El desenlace que podría resultar a partir de la definición de Eduardo Cunha de aceptar la apertura de uno de los pedidos de juicio político a Dilma Rousseff se torna difícil de prever. El PT y el partido del presidente de la Cámara de Diputados (PMDB) han pasado en forma progresiva de la alianza pragmática […]
El desenlace que podría resultar a partir de la definición de Eduardo Cunha de aceptar la apertura de uno de los pedidos de juicio político a Dilma Rousseff se torna difícil de prever. El PT y el partido del presidente de la Cámara de Diputados (PMDB) han pasado en forma progresiva de la alianza pragmática y circunstancial de los últimos años a una disputa de fuerzas descarnada, donde los escándalos de corrupción son utilizados como base para extorsiones mutuas, colocándose éstos en la mesa de negociación para inclinar la balanza en favor de uno u otro partido.
La producción de los «escándalos políticos» por parte de la prensa y los medios en la opinión pública se torna así un aspecto influyente en la definición de los contornos que asume esta larga crisis política iniciada con el saldo irresuelto de la reñida elección presidencial de 2014, y que se caracteriza por otros tres componentes centrales: las acusaciones de corrupción, el inmovilismo del gobierno en el Parlamento y el ajuste económico ortodoxo, impulsado por el ministro de Economía, Joaquim Levy.
La reciente detención del líder de la bancada petista en el Congreso, Delcídio Amaral, como parte de las acusaciones de la operación Lava Jato, es otro de los ingredientes de esta crisis que parece no tener fin. En todo caso, con la decisión de incentivar a los diputados petistas a votar para que avance el proceso de destitución de Cunha en la Comisión de Etica de la Cámara de Diputados, el PT hace una apuesta que pretende poner un límite a la voraz lógica extorsiva del PMDB.
La larga política de conciliación del gobierno de Dilma con las extorsiones del PMDB ha demostrado sus insuficiencias, pues si bien ha estado pautada por las necesidades de preservar la «gobernabilidad», no ha conducido en los últimos tiempos a una resolución de la crisis política, sino más bien a su profundización. El PT busca así mostrar un gesto de autonomía por fuera de la lógica extorsiva a la opinión pública y ante sus propias bases militantes, que exigen limitar la negociación infinita con este sector, lo que estaría desacreditando al partido y facilita la argumentación de que finalmente serían «todos lo mismo».
El PT ha decidido así hacer una fuerte apuesta política en pos de desligarse de la lógica extorsiva y de las negociaciones palaciegas que caracterizan al PMDB, para recuperar una imagen más auténtica frente a la opinión pública y sus bases. La pregunta es si acaso no será demasiado tarde para esto, de modo que el precio a estas alturas por este intento dignificador sea demasiado alto.
La decisión de Cunha de impulsar el proceso de impeachment abre una Caja de Pandora, pues la baja aprobación de la presidenta Dilma en los sondeos de opinión añade complejidad al desenlace de un escenario donde se iniciará, si se da curso en el Congreso al pedido de destitución, una fuerte deliberación pública, influenciada por los medios donde predominan visiones opositoras, respecto de la pertinencia o no de su continuidad en la presidencia, tema sobre el cual ya ha girado la discusión del país vecino durante este año. De todos modos, esta situación clarifica la disyuntiva política ante la cual se encuentra la sociedad, y que podría terminar definiendo el curso de la crisis: o se permite al gobierno encontrar una fórmula para que Dilma pueda ejercer su mandato en plenitud y sin presiones asfixiantes, o se avanza en un proceso de impeachment que termine con su presidencia.
Ariel Goldstein, Doctor en Ciencias Sociales, UBA. Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (Iealc).
Fuente original: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-287525-2015-12-04.html
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