaras de vigilancia fueron instaladas en sus recovecos, cuyas imágenes son transmitidas para el comando del Batallón de Operaciones Especiales (BOPE). Las cámaras se suman a otras 300 instaladas en la ciudad de Río.
¿Pacificar a quién?
El discurso de las autoridades habla de ‘pacificación’. Un palabra blanca, pero con muchos silencios y que es una práctica vieja en la ciudad. Para que Juan Pablo II visitara la urbe sin sobresaltos el BOPE se dedicó a ‘pacificar’ las cercanías de la casa del arzobispo, dejando un saldo de 30 muertos. Otra veintena quedó tras el paso de la policía en los días previos a los Juegos Panamericanos de 2007.
Los que han pacificado hasta ahora son la PMERJ, que tiene fama de gatillo fácil. Un informe de Amnistía Internacional sostiene que junto a las fuerzas de orden de Sao Paulo, entre el 2005 y el 2009 mataron a 11.000 personas. Si la policía de EEUU, conocida por su violencia, mata a un sospechoso por cada 37.751 detenciones, sus pares de Río terminan con la vida de alguien por cada 23 arrestos. El 2009, según datos del Instituto de Seguridad Pública, murieron 3.272 personas en enfrentamientos con la policía sólo en el estado de Río de Janeiro.
Según documentos difundidos por WikiLeaks, cables de la embajada norteamericana en Brasil daban cuenta de la aplicación por parte de la policía de la doctrina de contrainsurgencia de EEUU usada en las ocupaciones de Afganistán e Irak. La pregunta inmediata es ¿Quiénes son los insurgentes en Río de Janeiro?
Teixeira responde que «si bien sabemos que son los narcotraficantes, aunque arremetan contra la ley y dominan importantes espacios en la ciudad, no vislumbran un cambio de régimen político y mucho menos luchan contra el status quo. No son, por tanto, insurgentes. Creo que los potenciales ‘insurgentes’ desde el punto de vista del aparato del Estado, son quienes viven en las favelas, la que será confrontada a una elevación de los costos de vida con la regularización de los servicios en sus territorios y la valorización inmobiliaria».
La policía pacificadora
A fines del 2008 fue inaugurada en la favela de Santa Marta la primera UPP. Hoy están en 13 de las mil favelas que hay en el área metropolitana de la ciudad, manteniendo un control sobre unas 231 mil personas.
Las UPPs son integradas por policías jóvenes y se instalan en los accesos a las favelas. Su función es escrutar cada movimiento que ocurra en la comunidad intervenida, ya sea esforzándose por conocer a los moradores, revisando los bolsillos de los jóvenes para saber quien es usuarios de drogas o haciendo buenas acciones como plantar árboles o jugar con los niños para ganarse la confianza de los vecinos.
Se planea en los próximos 4 años instalar otras 55 UPP para formar un «cinturón de seguridad» que resguarde a la ciudad para el Mundial del 2014 y los Juegos Olímpicos del 2016, según la propia definición del secretario municipal del Programa de Seguridad con Ciudadanía (Pronasci), Ricardo Rotembergue. En paralelo se planea aumentar la Policía Militar de la ciudad de los 40 mil que tiene hoy a 62 mil.
Teixeira hace notar que «implantar UPPs en todas las favelas es algo inviable. Su alcance espacial es limitado y resta saber si los escuadrones fuertemente armados que dominaban las favelas hoy ocupadas por policías se desplazarán hacia comunidades periféricas o la pérdida de sus enclaves centrales representará un merma decisiva de sus recursos y de su poder de fuego y, consecuentemente, la disminución de sus capacidades de dominar los espacios segregados». A su juicio asistimos «a un proceso de periferización de la violencia en la metrópolis de Río de Janeiro».
Nuevos negocios
Según reportó la agencia Reuters el 29 de noviembre, día de la invasión a los complexos do Alemão y La Penha, Coca-Cola y Bradesco donaron millones de dólares para ayudar a financiar las operaciones policiales. A juicios de las empresas éste era el momento de combatir un problema que cuesta a Brasil hasta 100 billones de dólares al año en gastos de seguridad, pérdida de inversión y productividad, cálculos hechos por el Banco Mundial.
«Nunca antes hubo tanta voluntad de componer Río»- sostuvo Eike Fuhrken Batista, el hombre más rico de Brasil y que ocupa el 8º puesto entre los más ricos del mundo según la revista Forbes. Es más, prometió ponerse con 20 millones de reales al año hasta el 2012 para ayudar en la instalación de más UPPs.
La apuesta es que un millón de moradores de las favelas entren en la economía formal en los próximos años. La imagen de las favelas y sus habitantes resulta molesta para el discurso de Brasil como potencia emergente. Es más cómoda la imagen de una clase media emergente que integra hasta a moradores de las favelas capaces de adquirir un auto o ávidos de la cultural del shopping.
A la masificación de las tarjetas de crédito, el uso de celulares y la compra de televisores último modelo, le siguen políticas que buscan transformar a los excluidos de ayer en emprendedores o buenos trabajadores. Así, desde noviembre del 2010 se hacen cursos en las favelas para aprender a comportarse y obtener un empleo. «Entregamos cosas básicas, como el aprender a vestirse, a comportarse y que actitud tener»- dijo Kátia Watts, una de las promotoras de las sesiones.
En Cidade de Deus, por ejemplo, luego de la llegada de las UPPs, hasta agosto del 2010 mil pequeñas empresas fueron formalizadas. No sólo pagarán impuestos las peluquerías pequeñas, los restaurantes y bares que eran clandestinos, sino que servicios como la luz y la televisión por cable tendrán su cuenta mensual. Incluso se anunció ya un censo para «identificar la vocación empresarial de sus moradores», levantamiento que será seguido de ‘Agencias de futuro’, en la que los «potenciales emprendedores recibirán orientación para sus negocios»- según declaraciones de la Prefectura de la ciudad.
El presidente de Light, empresa eléctrica de Río, José Luiz Alquéres, aplaudió que en la favela de Santa Marta después de la llegada de las UPPs el hurto de energía eléctrica se redujera del 70% al 1%. Light acusaba perder cada año unos 200 millones de dólares (60 mil millones de pesos) por hurto de electricidad en las favelas.
Para llegar bien a las favelas la empresa a través del programa Comunidad Eficiente regaló ampolletas que gastan menos energía y hasta refrigeradores más económicos. Claro que su objetivo central fue poner medidores de luz en todas las casas de los morros ocupados por las UPPs.
Otro negocio a recuperar es la televisión por cable. En el Complexo do Alemão días después de la ocupación militar un ejército de promotores de telefonía y televisión pagada visitó la favela. Sky había lanzado ya en septiembre un servicio exclusivo para las favelas pacificadas con una tarifa más baja que lo que se paga en otros puntos de la ciudad. En tanto, Oi, la compañía telefónica, dijo que invertirá 15 millones de reales para expandir sus redes de telefonía, banda ancha y televisión pagada.
Otro plus es el aumento de la valorización inmobiliaria de los predios cercanos a las UPP, lo que ha obligado a los pobres que vivían allí a trasladarse de barrio. Agentes inmobiliarios aplauden los resultados de un estudio que encargaron. Este concluyó que los aumentos en los arriendos subieron hasta un 148% y un 59% las ventas de inmuebles en los barrios cercanos a las favelas ocupadas por las UPPs.
Los cientistas políticos Bruno Lima Rocha y Rafael Cavalcanti advierten que las UPP «no sólo acompañan las áreas de mayor valorización inmobiliaria o de futuro uso de territorios para los aparatos de la Copa del Mundo y de las Olimpíadas, también prepara el terreno para la flexibilización de leyes ambientales y el aumento de la especulación inmobiliaria en zonas de la ciudad que tienden a valorarse».
Del Comando Vermelho a Bradesco
El temido Comando Vermelho, acusado de ser el instigador de la violencia en Río que provocó la invasión militar a las favelas, dejará su espacio a otro gigante rojo: Bradesco, el segundo mayor banco privado del Brasil y de América Latina que tiene una cartera de 16,8 millones de clientes y que ha crecido como nunca antes en la década reciente con el interés de los créditos dados a microempresarios y empleados.
El diseño económico del gobierno de Lula permitió que altas tasas de crecimiento económico hicieran crecer el ingreso de los más pobres. Así, entre los años 2001 y 2008 el ingreso del 10% de los más pobres creció un 72%.
Y si el pobre tiene más dinero, los ricos se han preocupado de darles incentivos para que lo gaste. Así todos ganan. Si con Lula los más pobres obtuvieron unos recursos anuales de 10.500 millones de dólares; los grupos económicos, a través del mercado financiero, ganaron 100.500 millones.
Bradesco, que cimentó desde mediados del siglo XX su riqueza con préstamos a pequeños comerciantes, funcionarios públicos y personas de escasos recursos, ha tenido muy buen olfato para hacer buenos negocios en este contexto. El crecimiento de la economía aumentó la demanda por crédito en Brasil, oportunidad que el banco ha sabido aprovechar muy bien dando créditos para comprar casas, electrodomésticos o autos.
Los resultados durante el 2010 fueron el crecimiento de su cartera de crédito un 18,6% y de los créditos de consumo a un 23%. Según datos de octubre del 2010, Bradesco registró utilidades por US$ 1.480 millones debido a una gran demanda en créditos de consumo y terminó el trimestre con activos totales por 611.900 millones de reales (US$ 359 mil millones).
Por la misma fecha las tasas de interés de las tarjetas de crédito eran de 10,66%, la más altas desde el 2000.
En Brasil, con menos del sueldo mínimo (540 reales) se puede obtener una tarjeta de crédito y visa. Así el dinero dejado por el negocio de drogas declaradas ilícitas en las favelas no sólo se gastará en ropa de marca, motos y celulares. Para preparar el terreno Bradesco se puso con un árbol de navidad en el Complexo do Alemão y anunció que abrirá agencias en diez favelas de Río hoy aseguradas por las UPPs.
También, aprovechando el viento a favor, el banco se apuró en ser el patrocinador oficial de los Juegos Olímpicos del 2016, por lo que tendrá la exclusividad en servicios financieros y seguros y podrá asociar su marca al certamen deportivo. Se calcula que pagó por ello unos R$ 570 millones.
La otra salida
Mario Pires, del Observatorio de las Favelas, intenta describir la imagen que tienen las clases altas e intelectuales de Río sobre los morros: «Las favelas son el paradigma de la ausencia, un lugar sin estructura, una tierra sin ley, reglas y moral. Un espacio señalado como lo que no tiene – no tiene luz, alcantarillado, agua potable, recolección de basura. Es la expresión del caos».
Para cambiar esta imagen las estrategias del poder público apuntan a sedimentar la inserción de estos espacios en los mecanismos privados de subjetivación. El problema es que a los habitantes de los morros nadie ha ido a preguntarles acerca de qué desean como destino.
Pires considera que «la paz depende de todos los sujetos que habitan una localidad. Es necesario un pacto en tormo a derechos sociales y ciudadanía. Hoy los habitantes de las favelas están lejos de los escritorios donde se toman las decisiones que los afectarán. Es necesario que ellos mismos sean los autores de la ciudad».
Teixeira también cree que la puerta de salida dice Participación. «Los problemas cruciales de los moradores de los morros no serán resueltos con la instalación de puestos de policía y la regularización de servicios privados, sino que con la participación a través de las asambleas de barrio y colectivos se puede recuperar la participación política»- sostiene.
«Para esto es importante que la participación no sea sólo formal y que el trato hacia quienes moran en la periferia no sea el ser objetos de proyectos sociales, sino como sujetos de derecho; no como clientes de una intervención pública, sino como coautores y corresponsables de las iniciativas que en sus territorios se lleven a cabo»- finaliza Pires.